Vivir en la Argentina, estudiar en China

11 oct. 2011 - preservar el idioma y su cultura. Enviar a los hijos pequeños a estudiar a su tierra natal es una de las características de los chinos en la ...
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INFORMACION GENERAL

Martes 11 de octubre de 2011

La inmigración que llegó de Oriente

I

El duro desarraigo de los más chicos

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Nota II de III

Vivir en la Argentina, estudiar en China Los padres envían a sus hijos pequeños a cursar al menos la escuela primaria en Fujián para que allí aprendan el idioma y su cultura; otros prefieren mantener la familia unida y complementar las instituciones argentinas con clases de chino los sábados FERNANDO MASSA LA NACION Chen está frente a la imagen de las ocho cámaras de seguridad, una ventana con un traductor chino-argentino y un juego online que maneja con destreza en la computadora. Sin moverse de la caja de su supermercado del barrio de Montserrat, la “señora Chen”, de 34 años, habla de sus dos hijos más pequeños y señala un mostrador al lado de un equipo de música donde se acumulan retratos. Su marido viajó con ellos a China hace dos meses. El va a volver pronto, pero los chicos, de cinco y siete años, se quedarán con el resto de la familia en la provincia de Fujián. “Se extrañan. Pero no vienen más”, dice. La historia de Chen, como la de muchos inmigrantes chinos en la Argentina (120.000, según datos oficiales), combina el tesón para el trabajo con el sacrificio de desprenderse de sus hijos para preservar el idioma y su cultura. Enviar a los hijos pequeños a estudiar a su tierra natal es una de las características de los chinos en la Argentina. Cuando los niños cumplen cinco años, los padres encargan la educación a sus abuelos o tíos asentados en la provincia de Fujián, de donde proviene el 80% de esa inmigración asentada en el país. Para la visión occidental, esta costumbre puede sonar controvertida, pero la concepción colectiva de la sociedad china tiene absolutamente incorporada esta tradición como algo natural. Sólo a partir de los 12 años a menudo el núcleo familiar vuelve a unirse en algún punto del planeta, que podría ser Buenos Aires o Fujián, aunque en muchos casos, como el de Chen, eso puede no ocurrir nunca. Esta decisión tan compleja tiene tres razones básicas, según las consultas realizadas por LA NACION. La primera es que aprender a hablar y escribir chino como un nativo sólo resulta posible cuando alguien lo ejercita de muy chico. Al revés es casi imposible. Además, es una lengua cruzada por un sistema de valores culturales casi imposibles de lograr fuera de China. Y como los inmigrantes nunca saben si van a regresar a su país, prefieren que sus hijos conozcan su cultura e idioma desde el inicio de sus vidas. Otra razón es que la mayoría de los inmigrantes chinos consultados considera que la educación en la Argentina es de menor calidad que la de China. Y la tercera, fundamental, es que no pueden ocuparse de sus hijos, dado que suelen invertir casi todo su tiempo en el trabajo. Por eso es bastante usual observar a las familias chinas con bebes, aunque casi no existen niños de entre 6 y 10 años. Quienes no pueden o no quieren encargar la educación de sus niños a sus familiares en China recurren al sistema educativo público o privado argentino y los sábados los mandan a estudiar chino a alguna de las cinco escuelas que existen en la Capital. “En la provincia [de Fujián] no había mucha plata. Acá, un poco más de ganancia”, dice la señora Chen –por momentos con cierta dificultad para expresarse–, que llegó a la Argentina hace seis o siete años, no recuerda bien. No quiere que se sepa su nombre –sólo revela su apellido, que sería tan común como “González” en la Argentina– ni salir en las fotos por miedo a “la mafia” y a “los chorros” (ver aparte). Pero a la hora de relacionarse con sus vecinos y clientes no duda en fiarles, prestarles plata o hacer bromas y reírse todo el tiempo.

Chen muestra una foto de sus dos hijos, que están en Fujián

La escuela Chiaolien, en Belgrano, donde los sábados se dictan clases de chino FOTOS DE FERNANDO MASSA Y OLIVER KORNBLIHTT / AFV

Tan lejos, tan cerca

5 escuelas Es el número de instituciones educativas que enseñan el idioma chino en Buenos Aires sólo un día a la semana.

4 años Es el momento en que los padres deciden enviar a sus hijos a vivir con algún familiar en China para que se incorporen a las instituciones educativas de ese país. Uno de sus hijos, de 17 años, se acerca a la caja y le pregunta algo en chino. El no pudo adaptarse a la escuela y prefirió quedarse en el país para darles una mano a sus padres. Chen cuenta que su hijo no va a la escuela porque le tiene miedo. Que sólo medio día le alcanzó para decirle: “Mamá, yo no entiendo nada. Y no volver más”. En otra escena de esta historia de inmigrantes, sentado en la sala de profesores del colegio de Belgrano Chiaolien, que significa “inmigrantes unidos”, Wei Sung –o “Wilson”– afirma que ese mismo propósito de no perder la cultura ni el idioma es lo que lleva a muchos padres a mandar a sus hijos a la escuela china todos los sábados, como complemento de la educación argentina que reciben durante la semana. Esta

es la alternativa para quienes no pueden o no quieren alejarse de sus hijos. En Buenos Aires no hay una escuela regular china como ocurre con otras comunidades orientales que lograron institucionalizar su educación. De hecho, hay un proyecto de la comunidad china para diseñar un establecimiento educativo en Buenos Aires. Wilson, secretario de Chiaolien, cuenta que se adaptó enseguida al país. Sus padres decidieron dejar Taiwan en 2006 y viajar a la Argentina en busca de trabajo. Lo consiguieron en un supermercado chino, y hoy ya pudieron abrir su propia rotisería. A él le tocaron unos primeros seis meses de clases particulares de español para después poder entrar en una escuela pública, donde terminó la primaria. Hoy, además de trabajar en el colegio chino y ayudar a sus padres en el negocio, cursa cuarto año en un colegio de monjas y ya sueña con el ingreso en la UBA, ya sea para estudiar traducción, como su hermana, o diseño gráfico. “La escuela tiene ya 38 años. Al principio es gratuita para seguir la cultura china. La mayoría de los 200 alumnos son argentinos, la mitad de ascendencia taiwanesa y la otra mitad de China continental”, dice Wilson, que siempre busca la palabra justa para responder. Al colegio llegan desde distintos barrios, como Flores o Caballito, y hasta de La Plata. Entran a las 9 y salen a las 16, y pagan una cuota semestral de 820 pesos. “Primero hay que entender el idioma chino y después recién se pueden difundir las ideas. Es decir, los valores de familia, el respeto a los adultos. Primero hay que entender qué está diciendo el libro y ahí recién pueden ponerlo en práctica en la vida”, explica Wilson. En definitiva, el idioma como una puerta a la cultura de origen.

Aislados por el miedo a la violencia Hay 120 robos por día en supermercados chinos; ayer asesinaron a un comerciante marplatense La comunidad china en la Argentina tiene miedo. Muchos de ellos prefieren no hablar con nadie porque están angustiados. Y se les nota. Los asaltos violentos en los supermercados que, generalmente, permanecen abiertos hasta tarde, se han incrementado mucho. Los “argenchinos” son un blanco fácil para los delincuentes, dado que poseen un sistema laxo de ingreso y egreso y están ubicados en casi todos los barrios. A todo esto hizo su irrupción otro factor misterioso que inquieta cada vez más: la denominada “mafia china”. Tanto es así que ayer el dueño de un supermercado chino marplatense fue asesinado a balazos y los investigadores indagan si el hecho podría estar vinculado con amenazas que la víctima habría recibido de un grupo mafioso. Este hecho se sumó a los numerosos ataques extorsivos, varios de ellos mortales, cometidos en lo que va del año en la provincia de Buenos

Aires y la Capital. La policía identificó a la víctima como He Xin Chao, de 45 años, y descartó el móvil del robo en el homicidio. Hace poco menos de una semana, un cuñado de la víctima también había sido baleado en una pierna cuando se preparaba para inaugurar otro supermercado de la familia. En esa oportunidad, el agresor dejó en claro algunos de los motivos: el damnificado se estaba instalando en proximidades de otro comercio y con precios que podían afectar las ventas en el barrio. Los comerciantes chinos de Mar del Plata (uno de los pocos lugares del interior del país donde se han asentado) denuncian que reciben presiones de desconocidos para que aporten una suma de dinero en concepto de protección o, de lo contrario, corren riesgo de vida. La “mafia china” es uno de los temas recurrentes cuando aparece algún hecho delictivo relacionado con los inmigrantes de ese país, aunque en

la Cámara de Autoservicios y Supermercados Propiedad de Residentes Chinos (Casrech) prefieren hablar de inseguridad. “Nadie sabe si los agresores son chinos o no”, dijo una de las autoridades de esa cámara, que prefirió no dar su nombre. “Nosotros, los chinos, conocemos a los paisanos que están en estas cosas pero son muy pocos y no creemos que estén atrás de todos los hechos que ocurren”, agregó. En los últimos 16 meses los supermercados sufrieron 57.709 robos, hurtos y ataques. La cifra representa alrededor de 120 hechos diarios. La situación llegó a un punto en que los comerciantes pidieron a las autoridades argentinas y a la embajada de ese país la intervención de un grupo de especialistas policiales chinos. Este grupo colaborará con las fiscalías argentinas, sobre todo en la traducción de las declaraciones de los ciudadanos chinos que no hablan castellano.

OPINION

El idioma, barrera para la integración ANDRES ECHEVARRIA PARA LA NACION Para poder leer un diario en chino mandarín hace falta conocer aproximadamente 3000 caracteres y sus combinaciones (un diccionario contiene 40.000). Para un hablante de lengua occidental, aprender chino a este nivel es como volver a ser un niño que debe aprender a hablar, leer y escribir, ya que casi no existen puntos de conexión ni raíces en común entre los idiomas. Eso explica que se tarde entre cuatro y ocho años dominar el chino mandarín. Lo mismo vale para un chino que quiere aprender, por ejemplo, español. Es una tarea monumental que conlleva mucho tiempo y esfuerzo. Sobre todo si la persona no proviene de un entorno donde lo académico es la prioridad o lo habitual. El 80% de los inmigrantes de origen chino en la Argentina es de Fujián, una provincia superpoblada cuyo desarrollo no llega a beneficiar a todos sus habitantes. El desempleo y, quizás también, el espíritu aventurero de esta etnia explican la tradición de emigrar de China y construir exitosas diásporas muy lejos de su tierra. Durante la última década y media, los fujianos que inmigraron a la Argentina han inventado y construido una industria muy ajustada a sus habilidades y limitaciones culturales. Los conocidos supermercados chinos son un sistema de interrelaciones comerciales y familiares

muy aceitado que permite que un compatriota fujiano inmigre a la Argentina y sea recibido con techo, comida y trabajo. Los fujianos son étnicamente muy unidos y solidarios, y pueden parecer a veces cerrados a la integración cultural en el país que los recibe. Es cierto que muchos chinos podrían hablar mejor español, hacerse hinchas de un equipo de fútbol o comer comida más “argentina”; en fin, salir de la zona conservadora y aventurarse un poco en la cultura local. También pecaríamos de incomprensivos si no admitiéramos que éste es un proceso lento, que requiere de un rol activo de ambas partes. Cuando me mudé a China, pasó mucho tiempo hasta que pude ingresar en círculos de amigos chinos. Lo logré no sólo con el esfuerzo de aprender el idioma, sino también gracias a la gran hospitalidad, apertura y predisposición de mis anfitriones chinos. La Argentina es un país de inmigrantes; la única diferencia entre ellos y nosotros es que nuestros ancestros llegaron unos siglos antes. Ningún grupo debe pretender monopolizar los patrones culturales y amonestar a quienes no se ajustan. La próxima vez que se vea tentado de quejarse porque un chino no habla bien español, piense que usted también podría aprender a decir “hola” y “chau” en chino, y hacerse un amigo oriental.

El autor, abogado, es intérprete de chino y autor del blog nuevachina.com