Un tiempo de horror eficaz

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Un tiempo de horror eficaz Sábado | 29.06.2002

Clarín.com » Edición Sábado 29.06.2002 » Revista � » Un tiempo de horror eficaz ENTREVISTA CON MA RTIN KOHA N

Un tiempo de horror eficaz Con el Mundial 78 como fondo, en "dos veces junio", su sexto libro, Kohan recrea la dictadura y aborda una paradoja escamoteada: el discurso moral de los torturadores. GUILLERMO PIRO.

Dos veces junio, la cuarta novela de Martín Kohan, abre con una

pregunta brutal. La pregunta sirve a su vez para cuestionarse sobre el destino de esa franja de la sociedad no directamente ideologizada y no directamente implicada en la lucha contra la subversión durante la última dictadura. La pregunta es: "¿A partir de qué edad se puede empezar a torturar a un niño?". El personaje y narrador de la novela, un conscripto en junio de 1978, mientras transcurre el Mundial, no encuentra en esa pregunta ningún escollo moral: sólo se limita a corregir la palabra "empezar", que un superior ha escrito en un cuaderno con la letra "s". La corrección inicial de ese error ortográfico atraviesa toda la novela: al conscripto lo único que le preocupa es que él y el médico que debe responder a esa pregunta no queden mal. Es el día del partido contra Italia, en la cancha de River, y si la respuesta no llega a tiempo, tendrán que dar explicaciones. "Lo que aparece allí es, entonces, un discurso muy moral —dice Martín Kohan, en diálogo con Cultura—. El médico tiene un discurso moral todo el tiempo: ''los valores están en decadencia'', ''las cosas hay que hacerlas bien'', ''hay que cumplir con el deber'', etc. Ese mismo discurso moral (y ahí hay algo de lo que históricamente puede haber pasado) sostiene las mayores atrocidades: la moral de la eficacia. Detrás de esa férrea moral está la inmoralidad más atroz, que es la tortura y el robo de bebés", concluye. Pero la novela no aspira a brindar una teoría sobre la dictadura militar. Simplemente toma un elemento y lo indaga. "La idea es que todo el aparato no consigue funcionar sino es gracias a que existe esa adhesión del subalterno, del ''último''. ¿Por qué esa adhesión?", se pregunta. "¿Una cuestión de carisma personal? Se trata de una exploración sobre cómo se produjo este tipo de adhesiones que tocan una dimensión social, qué pasó con la mayor o menor complicidad de la sociedad". Del contenido moral de las palabras a la medición cuantitativa de los números: ése podría haber sido el subtítulo de esta novela. El narrador es alguien capaz de reducir todo a una clasificación numérica. Hace eso no sólo con la secuencia de los capítulos, sino también con los jugadores de la selección, clasificándolos de distintos modos según la edad, la procedencia, los nombres, las fechas de nacimiento, la estatura y el peso. Así se vacía de contenido moral cualquier cosa. Dos veces junio es una novela sobre una espera que dura toda una noche. Alguien espera una respuesta. Hay una serie de desencuentros que se van produciendo a lo largo de esa noche, en cuyo transcurso nunca está presente la persona que debería estar: el médico que tiene la respuesta no está donde se espera que esté, lo buscan en la unidad donde siempre está, y no está, lo buscan en la cancha de River, no aparece enseguida, y cuando aparece no da la respuesta. Y hay alguien en Quilmes esperando esa respuesta para tomar una decisión. Después de varias incursiones en el terreno de la novela histórica (hay una categorización dentro de la cual podría inscribirse la obra anterior de Martín Kohan, que no responde a lo que comúnmente se conoce con el nombre de "novela histórica" pero que, pensándolo en términos "elásticos", podría ser llamada así), de un registro más bien paródico (Los cautivos y la figura de Esteban Echeverría, El informe y José de San Martín), Martín Kohan quiso evitar la exageración de rasgos y la presencia de narradores hiperbólicos para que nada de lo narrado resultara "cómico". "Para mí se old.clarin.com/suplementos/cultura/2002/06/29/u-00601.htm

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trató de la búsqueda de un tema y también de una verificación que iba en contra de lo que incluso yo mismo pensaba en teoría literaria: la dicotomía entre forma y contenido funciona más de lo que uno está acostumbrado a admitir. Voy a buscar un tema, me dije, que me obligue a una determinada forma. La idea de que la novela empezara tan brutalmente era un modo de obligarme a mí mismo: ya no podría salirme de este tono. Esa fue la motivación principal, hacer algo sin la levedad del humor, trabajando temas ''pesados''. Hay un testimonio en el juicio a las Juntas en el que alguien dice haber escuchado esa pregunta con que se abre el libro. Lo monstruoso es el hecho en sí, y la pregunta hace también a la frialdad del cálculo. En la novela la tortura es un hecho mensurable. Hay un discurso de análisis operativo sobre eso, en el que la frialdad operativa se pone por encima de ese horror". Pero hay algo más que enlaza a Dos veces junio con El informe y Los cautivos: "Me interesa trabajar sobre las formas de los valores nacionales como parte del sistema de la adhesión". Después de haber escrito novelas "falsamente" históricas, ¿no será Dos veces junio su verdadera novela histórica? "Lo que las une es que sigo prestando atención al modo en que funcionan los mitos de la nación". La novela aparece entonces buscando un núcleo que ayudara a Martín Kohan a escapar de la parodia y la ironía. "La idea era hacer una apuesta que me obligara a escribir de otro modo. En un momento pensé en el Holocausto judío, pero no me servía, porque los judíos ya hacemos chistes sobre el Holocausto. Dejando de lado que el humor sea muchas veces un modo de resistencia cultural, es algo sobre lo que ya hay cierta cultura humorística. Todavía no se puede hablar irónicamente de la dictadura, y si se pudiese, no quiero ser yo el que se tome ese trabajo. La guerra de Malvinas, con Fogwill y Los pichiciegos, escrita durante el conflicto, es contada alterando todo el sistema de representación. En Fogwill la causa nacional no es un valor". ¿Podría decirse que Dos veces junio señala el ingreso definitivo en lo que podría ser una obra que dé cuenta de su tiempo? "Lo de la época fue buscado. Pero fue buscado de una manera que no tuviese que ver, por un lado, con la mera referencialidad, es decir, no buscando el ''efecto de lo real''. Aparecen marcas de productos, lo que de por sí enmarca a la novela en determinado momento, pero mi idea era que esas cosas (el desodorante Crandall, la botella de litro de Coca-Cola, los cospeles para hablar por teléfono y las cabinas anaranjadas) apelaran aquello que está en el segundo o en el tercer plano de los recuerdos, que no fuesen cosas que el lector fuera capaz de recordar sino que pudieran ser rescatadas de algo que ya tenía olvidado". Desde el epígrafe, extraído de un relato de Luis Gusmán, Dos veces junio paga una deuda de amor con Villa. "Me gustó mucho en Villa la figura del médico. Hay cosas distintas, Gusmán tomó un momento previo al golpe del 76. Pero sí es común la idea de cómo se establecen ciertos lazos de complicidad, los lazos de obediencia con los subalternos. El trabajó con la idea del subalterno". ¿Cómo funciona la memoria en relación con la experiencia? "Es raro cómo funciona el recuerdo de la gente. Mucha gente está convencida de haber visto el mundial 78 en colores. ¿Por qué? Ese tipo de desfasaje o de desajuste de la memoria me interesaba mucho. Las búsquedas de esas referencias, en mis intenciones, tenían más que ver con ese plano que con la reconstrucción de época en un sentido de verosímil realista". ¿Sobre qué confianza, sobre qué sustrato moral descansa la capacidad de apelar a la tortura? Según Martín Kohan, sobre cierta adhesión, cierta complicidad. "En un aparato represivo hay una parte de la maquinaria que funciona sobre la base de vínculos y fidelidades personales. No hay un compromiso de tipo ideológico, no se trata de una toma de conciencia en el sentido ideológico-político, sino de simple adhesión personal. Yo no digo que esto caracteriza a toda la maquinaria represiva, no me propuse analizar eso, sino demostrar cómo, al igual que lo que ocurre con un motor, lo que lo hace funcionar depende en gran medida de piezas muy pequeñas, que pueden pasar desapercibidas, y que estarían representadas por los vínculos paternos, filiales y de adhesión personal. Y que eso anula completamente los valores propios". El horror y lo monstruoso tocan figuras de la sociedad, no ya de los cuadros militares. ¿Cómo se consigue eso?, se pregunta Martín Kohan. "¿Cómo se consiguen esos niveles de adhesión? ¿Cómo se vacía una moral? ¿Cómo se vacía el lugar del horror moral y qué se pone en lugar de eso? La respuesta es la eficacia, la eficiencia, la adhesión personal. Con eso solo ya se obtiene el horror. Ese es el verdadero sustrato de la tortura". old.clarin.com/suplementos/cultura/2002/06/29/u-00601.htm

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