Sentimiento chamamecero

17 ene. 2014 - y telas colgantes para dibujar bajo la luna y las estrellas nuevas cons- telaciones que, al decir de Silva, “in- sinúan el tono del sainete, recrean.
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| Viernes 17 de enero de 2014

Sentimiento chamamecero

festival. La Fiesta Nacional del Chamamé, que terminará este domingo,

es el centro de la festividad y de la nostalgia que encierra su sonido

Gabriel Plaza LA NACION

Los acróbatas de la compañía Vaivén

Platea infantil Juan Garff

Expresiones circenses

E

l circo sale de la carpa. Los trapecios se confunden con los cables del tendido eléctrico. Entre las sombras cobran vida los acróbatas. Lentamente cobran altura, suena el ritmo del tango y comienza la danza aérea. La esquina de Juan de Garay y Combate de los Pozos, en la que se levanta la carpa de Polo Circo, se presta para el ambiente arrabalero que propone Noctura, el show circense de la compañía Vaivén, dirigida por Gustavo “Mono” Silva. Doce acróbatas se lanzan sobre trapecios, aros y telas colgantes para dibujar bajo la luna y las estrellas nuevas constelaciones que, al decir de Silva, “insinúan el tono del sainete, recrean el espacio porteño más allá del paso del tiempo” (jueves a domingos a las 21, $ 60, jueves $ 30). Previamente, en la carpa de Polo Circo, se presenta el cuarteto de dis-

ciplinas circenses que juegan con el movimiento en el aire: acrobacia, altura, equilibrio y malabares son los ejes temáticos de Circo x 4 (viernes a domingos a las 18.30, entrada libre). Y en febrero llega la magia. El campeón mundial de manipulación Yo Kato, de Japón, y prestidigitadores de Argentina, Estados Unidos, España, México, Corea y Venezuela presentarán sus mejores trucos en dos galas únicas el 15 y 16 de febrero, con entrada libre. El verano prolonga de este modo la temporada circense que tiene, como todos los años, su momento más intenso con el Festival Internacional Polo Circo, cuya sexta edición se desarrollará del 15 al 24 de mayo, cuando el espíritu de la carpa se esparza desde el descampado en Parque Patricios hacia gran parte de la ciudad.ß

piedra libre Cine en el parque

Música en la plaza

En el arranque del Baficito estival se proyectan las películas Mi villano favorito 2 (hoy) y Los Muppets (mañana). En el Parque Centenario, Av. Ángel Gallardo y Marechal, viernes y sábados a las 20.30. Entrada libre.

En el ciclo organizado por el Momusi en Vicente López, se presenta el grupo El Resorte con temas de su CD Barcos en la niebla. En la Plaza José Ingenieros, José Ingenieros y Sastre, V. Adelina, el domingo a las 19. Entrada libre.

Martín tiene en el brazo un tatuaje tumbero con el símbolo de Attaque 77 y abajo, como rúbrica, el dibujo de una mujer desnuda y voluptuosa al estilo chica Divito. Canta el chamamé con el sentimiento de un veterano como Atilio Puchot, un legendario cantor de los sesenta, integrante del histórico conjunto Cuarteto Santa Ana, que marcó un estilo y que muchos jóvenes chamameceros veneran como si fuera Jim Morrison, porque murió joven, como un leyenda rockera, a los 39 años. “Dicen que era muy desprolijo y que murió de sífilis”. Martín estaba seducido por la vida marginal y periférica de los piringundines de cumbia, donde tocaba todas las noches. Pero reconvirtió su vida al chamamé y formó un grupo llamado Paraná Canto, que el otro día subió al Anfiteatro Tránsito Cocomarola, como toda una camada de músicos jóvenes de la región con los que toca, como el acordeonista César Frette y la cantante Gicela Méndez Ribeiro, que buscan revitalizar el movimiento. A Martín le gusta hablar en guaraní –correntinidad al palo– y tiene un rostro parecido al “Chino” González, el cantante de Nueva Luna, el popular grupo de cumbia romántica, que para la Fiesta del Chamamé también decidió reconvertirse a la religión chamamecera. Dejaron la cumbia de lado y ofrecieron un concierto litoraleño junto a referentes locales como Jesús Simón Palacios y el “Bocha” Sheridan, con el fervoroso marco de un Tránsito Cocomarola con quince mil personas extasiadas por el chamamé. Cosas que sólo logra esta música. Algo pasa en este mes. Los chicos que durante el año se avergüenzan del género que fue la banda de sonido de sus abuelos, se convierten a la religión chamamecera y se olvidan de sus ídolos pop por doce noches. “Es raro lo que pasa, porque mucha de la gente que está acá te aseguro que no le interesa el chamamé, pero

Baile y tradición conviven con propuestas contemporáneas

El chamamé, el foco de la puesta lo bueno es que vengan y empiecen a contagiarse”, dice Ángel Montes, del grupo Nendivei, que recibió ese contagio de la música y decidió armar un grupo en 2000. “Por ahí, ves pibas que van a los boliches y nos les gusta nuestra música, pero en la fiesta del chamamé tenés que estar. Es como un evento social”, apunta su compañero, el acordeonista Francisco Azcué, mientras mira cómo un grupo de adolescentes llama a sus amigos para decirles: “Vénganse que acá esta lleno de gente”; o viralizan el efecto contagio del chamamé, subiendo fotos instantáneas de todo lo que sucede a las redes sociales, bajo la etiqueta #fiestachamame24. Más allá del contexto desfavorable del chamamé durante el resto del año, la baja en el centimetraje que ocupa en los medios o los pocos espacios para la música en vivo en la capital correntina, algo subterráneo que late en el ADN de todo correntino parece activarse en este momento. Sólo hace falta

Fotos zulma ruiz cuevas

Los chicos participan de la fiesta una canción como “Tu pañuelo” de Salvador Miqueri y Avelino Flores, para disparar en esa “piba bolichera” un sentimiento inesperado. Entonces, sin saber por qué, quizá porque lo escuchaban sus padres en la radio del pueblo, en una fiesta familiar o en una ronda de amigos, se pone a cantar emocionada los dulces versos de Miqueri, como si estuviera fraseando el último éxito de Beyoncé: “Recordando cosas pasadas /encontré guardado un pañuelo/compañero del desconsuelo,/ de lágrimas derramadas”. Por estos días, el chamamé reconvierte la vida de la gente de la capital correntina. Es la banda de sonido en las calles a toda hora, peleándole terreno a la cumbia omnipresente. Y esa efervescencia tiene que ver con aquellos correntinos migrantes que, también, vuelven para estar y participar del festival. Muchos de ellos son músicos, que regresan para reencontrarse con su identidad, su familia y sus amigos, como Richard Scófano, un brillante

bandoneonista que reside en Chicago y que está formando un grupo de gringos y europeos, que quiere que aprendan el chamamé, como un antídoto contra la nostalgia. Otro de los que están de vuelta es Rudi Flores, guitarrista del notable dúo chamamecero que exportó el género a París, donde residieron durante dos décadas. “Esta es una época que estamos esperando todo el año. El chamamé es motivo de reencuentro y de pasión. Este festival es nuestro orgullo”, dice Rudi Flores, antes de ofrecer uno de esos conciertos memorables en el templo chamamecero. Su hermano, el acordoeonista Nini Flores, es otro de los que reconvirtió su vida por el chamamé. Hace cuatro años decidió dejar su cómoda vida en la Ciudad Luz para ver los atardeceres del Paraná hasta el fin de sus días. Dicen que el chamamé tiene payé y que nadie puede escapar a su embrujo. Una vez que pisas su tierra, escuchas su música, no te podés separar más de ella.ß