Un recorrido por la vida de un personaje inigualable

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Domingo 3 de enero de 2010

BOXEO

El Muhammad Ali Center

Un recorrido por la vida de un personaje inigualable Por Gustavo S. González Enviado especial

OUISVILLE. EE.UU.– Las sensaciones que genera el Ali Center son tantas como las formas de abarcarlo. El complejo dedicado a Muhammad Ali, el boxeador más famoso del mundo, podría estar en alguna de las decenas de ciudades estadounidenses que le ganan a Louisville en nombre, historia, poderío, belleza, modernidad, glamour. Pero no. Está aquí, donde nació Cassius Clay, donde algunas de las manías, histerias y urgencias de las grandes urbes no existen, y donde algunas miserias se sentían con la crueldad de una circunstancia natural en los años 50 y 60 del siglo pasado, como la discriminación racial. En pleno centro, el edificio moderno, de tres niveles, recrea la vida y el pensamiento de Ali. Les muestra a los que no lo conocieron y les recuerda a los nostálgicos cómo un hombre pudo conmover desde el más impiadoso de los deportes. También dice cómo excedió el marco de un entretenimiento feroz –para el público– con el paso de un bailarín. “Debes flotar como una mariposa y picar como una abeja”, dice una de las centenares de frases escritas, proyectadas y oídas en la recorrida multimedia. Eso hizo Ali fuera del ring, también. “El centro muestra la vida de Ali, y su misión es preservar y compartir su legado, promover el respeto, la esperanza y la comprensión, y quiere inspirar a los niños y a los mayores para que sean mejores siempre. Habla de su decisión de no unirse al ejército y de su reconciliación con los militares.” La reseña es de Greg Roberts, presidente y jefe ejecutivo del complejo, que confía en el papel que puede desempeñar en los conflictos una figura como la del ex boxeador. “El pelea contra las limitaciones físicas y quiere ser visto como es”, agrega, en referencia al mal de Parkinson que desde hace mucho tiempo aqueja al ex pugilista, que el 17 de este mes cumplirá 68 años. Jeanie Kahnke, vicepresidenta y encargada del área comunicacional, una entusiasta que insistió para que LA NACION conociera el Ali Center desde el primer contacto, ya había dado una pauta de esa exposición que no evade –sino que, más bien, la busca– Muhammad Ali. Fue al pasar por la sala de las antorchas, un sitio en el que la llama olímpica es una lámpara que, al accionarse, activa el video del personaje cuando encendió el pebetero de Atlanta 96. “Muchos lloran aquí, en especial los chicos”, dice Jeanine, mientras la figura casi tambaleante cumple el rito, tan lejano del boxeador desafiante y locuaz que enfrentaba micrófonos y cámaras cuando su papel era el de un personaje. No le importó la transición de aquel hombre todopoderoso a éste. “Quiero que me vean.” Aquellos “muchos” que se emocionan pertenecen a algunas de las 141 nacionalidades que registra la lista de visitantes. “El 60% de los visitantes son extranjeros. En todo el mundo se conoce el nombre de Mu-

L

En Louisville, Kentucky, la ciudad en la que naació con el nombre de Cassius Claay, el complejo, inaugurado en 2005, ofrece un paseo por el mundo del ex pugilista que, para muchos, fuee el mejor de todos los tiempos; sus p peleas, en el ring y fuera de él, y su perssonalidad entre contestataria e histrión nica, mostradas de una forma particcular

Los objetos que fueron del gran boxeador; el ring devenido pantalla de video y el edificio de tres plantas dedicado al legado de Muhammad Ali

Greg Roberts, presidente del Ali Center, trabajó con otro deportista que excedió los límites del entretenimiento, el basquetbolista Magic Johnson

El adolescente Cassius Clay pisó un gimnasio por primera veez a los 12 años

hammad Ali”, refuerza Roberts. En algún rincón, se lee y se oye: “Antes que un Tiger Woods, hubo un Muhammad Ali”. Un poco menos conocida para el mundo es la anécdota que recrea otro espacio y que vuelve a la relación de Ali con los Juegos Olímpicos. Una pequeña barra de bar, una máquina registradora y, al ingresar, una voz que, por poco, espanta. “You can’t come in” o “Tú no puedes entrar”. También se proyecta la frase hiriente en la pared. Fue a su regreso a Louisville, tras ganar la medalla dorada en Roma 1960; después de un desfile que lo saludó con papelitos y alegría, Cassius Clay no pudo entrar al local de bebidas, víctima de ese racismo que no sabía de glorias deportivas. La “pelea del siglo” con Joe Frazier. El lugar que muestra cada combate, como aquel contra Oscar Bonavena en el Madison Square Garden. Aquella epopeya del viejo Ali, cuando a los 32 años le ganó por knock-out al joven y fuerte George Foreman, contra todos los pronósticos, en Kinshasa; octubre de 1974. El cielo y el infierno deportivos. Todo se puede ver en pantallas individuales o desde lo alto, desarrollado en video sobre el blanco piso de un ring. En el comienzo hay un corto de orientación, en un cine de unas doscientas butacas.

Aparecen nombres: Odessa Clay, la madre de Ali, las entrevistas de televisión. Más blanco y negro que color. Las palabras suenan tan fuertes como el choque de los guantes en el cuadrilátero. Muhammad Ali, de cuerpo entero, como todos lo conocen. Al finalizar la proyección, un largo pasillo con paredes convexas. La foto del adolescente Cassius listo para boxear, y una bicicleta Cruiser Deluxe. Con ella empezó todo. Era suya y se la robaron, cerca de su casa. Lleno de rabia, el chico de doce años fue a hacer la denuncia a una comisaría. Se la recibió el oficial Joe Martin, que, además, era director de boxeo del Departamento de Recreación de Louisville. Una especie de psicólogo no matriculado. ¿Hace falta decir quién le enseñó al chico Clay los primeros golpes? “Para todos los efectos y propósitos, Cassius nació a los doce años, el día en que entró en el gimnasio y empezó a pelear.” La frase se recorta en la pared y pertenece

El recuerdo de la pelea con León Spinks Hoy, a las 15.30 se emitirá por Canal 7 “La gran sorpresa del siglo XX”, la pelea entre Muhammad Alí y León Spinks, por el campeonato mundial de peso pesado, en Las Vegas, en 1978.

El hall de entrada y la recepción de un lugar fascinante

a una de las mil biografías del ex boxeador. El visitante debe cumplir su parte interactiva: gira el manubrio de la bicicleta hasta que, entre alguno de los diecinueve idiomas que surgen en la imagen, reconoce el suyo. Un juego políglota que ayuda a entender y a disfrutar la recorrida, para que nadie se quede afuera. Más adelante se puede golpear una pera o hacer sombra con un boxeador casi tan esquivo como nuestro Nicolino Locche, y recibir una lección de boxeo dictada por Laila, la hija de Muhammad, que se hizo profesional. “Si puedes soñar...”, se lee por allí. “If you” (“Si vos...”) es el arranque de varios postulados que se inscriben a repetición, hasta el sector de la memorabilia. Batas, guantes, pantaloncitos, mil fotos y revistas. Sports Illustrated, Times, Life, Epoca y... El Gráfico, del 22 de mayo de 1979. Pasaron treinta años de la visita de Ali a Buenos Aires. La tapa lo muestra con Víctor Galíndez y Locche, sobre el ring del

La frase discriminatoria, en el bar simulado

Luna. Había sido invitado para un aniversario de la revista. Por allí está la foto de Ali recibiendo la Medalla de la Libertad, la máxima distinción para un civil en los Estados Unidos; los dibujos que dejaron chicos de todo el mundo; la lista de benefactores, que incluye a Angelina Jolie; la ayuda que él les dio a distintas organizaciones, como la agencia de adopción de Chicago; su fundación para la investigación del Parkinson. Parece que nada falta en el complejo, aunque alguna crítica recibió por la escasa mención a la Guerra de Vietnam o algunos dichos del pasado de Clay que lo ponían en la frontera de la irritación cuando se centraba en los blancos. Roberts y Kahnke resaltan el perfil del hombre que promueve el diálogo por la paz y cuentan historias de gente común que, después de enviar cien cartas, por fin pudo viajar –desde Australia, por ejemplo–, y que justo lo hicieron cuando estaba Ali en per-

sona, en una de sus seis visitas anuales. El boxeador insuperable, el personaje amado y criticado, el burlón, el héroe de una raza, el gran campeón y el hombre de ahora, enfermo, más terrenal que nunca, se exponen en todas las plataformas, para que lo abarque cada generación por donde quiera. El personaje que se hizo Muhammad Ali, mostrado en cuerpo y alma, en la ciudad en la que nació Cassius Clay.

VISITA A LA ARGENTINA En mayo de 1979, Canal 13 y la revista El Gráfico invitaron a Muhammad Ali a Buenos Aires; lo recibieron Tito Lectoure, Mónica Cahen d’Anvers, Analía Gadé y Ernesto Cherquis Bialo, entre otros, y conoció a Lucas Cassius, de un año, el hijo de Hugo Gatti, un gran admirador suyo.