Variaciones ominosas

2 ago. 2013 - Los cuentos de Kobo Abe crean atmósferas de pesadilla en un mundo marcado por el avance tecnológico y la carrera espacial. Ensoñaciones ...
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Viernes 2 de agosto de 2013 | adn cultura | 11

Apollinaire, entre la erudición y la gracia

apareció hace pocas semanas una biografía monumental de Guillaume apollinaire. El libro se titula simplemente con el nombre del poeta y su autor es laurence Campa. En su sitio la république des livres, Pierre assouline valora la soberbia erudición de Campa, pero cree que no alcanza para contar la vida del poeta. “Su profundidad de campo histórica no comprende sólo la guerra sino también el análisis del cubismo órfico o la oscuridad y el legado de Mallarmé. lo esencial está; falta lo superfluo: la respiración, el temblor, la gracia…”

El ExtranjEro

litEratura jaPonESa

Variaciones ominosas Los cuentos de Kobo Abe crean atmósferas de pesadilla en un mundo marcado por el avance tecnológico y la carrera espacial conoce a ninguna Clara; deduce que la noticia iba destinada a otro Samuel y, acaso por curiosidad, se dispone a averiguar datos acerca de la desdichada. Se pone la máscara del Samuel que se quedó sin amante, se larga al velatorio y allí conoce a Carina, la hermana de la difunta. Entre los dos, y en el transcurso de una relación que avanza trabajosamente, reconstruyen la conflictuada existencia de Clara. Solo que los datos que aporta Samuel son falsos. Mentiroso, como buen impostor, pero talentoso fabulador. Va cobrando vida, así, una Clara de facetas múltiples, una operación pirandelliana según el modelo de La vida que te di, pero también por el juego de partes y de máscaras en la representación social de roles (“Porque ya te has creado un personaje y has convencido a los demás de que ese personaje eres tú”, se dice a sí mismo Samuel). José Ovejero (Madrid, 1958) es un niño mimado de los galardones: premio Ciudad de Irún (1993), premio Grandes Viajeros (por China para hipocondríacos, 1998) y premio Gómez de la Serna, en 2010, por la novela La comedia salvaje. Su discurso no deja fisuras en cuanto a eficacia narrativa; a esa fluidez, más que al vuelo, apunta una prosa que, sin embargo, se atreve una y otra vez a puntos de giro de renovada intriga. Hay sobrado oficio

Es una prosa fluida que se atreve una y otra vez a puntos de giro de renovada intriga para provocar tensión narrativa, algo a lo que suele aludir el propio novelista cuando menciona su gusto por “el suspense”. Atrae también el clima que, como en toda trama, crea la decisión de hurgar más allá de la muerte; no es la necrofilia de Buñuel, aquella del tío que acomodaba en su lecho a una muchacha anestesiada, vestida con el traje de novia de su esposa muerta, evocando su figura. En La invención del amor rige más bien lo contrario: se deja tentar por el ¿enamoramiento? hacia una muerta a la que no conoció pero a la que le va sumando atributos a partir de su propia impostura. De refilón, pero con insistencia, un entorno de ajustes y de “adelgazamiento” de empresas pesa de modo irremediable en los márge-

nes de la acción principal: la crisis económica por la que atraviesa España, los despidos y la venta forzada para evitar la quiebra. Lo interesante es que todo este derrumbe financiero, si bien afecta a la empresa del personaje protagónico, a él no lo altera demasiado, embarcado como está en su obsesiva reconstrucción de hechos y personas, en atrevidas –y riesgosas– entrevistas a quienes trataron (y amaron) a Clara. En el operativo, el relato precipita coincidencias que rozan lo inverosímil como, por ejemplo, la proximidad no sabida ni imaginada del otro Samuel, el que sí vivió una historia clandestina con Clara. Pero son estas coincidencias manipuladas, estas vueltas “inesperadas” del destino las que deparan el placer de la fabulación, tan esencial en las sorpresas de la trama. Otro filón en el que la novela se desliza con solvencia es el espacio narrativo, el tránsito por una Madrid inconfundible, revelada, en función de los encuentros de los personajes. La estación de Atocha y sus alrededores, la serena placidez del Retiro y sus bancostestigos de remotos besos: “Atravesamos la ciudad como si fuera el decorado de nuestras vidas”, corrobora el narrador. Se diría que la experiencia de Samuel se sustenta en el vértigo del desdoblamiento, hasta que las complicaciones de su aventura lo confrontan con la urgencia de asumirse en una unicidad que todavía no conoce, pero a la que llegará: el compromiso amistoso con la hermana de la muerta, el objeto del amor que ha inventado, insensiblemente lo va cambiando; ya no es él, al menos no el cuarentón en crisis, vacío y abúlico que contemplaba la noche madrileña desde su terraza. Y tampoco es el Samuel en que quiso convertirse, el malo de la película (el reventado, más bien) que supuestamente arruinó la vida de Clara, la que se estrelló en un accidente. Entre uno y otro se va produciendo una síntesis, una rara conjunción que, a fuerza de impostura, acaso dé lugar a una existencia renovada. Son los carriles por los que transita un relato que, cuanto menos, absorbe al lector con su fluidez irresistible. C

Historia de las pulgas que viajaron a la Luna kobo abe

Eterna Cadencia Trad.: Ryukichi Terao 205 páginas $ 110

Nathalie Jarast para La nacion

E

nsoñaciones terroríficas, ficciones científicas o “literatura hipotética”, como los denominó el propio autor. Los once cuentos de Kobo Abe compilados en Historia de las pulgas que viajaron a la Luna explotan el imaginario siniestro. Publicados por primera vez en español, estos relatos póstumos del escritor japonés representan un mundo de posguerra signado por los avances tecnológicos, la carrera espacial, el desasosiego y la alienación. Escritos en la década de los años cincuenta, se ven poblados por personajes marginados e improvisados, a quienes el medio se les presenta como agobiante e inhóspito. El padre en “El cuarto de los niños” considera el mundo exterior tan agresivo y preocupante que confina a sus hijos a vivir en un sótano sin contacto con el afuera. Un hombre se convierte en un palo al ser arrojado al piso por sus hijos y se vuelve objeto de estudio de un profesor y sus estudiantes, en “El palo”. Otros buscan obtener dinero mutilándose una parte del cuerpo como en “El valor de las orejas”. También abundan locos, estafadores y asesinos, todos ellos productos de la modernidad. La mirada absurda y el horror se combinan en la narración. Situaciones en clave humorística denuncian los peligros de la sociedad moderna de posguerra en Japón. La Guerra Fría es el tema central del cuento que da título al libro, donde las pulgas se reúnen en un congreso a debatir sobre el lanzamiento de un cohete soviético a la Luna, ante la mirada de un narrador humano borracho en un bar de Tokio. El desarrollo científico es el que lle-

va al crimen en “Total Scope/Cine Perfecto”: el protagonista busca crear un proyector que refleje las películas en la mente de los espectadores, en lugar de una pantalla, y los convierte así en protagonistas de los films. Del mismo modo, en “La invención de R-62” un suicida termina transformado en robot gracias a una macabra organización. Así, la pregunta por los límites éticos de la ciencia se repite hasta el infinito. El temor ante el futuro es el leitmotiv subyacente del libro. Kobo Abe (1924-1993) es más conocido por sus novelas La Pared o el crimen del señor Karuma, La mujer de la arena y Rostro ajeno; sin embargo, la veta de cuentista le sienta bastante bien. Abe se aleja de la tradición literaria japonesa de Kawabata, Tanizaki o Mishima, que explotan el costado sutil y exótico de la cultura nipona, y se acerca más a la literatura occidental. En sus cuentos se puede observar la influencia de Poe y Kafka, así como también de la literatura de ciencia ficción de los años veinte. La construcción de los relatos se funda en la maestría de los diálogos y la creación de atmósferas de pesadilla. La lectura se vuelve agobiante por momentos, ya que logra transmitir la monstruosidad de las situaciones, lo que representa el mayor logro del autor. El tono irónico y crítico de la narración tiñe las diferentes historias, aunque a veces el recurso de la ironía se repite en exceso. El uso de términos y conceptos técnicos parodian el método científico y revelan una crítica ante el avance vertiginoso de la ciencia. De acuerdo con su traductor Ryukichi Terao, “Abe en lugar de ‘ficción científica’ prefería usar el término ‘literatura hipotética’, es decir, ficción que crea un mundo hipotético, un mundo autónomo que existe en paralelo con la realidad en que vivimos”. Las escenas de mayor violencia y crueldad son vividas por los personajes con naturalidad. Hechos extraños como la aparición de un marciano o los inventos futuristas se desarrollan con aparente normalidad y desacomodan al lector. Los once cuentos son una repetición y variación de lo siniestro. No es casualidad que el volumen anterior de relatos de Kobo Abe, también editado por Eterna Cadencia, llevase el título de Los cuentos siniestros. C