un gigante de la comedia

cado en 1726 como si nunca antes lo hubiera escuchado nombrar. Cuando las carcajadas se apagan el sigue adelante: “Leí la novela y me encantó, así que ...
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ESPECTACULOS

I

Jueves 20 de enero de 2011

CINE s ESTRENO DE HOY

“No viste una película en 3D hasta que viste mi panza”, bromea el comediante, que aquí se transforma en un poderoso gigante que atemoriza a los habitantes de Liliput FOTOS DE FOX

Jack

NATALIA TRZENKO ENVIADA ESPECIAL LONDRES.– Jack Black ingresa en la sala preparada para que la prensa internacional lo entreviste por su papel en Los viajes de Gulliver que Fox presenta hoy, en la Argentina, con el brazo en alto como si se tratara de un boxeador disfrutando de su triunfo sobre el ring. Está buscando las risas de los presentes y las consigue, pero este gesto intencional para procurarse carcajadas tal vez no era necesario. Es que el actor gordito de ojos pequeños y siempre un poco desorbitados sufre del síndrome del cómico. Cada cosa que dice en público hace reír a la gente aunque él esté hablando muy en serio. Un gaje del oficio del gracioso profesional que Black aprovecha al máximo porque fue gracias a su humor que se transformó en protagonista de cine y el que le consiguió un lugar en Hollywood deseado por muchos actores “serios”. “Estuve involucrado en la película desde el principio, aun antes de que hubiera un guión. En el estudio me preguntaron si me interesaba protagonizar un film llamado Los viajes de Gulliver. Les dije que sí y pedí ver el guión. Me contestaron que todavía no tenían, pero que existía este libro centenario que podía leer”, dice Black, y los presentes se ríen suponiendo que está bromeando cuando menciona al clásico de Jonathan Swift publicado en 1726 como si nunca antes lo hubiera escuchado nombrar. Cuando las carcajadas se apagan el sigue adelante: “Leí la novela y me encantó, así que colaboré en la adaptación para que destacara tanto mis fortalezas como mis debilidades. Porque son nuestras debilidades las que nos hacen lo que somos. Esta entrevista está virando hacia temas muy profundos”, reflexiona el actor, y ahora ya nadie sabe si está hablando en serio o no. Lo cierto es que, en esta adaptación, el capitán británico Lemuel Gulliver se transformó en un inmaduro neoyorquino que lleva diez años repartiendo el correo en la redacción de un diario. Un trabajo que le permite mantener un estilo de vida casi adolescente repleto de juegos de computadora, películas taquilleras y mucho tiempo libre para no hacer nada. La actividad favorita del personaje de Black. Claro

Black

UN GIGANTE DE LA COMEDIA El actor protagoniza una versión aggiornada de Los viajes de Gulliver, en donde interpreta a un personaje muy cercano a los que lo consagraron en pantalla: un adolescente eterno enamorado de la cultura popular

En el elenco del film pueden encontrarse figuras como la británica Emily Blunt y los ascendentes Jason Segel y Amanda Peet

que su existencia despreocupada tiene un gran saldo negativo: Gulliver muere de amor por la editora del suplemento de turismo del diario, a la que no se anima más que a saludar. Un impedimento que lo llevará a embarcarse hacia la aventura y que lo dejará justo en la orilla de Liliput desorientado y gigante. Hasta aquí un papel hecho a la medida del actor que se hizo conocido por el papel del desagradable pero al mismo tiempo entrañable Barry de Alta fidelidad. Si hasta estrella y personaje comparten las zapatillas.

“Son las que uso en mi casa. Desde la música hasta las películas a las que hace referencia el film son mis favoritas. Yo fui fanático de La guerra de las galaxias. Y sí, lloré con Titanic. La fui a ver con una chica con la que salía y justo en el momento en que yo me largaba a llorar ella se me acercó y me dijo: «Qué cursi que es todo esto». Me arruinó toda la experiencia. Pero sí, tengo en común con Gulliver todas las referencias de la cultura popular”, explica Black. Y, para que nadie se confunda, aclara que entre sus gustos la historia, la

política y el análisis literario no figuran al tope de la lista. “El libro de Swift me pareció muy divertido, una aventura graciosísima, pero para mí no implicó una lección política profunda. Sé que en su época era una sátira en referencia al Parlamento británico pero, yo no tengo la menor idea sobre lo que estaba haciendo la parodia. No hice la investigación histórica necesaria para entender el subtexto del libro pero lo que me llegó de él es que tiene mucha comedia y el aspecto de ciencia ficción que tiene... Bueno, en

realidad no se trata de ciencia ficción, ¿no? ¿En qué género pondrías a esta historia de un hombre que viaja y se encuentra con un mundo de personas pequeñas? Es fantasía, claro, es eso”, se pregunta y se responde un poco desorientado Black, y uno imagina a los dedicados estudiosos de la obra de Swift corriendo a releer el libro buscando la página donde el personaje armaba un metegol reemplazando a los muñequitos de madera con dedicados liliputienses. Búsqueda infructuosa y licencia poética de los guionistas de Hollywood,

que sí aprovecharon aquel capítulo del libro en que Gulliver ayuda a apagar un incendio en el palacio del emperador de Liliput con su orina. Confirmado: el humor de inodoro ya existía en el siglo XVIII. No así el 3D, claro. “Mi estómago realmente se te viene encima. No podés tener una verdadera idea de la amplitud de mi panza si no es con las imágenes en 3D”, dice Black, burlándose de sí mismo, otra probada técnica del cómico profesional para conseguir risas y de paso adelantarse a las posibles críticas de los demás. Claro que parece que el tema del 3D y las películas que agregan el efecto en posproducción –como ésta– le resulta lo suficientemente importante para ponerse serio. Aunque sea por unos segundos. “Muchos de los que trabajan con esta nueva tecnología se llenan la boca diciendo que realizaron la película enteramente en 3D. Pero la verdad es que en las mejores escenas de Avatar en 3D no había cámaras involucradas porque estaba todo animado. Las escenas de vuelo, por ejemplo, se hicieron en posproducción”, asegura casi enojado, y nadie se atreve a contradecirlo casi apreciando el esfuerzo que le implica no intentar hacernos reír. Lo cierto es que más allá del efecto que su presencia y sus modos suelen causar en el público en estos años siendo uno de los actores cómicos más solicitados de la industria del cine, Black aprendió bastante sobre Hollywood y cómo sus estrellas son percibidas, y muchas veces se sienten como conspicuos gigantes rodeados de liliputienses. “Si me dan a elegir entre ser pequeño o gigante preferiría ser gigante, porque disfruto ser el centro de atención. Y me gustaría que todo el resto de la gente pequeña estuviera obligada a mirarme todo el tiempo. La verdad es que me gustaría tener un botón o una galletita que comer para pasar de normal a gigante todo el tiempo así podés tener la atención de todo el mundo y luego achicarte para tener privacidad. Ser un gigante se parece bastante a ser una celebridad. No te dan ganas de seguir hablando de cine con todo el mundo cuando vas al baño”, termina Black, y todo el mundo se ríe. Si fue ésa su intención o no ya no importa, porque enseguida llegan el próximo chiste y las próximas carcajadas. Gajes del oficio.

ALTA FIDELIDAD

ESCUELA DE ROCK

UNA GUERRA DE PELICULA

REBOBINADOS

NACHO LIBRE

Ya era un comediante de culto en su país cuando consiguió el papel de Barry, el insoportable melómano con un inesperado talento como crooner romántico.

El director Richard Linklater explotó sus mejores rasgos para construir la mejor película de Jack Black hasta la fecha.

Una burla a Hollywood y sus arquetipos en la que no podía faltar el comediante zarpado, drogón y desesperado por redimir su carrera que interpreta Black.

La nostalgia ochentosa de Michel Gondry transformó la habitual locura centrífuga del actor en creatividad pura.

Un proyecto personal que reflejaba su amor por la comedia absurda, la lucha libre y la comida mexicana.