Trabajo, naturaleza y cultura

28 mar. 2009 - liberalismo clásico, con sus hombres concebidos como átomos pre-sociales y a-históricos -primero existirían los hombres y después se ...
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Historia Social General B Cátedra Gresores/Spiguel

Ficha de cátedra Nº 2: Trabajo, naturaleza y cultura Autor: Prof. Claudio Spiguel (Texto corregido del teórico de Historia Social General año 2009)

Historia Social General, ¿con qué contenidos llenamos ese título? Sabemos que esta materia tiene un carácter introductorio para los futuros historiadores, docentes, científicos sociales y humanistas. Entre esos objetivos introductorios está el tomar contacto con la historia real, la historia-objeto como la plantea Pierre Vilar, como el devenir de las sociedades humanas o la dinámica de las sociedades. Dinámica de grandes masas, de pueblos enteros, de los diversos componentes de la humanidad. Nuestra disciplina se trata entonces de esos grandes relieves del proceso histórico, los relieves más determinantes para anclar y resituar los acontecimientos, para comprenderlos y explicarlos. La Historia no se refiere entonces sólo a hechos circunstanciales unidos por relaciones inmediatas de causa y efecto, como lo estudiaba la historia positivista clásica: -¿Por qué César cruzó el Rubicón desafiando la ley de Roma? ¿Cruzó o no cruzó? ¿Qué tenía en la cabeza cuando cruzó? –Y se planteaba que descubriendo lo que tenía en la cabeza se explicaba per se aquel proceso. La Historia de la que habla Vilar se trata sólo de una descripción estructural de las sociedades pasadas, en aquellos aspectos nodales que las configuraron, sino que además pretende dar cuenta de su desarrollo, de su dinámica, de cómo una se transformó en otra, de cómo lo viejo da lugar a lo nuevo, que es precisamente lo que indaga la historia-ciencia. Es decir, indaga procesos, 1

indaga el cambio. Todavía se sigue aprendiendo en las escuelas que la Historia comienza con la escritura, y que las sociedades anteriores son sociedades prehistóricas (es decir, sin historia) sin cambio, y que son principalmente objeto de la arqueología. Pero los hombres han hecho su historia, con escritura o sin ella desde las primeras

sociedades cazadoras-recolectoras hasta el

apogeo y decadencia del capitalismo imperialista y la lucha contra él en las sociedades del presente. De la caverna hasta la alta tecnología actual con todos sus avances y a la vez con la barbarie de la guerra; desde la escasez buscando los mamuts, hasta la enorme abundancia de productos y su contracara con la mitad de la población mundial que gana un dólar por día. ¿Cómo explicar este proceso? éste es el objeto más grande de la historia como ciencia. Para pensar históricamente, se requieren dos abordajes concurrentes: por una parte integrar los diversos aspectos o dimensiones de la sociedad que frecuentemente aparecen fragmentados: lo económico, lo social, lo político, lo cultural, y ver sus relaciones recíprocas adquiriendo una idea de lo que llamaríamos la totalidad. No decimos totalidad porque reconstruyamos todo como un mapa tan grande como el mundo, sino porque se trata de desentrañar cuáles son las relaciones determinantes, esenciales de ese todo social, en la relación misma entre esas dimensiones. Y por otra parte, y fundamental es atender al movimiento, al devenir, al cambio, a los procesos tendenciales o contradictorios, a cómo lo viejo da lugar a lo nuevo, cómo lo nuevo surge de lo viejo, cómo lo nuevo elimina lo viejo. Es decir, estudiar la totalidad y estudiar el devenir, o el movimiento; si volvemos al primer aspecto, en realidad es en ese movimiento como se manifiesta la relación entre las diversas dimensiones, se realiza la totalidad.

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En Historia Social, lo “social” no es un mero recorte que resultaría luego de sacar “lo económico”, sacar “lo político”, “lo cultural”, sino que atiende justamente al encuentro de las diferentes dimensiones, a qué elementos consideramos más determinantes de toda historia. Lo “social” alude a las relaciones sociales de los hombres entre sí. Relaciones sociales entre los hombres, que no son una abstracción existente fuera de los hombres concretos

que viven y actúan en sociedad. Las

relaciones no existen sin los hombres concretos pero tampoco existen los hombres fuera de esas relaciones, (a diferencia de lo que pensaba el liberalismo clásico, con sus hombres concebidos como átomos pre-sociales y a-históricos -primero existirían los hombres y después se relacionarían-). Siempre existieron los hombres y sus relaciones, simultáneamente. Relaciones en la producción, en el trabajo, para la supervivencia, en la obtención de los medios de vida para sobrevivir; relaciones en otras esferas de la vida social: en la política, en la dominación y la lucha contra esa dominación; relaciones en el proceso cultural: en la fabricación de artefactos, en las prácticas culturales. Todas esas relaciones son relaciones sociales o son instancias de las relaciones sociales que a la vez nunca existen separadas, o flotando en el aires o por fuera de la relaciones – fundamentales- de esos hombres, de la sociedad, con la naturaleza, de la que emergieron y a la cual, para sobrevivir, transforman con su trabajo. Esas relaciones sociales, cuya historia sería lo más esencial de esta materia introductoria, hacen a la naturaleza humana y a su historia. A pesar de la obvia importancia de conocer al hombre en su naturaleza y su historia, de que los hombres se conozcan cabalmente en su pasado, en su presente y en su futuro, esta historia de las relaciones en gran parte está aún por hacerse, frente a otras concepciones de la historia, como la historia de los grandes hombres; o la 3

historia de las ideas, separadas de quienes las encarnan; o la historia del puro desarrollo de las técnicas, separado de las relaciones sociales en el seno de las cuales se inventan y utilizan; o una historia de las relaciones entre pueblos, a través del intercambio o de la guerra, sin ver las relaciones y los conflictos sociales dentro de cada pueblo. En la escritura de la historia, lo que llamamos historiografía, las relaciones sociales muchas veces quedan ocultas, como quedan ocultas en la propia realidad, y aunque a esta altura se conoce bien la importancia fundamental de tenerlas en cuenta muchas veces aparecen ninguneadas o separadas de los temas de otras historias. Poniéndolo en otras palabras, nos proponemos pensar sociológicamente la historia, estamos hablando de la sociedad humana y al mismo tiempo nos proponemos pensar históricamente las sociedades. Y acá históricamente quiere decir en su devenir. Las sociedades tienen historicidad: no siempre fueron, no siempre serán. Como es evidente, pensar históricamente no se parece en absoluto a una recopilación de documentos, de rastros muertos de cosas que pasaron. Pensar históricamente sobre las sociedades que nos precedieron también incluye pensar históricamente nuestro propio presente, o sea nuestra sociedad; de dónde viene, a dónde puede llegar a ir, o dicho más claramente, hacia dónde sabemos, podemos y queremos llevarla (dicho esto no como individuos sino como parte de esas relaciones sociales) Ese devenir que es la historia social comprende largos procesos evolutivos con cambios que podemos llamar cuantitativos, a veces imperceptibles (en la demografía, en las costumbres, en luchas parciales, por poderes); pero otras veces esa propia evolución cuantitativa da lugar a cambios cualitativos, ya no evolutivos sino revolucionarios (en las técnicas, en las relaciones sociales, en la política y en la cultura), que dan lugar a lo nuevo y en distinto grado y 4

medida destruyen lo viejo. Por lo tanto en cada momento histórico, cuando analizamos un fenómeno, tenemos que atender, nuevamente, a dos aspectos: a) entender cómo se origina, se engendra algo que se desarrolla y eventualmente predomina. Es decir, vamos al pasado lo hacemos para ver dónde ha nacido y cuál es el origen de algo que hoy nos parece positivo o que padecemos, para poder explicarnos este presente, pero b) también vamos a ese pasado para descubrir lo que ya no es, lo que ya no existe, porque eso que ya no existe ha sido superado por lo que vino después. Por lo tanto, para entender lo que vino después, es decir nuestro presente, también tenemos que conocer aquello que ha sido destruido o que caducó, porque lo que existe surgió de una cierta forma de ser negado o superado lo anterior. Estos dos aspectos, lo que alguna vez nació y tal vez perdura en nosotros y lo que ya no existe, hacen al análisis histórico, a esa relación entre el pasado y el presente. De ahí la importancia, no sólo para la vida, sino para la ciencia, para el conocimiento, de reponer lo desconocido, lo oculto, lo que fue silenciado, particularmente el papel y la voz de las grandes mayorías populares. La acción de los pueblos no sólo en las grandes luchas sociales sino en la producción del mundo material y simbólico que nos alberga a todos. El la producción de bienes cada vez más sofisticados para satisfacer las necesidades y también la producción de arte, de símbolos que le permitan satisfacer esas necesidades tan primordiales para el hombre, inseparables de su ser. La actividad de las grandes masas y su aporte fundamental a la historia es lo que está más negado, ya que su opresión y sufrimiento es evidente, pero su papel en la “civilización” permanentemente es adjudicado a los grandes personajes como lo escribe bellamente el poema de Brecht. Reponer esas prácticas de esas grandes masas no es sólo necesario y justo como rescate 5

ideológico, moral, sino por razones científicas, en el sentido de conocimiento de nuestro objeto. Sin ver ese papel de las grandes mayorías productoras no podremos comprender científicamente la historia de las sociedades. Así, historia crítica e historia científica coinciden. En torno a ese papel de las grandes masas, de pueblos enteros, es importante que ustedes reflexionen sobre el punto IV de “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, . Engels critica la historia idealista de su época: los procesos sociales se explicaban solamente por las ideas y motivaciones de algunos “grandes hombres”. Engels plantea que existe una diferencia entre la historia de los hombres y la historia de la naturaleza (de la que la historia del hombre es parte). Pero la historia de la sociedad se compone por la acción de personas movidas por su conciencia y su voluntad (lo que podríamos llamar móviles subjetivos), y por lo tanto toda acción humana, toda práctica, involucra el pensamiento y la emoción de las personas, tiene un correlato representacional. Pero la historia es el resultado de estas fuerzas personales entrelazadas en sus relaciones y por lo tanto depende de la conciencia y la voluntad de la gente, pero nunca de la conciencia y voluntad de una persona o de un pequeño grupo de personas, sino que siempre es un resultado de las múltiples voluntades que se encuentran y chocan en escenarios que nunca son completamente conocidos ni controlados. La práctica social previa y posterior desborda, trasciende la representación que cada uno puede tener del proceso en el que está involucrado. Por lo tanto la explicación que se detiene en el motivo que tenía en la cabeza cada actor no es la explicación completa, porque hay que buscar a su vez las fuerzas motrices, los impulsos determinantes que están detrás de 6

esos móviles, y no sólo de individuos aislados sino de grandes masas, de pueblos enteros, y las representaciones y conocimientos que se desarrollan en el pensamiento de los líderes. Anteriormente habíamos afirmado que los hombres no existen por fuera de ciertas relaciones sociales: lo que ocurre no es la mera sumatoria de las acciones individuales sino que la propia acción individual está condicionada por la acción social de todos, más allá de la conciencia que tenga cada individuo. Nacemos en un país, en un tiempo, en una cultura, en una clase social, estos son elementos objetivos, colectivos, que no sólo existen en nuestra conciencia sino que nos preexisten y condicionan nuestra práctica. A su vez, nuestra práctica contribuye a consolidar y reproducir o a desgastar y transformar esa misma estructura que nos condiciona. Por eso Engels afirma que la práctica individual es ala vez social, está inmersa en múltiples relaciones sociales. Para comprender y explicar los procesos históricos e incluso los móviles individuales es preciso indagar la naturaleza de esas fuerzas motrices que están detrás de los móviles subjetivos y para eso debemos relacionar la práctica con las representaciones, el proceso objetivo, social, material, la acción humana objetiva con el correlato mental, subjetivo, el pensamiento de cada persona y también la cultura, las ideas colectivas, que predominan o no. Se trata de estudiar la interacción entre las condiciones objetivas (a la vez naturales y sociales) y la práctica social de los hombres, que conocemos con el nombre de praxis (práctica guiada por conocimientos para transformar esas condiciones objetivas). No existen las condiciones objetivas fuera de la práctica de todos los hombres que las crearon y tampoco existe la práctica de esos hombres, su iniciativa y su acción, por fuera de condiciones objetivas dadas. Este es el principio 7

materialista de la historia: son los hombres lo que hacen la historia, no hay historia por fuera de la acción humana una historia predeterminada por una idea o el destino, o por las fuerzas productivas y el avance de la técnica concebidas por separado. Son los hombres lo que hacen la historia, pero no de cualquier modo o por su mera voluntad, sino sobre la base de condiciones objetivas dadas, que preexisten a cada individuo y a cada generación y que son el horizonte y la condición de posibilidad de su propia acción. Por lo tanto el centro del movimiento de la historia es la interacción entre las condiciones objetivas y la práctica de los hombres. Dijimos que íbamos a hablar de la naturaleza del hombre, pero la naturaleza del hombre es su propia historia. Partamos entonces, no de las ideas preconcebidas que han existido sobre los hombres, sino de los hombres concretos tal como se presentaron en la historia. Paradójicamente, el período más largo de la historia humana, fue concebido por los científicos dominantes como Pre-historia, y relegada como un campo de estudio que no compete a los historiadores sino a los antropólogos y arqueólogos. Todavía se sigue estudiando en las escuelas que la Historia comienza con la Escritura (sic) y de hecho todavía así aparece en los planes de las carreras de historia de muchas universidades del país. Nótese la gravedad de esta concepción que incluiría dentro de la Historia al Imperio Egipcio y dejaría afuera al Imperio Incaico!!!! La Historia de las Sociedades es la Historia del Hombre y por lo tanto debería comenzar desde que encontramos Sapiens-Sapiens, nuestro origen como sociedad se hunde en la historia de la Naturaleza. La ciencia moderna demostró que no sólo la sociedad tiene historia sino que la naturaleza también la tiene: el universo, el sistema solar, la Tierra, las especies biológicas. Y la historia de nuestra especie se hunde en la historia de la naturaleza, porque surgió de ella. Esta es una visión científica muy moderna en la historia. 8

Anteriormente que el origen del hombre había sido la creación divina, por una Idea, sin relación con el reino animal. Por el contrario, la historia de la especie abarcó un período muy prolongado, verificado científicamente, por el cual del mundo natural surge el hombre como

una

especie

biológicamente

determinada.

Este

proceso

de

transformación, desde nuestros primeros ancestros primates en las diversas variedades de homo hasta llegar al homo sapiens sapiens se conoce como hominización. Fue un largo proceso de evolución biológica de mutaciones y adaptaciones, que fueron constituyendo biológicamente a la especie. En un determinado momento, ese propio ambiente va condicionando esas mutaciones: la visión frontal, estereoscópica, la reducción de la mandíbula y la ampliación de la caja craneana, y la posición erecta que liberó las manos vinculado a una complejidad cerebral impresionante que aún hoy no conocemos en su totalidad. Pero quizá el rasgo más propio y más notorio de la especie humana es su inmadurez en el momento del nacimiento y el prolongadísimo período, varios años, hasta que el cachorro humano puede valerse por sí mismo. El cachorro de hombre nace inmaduro para la vida y por lo tanto requiere genéticamente de la sociedad humana para construirse como persona. No sólo su biología requiere del entorno social para alimentarse, abrigarse, etc. Sino que sólo en un medio social se construye su aparato psíquico. Sin la sociedad un bebé recién nacido no logra por sí solo devenir persona. En algún momento de esa historia, ese ambiente va a comenzar a ser drásticamente transformado por esta especie genéticamente social. Los antropólogos dataron en cuatro millones de años la antigüedad de Lucy, un esqueleto hallado en África: 4 millones. Dos millones de años tienen los homo hábilis, que ya pudieron ser estudiados con los útiles que fabricaban, 9

primero de forma oportunista: encontraban una piedra con forma apropiada y la terminaran para que sirviera de herramienta. Después de miles de años de esa talla oportunista, se producen saltos a piedras pulidas cada vez más delicadamente hasta llegar a las puntas de lanza magdalenienses en el 30.000 A.C, que son de una gran sofisticación. Este proceso evidencia ya un proceso en donde interviene la planificación de la acción que es propia del hombre. Este aprendizaje demandó millones de años; fue un largo proceso, por el cual nuestros antepasados salieron de África, (algunos dicen en una gran migración, otros dicen en dos oleadas), y los antecesores de homo convivieron en Europa con otros parientes que quedaron en el camino, como los Neardenthal, los erectus en Asia, etc.; hasta que aparece el sapiens sapiens. En el 50.000 A.C ya los encontramos en los distintos continentes, llegando a América por Alaska y probablemente también, en sucesivas oleadas, por diferentes lugares. Es la única especie que vive en todos los continentes y bajo todos los climas. El sapiens sapiens es especie cuyo ADN era ya el nuestro. Desde ese momento hubo diferentes cambios corporales, pero en lo esencial esta especie de hace 30.000 años es la especie nuestra en términos biológicos. Esto quiere decir que todos los cambios que ha habido a partir de entonces no son cambios determinados por la mutación azarosa de la biología, sino que surge una nueva dimensión, una nueva legalidad, algo que explica un nuevo tipo de movimiento, de desarrollo. Los biólogos dialécticos resaltan que en realidad entre especies y ambientes siempre hay una relación dialéctica e interacción en un todo único. El aspecto principal es que el ambiente predomina sobre la especie, y la forma de vínculo de la especie sobre el ambiente es que la especie se adapta al ambiente. Las especies transforman su ambiente pero ciegamente, y esto es un resultado de su adaptación. Hasta que estos mismos cambios produjeron una especie cuya 10

forma de adaptarse al ambiente es, progresivamente, adaptar el ambiente a ella misma. Para bien y para mal esta especie fue de la caverna a la Internet, de la caza del bisonte a los cultivos y las fábricas, de las tiendas de pieles a las grandes ciudades, a la irrigación y el control de las inundaciones o las catástrofes ecológicas y las manchas de petróleo en el océano. Esto nos lleva a la aparición de una nueva forma de actividad, generada por la configuración biológica (pulgar, corteza, posición erecta y en particular genéticamente social). Esta nueva forma de actividad radica en producir sus medios de vida y al hacerlo, produce su propia vida material. ¿Qué quiere decir que produce su propia vida material? Que se producen como especie, como hombres. No sólo en el sentido de la reproducción, sino que viven, a través de un tipo de acto, de práctica que implica algo nuevo, no determinado ya solo por la naturaleza, sino por los procesos de aprendizaje y creación. Cuando los arqueólogos comienzan a encontrar artefactos construidos con objetivos específicos, o cuando encontramos talleres de producción de artefactos distantes del lugar de uso de los mismos este cambio se hace evidente. Cuando se encuentra el taller para hacer puntas de flecha distante al lugar donde se casan los bisontes, entonces la relación con el bisonte está mediada por una actividad que es la producción de esos medios de vida, que podemos graficar en esos instrumentos. Y lo mismo pasa con la caza, con la pesca, con la recolección. Efectivamente estas primeras tareas como la caza, la pesca o la recolección de vegetales no es en sí misma “producción” ya que no habría una transformación voluntaria de la naturaleza para realizar los bienes que consume como alimento, por ejemplo. Sin embargo ya hay producción: hay producción de los instrumentos para mejorar la recolección (anzuelos, hoces,

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cestos) y también ropas y otros instrumentos necesarios para la vida, no sólo material sino también la vida espiritual. Corporalidad y mediación, corporalidad y pensamiento en la acción son los dos aspectos que para Marx diferencian la práctica productiva humana de lo que hacen los animales. En el capítulo V de El Capital, Marx distingue el significado del concepto de Trabajo: transformación de la naturaleza para obtener los medios de vida y hacerla servir para sus fines. Marx se pregunta: “¿qué es lo que diferencia a la más perfecta de la abejas del más torpe de los albañiles? La abeja construye su panal por instinto, como el castor la represa, y hace algo perfectísimo. Pero aún el más torpe de los albañiles tiene prefigurado en la cabeza la tarea que va a realizar. Es decir que hay un correlato entre acción y representación, donde las acciones generan representaciones y las representaciones guían las acciones, transformándose una y otra por la práctica y la reflexión. Y esta es la acción básica que hace posible nuestra vida: el trabajo, la acción inicial de toda historia. En los primeros tiempos del hombre y también ahora. El género humano necesita satisfacer sus necesidades que son complejas y para eso produce sus medios de vida que son a la vez materiales y mentales. Por lo tanto esta especie se vincula con la naturaleza de la que es parte transformándola con su trabajo conciente y al transformarla se va transformando a si misma: produce su propia vida, ¿en qué sentido? En el sentido de que no sólo satisface su necesidad de comer sino que además se organiza con otros para cazar, y además desarrolla ese pensamiento que guía la caza a partir de sus experiencias y de sus supuestos, e incluso lo puede expresar como símbolo, con una expresión gráfica en la piedra, por ejemplo, un dibujo en la pared de la cueva por razones de planeamiento, por necesidades colectivas y afectivas o emocionales para ir a cazar. Porque esta 12

es otra característica de esta especie, se mueve a partir de necesidades que siempre aparecen como emociones. Las emociones son estructuras que vinculan lo biológico, lo individual de la persona con lo social, en el sentido de que sintetizan un estado de esa persona, pero al mismo tiempo lo registran y lo expresan y transmiten. Y esta emoción, que está solamente presente en el género humano, y que garantiza su inserción social, se va separando de la naturaleza, es decir, pasa a ser una parte cada vez más diferenciada del mundo natural y a vincularse con ella a partir de transformarla con la acción social. Lo que vincula a la sociedad de los hombres con la naturaleza, esa forma de adaptar la naturaleza a las necesidades de los grupos humanos es lo que llamaremos el desarrollo de las Fuerzas Productivas. Las fuerzas productivas son la forma en que se relaciona la sociedad con la naturaleza para transformarla, los instrumentos que utiliza (desde la flecha, la obra hidráulica o las computadoras) pero también se refiere a las capacidades humanas de crear esos instrumentos y de utilizarlos. Instrumentos y capacidades humanas, todavía muy abstractamente, son el contenido de lo que llamamos Fuerzas Productivas de la sociedad. También la cantidad de hombres, de brazos, la organización en el trabajo y en el conocimiento, un conjunto de elementos que se van haciendo cada vez más complejos a lo largo de la historia. Los hombres, las sociedades son las principales fuerzas productivas, su fuerza creadora y creativa, transformadora, constructora y por lo tanto, a su vez destructora. Hay autores que reducen las fuerzas productivas a los instrumentos, separados de los hombres, como si construcciones y herramientas se hubieran creado y manejado solos. Algunos autores analizan solo las técnicas e incluso algún aspecto de la técnica para hablar de las fuerzas productivas sin ver el papel de los hombres y sus capacidades. Un 13

ejemplo de esto son las importantes escuelas historiográficas que plantean que la Conquista de América trajo el “progreso” al continente porque trajo los instrumentos que tenía en ese momento Europa, sin reparar que la Conquista destruyó la principal fuerza productiva americana: a la mayor parte de su población y también, mediante su política represiva, su fuerza creadora y también miles años de aprendizaje, transformación y adaptación, a la vez que saquearon y también destruyeron los tesoros de su cultura. ¿Cómo daría esta cuenta entre lo que trajeron, lo que se llevaron y lo que destruyeron? Cada época vio el aspecto del hombre que precisaba: Benjamín Franklin, el ideólogo de la revolución norteamericana e inventor del pararrayos dijo “el hombre es homo faber”, fabrica instrumentos. Y destacó el rol de los instrumentos, condicionado por la ideología de su clase, la burguesía revolucionaria, que necesitaba revolucionar la técnica para desarrollar las Fuerzas Productivas para acumular más ganancias. Marx también destaca el papel del desarrollo de las Fuerzas Productivas en la historia pero no lo reduce a las técnicas sino que incluye

las capacidades humanas de crearlas y

aplicarlas, porque pone por delante el papel de los trabajadores en el ejercicio y la creación de esas técnicas. Las relaciones sociales de las que hablábamos antes y las fuerzas productivas de esa sociedad son dos caras de una misma moneda: los grupos humanos se organizan en función de las necesidades y tareas que se propongan y esas tareas y necesidades y hasta la misma organización están en relación con la naturaleza y con los instrumentos que esa sociedad tiene y va a desarrollar para lograr sus objetivos. Relaciones sociales de producción y fuerzas productivas son entonces una unidad de dos polos, una relación contradictoria que se resuelve a través del desarrollo de las Fuerzas Productivas por una parte y de la sociedad por la otra. 14

Esta unidad de contrarios, esta relación inseparable y a la vez conflictiva es lo que Marx denominó Modo de Producción. Lo que Marx descubre analizando la Historia es que en los aspectos más básicos de las sociedades las configuraciones sociales y productivas son comparables en diferentes pueblos y en diferentes tiempos. A esos aspectos sociales y productivos que son iguales en pueblos muy diferentes lo denominó Modo de Producción. En los orígenes de la humanidad la manera de organizarse y también de producir era la horda. Y en el principio no era la competencia, “el hombre lobo del hombre”, sino que en el principio fue la cooperación. No hubiese sobrevivido ningún hombre o mujer, sino en el seno de una totalidad mayor, con principios organizativos muy sencillos y básicos, pero a la vez muy exactos y afinados, porque no había otra manera de garantizar el sustento y la supervivencia si no era con una organización estrecha y una gran destreza en el manejo de los pocos instrumentos que tenían. Esas primeras organizaciones tenían una base de consanguineidas por razones obvias, y una estructura de parentesco que los enlazaba a la vez biológica, pero también políticamente. Y con esas relaciones, (que forman un todo único, de interacción, con el de las relaciones de los hombres con la naturaleza) en ese proceso que es un proceso único, surge un nuevo instrumento: el lenguaje. Ya no eran gritos expresivos o de alerta como los otros animales, sino que se genera al mismo tiempo una actividad y su instrumento: la comunicación y el lenguaje verbal, como una forma superior de relación, que no sólo transmite sensaciones, como los gestos y los sonidos, sino que puede transmitir ideas, pensamientos; y no solo transmitir sino que el lenguaje verbal tiene la facultad de ”hacer”: ordenar, insultar, elogiar, es decir que al mismo tiempo comunica y hace.

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Pero además el lenguaje permite un salto en el pensamiento y sobre todo en las operaciones lógicas y en la acumulación de conocimiento, vinculado todo esto a la práctica No podía haber salto en las fuerzas productivas, en los instrumentos materiales y en el dominio de la naturaleza sin un lenguaje acorde a esas operaciones. La construcción de un lenguaje verbal fue parte de esa revolución social que conocemos como revolución neolítica, el pasaje a la recolección a la producción de bienes de consumo. La función comunicativa del lenguaje es parte de esa construcción de un mundo nuevo, en donde los hombres producen sus medios de vida, en el seno de relaciones sociales producidas por ellos mismos (aunque no de manera conciente) en sus interacciones y de un conjunto de ideas y representaciones que los cohesionan y regulan y que llamamos cultura. Se conforma un mundo cultural de representaciones, de prácticas, de artefactos en los que se plasman esas representaciones, surgidas de las diferentes prácticas y sostenidas y desarrolladas por la actividad de producir los medios de vida, por la necesidad de sobrevivir, con esta forma peculiar de relación con el ambiente de esta especie. Por eso decimos que esa producción de los medios de vida es al mismo tiempo la producción de los hombres mismos, como sociedad, como cultura, como historia, y que los sostiene, un acto específicamente humano, el trabajo, que es el origen, la condición de posibilidad, la base del conjunto de las prácticas sociales. Si bien podemos pensar que el primer impulso estuvo dado por las necesidades primarias, biológicamente determinadas, como comer, abrigarse, reproducirse, sobrevivir. El hecho de que la satisfacción de esas necesidades se realice a través de la creación de instrumentos, de lenguaje, de relaciones sociales, hace que esas viejas necesidades adquieran nuevos contenidos y al 16

mismo tiempo crea nuevas necesidades, de cada hombre y de todos los de la banda. Necesidades originadas en la actividad social, necesidades estéticas, cognoscitivas, necesidades de explicarse el mundo y también las propias emociones, el miedo, la angustia, etc. En La ideología alemana, dicen Marx y Engels que la creación de nuevas necesidades es el primer acto histórico, en el sentido de no determinado por la naturaleza sino por una segunda dimensión que no es la de las leyes naturales sino histórico-sociales. Una segunda naturaleza del hombre, una naturaleza sociocultural, que tiene que ver con esta actividad de esta especie con base en el trabajo, surgida de la necesidad de sobrevivir pero sobre las que se edifican todas las demás prácticas. Y las regularidades, mecanismos, causas que rigen a esa naturaleza sociocultural no son las de la biología; hay que descubrirlas: las relaciones sociales de los hombres con la naturaleza y entre sí que son el objeto de la ciencia de la historia. Así vemos que la conciencia, que para las teorías idealistas o religiosas sería lo fundamental que distinguiría a los animales -y efectivamente es un elemento que los distingue- pierde su privilegio absoluto porque no es la conciencia separada sino el ser conciente de los hombres concretos. Los hombres son seres concientes porque practican y en esa práctica, como el albañil pero no como la abeja, pueden representar en su cabeza y generar nuevas prácticas. En aquellas concepciones filosóficas, con ese privilegio de la conciencia, latía el desprecio al trabajo manual y eso persiste hasta hoy. En el origen no está la conciencia por un lado y el hacer el hacha o el bisonte por el otro; están unidos el trabajo y la conciencia. Desde ya, actualmente también, sólo que la división del trabajo manual e intelectual hace que un sector de la sociedad pueda concebir que pueda existir el espíritu y la

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conciencia separados de toda la base material que le da origen y la sostiene, porque hay un sector de la sociedad que esta divorciado del trabajo manual. Esa es una base real, una causa social material de la que surge la idea tan peregrina de que se puede enfocar la conciencia separada de esa práctica material. En las primeras sociedades de cooperación no había, ni podía haberlo, explotación del trabajo ajeno, ni poder estatal, en el sentido de que un grupo fuera alimentado por los demás, para que los gobernara y tuviera el monopolio de la fuerza, de las armas. Todos eran importantes en el grupo y cumplían con su trabajo; todos tenían sus instrumentos y todos se alimentaban y vestían. De ahí partimos.

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