Un Gershwin para todos

dulce y percusión intervino en intermedios musicales. Espe- cial animación gozosa tuvo “Ya tocan y replican las campanas”, villancico anónimo dedicado a la.
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Espectáculos

Página 8/Sección 4/LA NACION

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Variedades Premian a intérpretes de canción de cámara ■ El primer concurso de interpretación de la canción de cámara argentina, que organizó el IUNA, ya tiene sus ganadores. El primer premio fue para Eugenia Fuente y Santiago Torricelli, de Buenos Aires; el segundo, para Cecilia Pastawski y Tomás Ballicora, también de Buenos Aires; y el tercero, para Jaquelina Livieri y Sofía Cardi Bonfil, de Rosario. Los ganadores participarán en un concierto en el Museo de Arte Hispanoamericano que se realizará el 11 de noviembre, a las 19.

Muy bueno

✩✩✩✩ Tercer concierto del II Festival de Música Antigua Barroca Iberoamericana, con la participación del conjunto coral e instrumental Capilla del Sol de Buenos Aires, con la dirección general de Ramiro Albino. Programa integrado por fragmentos de la misa, recogidos de los archivos de las misiones jesuíticas de Chiquitos y Moxos (Bolivia) de los siglos XVII y XVIII; páginas para órgano y obras corales, del la Misa y el Oficio de Salve; de Domenico Zipoli para órgano, y canto gregoriano. En la iglesia de San Ignacio de Loyola.

CON DUDAMEL

Sinfónica juvenil de Venezuela, a EE.UU.

GRATIS

Homenaje a la bailarina Silvia Bazilis ■ El lunes, a las 19.30, se realizará en el Claridge Hotel (Tucumán 535) un homenaje a la bailarina Silvia Bazilis, quien fue primera bailarina del Teatro Colón, y se retiró de la escena hace unos años atrás. Se expondrán fotografías y se exhibirá un documental sobre su vida, dirigido por la cineasta Verónica Cipriota. Entrada libre y gratuita. BALLET DEL SUR

El lago de los cisnes, en Bahía Blanca ■ El Ballet del Sur, con dirección de Lastra Belgrano, presentará hoy, mañana y pasado mañana, a las 20, El lago de los cisnes, en el Teatro Municipal de Bahía Blanca. Entradas desde $ 5.

Viernes 19 de octubre de 2007

Emotiva música de las misiones

CERTAMEN

■ CARACAS (AFP).– Lejos de cualquier postura política o ideológica, la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, con su célebre director Gustavo Dudamel, de 26 años, iniciará a fin de mes su primera gira por Estados Unidos, después de sus exitosas presentaciones de este verano (boreal) en Gran Bretaña y Alemania. La gira, que comenzará el 25 de octubre por la ciudad mexicana de Monterrey, seguirá en Los Angeles, donde Dudamel fue designado director de la filarmónica de esa ciudad .

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RICARDO PRISTUPLUK

El Trío Jorge Navarro, con el pianista, el contrabajista Carlos Andrés Alvarez y el baterista Eduardo Casalla

Un Gershwin para todos Muy bueno

✩✩✩✩ Conciertos del Mediodía. 48a. Temporada2007 del Mozarteum Argentino. Actuación del Trío Jorge Navarro, con el pianista junto al baterista Eduardo Casalla y al contrabajista Carlos Andrés Alvarez. Programa Gershwin. Teatro Gran Rex. Auspician: LA NACION, Capsa, Yenny, El Ateneo y Zurich.

“Me encanta Gershwin.” Bocadillo oportuno –casi de rigor– en reuniones conspicuas desde hace cinco décadas, para testimoniar estatus sociocultural. Es que el celebérrimo George Gershwin, por estar situado estéticamente entre la comercializada música popular norteamericana y el jazz, encontró un territorio de fácil acceso a multitudes. Quizá por tal razón el teatro Gran Rex se ve repleto de gente dispuesta a disfrutarlo. Y porque Gershwin supo esparcir muchas ideas alegremente cercanas a un jazz que amaba (sin haberse hundido en sus raíces), los verdaderos músicos del jazz tienen la oportunidad de enriquecerlas a sus anchas y del mejor modo: improvisando. Que es esto el jazz: improvisación, auténtica recreación; de crear de nuevo; de deleitar y divertir. Es lo que proponen Jorge Navarro en piano, Carlos Andrés Alvarez en contrabajo y Eduardo Casalla en batería, en este penúltimo concierto de mediodía, del ciclo del Mozarteum. Dos

veteranos del jazz (Navarro-Casalla) junto al talentoso joven Alvarez. Para lograrlo desde el piano, se precisa inventiva y buenos dedos. Y Jorge Navarro es dueño de una fértil imaginación melódica, armónica y rítmica, y de una envidiable digitación de virtuoso. No es preciso ser Art Tatum, Thelonious Monk, Earl Hines u Oscar Peterson para irrumpir con raptos geniales. Compararlo con alguno de estos verdaderos dueños del jazz será siempre desatinado y ridículo. De allí que al recordar emocionado a alguno de ellos en su paso por este escenario, Navarro se anticipa con modestia a tales despistes al calificar su actuación allí de “casi una falta de respeto”.

Buceador Protagonista de varios tributos a Gershwin, él ha buceado lo suficiente en el universo de este artífice de éxitos seguros en la música de comedias norteamericanas, como para alcanzar una síntesis magistral cuando improvisa sobre alguna de sus célebres canciones sentimentales. Basta escucharlo en “But Not For Me”, para descubrir sutilezas y exquisiteces engarzadas en un sinfín de matices, en el que cabe el juego de ocurrencias, mientras el contrabajo aporta notas diminutas y las escobillas bailan, quedas, sobre los parches. O cuando en “They Can’t Take That Away” el tono sentimental no impide el diálogo entre el piano y el

contrabajo, en el que los silencios cobran inusitada elocuencia. Es en esta instancia cuando más se disfruta de ese touche cristalino de clavecinista, un lujo de Navarro y patrimonio de los mejores dedos en el piano. El músico no puede con su genio lúdico. Entonces, suelta su proverbial vena humorística al ironizar sobre sí mismo –suprema condición de inteligencia– y al desgranar otras humoradas que hacen las delicias de un auditorio entre risas y aplausos. Enseguida, Cole Porter recibe en su “I Love You” uno de los mejores regalos que le vienen ofreciendo los pianistas del jazz. Ya desde la introducción atonal y de ritmo quebrado, se disfruta de la rica paleta armónica de Navarro y de su minucioso y cautivante fraseo. No podía faltar aquí uno de los temas más contagiosos de Gershwin, previo suspenso de enjundiosas modulaciones y sorprendentes hallazgos en el piano. “Tengo ritmo” aparece enriquecido y transfigurado con originalidades del contrabajo de Alvarez e inspiradas rúbricas de Eduardo Casalla en batería. La musicalidad desplaza la demagogia. Un par de temas menos conocidos cierra un concierto que tiene el privilegio de contar con un sonidista de lujo: Carlos Melero. Es la celebración de la musicalidad.

Esta nueva jornada del II Festival de Música Antigua con particular acento en el barroco iberoamericano, sin duda una de las manifestaciones más significativas de la actual temporada musical, estuvo signada por la azarosa circunstancia de la hora de inicio del concierto. Por algún motivo –no del todo ajeno a la índole de lo escuchado– la audición no comenzó según los anuncios. Lejos de ser éste un inconveniente insalvable, se convirtió en una incitación a participar de una inmersión en la música y la religiosidad de otros tiempos. No otra cosa resultó ser la experiencia vivida por un crecido número de oyentes reunidos en la iglesia de San Ignacio junto a la Capilla del Sol dirigida por Ramiro Albino. En Iberoamérica, aún carente del soporte histórico y cultural que durante tres siglos enmarcaron la música barroca en Europa –de Monteverdi a Bach–, la liturgia religiosa atravesó en los pueblos colonizados parecidas vicisitudes y compartió con las sociedades europeas, empero, muchos de sus rasgos estilísticos.

La música colonial americana es, en gran parte, anónima, o bien fue compuesta por autores desconocidos por el público, con algunas excepciones como acontece con el español Tomás de Torrejón o el compositor toscano Domenico Zipoli, radicado en Córdoba en 1717, de quien se escucharon sus Versos para órgano. Así aconteció con las obras ofrecidas en la primera parte de la audición, mayormente procedentes de las misiones jesuíticas de Moxos y Chiquitos, en Bolivia. De estos archivos misionales se escucharon cantos responsoriales y procesionales entonados por un coro de voces femeninas, por dos sopranos y un contratenor. La homogeneidad del conjunto corrió pareja con la expresión devocional, particularmente expresiva en “Dulce Jesús mío”, el “Credo” de la Missa de Pariache, o “Zoiyaai Jesús”. Un instrumental barroco formado por violín, vihuela, chelo, arpa, órgano, clave, flauta dulce y percusión intervino en intermedios musicales. Especial animación gozosa tuvo “Ya tocan y replican las campanas”, villancico anónimo dedicado a la Natividad de la Virgen, y “Manzana” (de La partida de los frutos), de Chiquitos. Fueron realmente conmovedoras el Stabat mater en lengua quechua, Ane Nupaquina Suchetaña, y las Letanías La salve para la Virgen, y especialmente “Ad Mariam properate”, de Domenico Zipoli, interpretado por la soprano Silvina Sadoly con expresiva dulzura, junto a Evar Cativiela en vihuela y Ramiro Albino en flauta dulce. El canto gregoriano de Salve Regina, en coro a cappella cerró esta magnífica sesión de música barroca.

Héctor Coda

René Vargas Vera

GUSTAVO SEIGUER

Ramiro Albino dirige el ensamble Capilla del Sol del Buenos Aires

La Sinfónica de Berlín, dirigida por Castagna Berliner Symphoniker Gabriel Castagna Sinfonía N° 2 en La menor Op. 56 Escocesa, de Félix Mendelssohn, y Los preludios, poema sinfónico de Franz Liszt, por la Berliner Symphonyker, con la dirección de Gabriel Castagna. Sello Agorá, Música.

Las versiones que contiene este CD recibido recientemente en el país avalan con creces los relevantes antecedentes del director argentino Gabriel Castagna, obtenidos en décadas recientes al frente de la Michigan Symphony and Philharmonic Orchestra y de la Carnegie Mellon University Philharmonic, además de los destacados antecedentes académicos obtenidos en las universidades de Cincinatti y Rochester, en los Estados Unidos, donde recibió asimismo variadas distinciones honoríficas. En esta placa, esos antecedentes están patentizados en dos actuaciones notables al frente de la excelente Sinfónica de Berlín. Castagna extrae de este prestigioso organismo un rendimiento que avala su reconocido prestigio. En la Sinfonía N° 2 Escocesa, obra mayor del sinfonismo de Mendelssohn, la fluida inspiración romántica encuentra en la orquesta una exhaustiva respuesta en todos y cada uno de sus grupos instrumentales, con gran homogeneidad y amplitud sonora e intensidad expresiva en el tormentoso carácter del Allegro un poco agitato que sigue a la lenta y melancólica introducción. El carácter folklórico de las tradicionales danzas (el pibroch) fue realizado con vivo y ligero trazo sinfónico; un rasgo distintivo de la orquesta berlinesa lo constituyen los metales que afloran aquí en el Adagio cantabile,

plenos de profundas resonancias y ecos de evocativa grandeza, con buena dosificación de las intensidades sonoras. Este tributo a la reina Victoria de Inglaterra, a quien Mendelssohn dedicó la obra, está imbuido de una exaltación que la batuta señala en el Allegro guerriero que sigue, preparatorio del Finale solemne y jubiloso, a plena orquesta. La placa contiene otra obra de no menor calibre sinfónico como Los preludios de Franz Liszt, uno de los doce poemas sinfónicos que compuso entre 1848 y 1858, al cabo de su descollante carrera pianística. El mismo crea la mencionada designación de estas obras, generalmente basadas sobre un poema, un cuadro o un relato autobiográfico. En Los preludios se inspira en la obra homónima del poeta francés Alphonse de Lamartine. El propio Liszt, al publicar a partitura, aclara sus intenciones y las del poeta: “¿Qué es nuestra vida si no una serie de preludios a aquel canto desconocido del que a muerte entona a primera y más solemne melodía?”. La interpretación se adapta al texto poético con llamativa fidelidad. Los arcos de la Sinfónica crean una creciente animación rítmica y sonora en el Andante introductorio y la brillante fanfarria del primer tema adquiere relieves heroicos a través de los magníficos bronces, maderas y cuerdas de la orquesta. Este y los siguientes episodios del poema sinfónico, el Allegro ma non troppo con amplios y vertiginosos pasajes cromáticos, el Allegretto pastorale y el espectacular final (Tempo di marcia) con el fortisimo de los metales, alcanzan relieves fascinantes.

Héctor Coda