SEMINARIO INTERNACIONAL SALVADOR ALLENDE 07 de

7 sept. 2013 - Hay coincidencias misteriosas en la historia para las que la ciencia no ... En septiembre, el Chile en el que yo nací, elegía a sus Presidentes.
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SEMINARIO INTERNACIONAL SALVADOR ALLENDE 07 de septiembre de 2013 Amigas y amigos, Hay coincidencias misteriosas en la historia para las que la ciencia no ha encontrado respuestas. La persistencia de ciertas fechas es una de ellas. Es difícil comprender por qué muchas de las memorias trascendentales para Chile se pueden agrupar en la misma página de un calendario. Es lo que pasa con septiembre. El corazón de Chile pareciera caber en este mes. Fue cuando, según dicen los cronistas, las divisiones entre indígenas y españoles terminaron en la destrucción de Santiago. Era el 11 de septiembre de 1541. Casi tres siglos más tarde, en esta misma ciudad reconstruida, en un Cabildo abierto, Chile se daba su primera junta de Gobierno. Y era septiembre. En septiembre, el Chile en el que yo nací, elegía a sus Presidentes. En septiembre, Salvador Allende fue elegido Presidente democráticamente. Y en septiembre, hace 40 años, el término de su vida marcó también el inicio de un tiempo de violencia, de abusos y de miedo que todavía nos duele como país. Hoy cuatro décadas más tarde, también en septiembre, estamos reunidos aquí porque sabemos que Allende y su pensamiento siguen presentes. Y cuando digo presente, no quiero decir solamente que permanece en nuestro recuerdo. Quiero decir que hoy, el contenido social y humano que florece en nuevos proyectos se nutre de la acción de quien buscó convertir en realidad los sueños de un pueblo. Un Presidente que eligió siempre y sin condiciones el camino de la democracia como el único posible para construir una sociedad mejor, y la Constitución como marco jurídico de la transformación social. Un Presidente que buscó integrar y articular miradas políticas diferentes en un mismo proyecto y que estimaba que "el respeto a los demás, la tolerancia hacia el otro, es uno de los bienes culturales más significativos con que contamos". Un Presidente que supo entender las grandes urgencias de las chilenas y chilenos y que esperaba que nuestro país, a partir de sus tradiciones, creara los mecanismos para hacerse cargo de ellas. Y que no pretendía ser líder indiscutido de esa conquista, sino encabezar un proceso de cambios sucesivos para el bienestar de Chile.

Un Presidente que puso en el centro de su acción política al ser humano, para acercar el horizonte de justicia social y ponerlo al alcance de las grandes mayorías postergadas. Un Presidente que soñaba con una patria construida entre todos y todas, en beneficio de cada uno de sus habitantes. O como él decía: “que asegure a cada familia, a cada hombre, a cada mujer, a cada joven y a cada niño: derechos, seguridades, libertades y esperanzas.” Allende, el humanista. Allende, el médico que abrazó la salud pública. Allende, el luchador social. Allende, el demócrata. Dimensiones todas de un mismo Allende, tal cual fue y tal como el Chile actual lo revive. Pero sabemos que los procesos sociales no los conducen sólo los liderazgos personales, a pesar de toda su estatura y de su potencia. Y esto, paradójicamente, le da la razón a Allende nuevamente: porque la historia es nuestra, y la hacen los pueblos. En esta nueva primavera en que la patria nos convoca al recogimiento y también a la alegría de nuestra libertad y nuestra independencia, Chile puede y debe ser una nación que aprende. Porque los proyectos de justicia social, de mayor equidad, de mejor salud pública, de educación gratuita para todos, son semillas que nunca, en todos estos años, dejaron de estar latentes. Eran estos anhelos los que abrazaba nuestro país hace 40 años. Una vida plena al alcance de todos. Una vida de dignidad que no margine a nadie. Una vida con oportunidades que no dependan de la riqueza o la pobreza. Una patria en la que todos: estudiantes, trabajadores, mujeres, niños, empresarios, artistas, campesinos, tengamos un lugar y, como diría Émile Zola, tengamos derecho a vivir en voz alta. Eso se atrevió a soñar Chile. Y eso estamos soñando hoy, de nuevo. Pero este tiempo no ha sido en vano. Hay lecciones, a veces tremendamente duras, para un país que madura y crece. Hoy no vamos a cometer los mismos errores como nación. Hoy no vamos a desunirnos. Hoy no hay un partido ni una facción que pueda ir por sobre las otras o a pesar de las otras. Hoy, a pesar de nuestras legítimas diferencias, reconocemos un proyecto común, amplio e integrador cuando decimos Nueva Mayoría.

Hoy tenemos dos responsabilidades. La primera es la lealtad con nuestra verdad y nuestra memoria. Chile es un país que no tiene miedo de contemplarse sinceramente. La amnesia y la negación no curan las heridas. Un país que niega su pasado y que barre bajo la alfombra su propia historia, es un país que se arriesga a tropezar una y otra vez con sus mismos errores. Y hoy estamos mirando nuestro pasado de frente, no como un acto de nostalgia sin sentido, sino que con sentido de futuro y de presente. Porque esa es nuestra segunda responsabilidad: lo que podemos construir a partir de este momento y para siempre. Cuarenta años después, Chile anhela y los sueños vuelven a latir con fuerza. Marchan los estudiantes por la educación. Hablan las comunidades en Freirina, en Calama, en Magallanes, en nombre de su desarrollo y su gente. Cuarenta años después, reconocemos ese mismo impulso histórico, una fuerza que pone el sueño de una mayor igualdad en el centro del proyecto que tenemos como sociedad. Porque ese sueño guía hoy el camino de millones de chilenas y chilenos. Es un sueño más vivo que nunca, pero en otras condiciones. Hoy sabemos que cuando decimos “todos”, nos referimos mucho más que sólo a “nosotros”. Hoy sabemos que las instituciones debemos cuidarlas juntos. Hoy sabemos que un adversario no puede ni debe ser jamás un enemigo. Hoy sabemos que la vida y la libertad de todos es infinitamente más valiosa que cualquier posición política. Hoy sabemos que los liderazgos verdaderos no son otros que los capaces de dar cauce a la demanda de un país que sabe claramente lo que quiere. Hoy que Chile está al inicio de un nuevo ciclo social y político, sabemos que lo responsable es hacer las transformaciones que la ciudadanía demanda. Sabemos que nuestra primera tarea es posibilitar un orden más justo, corriendo los cercos de la desigualdad, pero entre todos, sin intolerancias y sin atajos.

En palabras de Allende: “sin premuras, pero sin claudicaciones, caminamos a edificar una auténtica sociedad” donde “el pueblo tenga derecho al trabajo, a la educación, a la cultura, a la salud, al descanso y a la recreación; una nueva sociedad, donde el pueblo organizado sea el gran ejecutor de este proceso”. Amigas y amigos, El hilo de nuestra memoria colectiva siempre se estremece con el viento de septiembre. Pero es ese mismo viento el que hace que las voces de quienes apostamos por una sociedad más justa se oigan cada vez más fuerte. Son voces distintas que hoy tienen un mismo sentido. Son la diversidad que se trenza en una nueva mayoría. El primer deber con nuestra historia y con los que en su nombre han dejado la vida, es dar curso a los sueños y esperanzas que representaron. Esa esperanza es la semilla de una patria común, libre, justa, solidaria y digna. Es la semilla del Chile de Todos que una vez más, en esta primavera de septiembre, brota llena de vida. Muchas gracias.