Un crack entre las sombras

29 jul. 2013 - Imaginarse hoy el deporte de elite separado del auspicio de las grandes ... bio muy peligroso para el jugador”. Jim Furyk pasó de Srixon a ...
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el escenario

| Lunes 29 de juLio de 2013

Rory McIlroy tiene un año de puras pérdidas: desde que cambió de palos fue desplazado del N° 1 del ranking, dejó de ganar torneos y, lo que es peor, extravió la confianza y la focalización en su golf; los riesgos de resignar el juego por las tentaciones económicas

Un crack entre las sombras Gastón Saiz

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LA NACION

Hoy, McIlroy no puede aferrarse a ningún aspecto de su juego

reuters

maginarse hoy el deporte de elite separado del auspicio de las grandes marcas es imposible. Se necesitan de manera recíproca para mantener activa esa usina de dinero que cuenta billetes por millones. Hay alianzas probadamente exitosas, pero existen otras que no conducen al mismo destino. Y en estos casos, ambas partes salen perjudicadas en su economía e imagen: la firma multinacional y el deportista en cuestión. El impacto es inocultable ante los ojos del mundo. Rory McIlroy, que desde el año pasado había empezado a escribir una nueva era en el golf post-Tiger Woods, se transformó en víctima de una decisión demasiado riesgosa: cambió la marca de su bolsa de palos y perdió el rumbo. ¿Lo peor? La espera de su resurrección deportiva se está extendiendo mucho más de la cuenta. El norirlandés lo tenía todo: a los 23 años ya se había apoderado de dos Majors (US Open 2011 y PGA Championship 2012) y alcanzado la cima del ranking. Su juego sólido e ímpetu ganador se conjugaban con su carisma y su mediática relación con la tenista Caroline Wozniacki, la rubia danesa ex N° 1. ¿Por qué cambiar? ¿Qué factor lo haría apartarse del camino? La respuesta estuvo en el dinero. Su declive comenzó en diciembre de 2012, desde el momento en que Nike le puso encima de la mesa 100 millones de dólares por usar su material en los próximos cinco años, 250 millones si el vínculo se prolongaba por un total de diez temporadas. La empresa lo vestiría de arriba a abajo y le daría un nuevo equipamiento: el reemplazo de los 14 palos de su bolsa y las pelotas. Rory abrió grande los ojos, aceptó esa montaña de dinero y se despidió de Titleist, quizá dando por sentado que se adaptaría rápido a su nuevo patrocinador. El acuerdo fue anunciado en una ceremonia previa al Abu Dhabi Golf Championship, torneo del Tour Europeo que se jugó entre el 17 y el 20 de enero. Entonces, el joven desmereció la presión que implica responder ante tamañas cifras y cumplió con las palabras de ocasión: “La única presión que tengo es la que me impongo yo mismo para competir. Este acuerdo me hará ganar todavía más títulos”, dijo. Como si recibiese un tortazo en la cara, Rory falló aquel corte clasificatorio en Abu Dhabi, con dos vueltas de 75 golpes. Un rendimiento

desdibujado que se repetiría con mucha frecuencia a lo largo del año hasta hoy, desplazado al N° 2 del ranking por la embestida de Tiger. De un año a otro, el bajón del talento enrulado fue elocuente, porque en 2012 había obtenido cuatro torneos –entre ellos, su segundo Major, el PGA Championship– y en esta temporada no alzó trofeo alguno todavía. Sus estadísticas son la mejor radiografía para describir su presente: en 2012 figuraba al tope del promedio de score por vuelta, con 68,87 golpes, y este año retrocedió al 35° lugar, con 70,42. Bajó del 5° al 17° puesto en la distancia con el driver (hoy promedia 299,3 yardas; en 2012 era un pegador de 310,1). También se transformó en un mediocre jugador de green: en la temporada pasada promediaba 28,72 putts por vuelta (32° en el listado) y ahora bajó a la 148° ubicación, con 29,71 toques con el putter. Varias voces destacadas dieron el alerta cuando se supo de la estrategia del norirlandés de sustituir su bolsa de palos. Nick Faldo, ex N° 1, aseguró: “Cambiar de material es peligroso. Siempre te dicen que copiarán tus palos, que harán una bola a tu medida, pero hay una confianza en lo que tenés, en el sonido, en las sensaciones cada vez que golpeás. Eso no tiene precio”. El inglés agregó: “Entiendo a Nike. La bolsa de McIlroy está mucho tiempo en la televisión, vale muchísimo dinero, pero es un cambio muy peligroso para el jugador”. Jim Furyk pasó de Srixon a TaylorMade, pero también le fue mal: “Algo así puede destruirte. Cuando le pegás bien, todo va perfecto. En el momento en el que dudas... El cambio de palos dañó mis virtudes en lugar de minimizar mis debilidades”. Y Johnny Miller, ganador del US Open 1973 y del British Open 1976, aseguró: “Una cosa es cambiar el driver o un wedge, pero te vas a meter en serios problemas si reemplazás al mismo tiempo todos tus palos y tu pelota”. Ante la falta de resultados, Rory echó a su representante y le volvió a confiar esa responsabilidad a su familia, en especial a su padre, Gerry. La situación aún no se modificó: pasó papelones en el último British Open, en donde no superó el corte con vueltas de 79 y 75 (total +12). “Estoy jugando al golf sin pensar, con muerte cerebral; me siento así desde hace dos meses”, confesó. Y cuando se le sugirió si lo molestaba algún factor externo, contestó: “No tiene nada que ver con la técnica, es todo mental”. Esta última respuesta habla del debate íntimo que lo aqueja. Pero allí anda Rory, sin brújula y el título de un Major por defender dentro de dos semanas, el PGA Championship, en Oak Hill. El golf extraña demasiado su magia desbordante.ß