Un guapo muy popular

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Espectáculos

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Eichelbaum, un autor con espíritu introspectivo

Un guapo muy popular Con Un guapo del 900, Joaquín Furriel encabeza un interesante proyecto que lleva una gran puesta teatral en forma gratuita a distintas ciudades de la provincia de Buenos Aires

FOTOS DE FACUNDO BASAVILBASO

Por María Fernanda Mugica De la Redacción de LA NACION El guapo, con su sombrero negro, se aleja caminando, mientras lo persigue su sombra sobre la pared vieja y algo derruida. Si no fuera por la cámara de video que lo sigue sobre un travelling, podría parecer que estamos en otro tiempo, en un suburbio de principios del siglo pasado. Pero no. Estamos en 2007 y el guapo es Joaquín Furriel, quien filma unas escenas que acompañarán las representaciones al aire libre de Un guapo del 900, que se hará en distintos pueblos de la provincia de Buenos Aires. Este clásico de Samuel Eichelbaum se hizo por primera vez en 1940 y tuvo tres versiones cinematográficas, a cargo de Lucas Demare (1952), Leopoldo Torre Nilsson (1960) y Lautaro Murúa (1971). A su vez, el teatro la llevó innumerables veces. En las dos últimas: Rodolfo Bebán y Lydia Lamaison encabezaron el elenco del Cervantes, y Rubén Stella y Verónica Oddó, la del San Martín. Esta vez, será dirigida por Eva Halac e interpretada por Furriel, Betiana Blum, Antonio Grimau,

Sergio Oviedo, Alexia Moyano, Martín Kasem, Oscar Ferreyra, Ana Laura Mercader y Carlos Juárez, entre muchos otros. Asimismo, la música es del Chango Spasiuk. Las características de esta versión, producida por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, son particulares. La obra, que se estrenará el viernes próximo, en San Antonio de Giles, se montará en una esquina elegida de cada lugar que visiten y contará con la actuación de vecinos de la zona. Habrá pantallas en las que se proyectarán algunas escenas, caballos, autos y gradas para que 2000 personas puedan ver las funciones, que serán gratuitas. Entre los lugares que se incluirán en la gira se encuentran Junín, Bolívar, Olavarría, Coronel Suárez y Avellaneda. “Es un teatro como siempre lo soñé: el que va en busca del encuentro con el espectador. Es una instalación que se hace en un lugar que va a tener un significado especial para quienes viven ahí porque es su espacio, transformado para poder contar esta historia”, dice con entusiasmo Furriel. Para el actor, que consiguió gran éxito en televisión con numerosas ti-

ras como Montecristo, Jesús el heredero y 099 Central, y actuó en La mala sangre, interpretar el papel de Ecuménico López significa cumplir un viejo anhelo de sus años de estudiante del conservatorio. “Siento al mismo tiempo la responsabilidad y un poco el peso de hacer este personaje –comenta el actor–. Tal vez no significa tanto para mi generación, pero sí para otras. Está el excelente trabajo que hizo Alfredo Alcón en la película; está el de Lautaro Murúa; Bebán también lo hizo en teatro... Son todos nombres fuertes. Entonces, me pregunto si estaré a la altura del personaje; si podré lograr un buen guapo.” Furriel explica que, debido a la época en que se sitúa la obra y a las características del personaje, tuvo que hacer un trabajo distinto del que venía haciendo con otros roles. Para eso, leyó Radiografía de la pampa, de Ezequiel Martínez Estrada. “¡Cómo describe al guapo ahí! Por suerte, es muy actuable. No siempre se puede transformar la teoría en acción, pero Martínez Estrada lo muestra de manera muy concreta.” De estudio de personaje y teatro itinerante sabe un poco. Cuando egresó de la Es-

cuela Nacional de Arte Dramático, hizo Juan Moreira, según la histórica versión en pantomima, allá por finales de los 90. Según el actor, otro aspecto que le atrajo de este proyecto es el elenco elegido, especialmente Blum y Grimau, con quienes trabajó en Soy gitano. Grimau hace del caudillo Alejo Garay y Betiana Blum compone a Natividad, la madre de Ecuménico. “El personaje de Natividad es maravilloso; muy distinto de lo que venía haciendo hasta ahora. Tiene una psicología muy compleja”, explica Betiana Blum. “Lo que ella dice, la define. Por ejemplo, le dice al hijo: «Yo te voy a enseñar quién es el guapo acá», y le pega una cachetada. ¡La vieja es el guapo!”, cuenta riendo. Tanto Blum como Furriel comentan que les resulta interesante el hecho de que entre el público con el que van a encontrarse hay mucha gente que nunca fue al teatro o que no tiene la oportunidad de ir regularmente. “Me sorprende que para muchos

Sábado 17 de noviembre de 2007

sea la primera obra que van a ver – dice Furriel–, con lo cual, para ellos, cuando digan la palabra «teatro» van a pensar en esta obra.” El actor explica que lo atrae mucho hacer estos trabajos luego hacer TV, porque considera que atrae a la gente que normalmente no va al teatro a que decida acercarse. Para él, este espectáculo permite recuperar la raíz popular que tiene el teatro. “Es un espacio que se ha perdido con el tiempo y con la decadencia cultural de nuestro país, en el que el teatro quedó como un reducto elitista, tanto por lo cultural como por lo económico”. Según Furriel, existe buen material para hacer obras populares de calidad, que, según considera, pueden tener relecturas interesantes, y no es necesario caer en algo poco elaborado. Furriel está entusiasmado con lo que le espera. El papel soñado, un elenco con el que se siente cómodo y una misión: demostrar que el teatro puede seguir siendo popular.

Entre la TV y el cine A los 33 años, Joaquín Furrriel se ha convertido en un actor popular, gracias a la televisión. “La experiencia del año pasado con Montecristo me da la certeza de que estoy por el camino de lo que creo. Esos son los momentos en los que me siento feliz con la actuación”. El actor ya se está preparando para filmar Ni Dios, ni patrón, ni marido, película que escribió Esther Goris y que va a dirigir Laura Maña. Además, a pesar de no tener nada concreto, asegura que volverá a la TV el año que viene.

Sueño de actor Sergio Oviedo, Alexia Moyano, Joaquín Furriel, Bettiana Blum y Antonio Grimau en escena (arriba); Furriel, cumplió su sueño: hacer de Ecuménico López (abajo)

Con algunas de sus obras, escritas durante cuatro décadas, Samuel Eichelbaum dejó su impronta en la dramaturgia nacional, en una época en que nacía el germen del teatro independiente. Son aquellas en que se dedica a indagar en sus personajes para exponer un peculiar análisis, una búsqueda psicológica y armar una fuerte tensión dramática. El autor nació en Villa Gobernador Domínguez, Entre Ríos, el 14 de noviembre de 1894, en el seno de una familia inmigrante judía. Desde temprana edad se volcó a la literatura en un período en que el teatro mostraba un nivel de plena madurez, alcanzado por Francisco Defilippis Novoa y Armando Discépolo, entre otros. Con títulos como La mala sed, El dogma, Nadie la conoció nunca, N. N. homicida, Señorita, Soledad es tu nombre, Dos brasas, Las aguas del mundo, Subsuelo, por nombrar sólo algunas, Eichelbaum impuso un estilo particular, quizá por influencias de Strindberg e Ibsen, pero sin escapar del entorno social y económico propio del Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX. Su análisis profundo de los caracteres sobresalen de la trama, al definir a sus personajes como seres que más allá de las adversidades son capaces de luchar por su honor y dignidad. Son individuos íntegros, introvertidos, solitarios, con férreos códigos éticos, que luchan contra sus propios demonios internos para sofrenar el orgullo de ser lo que son, sin doblegar su espíritu ante la menor tentación y fieles a sí mismos hasta las últimas instancias. Basten como ejemplo algunas piezas paradigmáticas como Pájaro de barro, Un tal Servando Gómez y Un guapo del 900, una de sus obras más representadas. Tanto Felipa Guzmán (Pájaro de barro) como Ecuménico López (Un guapo del 900) desafían al destino y enfrentan un futuro incierto y agónico para sobrevivir con nobleza y sin deudas de favores recibidos. Muchas de sus obras fueron estrenadas por grandes compañías argentinas: Francisco Petrone, Paulina Singerman, Eva Franco, Milagros de la Vega, Angelina Pagano, Elías Alippi, Enrique Muiño, Lola Membrives, Luisa Vehil, Tita Merello y Santiago Gómez Cou. A su vez, movilizaron el interés de prestigiosos directores de cine como Lucas Demare, Leopoldo Torre Nilsson, Lautaro Murúa, Tulio Demicheli. El 4 de mayo de 1967, a los 72 años, murió Samuel Eichelbaum, “un maniático de la instrospección”, como solía definirse, un autor que les dio voz propia y emoción a prototipos del suburbio porteño y a personajes conflictivos, más allá de la condición social, con un espíritu fortalecido por los desafíos existenciales, que les permitió proyectarse en una universalidad que escapa de todo tiempo y lugar.

Susana Freire