Un fallo que deja otro crimen impune

13 jul. 2011 - Entró en la sala de audiencias tranquila. ... la audiencia se hiciera en la sala más grande, situada .... televisión: Lucila, convocada como testigo ...
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INFORMACION GENERAL

I

Miércoles 13 de julio de 2011

CASO SOLANGE s VEREDICTO UNANIME EN SAN ISIDRO

Un fallo que deja otro crimen impune Lucila Frend, la amiga de la víctima, fue absuelta; la consideraron inocente porque no había pruebas directas e indicios en su contra GABRIEL DI NICOLA LA NACION Entró en la sala de audiencias tranquila. Eran las 11.57. Parecía intuir cuál iba a ser el veredicto. Después de sentarse junto a sus abogados, miró hacia el público y saludó con una sonrisa a familiares y a amigos. Cuando escuchó que el fallo era absolutorio, abrazó con fuerza a Francisco García Santillán, uno de sus defensores. Su abuela, Sylvia Trillia, se paró en una silla y gritó: “¡Inocente! ¡Finalmente se hizo justicia! ¡Hay jueces probos!” Lucila Frend, de 25 años, fue absuelta ayer, en un fallo unánime, por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 2 de San Isidro, que la consideró inocente del homicidio de su amiga Solange Grabenheimer, crimen ocurrido el 10 enero de 2007. “Siento una emoción muy grande. Esperaba este resultado porque soy inocente”, afirmó a LA NACION Lucila, en el hall de ingreso del Colegio de Abogados de San Isidro, pocos minutos después de conocer la sentencia. Con el fallo del TOC N° 2 de San Isidro, el homicidio de Grabenheimer se suma a una larga lista de crímenes impunes (sobre lo que se informa por separado). En los momentos que se conoció el veredicto hubo gritos entre familiares y amigos de la acusada y de la víctima. Una prima de Grabenheimer le gritó a Frend: “Vos toda la vida vas a ser una asesina, hija de p...”. El presidente del TOC N° 2, Oscar Zapata, y los jueces Lino Mirabelli y Hernán San Martín no absolvieron a Frend por el beneficio de la duda, sino porque consideraron que no había pruebas en su contra. “La ausencia de toda prueba directa o indicio en la persona o pertenencias de la acusada es también un hecho no controvertido”, sostuvieron los magistrados en su sentencia, a la que tuvo acceso LA NACION. Patricia Lamblot, la madre de la víctima, parecía no tener consuelo. Lloró y se enojó con los magistrados. Cuando salió de la sala de audiencias se mostró indignada con el veredicto: “Los jueces son unos cobardes. Así es como hay tantos asesinos sueltos. Espero que esta chica [por Lucila] no vuelva a matar a nadie”. Los jueces del TOC N° 2 de San Isidro, además, criticaron la labor del fiscal del juicio, que también estuvo a cargo de la instrucción de la causa, Alejandro Guevara. “Que a partir de la prueba el horario en que ocurrió la muerte de la víctima no ha podido ser establecido con el grado de certeza que este pronunciamiento requiere, y menos aun en el período seleccionado por el fiscal, esto es en el lapso comprendido entre la 1 y las 7 horas del día 10 de enero de 2007, antes bien, todo indica que la probabilidad se aleja de ese lapso”, sostuvieron los magistrados.

FOTOS DE DYN

Después de conocer el veredicto, Lucila Frend (tercera desde la derecha) se fotografió con sus amigas La lectura del fallo comenzó a las 12.16, dieciséis minutos después de lo previsto. Por la cantidad de público y periodistas, el tribunal decidió que la audiencia se hiciera en la sala más grande, situada en el primer entrepiso de los tribunales. Debieron aprovechar un cuarto intermedio del juicio por el encubrimiento del homicidio de María Marta García Belsunce para dar a conocer el veredicto. En sus alegatos, el fiscal Guevara y la familia de la víctima, representados por el abogado Roberto Damboriana, habían solicitado la pena de prisión perpetua al considerar a Frend autora de un homicidio calificado por alevosía y ensañamiento. En los fundamentos de su alegato, Guevara calificó a la joven acusada de “psicótica”. En su fallo, los magistrados respondieron a las palabras del fiscal: “En suma, ante este cuadro probatorio es al menos antojadizo catalogar a la imputada de psicópata, o que ha sido mendaz o que haya realizado maniobras de encubrimiento”. Los jueces sostuvieron que hay que profundizar la investigación para encontrar al asesino y habilitaron la extracción de testimonios para que se investigue, como pidió la defensa, si el médico de la Policía Científica Eugenio Aranda, único en ver el cuerpo en la escena del crimen y quien más incriminó a Frend con su estimación de la hora del asesinato, incurrió en falso testimonio. Antes de irse, Lucila dijo: “La batalla va a estar ganada cuando se encuentre al asesino”.

Video. El fallo del Caso Solange Grabenheimer. videos.lanacion.com.ar/video62636-1 Video. “Ojalá no mate a nadie más”, dijo la madre de Solange. videos.lanacion.com.ar/video62640-1

Dichos y hechos El enojo de un juez

“Sol estaba ahí”

Cuando se conoció el veredicto y mientras los familiares de Lucila Frend celebraban el fallo, los allegados de la víctima insultaron y los camarógrafos gritaron, hasta que el presidente del tribunal, Oscar Zapata, espetó con furia: “¡Silencio, esto no es un circo!”.

Jannine Frend, la hermana de Lucila, estaba muy feliz con el fallo. Además de contar que anteanoche pasaron la noche en familia y con una amiga, dijo: “Solange [por la víctima] estaba en la sala. Seguro que saltó contenta porque absolvieron a Luli”.

EL ANALISIS

Desconsolada, la madre de la víctima es asistida por familiares

Asesinatos sin condenas AURELIA CATALINA BRIANT

Todas las falencias quedaron al desnudo FERNANDO RODRIGUEZ LA NACION El juicio oral contra Lucila Frend por el asesinato de su amiga Solange Grabenheimer desafía la premisa de que en un proceso judicial hay vencedores y vencidos: en este caso nadie puede haber ganado nada. El caso desnuda graves falencias en el sistema de persecución penal, más relacionadas con las personas que con los procedimientos. Un sistema en el que se mezclan la falta de elementos y la inmensa acumulación de causas con la indolencia y la impericia de los investigadores policiales y judiciales. Eso profundiza la desconfianza de la sociedad en que el Estado sea capaz de llegar a la verdad mediante un proceso penal en el que todas las partes –el imputado y los damnificados– son tratadas con imparcialidad, respeto y garantías constitucionales. A falta de testigos y pruebas incriminatorias directas, el papel de la ciencia forense era crucial en el caso; era clave determinar la data de la muerte con la máxima aproximación para establecer con el mayor grado de probabilidad si la acusada, que convivía con la víctima, pudo haber estado en la escena del crimen a la hora del asesinato. Para determinar eso, los peritos hicieron casi todo mal: o no tenían los elementos que debían tener o, peor aún, realizaron mal pruebas rutinarias. Eso pudo haber sido simple impericia. Pero este caso mostró falencias más graves. Hay al menos dos situaciones que permiten entrever un direccionamiento en la acusación. Un perito forense de Homicidios de la policía bonaerense sugirió, al declarar en el juicio, que el fiscal había desestimado evaluaciones que conducían las sospechas lejos de Lucila. Peor aún es lo que se vislumbra del video de la reconstrucción del hecho, ampliamente difundido por televisión: Lucila, convocada como

testigo, fue “empujada” a montarse sobre la modelo que hacía de víctima y a practicar los movimientos que, presuntamente, había hecho el asesino. Quizá los investigadores la llevaron a cumplir con ese papel para “quebrarla” y hacerle confesar el crimen. Curioso es que, en esa ocasión en que la obligaron a hacer de “asesina”, Lucila debió ahorcar a la falsa Solange; más adelante se supo que, en verdad, la muerte fue producto de heridas cortantes, no de ahorcamiento. Ese direccionamiento, que se ha visto ya en otros casos (un ejemplo, el homicidio de Nora Dalmasso con “el perejil”, el pintor Gastón Zárate), es una deformación de la persecución penal. Cuando el Código bonaerense introdujo la novedad del sistema acusatorio, una de las premisas era terminar con el manejo discrecional de las investigaciones por parte de la policía, manejo que le permitía “inventar” culpables, si fuera necesario. No son pocos los fiscales que, en la actualidad, olvidan que el papel de acusador no exime de los principios de legalidad e imparcialidad y que el objetivo de la persecución penal es identificar “al” culpable y no a “un” culpable, que no se pueden forzar los indicios en pos de hacer encajar a un sospechoso en los hechos. Además de las lógicas pasiones que movilizó, el caso Solange enfatizó una cultura acusatoria más emparentada con la venganza que con la verdad, instalada ya en la sociedad y reflejada en medios de comunicación. Una cultura a contramano de lo que reza la Constitución, que es que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario en un juicio. En ese contexto, la incomprensiblemente extensa duración de los procesos termina por destrozar tanto a las familias de las víctimas como a las de los acusados. Tanto se ha dicho que es probable que esta absolución no alcance para que Lucila pueda sacarse de encima la culpa que, hasta ahora, nadie ha podido demostrar.

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ASESINADA EN 1984

NAIR MOSTAFA ASESINADA EN 1989

Su cuerpo fue hallado con 22 puñaladas y 2 balazos a un costado de la ruta 2.

Tenía 9 años. La policía acusó a un barrendero que tenía las facultades mentales alteradas y fue sobreseído.

JIMENA HERNANDEZ

NORA DALMASSO

ASESINADA EN 1988

ASESINADA EN 2006

Su cadáver fue hallado en el natatorio de un colegio de Caballito. Cuatro jueces tuvieron el caso y no pudieron resolverlo.

Debido a que la escena del crimen fue contaminada, la investigación nunca avanzó. No hay nadie preso.

Trece homicidios de mujeres con dos puntos en común Nadie quedó definitivamente condenado y hubo serias deficiencias en las investigaciones GUSTAVO CARABAJAL LA NACION Desde ayer, el homicidio de Solange Grabenheimer comenzó a aparecer en la misma lista que los asesinatos de Norma Penjerek, Aurelia Catalina Briant, Jimena Hernández, Nair Mostafá, Charlotte Roland, Liliana Tallarico, Natalia Fraticelli, María Marta García Belsunce, Lucila Yaconis, Constanza Guglielmi, Nora Dalmasso y Marianela Rago Zapata. Estos nombres están unidos por dos elementos en común: investigaciones deficientes y ningún sospechoso preso o condenado. Aunque hubo más casos impunes de homicidios de mujeres, estos asesinatos fueron los que mayor repercusión pública alcanzaron. El 15 de julio de 1962, el cadáver de Norma Penjerek, de 16 años, fue hallado en un terreno baldío de Llavallol. Según la autopsia, la apuñalaron y la estrangularon. Había desaparecido el 29 de mayo de ese año, cuando salió de la clase de inglés, en Flores. La policía apresó a cuatro integrantes de una organización dedicada a secuestrar adolescentes para obligarlas a ejercer la prostitución. Sin embargo, en mayo de 1965, todos los acusados fueron sobreseídos. El asesinato quedó impune. Aurelia Catalina Briant era una hermosa profesora de inglés. Su cadáver fue hallado el 14 de julio de 1984 a un costado de la ruta 2. La habían matado de 22 puñaladas y de dos balazos. El ex marido de la víctima, Federico Pippo, su hermano Esteban y Rosa, la madre de ambos, estuvieron un año detenidos porque, para un juez, eran sospechosos. Pero fueron excarcelados debido a que no había pruebas suficientes contra ellos. Jimena Hernández tenía 11 años cuando la mataron en el natatorio de un colegio de Caballito. Su cadáver fue hallado el 12 de julio de 1988. El caso tuvo cuatro jueces que no pudieron encausar la investigación. Ningún sospechoso fue condenado. A fines de 2005, la Justicia cerró el sumario por el homicidio de Nair Mostafá, ocurrido en Tres Arroyos. La pequeña, de 9 años, desapareció de su casa el 31 de diciembre de 1989. Debido a los festejos por Año Nuevo, los policías no comenzaron a buscar cuando la madre hizo la denuncia. La desidia de los policías provocó la indignación de los vecinos, que hicieron una pueblada. Durante la investigación hubo diez detenidos. Pero todos terminaron excarcelados por falta de pruebas. Otro caso fue el de Charlotte Roland. Ninguna de las puertas y ventanas del departamento de cuatro

ambientes en el que vivía, habían sido forzadas. Por tal motivo, los investigadores del homicidio de esa ciudadana norteamericana, de 50 años, presumieron que la víctima conocía a su asesino. Nadie reclamó el cuerpo de la mujer que, el 11 de enero de 1994, fue hallada asesinada en la bañera de su departamento, situado en 11 de Septiembre 2121, en Belgrano. Nunca hubo detenidos. En 1994, también fue asesinada la bailarina Liliana Tallarico. La degollaron en su departamento, de La Plata. Oscar Murillo, director del ballet Brandsen, que también integraba la víctima, estuvo ocho meses preso acusado por el homicidio. Pero fue liberado por falta de pruebas. Hija de un juez penal de Rufino, Natalia Fraticelli fue asesinada en mayo de 2000 en la casa en la que vivía con sus padres y su hermano. La Justicia condenó al juez Carlos Fraticelli y a su esposa por el homicidio. Pero, hace dos años, la Corte Suprema de Justicia de la Nación los excarceló porque consideró que no había pruebas contra ellos.

María Marta y Dalmasso En 2002, María Marta García Belsunce fue asesinada en el country Carmel, de Pilar. Si bien la Justicia condenó a prisión perpetua a Carlos Carrascosa, marido de la víctima, el fallo no quedó firme y, para los fiscales, hubo más de un asesino. Lucila Yaconis tenía 16 años cuando la mataron el 21 de abril de 2003, en un intento de violación, cerca de las vías del ferrocarril Mitre, en Núñez. A pesar de que el asesino dejó restos de semen en el cuerpo de la víctima, la policía nunca pudo identificar al autor del homicidio. A María Pía Guglielmi la mataron en 2006, en los bosques de Palermo. Estaba a cargo de la confitería del Club del Golf. Le pegaron un balazo con una pistola calibre .45. La investigación quedó estancada. La última esperanza que los investigadores tenían para esclarecer el homicidio de Nora Dalmasso, ocurrido en noviembre de 2006 en un country, de Río Cuarto, se derrumbó hace tres meses, cuando técnicos del FBI de los Estados Unidos confirmaron que los restos de semen hallados en la bata y en el cuerpo de la víctima no correspondían a ninguno de los acusados. Hace un año, Marianela Rago Zapata fue hallada asesinada en su departamento de Balvanera. Tenía 23 puñaladas. Su ex novio fue acusado por el homicidio. Pero la Justicia le dictó falta de mérito. Al igual que en todos los casos anteriores, sigue impune. Y no son los únicos, por cierto.