Reflexiones de un hijo Contribución No me dé todo lo que pida. A veces yo solo pido para ver hasta cuánto puedo obtener. No me dé siempre órdenes. Si en vez de órdenes me pidiera las cosas “por favor,” yo las haría rápido y con gusto. Cumpla las promesas buenas o malas. Si me promete un premio, démelo, pero también cumpla si me promete un castigo. No me compare con nadie, especialmente con mis hermanos. Si usted me hace sentir peor que los demás, entonces seré yo quien sufra. No me grite. Le respeto menos cuando lo hace y así me enseña a gritar también, y yo no quiero hacerlo. Déjeme valerme por mi mismo. Si usted hace todo por mi, yo nunca aprenderé. No diga mentiras delante de mí, ni me pida que las diga para usted, aunque sea para sacarle de un apuro. Al decir mentiras me hace sentir muy mal y perder la fe en lo que usted dice. También me enseña a decir mentiras. Cuando yo haga algo malo no me exija que le diga el “¿por qué?” Lo que hice, a veces ni yo mismo lo entiendo ni sé porqué lo hice. Cuando usted esté equivocado, reconózcalo y la admiración que tengo para usted crecerá. También esto me enseñará a admitir mis equivocaciones. Tráteme con la misma amabilidad y cordialidad con que trata a sus amigos, ya que ser de la familia no quiere decir que no podemos ser amigos. No me diga que haga una cosa mientras usted no lo hace. Yo aprenderé de usted y haré siempre lo que usted haga. Enséñeme a conocer el amor a Dios y a su Hijo Jesucristo, pero de nada vale si usted no lo conoce ni lo ama.

Cuando le cuento un problema mío no me diga “no tengo tiempo para tus boberías,” “eso no tiene importancia.” Para mi tiene importancia y necesito que trate de comprenderme y ayudarme. Dígame que me quiere y que me ama, porque me gusta oírlo. Aunque usted no lo crea, me gusta que me lo diga.

ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.