Una ciudad en obra

30 nov. 2012 - La profunda crisis del liberalismo de finales de la década de 1990 hizo evidente que las instituciones, las prácticas, los pensamientos y los ...
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Viernes 30 de noviembre de 2012 | adn cultura | 25 san juan

Políticas de la amistad Andrés Labaké Para La nacion

L Vidrieras de Rosario intervenidas por Lisandro Arévalo y Leopoldo Estol (izq.), Mariana Tellería y Juan Hernández (der.)

rosario

Una ciudad en obra El balance de la Semana del Arte local invita a reflexionar sobre otros cruces entre arte contemporáneo, políticas institucionales y espacio público

Rafael Cippolini Para La nacion

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oncluida hace muy poco la octava edición de la Semana del Arte de Rosario, posiblemente el evento público que más lejos llevó en los últimos años, en nuestro país, los interrogantes y desafíos de la relación entre arte contemporáneo, políticas institucionales y espacio público, es una buena oportunidad para analizar el presente y futuro de estos incómodos cruces. Lo que comenzó en 2005 como una estrategia para darle más visibilidad a las colecciones de los museos Castagnino y Macro –Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, entonces recién inaugurado–, al instalar obras de creadores de distintas generaciones (Puzzolo, Siquier y Costantino, por citar algunos) en sitios clave como el aeropuerto, un shopping, la vía pública y vidrieras, se transformó en forma progresiva en una experiencia institucional atípica. A partir de propuestas diversas, rearticuló la relación entre artistas, espectadores y obras. La primera fue que una institución pública ofreciera un delivery de arte. Bajo el título de ¿Tiene problemas con el arte contemporáneo? Llame ya! se puso a disposición de los vecinos de la ciudad una línea telefónica donde pudieron solicitar obras para disfrutar temporalmente en sus domicilios (hubo quien tuvo en el frente de su casa un escultórico jardín artificial diseñado por Román Vitali, y una escuela primaria recibió en su vereda una instalación de Adrián Villar Rojas), o bien la visita de un reconocido artista (Rogelio Polesello, por ejem-

plo, merendó en casa de unos admiradores). “Un año después doblamos la apuesta” –comenta a adncultura Roberto Echen, director del evento–. Convocamos a un grupo de artistas para que realizaran obras seriadas: pequeños libros, packs de gráfica, objetos y otras obras que no podían superar el tamaño de una hoja A4. Cualquiera podía telefonear y encargar gratuitamente uno de estos regalos, hasta que se agotara el stock. Esa vez repartimos más de 10.000 obras.” Si lo habitual es que todo museo posea su tienda, lo cierto es que no lo es que una institución pública llegue a sus interesados de este modo. ¿Cómo piensa al espectador un museo de arte contemporáneo? ¿De qué manera dispone de su patrimonio? Y más aún, ¿cuáles son los límites y las coordenadas de este encuentro? Todavía queda mucho por reflexionar sobre estas experiencias. ¿Por qué caminos llega un ciudadano a tomar contacto e involucrarse con el arte contemporáneo? ¿Acaso no escuchamos permanentemente que las instituciones tienen preferencia en legitimar –término inexacto si los hay– lo que es arte en cada época? “El arte de una ciudad no se limita a lo que pasa en los museos o en las galerías. Rosario se fue apropiando con mucha contundencia de lo que es arte callejero –continúa Echen–. La gente comenzó a cambiar la mirada. Pasaron de quejarse porque les pintaban el frente de sus casas a decir ‘qué bueno que está’. Me comentaba una artista grafitera que si seguía saliendo a pintar de noche era por puro romanticismo, porque en Rosario no hace falta: cada vez más vecinos te alientan, hasta te alcanzan un mate. Me di cuenta de que la Semana del Arte era la oportunidad para institucionalizarlo, para ponerlo en agenda.”

Al igual que Fernando Farina, el otro creador del evento, Echen aclara que siempre tuvo claro que lo que es clandestino y anónimo debe permanecer clandestino y anónimo, porque ése es su modo y lugar. Llevarlo a las salas de exposición sería matarlo. Con el pase de Echen, en 2011, al Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), donde dirige el Departamento de Agenciamiento Artístico, la Semana del Arte tomó un nuevo impulso. Se reafirmó su expansión a otras ciudades –Rafaela, Reconquista, Venado Tuerto, Santa Fe, Funes, Sastre, Tostado, Los Amores, Helvecia, San Carlos Centro y Rufino–. Además, este año se presentó como una condensación y balance de lo sucedido en las ediciones anteriores: un modo de revisar y potenciar una Semana del Arte que, según Echen, “ya es más hija de la ciudad que de los museos. En todo caso, es una sobrina de los museos. Es una hija del espacio urbano”. En esta edición las ofertas fueron variadas: un nuevo delivery ofició de punto de encuentro entre artistas que se postularon para pintar fachadas y vecinos que buscaron artistas para que intervinieran el frente de su casa. También participaron una brigada de pintores a la cal y otra de borradores –comandadas por el artista Lisandro Arévalo, secundado por Leopoldo Estol como invitado– que cubrieron y dibujaron los vidrios de locales en distintas zonas de la ciudad. Además se realizó una feria-subasta de arte contemporáneo, La Fugaz, a la manera de las ventas de garaje, y un desfile callejero de diseño abierto. La gran pregunta sigue siendo por qué no existe nada parecido a esta Semana del Arte en ninguna otra provincia. ¿Será sólo cuestión de tiempo? C

a profunda crisis del liberalismo de finales de la década de 1990 hizo evidente que las instituciones, las prácticas, los pensamientos y los discursos imperantes en la Argentina no tenían ya la capacidad de estructurar, organizar y diseñar las formas de la vida política, económica, social y cultural. Dispersas en el relato y en el mapa, pero estrechamente entrelazadas en la trama de los últimos años, algunas pequeñas experiencias colectivas, precarias, frágiles, trabajosas y efímeras, fueron altamente significativas en sus contextos particulares. Constituyeron o fortalecieron nuevos escenarios en diversas ciudades. Ante una situación de desamparo y de desarticulación social, los proyectos gestionados por artistas conformaron una red de contención y una base de proyección para nuevas formas de interacción comunitaria y prácticas artísticas. Emergieron también como consecuencia de la escasa presencia de instituciones que desarrollaran una formación crítica, permeable a la producción y difusión de obras y discursos contemporáneos. Estos proyectos generalmente apuestan a modelos alternativos en la transmisión de saberes y a la generación de experiencias productoras de conocimiento. Rara vez las instituciones públicas acompañan los procesos artísticos en pleno desarrollo. Sin embargo, la mayoría de estas experiencias de gestión de artistas nació o se vio fortalecida por programas nacionales, como el de becas para proyectos grupales, los ciclos de muestras y los talleres de clínica del Fondo Nacional de las Artes (FNA), Interfaces de Cultura Nación-FNA, y otros anteriores, como el proyecto Trama o las clínicas de Antorchas. Este mes se realizó en San Juan el II Encuentro Nacional de Artistas Visuales y Curadores con proyectos de gestión organizado por el FNA, la Secretaría de Cultura de la Nación, el Centro Cultural Haroldo Conti y el Museo de Bellas Artes Franklin Rawson. Una reunión de más de cien artistas de todas las provincias que sirvió para repensar las acciones y las políticas que se desarrollan y las que se necesitarían para fortalecer y potenciar los escenarios locales y la relación entre ellos. El hecho de que las instituciones públicas promuevan este tipo de encuentros abiertos e inclusivos, de intercambio de experiencias y debates de políticas, es un buen indicio y fortalece el campo de la producción artística contemporánea, así como también el crecimiento de las escenas de las artes en todo el país. C El autor es artista y miembro del directorio del Fondo Nacional de las Artes.