Solos en el escenario

3 feb. 2007 - Solos en el escenario. Tendencia. En la década del 30, Jean Cocteau estrenó en la Comedia Francesa su sensible e imprecante monólogo La.
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Sábado 3 de febrero de 2007

Solos en el escenario

Un intérprete para muchos personajes es un gran desafío actoral que en estos momentos están asumiendo varios artistas En la década del 30, Jean Cocteau estrenó en la Comedia Francesa su sensible e imprecante monólogo La voz humana, que interpretaron primeras actrices en todo el mundo. La pieza mostraba a una mujer desgarrada y derrumbada por la pérdida del hombre amado. Pero era ella sola en escena. En esta capital teatral hubo una cantidad enorme de trabajos inolvidables como la Emily, que hizo China Zorrilla, o Antes del desayuno, con Lía Jelín, entre las obras para una sola persona que se representaron en esta capital teatral. Hoy, la mayor parte de los unipersonales que invadieron Buenos Aires tienen la particularidad de que quienes los hacen no componen un solo personaje, sino que hacen varios que, a su vez, interactúan entre sí, técnica difícil que puede llevar a la consagración del artista o al papelón estrepitoso. En el circuito teatral comercial actualmente están en cartel Yo soy mi propia mujer, de Doug Wright, con Julio Chávez, dirigido por Agustín Alezzo; Oscar y la dama de rosa, de Eric-Emmanuel Schmitt, con Thelma Biral, dirigida por Oscar Barney Finn, y Mi brillante divorcio, con Ana Acosta, de Geraldine Aron, dirigida por Carlos Evaristo. Mientras tanto, con cinco temporadas en cartel, Linda Peretz sigue haciendo No seré feliz pero tengo marido, ahora en Mar del Plata. En el circuito alternativo hay más: Mónica Cabrera se presenta con El sistema de la víctima, en el Recoleta; Mauricio Dayub está al frente de Cuatro jinetes apocalípticos, de José Pablo Feinmann, dirigido por Luis Romero; Liliana Pécora hace por tercer año Mujeres de 50, sobre textos de Daniela Di Segni e Hilda Levy; Marta Paccamici, representa a distintas novias en Réquiem nupcial (buscando a Cacho); Ana María Cores hace Cuarenta y tantas, y Luz Kerz, Querida Claire, ambas de Alejandra Donnes y dirigidas por Javier Pironi. El hecho de que un solo actor o actriz represente varios personajes no es un artilugio de producción para abaratar costos. Todas estas obras mencionadas fueron escritas deliberadamente para un solo intérprete y requieren una preparación sólida y exhaustiva para sobrellevarlos. Pero uno, como espectador, en algunos casos, no deja de plantearse por qué no fueron representadas por más actores. “También me planteo eso como director. Pero estas obras pueden ser realizadas sólo por figuras muy carismáticas como Leonor Manso, Thelma Biral o China Zorrilla, por ejemplo –comenta Oscar Barney Finn–. En el

caso de Oscar y la dama de rosa no me planteé eso porque la propuesta del autor era hacerla con una sola actriz”. En la mencionada obra hay dos personajes principales y varios periféricos, algo similar a lo que ocurre con Yo soy mi propia mujer y Mi brillante divorcio. “Trabajamos la elaboración de cómo creíamos que debían ser los dos personajes centrales: Mamá Rosa y Oscar, y cómo ir estableciendo las diferencias. Pero no sólo entre ellos sino con los demás personajes del hospital o los padres del niño. Lo primero que tuvimos en cuenta fue plantear desde dónde se contaba. La obra es muy esperanzadora y tiene humor. En eso nos basamos, para no entrar en lo melodramático. Todo es un relato, cumpliendo los distintos personajes que hace Mama Rosa. En el transcurso, queríamos hacer la diferenciación no sólo en la composición sino también en la puesta, que es muy trabajada y marcada, para poder ayudar a la visualización de esta situación y de todos los personajes que la componen”, describe Barney Finn. En Yo soy mi propia mujer también hay dos personajes centrales: el travesti alemán Charlotte y el mismo autor de la pieza, con muchos otros personajes que son abordados en forma natural, unificados en el relato más que en la composición. “Esto es una especie de documental. Nada de lo que se cuenta en la obra es ficción. El autor cuenta su experiencia y nosotros asistimos a ella. La intención era que Julio se hiciera cargo del Autor, de Charlotte, y de Alfred, el que se particulariza más de todos los personajes secundarios. Los demás aparecen como cuando uno cuenta un episodio que tuvo con otra persona. De pronto, se imposta el tono de voz, pero sin intentar actuarlo. Esa fue la intención y es lo que está puesto, con la idea de que el relato fluya y de no poner el acento en hacer muchos personajes. De este modo, la obra podría perderse en esa multitud de actuaciones y también el sentido del asunto”, explica Agustín Alezzo.

Actores intrépidos “Este tipo de unipersonales me parecen un gran desafío para los actores, porque están solos en el escenario y deben captar a lo largo de toda la obra la atención del público. Además, tienen que transitar los diferentes estados anímicos que el texto requiere y poder desdoblarse en otros personajes. En lo personal, me producen una enorme admiración las transiciones que hacen, la ductilidad que deben tener para que, como espectadora, pueda ver a distintas criaturas sobre el

Yo y otros más Arriba, Julio Chávez, y a la derecha, Ana María Cores, Liliana Pécora, Ana Acosta y Thelma Biral; todos encarnan con su interpretación a varios personajes

escenario y poder llevar adelante una historia sobre sus hombros. Es sólo para grandes intérpretes”, asegura la dramaturga Alejandra Donnes, que escribió Cuarenta y tantas exclusivamente para que Ana María Cores hiciera una decena de personajes, y Querida Claire, en la que Luz Kerz interpreta a una mujer y su esposo. Hace más de diez años, Ana Acosta le demostraba al público y al medio que todos esos personajes que hacía en la televisión era capaz de hacerlos en un solo espectáculo. Pero no hizo un show a lo Favio Posca, sino que se sometió a Cómo rellenar un bikini salvaje, una obra de texto complicada del brasileño Miguel Falabella, dirigida por Víctor García Peralta, quien le enseñó una técnica que le permitía poder saltar de un personaje a otro, a través de un texto que tenía una continuidad brillante. “Eran 11 personajes en total, y ahora hago 18. Es como una posta de movimientos. Uno de los personajes comienza un movimiento, pero lo desarrolla el otro. La fluidez no es correr de una punta a la otra. Cambiás tonos de voz, la forma de pararte y algunos gestos”, explica Ana Acosta. Agustín Alezzo contó que el trabajo con Julio Chávez les llevó un

año y medio. Desde el momento en que recibieron la pieza, empezaron a estudiarla, a informarse sobre el personaje y juntarse hasta el momento de los ensayos. “La propuesta de Agustín fue tirar el talento al asador. Eso me entusiasmó –recuerda la productora Cipe Fridman–. Julio trabajó durante cuatro meses con una coach y se reunió mucho tiempo con una mujer alemana del Instituto Goethe, para estudiar la forma de hablar, el acento. Cuando comenzó los ensayos, en octubre, llegó con la letra sabida, los zapatos, la peluca, un collar y el vestuario. Es obsesivo.”

Por su parte, Thelma Biral también le dedicó muchos meses al texto. “Hice un trabajo corporal y de voz interesantes. Es una cuestión de actitud. Porque el niño que hago tiene 10 años. Había que tener mucho cuidado de no hacer un nene que hinchara la paciencia. Traté de llevarlo más por el tema del corazón pensante. Es un niño valeroso, inteligente, con miedos y esperanzas... pero es un niño. El autor lo define como «una antorcha de luz». La dama rosa era maravillosa y había que diferenciarlos muy bien corporalmente. Costó armarlos, pero ahí están y a la gente le gusta. Y a mí me encanta ponerme en la zona del juglar, esos que bailaban, lloraban y reían al mismo tiempo. Hay que poner todas las técnicas en práctica, y eso lo otorgan los muchos años de estudio.” ¿Por qué negarlo? Los unipersonales también son mucho más baratos que cualquier otra obra, con más actores. Pero en el caso de los tres que están en la avenida Corrientes son de autores extranjeros y el costo de los derechos se lleva mucho dinero. “En este caso, no hacemos una producción barata. Es cara, te diría. Por los derechos y esa escenografía que parece que no existe, pero tiene un telón de tul negro mandado hacer especialmente en Italia”, aclara Cipe Fridman con respecto a Yo soy mi propia mujer. Entretanto, Thelma Biral también asegura que no siempre un unipersonal es barato: “El costo de esta producción es alto porque había que rodear este texto de creativos interesantes e importantes, en dirección, vestuario, escenografía y luces. Además, de una buena publicidad”. Para este año, se espera el retorno de 4.48 Psicosis, el unipersonal de Leonor Manso, en marzo, y otro de Marilú Marini, tal vez en el Maipo.

Pablo Gorlero

Propuestas que circulan Mi brillante divorcio. Con Ana Acosta. En el Astral, miércoles y domingos, a las 21; jueves, viernes y sábados, a las 22. Oscar y la dama rosa. Con Thelma Biral. En Multiteatro, de miércoles a viernes, a las 21; sábados, a las 20 y 22; y domingos, a las 20.30. Yo soy mi propia mujer. Con Julio Chávez. En Multiteatro, de miércoles a sábados, a las 21.30 y 23.30; domingos, a las 21. Cuatro jinetes apocalípticos. Con Mauricio Dayub. En Multiteatro, viernes y sábados, a las 23.

Réquiem nupcial (buscando a Cacho).Con Marta Paccamici, en el Teatro del Abasto, domingos, a las 20.30.

La reina del hogar. Con Alejandra Lang, en el Espacio Colette, sábados, a las 21. Querida Claire. Con Luz Kerz. En El Piccolino, sábados, a las 22.45. Mujeres de 50. Con Liliana Pécora. En el Club Italiano, sábados, a las 21.30, y domingos, a las 21. Escaparate. Con Carlos Belloso. En Gargantúa, viernes y sábados, a las 22. El sistema de la víctima. Con Mónica Cabrera. En el C. C. Recoleta, viernes, sábados y domingos, a las 21.15.