Van Riel Rubbers Praxis

29 ago. 2014 - civilización occidental y cristiana –el Cristo sobre un bombar- dero que cosechará los máximos laureles de la Bienal de Ve- necia en 2007– ...
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Viernes 29 de agosto de 2014 | adn cultura | 17

Mariana Povarché

DIEGO SPIVACOW/AFV

Nuria Kehayoglu

DIEGO SPIVACOW/AFV

Gabriela Van Riel

EDUARDO CARRERA/AFV

Rubbers

Praxis

Van Riel

De Xul Solar, Soldi y Pettoruti a los fotógrafos contemporáneos; cinco sedes y dos perfiles bien distintos

El sueño de Miguel Kehayoglu se conserva intacto con pasión, esfuerzo y bajo perfil, valores que heredó su hija

El diálogo entre tradición y vanguardia continúa vivo en la galería más antigua de Buenos Aires

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Trabajo en equipo

ada tarde hacía la tarea en el Florida Garden, rodeada de los artistas, músicos y escritores más reconocidos de la escena porteña. Los sábados visitaba los talleres de Raúl Soldi, Antonio Berni o el “tío Petto”, como llamaba a Emilio Pettoruti. Mariana Povarché aún recuerda el olor a pintura y a aquellos modelos que posaban mientras acompañaba a su padre, Natalio, uno de los galeristas pioneros de la Argentina. Fundada en 1957, Rubbers tuvo cinco sedes. Una de ellas se convirtió en noticia internacional cuando abrió sus puertas en 1968 sobre la calle Florida, a metros del Instituto Di Tella, con las paredes tapizadas con moquette negra. A los 15 años Mariana comenzó a tomar la posta al frente de la galería cuando sus padres se iban de viaje. “Yo recibía gente de afuera porque era la única que hablaba inglés. Desde muy chica aprendí a armar una muestra; todo se hacía en forma artesanal”, dice esta mujer que recorrió el largo camino que va desde las imágenes en diapositivas y el Letraset sobre las paredes hasta el diseño en un iPad de los stands que hoy presenta en ferias de varios países. Si bien trabajó como psicopedagoga, finalmente las raíces fueron más fuertes. Durante una década acompañó a su padre en la galería hasta que en 2008, tras la muerte de Natalio, asumió su dirección. “Me liberó mucho pensar que no tenía que ser ‘Natalia’, sino que le tenía que dar a la galería mi propio perfil, con el desafío que significa.” Hoy la ayudan sus hijos: María Basile, curadora, y Luciano Basile, ingeniero industrial y vocal de la Fundación Xul Solar, también fundada por los Povarché. En esta nueva era, la galería profundizó su vínculo con la fotografía y el arte contemporáneo y conquistó coleccionistas más jóvenes. Mientras Mariana se hace cargo de la administración y de las muestras en la esquina de Alvear 1595, delegó en su hija la representación internacional de Rubbers, que durante la gestión de Natalio sólo enviaba a las ferias obras de Xul Solar. En forma paralela, integra la Asociación Galerías Argentinas de Arte Contemporáneo (Galaac). “Mi generación, y ni hablar la de mi hija, están formadas para trabajar en equipo –opina Mariana–. Lo mejor que podemos hacer es llevar el arte argentino al exterior y salir de esta cadena perpetua de pensar que somos el arte más barato de América Latina... Si queremos romper estos paradigmas, tenemos que hacerlo juntos.” C

Cuidar los detalles

n 1977, cuando aún no se hablaba de globalización, el empresario Miguel Kehayoglu fundó en Buenos Aires una galería con proyección internacional que llegó a tener sedes en Estados Unidos, México, Chile, Brasil y Perú. Hombre de acción y perfil bajo, descendiente de griegos, la llamó Praxis. “Mi papá me enseñó a hacer las cosas con pasión, pero también con mucho esfuerzo y trabajo. No es sólo una actitud descontrolada frente a tus sueños; también hay que ser práctico y obtener resultados”, dice Nuria, su hija y sucesora, quien heredó además el valor de la continuidad y asegura estar “siempre en proceso de transición”. Para lograr la permanencia de la galería, según ella, fue tan importante sostener la presencia global –a través de su sede en Nueva York y la constante participación en ferias– como formar buenos equipos y cuidar los detalles: atender bien a todo el que se acercara a ver las obras y acompañar el crecimiento de los coleccionistas. En esta tarea fue clave el taller de gráfica creado hace tres décadas, que hizo posible acceder a muy bajo costo a serigrafías originales de artistas contemporáneos. “Quizá la palabra coleccionista parece un desafío enorme –observa Nuria–, pero la persona que atesora una obra está coleccionando. Podés ser un coleccionista de la envergadura de alguien que tiene un museo, pero no sé si eso es necesario para sentir que estás coleccionando. Creo que hay instancias muy genuinas de gente que se acerca a un artista, le interesa, lo sigue y construye un vínculo. Desde el galerismo tenemos que apostar a construir ese tipo de situaciones.” A los seis años Nuria comenzó a frecuentar el local de Praxis, en Arenales 1311, donde hoy trabaja codo a codo con Cecilia Molina. Administradora de empresas, cree en la profesionalización de un oficio que aprendió durante casi una década junto a su padre. Colaboró con él por ejemplo en el proyecto 15x15, en el que quince críticos presentaban a quince artistas jóvenes. “La idea era poner más en evidencia los nexos –explica–. Porque cuando sos galerista, no sólo vos descubrís a los artistas. Hay un sistema de trabajo, de actores que están en el circuito y que contribuyen muchísimo. Los artistas necesitan una red de apoyo continuo. Muchos de ellos se han convertido en grandes referentes, es lindo ver el crecimiento. En el arte se necesita tiempo; la objetividad la da el tiempo.” C

Una historia circular

a galería Van Riel al servicio del comunismo”, dice la pancarta que cruza la calle Florida. Es abril de 1966 y más de doscientos artistas participan de una muestra contra la guerra de Vietnam en los amplios salones del antiguo conventillo devenido espacio de exhibición. Entre ellos se cuenta León Ferrari, cuya obra La civilización occidental y cristiana –el Cristo sobre un bombardero que cosechará los máximos laureles de la Bienal de Venecia en 2007– acaba de ser censurada nada menos que por Jorge Romero Brest, el “padrino” de la vanguardia del Di Tella. A esa imagen le gusta volver a Gabriela Van Riel hoy, noventa años después de que su abuelo Frans iniciara esta hazaña familiar. Tres generaciones, tres mudanzas y una renovación constante hicieron posible que Van Riel se convirtiera en la galería más antigua de Buenos Aires. “¿Qué te pasa? ¡Si tu padre viera esto se volvería loco!”, le reprochaban los académicos a Frans hijo cuando presentó a fines de los años 50 una muestra de informalismo, con trapos rejilla pegados sobre la tela. Cuatro décadas más tarde, a aquel galerista osado le costaría entender la fascinación de su hija por las instalaciones lumínicas de Sergio Avello. Desde aquella exposición inaugural que combinaba arte y antigüedades, a la que asistió el presidente Marcelo T. de Alvear, hasta las obras de artistas contemporáneos que casi un siglo después vende a museos en arteBA, la galería se mantuvo flexible y, a la vez, afirmada en sus valores: siempre del lado de los artistas y con la mirada en el largo plazo. “Papá levantaba los brazos y decía: ‘¡Vamos a llegar a los cien!’ No falta tanto”, se entusiasma Gabriela en la sede de Juncal 790. Así como el Frans Van Riel nacido en Roma en 1879 fundó la revista Augusta, especializada en arte, el hijo continuó la línea editorial que permitió a Luis Felipe Noé publicar en 1965 su célebre Antiestética. Y la nieta prepara un libro sobre las muestras que celebran este aniversario, con un contrapunto de artistas como Alfredo Hlito, Roberto Aizenberg, Kenneth Kemble, Eduardo Stupía, Juan Astica, Roberto Elía y Víctor Grippo. “Me gusta crear ese diálogo, que se potencie, y hasta que se pierda el límite entre lo moderno y lo contemporáneo –dice Gabriela–. Porque una obra de Ferrari puede ser más ‘contemporánea’ que la de un artista joven. Volvemos a lo cíclico: la galería es tradicional en su trayectoria, pero ha hecho muestras de absoluta vanguardia. Mi proyecto es seguir con esta línea de trabajo, que tiene que ver con lo actual.” C