Una tierra por conquistar - ObreroFiel

En realidad, como dices tú, la buena onda, que es diferente a todas las demás sólo llega a nuestra ... Mira eso, la hora que es ya, pero que mala suerte la mía.
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Una tierra por conquistar Por Ismary Díaz Rivas Usado con permiso ESCENA-1 Narrador:

La joven esperaba con impaciencia para abordar el ómnibus escolar, ya pensaba que ni en avión llegaría a tiempo para su clase, imagínese usted, el curso apenas comenzaba y ya tendría la primera llegada tarde. No obstante no tenía opción, la escuela se encontraba a más de 3 kms. de distancia. (Pausa) ¿Habrían desviado las guaguas?, era extraño, puesto que sólo ella esperaba en aquel lugar. Al poco rato una muchacha vestida con uniforme como el de ella, pero mal llevado, se acercaba con desgano, al llegar junto a ella le preguntó con indiferencia.

Roquera:

Oye niña, ¿No ha pasado aun?

Joven 1:

¿Te refieres a la guagua que pasa por la escuela? (la otra asiente). No, no ha pasado.

Roquera:

¿Llevas mucho tiempo aquí?

Joven 1:

Sí, demasiado, diría yo, hasta creo que ya no va a venir. ¿Y en qué año estás? Yo no te había visto.

Roquera.

Ah, No te preocupes, soy como la guagua, que nunca viene a su hora, ya estoy adaptada.

Joven 1:

¿Tu … ¿vives cerca, digo, por aquí?

Roquera:

No, es mi abuela, está enferma y a veces me quedo con ella, ya sabes, para darle las medicinas y eso.

Joven1:

¿Conoce al Señor?, …Me refiero a tu abuela.

Roquera:

¿Y ese quién es? Que yo sepa ni a mi papá conoce bien, casi no viene a verla, tú sabes, el trabajo. Pero, ese Señor, ¿visita a los viejos enfermos?

Joven 1:

Realmente no sólo a ellos, quizás me expresé mal. Él está disponible para todo aquel que cree en él. Me refiero a Jesús, el Hijo de Dios, y todos lo necesitamos para ser salvos.

Roquera:

Mira, yo sé que los religiosos dicen que son tremendos, buena gente, y todo eso, pero mírame a mí. ¿Tú crees que tengo estilo de poder ser religiosa? Oye, no me hagas reír, yo vivo con otra onda, no es mi estilo.

Joven 1:

Precisamente. Jesús es quien nos hace nuevas personas, nos transforma para que seamos mejor de lo que somos. Sin él, no somos nada. Todos hemos pecado, estamos lejos de la gloria de Dios, pero, él nos ama y nos quiere salvar. En realidad, como dices tú, la buena onda, que es diferente a todas las demás sólo llega a nuestra vida por medio de Jesús. Es él quien nos mejora el estilo, y es además, el mayor regalo que puedas recibir. Él de la vida eterna. (La otra joven comienza a mover los pies con impaciencia)

Roquera:

Y,…y la guagua que no llega. Mira eso, la hora que es ya, pero que mala suerte la mía.

Joven 1:

(Vuelve la cara) Señor, si tú quieres, dame una oportunidad para poder hablarle de ti a esta muchacha. Yo sé que tú estás interesado en las vidas. Yo no sé ni cómo hacerlo, y ella no se ve muy interesada, pero, tú puedes en mí, Señor. Gracias, y… yo sé que estás aquí, amén.

ESCENA 2 Narrador:

Un rato más tarde llegó el esperado transporte que las condujo a la escuela. Era un preuniversitario algo apartado del pueblo. Para sorpresa de ambas jóvenes, todo estaba vacío. No obstante, ambas siguieron juntas y vieron a un vigilante. Se le acercaron, algo temerosas de que las regañaran.

Roquera:

Oiga, ¿y aquí que pasó? ¿Dónde están todos? ¿Pasó un huracán por la escuela?

Vigilante:

Ah, ¿ustedes no lo saben? Hoy les dieron el día libre. No tienen clases, todos los profesores tienen un evento científico. ¿Pero, no les avisaron? Ya sé, vienen poco a la escuela y no saben nada de nada. No me explico como hay gente tan despistada.

Joven 1:

Bueno, … la verdad es que yo salí temprano el viernes, tuve necesidad, y quizás eso se informó después.

Roquera:

No, y yo hace días que no vengo, tenía varicela, (se rasca). Mire, mire las marcas. Pero bueno, así me sirve mejor, por tanto, ya estoy retornando a mi lugar de origen.

Vigilante:

Si se quieren quedar, por mí está bien. Me encantaría que me acompañen. Estoy súper aburrido ¿No se animan? (Las jóvenes se alejan)

Joven 1:

Por favor, piensa en lo que te dije. Es la verdad. Jesús te ama, y también a tu abuelita. Según veo, ¿ahora vas de regreso allá?

Roquera:

Es que,… bueno, es que yo te mentí, es allá donde vivo. Con respecto a mi papá, es verdad que nunca viene, y mi mamá, me dejó cuando tenía dos años con esa abuela que me crió. Ya debes imaginarte que es duro. No creo que ese Dios del que me hablas haya pensado en mí ni este minuto (hace un gesto con las manos), por eso te voy a pedir algo. No me lo menciones más. (La roquera comienza a alejarse, y la joven se inquieta)

Narrador:

La joven quedó consternada por aquella respuesta, la dejó un poco desarmada. Pensó en darle un tiempo, y luego visitarla. Pero alguien en su interior le decía: “Dile que la amo, dile que morí por ella, luego puede ser tarde para conquistar su corazón”. Ya se había alejado unos pasos de la muchacha, y le dijo:

Joven 1:

Oye, bueno casi no te conozco porque no sé tu nombre, pero somos vecinas y, estamos juntas en la escuela y ya que no hubo clases. ¿Por qué no me acompañas a mi casa? Tengo algo para darte, como regalo. Sí chica, veo que no vives lejos de mí. A ver, ¿qué tal una merienda ahora con mi mamá?

Roquera:

¿Para mí? Bueno, ¿por qué no? Mi abuela dice que coja todo lo que me den. Si, es bueno claro, está bien, vamos. Mira, una guagua. Qué casualidad. Dale, vamos a cruzar la calle, ahora total, estoy aburrida.

Joven 1:

Sí, vamos.

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Narrador:

Ambas fueron a la casa de la joven cristiana, quizás sin darse cuenta de que aquella mañana, Dios había concertado una cita espiritual. El Señor estaba buscando a aquella joven perdida, y una sencilla joven cristiana era la encargada de sembrar la semilla en su vida. Aun quedaba mucha tierra por conquistar, pero la disposición del corazón, con un oído receptivo a la voz de él para llevar su luz a los que andan en tinieblas es algo inherente a todos los que una vez gustamos del regalo de la vida eterna. Nunca dejes pasar una oportunidad. Puede ser la única para el que te escucha.

FIN

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