Rarezas en una sala de espera

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Espectáculos

Página 8/Sección 4/LA NACION

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Domingo 23 de septiembre de 2007

Festival Internacional: hoy es la última jornada del encuentro

Rarezas en una sala de espera Buena

✩✩✩ Big in Bombay. Compañía Constanza Macras/ Dorky Park. Coreografía y dirección: Constanza Macras. Intérpretes: Zaida Ballesteros, Knut Berger, Nir DeVolff, Daniel Drabek, Fernanda Farah De Souza, Jared Gradinger, Margret Sara Guojónsdóttir, Claus Erbskorn, Jill Emerson y Rahel Savoldelli. Músicos: Christian Buck, Sabine Bremer, Almut Lustig, Ulf Pankoke y Claus Erbskorn. Vestuario: Gilvan Coêlho de Oliveira. Música: Claus Erbskorn y Julian Klein. Iluminación: Jackie Shemesh. En el Teatro Alvear. Duración: 150 minutos.

Es como si a un grupo de gente que no se conoce entre sí, que se encuentra de casualidad en una sala de espera –que puede transformarse sucesivamente en todas las salas de esperas– lo atrapara una “energía bailarina” (término que emplea uno de los personajes) imposible de reprimir. Esa espera que los condena se les presenta como una excusa para liberar la imaginación, la libre expresión, la fuerza creadora, pero también la más férrea competencia por sobresalir (hay mucho chiste interno sobre el mundo teatral y musical) y hasta una suave –sólo en un principio– dosis de violencia que va adquiriendo forma y potencia con el correr de la narración hasta tomarlo y arrasarlo todo. Así, este Big in Bombay –que presentó anteanoche la argentina radicada en Alemania, Constanza Macras, en el Teatro Presidente Alvear en el marco del FIBA–, se instala como una expresión multigenérica que tiende a un caos festivo, a veces más caótico, a veces menos festivo. Con una estética de trabajo que remite directamente al estilo de Bollywood (industria cinematográfica de la India), la propuesta combina de una manera delirante y

El negocio donde transcurre Emily

FOTOS: FIBA

El que espera desespera

desfachatada el teatro, la danza, la música con una narrativa quebrada, aparentemente sin un hilo conductor (aunque lo tiene y se aleja bastante de cualquier idea de diversión que prevalece a primera vista). Aunque desde el mismo título se hace referencia a la India, y gran parte de la música y de la danza remita a la cultura y hasta a la religión hindú, lo que sucede sobre el escenario podría ocurrir en cualquier lugar. Quizás por eso, Macras ideó una cabina transparente como principal espacio escénico, un lugar sin una identidad particular que puede adquirir la que se necesite según la cabeza de quien la utilice (los acto-

res-bailarines-músicos) o de quien la observe (los espectadores).

Violencia En esta mezcla intercultural subyace esa violencia arrasadora a la que se hacía referencia que, de alguna manera, da un permiso tácito a que cada uno dé rienda suelta a su miedo, su locura, su pasión. Así, Big in Bombay tiene todas las caras que se quieran ver, ya que ofrece desde momentos de absoluto enloquecimiento, pasando por otros de tremenda ternura (la escena del bailarín sin brazos que trata de reconquistar a su chica y que canta una canción india a pleno desconsuelo es verdaderamente

Opuestos pero parecidos

preciosa), hasta llegar a aquellos en los que predomina una fuerte ironía: guiños políticos sobre realidades cercanas y conocidas, y otras más lejanas pero igualmente padecidas. De alguna manera todo ese caos, esa estética “sucia” que pone en juego Macras va ordenándose, pero no mucho: es fácil perderse o quedarse colgado con una imagen, una canción, un personaje. Por momentos ese desorden extremo gana la escena y la desmantela. De hecho, algo de eso parece pasar al final de la obra ya que el apagón deja cierta sensación de sorpresivo desasosiego en la platea.

Verónica Pagés

Agenda

Cuatro trabajos inspirados en textos de Peter Brook Dentro de la sección El Festival Produce, que el VI Festival Internacional de Buenos Aires programó en un extremo muy amplio del Centro de Exposiciones, se presentaron, con el título de Hay algo que me golpea, cuatro trabajos muy opuestos aunque se concretaron con la misma consigna. A cada creador invitado se le ofreció un pequeño texto de Peter Brook (con prólogo del libro Provocaciones) que debía servir de disparador de una experiencia escénica con una duración aproximada de 15 minutos. El ámbito por utilizar, totalmente despojado, está atravesado por columnas, por lo cual, sin duda, esto determinó ciertas cuestiones limitativas. En la primera jornada se vieron, en este orden, Niño de 7 años se rocía con nafta y amenaza prenderse fuego, con dirección de Julio Molina; La balada del soldado muerto y de lo maravilloso que es nacer en Europa y ser casualmente europeo con dirección de Manuel Santos Iñurieta; Conferencia, con dirección de Matías Feldman, y Aeropuertos, de Hernán Morán. En su experiencia, Molina recuperó el titular de una noticia periodística (sensacionalista) y puso en acción a los supuestos personajes que la originaron: un niño y una madre. Un relator fue descubriendo ciertos aspectos de ambos y hasta enlazó pequeñas situaciones que los relacionaron; mientras un músico aportó a la escena unos valores que la tornaron inquietante: unos sonidos y unas acciones que provocaron que el aire se cubriera de olor a nafta.

El proceso de Molina fue muy rico y se destacó en esa síntesis que expuso, grotesca en su germen, pero de una intensa expresividad, que no sólo se plasmó en sus actores, sino también en la forma de recrear el espacio. Manuel Santos Iñurieta pareció acomodar un trabajo en preparación para la ocasión. Y lo suyo también tuvo su grandeza. Las imágenes de una serie de personajes del submundo europeo se fueron develando a través de una pantalla, mientras un ser prototípico

Cada espectador se llevó las imágenes que más lo conmovieron, que más lo impactaron y, seguramente, fueron muchas del cabaret de los años 30 parecía darles aliento. Marginación, exceso, discriminación, violencia, fueron marcas que se confundieron en la escena. Una fuerte inquietud dejó ese discurso altamente político, entre la serie de espectadores que, silla en mano, íbamos cambiando de ámbito, siguiendo las diferentes creaciones. La tercera, Conferencia, de Matías Feldman, promovió desconcierto. Un actor que asumía el papel de un joven discapacitado miraba en un televisor una película pornográfica. Matías Feldman, acompañado por otro intérprete, se sentó en una mesa

y, mientras tomaban mate, ambos explicaban que intentarían ofrecer una conferencia sobre el teatro de Buenos Aires, algo que no sucedió. En verdad, lo que decían intentaba ser una protesta contra el festival que los había invitado a participar y que les daba la posibilidad de que los viera la prensa y un grupo de programadores internacionales, según explicaron. Lamentablemente, no quedó nada claro ese pasaje. Este manifiesto necesitó más contundencia. Con más precisión, tal vez hubieran provocado una seria reflexión sobre cuestiones inherentes a la programación del FIBA. La última propuesta, Aeropuertos, de Hernán Morán, ocupó gran parte del espacio. En una creativa coreografía, el artista ubicó a una serie de personajes que, precisamente en un aeropuerto, esperan la llegada de alguien, acompañan a quien está próximo a salir de viaje o simplemente se aprestan a tomar un avión. Sonidos, desplazamientos continuos, diálogos incomprensibles, afectos que se confunden en abrazos o leves caricias. Una continua sensación de vacío se apoderó de quien observaba. Con cualidades muy diferentes, cada uno de estos proyectos vitalizó ese gran y sombrío espacio del Centro de Exposiciones. Cada espectador se llevó las imágenes que más lo habían conmovido, que más lo habían impactado, y seguramente fueron muchas.

Kagemi, de Japón

Ultimo día ❚ A las 15: Big in Bombay (ver aparte), en el Teatro Pte. Alvear, Corrientes 1659. ❚ A las 15: Kagemi (Japón), en el Teatro San Martín, Corrientes 1530. ❚ A las 15: Crave, con dirección de Cristian Drut, en Espacio NoAvestruz, Humboldt 1857. ❚ A las 15: Reproches constantes, en el Abasto Social Club, Humahuaca 3649. ❚ A las 17: Bambiland, en El Excéntrico de la 18°, Lerma 420. ❚ A las 17: Hotel Melancólico, en La Carbonera, Balcarce 998. ❚ A las 19: Un amor de Chajarí, en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549. ❚ A las 20 y a las 22: Caleidoscopio, de Carmen Baliero, en Uruguay y Corrientes. ❚ A las 21: Interiores, en el Centro Cultural Ricardo Rojas, Corrientes 2038.

Carlos Pacheco

Una puesta, entre baños y cocinas Muy buena

✩✩✩✩ Emily, con Marianela Impaglione, Rita Carou, Carolina Guareschi, Diego Jalfen y Eusebio Fava. Movimiento: Letizia Mazur. Espacio: Gerardo Naumann y Catalina León. Arte electrónico: Martín Fernández. Diseño gráfico: Julia Masvernat. Concepto, dramaturgia y dirección: Gerardo Naumann. Duración: 55 minutos. Sábados, a las 21.30. Reservas e informes al 4867-5802.

Emily se realiza en un casa de artículos de baños y cocina de esas que en algún momento hemos transitado a pesar nuestro. La cosa es rara, porque puede ocurrir que mientras uno espera que comience el espectáculo (por llamarlo de algún modo) se encuentre pensando, comparando y debatiéndose si esa tabla de madera es la mejor para el inodoro de casa. Hay más rarezas. La obra (por llamarla de algún otro modo) se realiza en Lanús, pasando la estación, en una zona en la que la ex avenida Pavón se parece a Juan Bautista Alberdi, a la altura de las casas de los negocios de ese tipo ubicadas en Mataderos. Pero es Lanús y eso implica otro tono, otra densidad, cierto misterio. El montaje (por denominarlo de otro nuevo modo) se realiza en un negocio llamado Imhotep. Imhotep era un arquitecto y médico egipcio del 2700 a.C. (coherente con ello, en la fachada del meganegocio hay una pirámide). Pero ese rincón de Lanús poco tiene que ver con las márgenes del Nilo. El negocio, de última, es una “empresa dedicada a proveer la más alta calidad de productos relacionados con la construcción”, como aparece escrito por ahí. Emily transcurre entre amoblamientos de cocina, sanitarios, griferías, accesorios, muestras de pisos y azulejos. Los personajes están todo el tiempo rodeados de especies de baños y cocinas que no lo son. Como si fueran reproducciones escenográficas realistas de baños y cocinas, como si fueran gestos de una pura simulación teatral. El trabajo “sucede en un espacio en el que todo es escenografía”, dice Gerardo Naumann, creador del concepto, encargado de la dramaturgia y de la dirección de esta obra que acaba de participar del Festival Internacional de Buenos Aires. En medio de esa ficción tan realista, se monta la otra ficción, la de los personajes, la de la historia en sí misma. Emily está escrita a partir de libros de enseñanza de idiomas. Textos a

partir de los cuales jugamos a ser Susan, John o Tommy y vivir en Cambridge, Massachusetts o Melbourne. Textos que nos permiten jugar a ser otros. En este caso se trata de Emilia, un chica que vive por estos pagos, pero que de buenas a primeras se muda a Londres y pasa a llamarse Emily. Por eso en algún momento dice: “Porque hay demasiado smog en esta ciudad, nos mudamos a Londres”. Entonces, se pone la remera que dice Emily, y sigue: “Excuse me, we are wey en town. Can you tell me where the post office es, please?”. Y a partir de ese mismo momento, comienzan a hablar en inglés hasta el final como agudizando cierto distanciamiento. Para que el público no se quede afuera, la obra pasa a estar sobretitulada.

Emilia/Emily En ese marco, los actores (Marianela Impaglione, Rita Carou, Carolina Guareschi, Diego Jalfen y Eusebio Fava) irán cambiando de personajes como si nada. Saltan de una situación a otra con la misma facilidad con la que se ponen o se sacan una remera que dice Emilia (o Emily, según el caso). Y así como Ciro Zorzoli hace cuatro años se valió del Manual de urbanidad y buenas costumbres, de 1887, y a partir de ahí armó Ars higiénica, un trabajo de un fuerte contenido ideológico, en esta oportunidad Naumann despliega esos textos de poco valor dramático para desplegar una especie de ensayo sobre la representación, casi como en un ejercicio formal, conceptual. Bajo esa óptica, quizá sea más adecuado pensar a Emily, como una experiencia más que una obra en términos tradicionales. Bajo ese paraguas, el trabajo es sumamente inteligente y de mucha solidez. Y todo cierra: Lanús, la casa de artefactos de cocina y baños, el tono de los actores, el trabajo mismo de los intérpretes, esa especie de no aprovechamiento del lugar, esos textos planos, la misma historia de Emily. Todo un cúmulo de extrañamientos sumados a la posible visión de los que pasan por el lugar y, en medio de ese negocio, ven a un grupo de espectadores presenciando una obra de teatro rodeados de baños y cocinas. Y todo ello sin que esté presente ninguna convención de lo teatral (ni luces puestas especialmente ni consola de sonido y, mucho menos, el típico telón). Emily está compuesto por infinidad de fragmentos. Este comentario también lo es.

Alejandro Cruz

Lina Avellaneda: Entre las cuerdas

Más que una defensa de la canción tanguera La compositora y cantante, que lanzó su nuevo CD y lo presenta en vivo, habla de su actividad musical La mujer de look medio gótico que aparece en la tapa del CD Entre las cuerdas es Lina Avellaneda. No anda por la línea más dark del rock, sino por la canción tanguera que ella misma compone y que presenta todos los domingos de este mes, a las 20, en el Centro Cultural Borges, de Viamonte esquina San Martín. Tiene ahí versiones para guitarra y voz de tangos de su CD anterior (La docena, donde la acompaña el quinteto del bandoneonista Pablo Mainetti, con arreglos camarísticos), más dos piezas que forman parte de una cantata que habla de varias zonas de Buenos Aires y otros dos temas, “Sin perdón” y “Milonga de Ana”, registrados anteriormente en sus discos. Más allá del look, tal vez pueda haber cierta relación entre su propuesta y lo oscuro y complejo (que no es la sordidez tanguera de arrabal, sino algo más actual). “Intento no ser lineal, alejarme del panfleto. El día que me salga sencillo y bello sería la conjunción ideal. Por ahora, me sale complejo. Le tengo temor a la bajada de línea por el único hecho de militar. El hecho artístico no debe perder su

belleza. Obviamente, no puedo dejar de lado ciertos lugares oscuros; tengo una historia personal a cuestas y una generación que me marcó a fuego. Desde el arte no milito, pero expreso lo que siento y lo que me tocó”, dice Lina, como preludio de una charla en la que expresa enojos, proyectos, pérdidas familiares y luchas sin panfletos.

Por un camino propio Vayamos de a poco. Está enojada con los que le dan consejos acerca de la manera de hacerse conocida y triunfar, como si lo hecho hasta ahora de manera independiente (lo que incluye nueve discos publicados y muchos shows en nuestro país y el exterior) no tuviera ningún valor. “Yo tengo que seguir haciendo cosas cada vez mejores. No creo que haya que ser mediático. Hay músicos que están resentidos porque no forman parte de un staff mediático.” Siempre por el camino independiente, Lina Avellaneda se mantiene en movimiento. Dirige una escuela de canto. Publicó su nuevo disco recientemente. Tiene prevista, para

2008, una gira por América Central, con un espectáculo que compartirá con el bandoneonista Daniel Binelli y la pianista Polly Ferman. Está planeando crear una compañía de tango con el pianista Nicolás Guerschberg: “Estamos apenas en el principio. Acordamos qué queremos: una compañía que no dé vergüenza ajena –dice

“Hemos visto compañías de tango que andan por el mundo y son muy feas. Postales viejas, amarillentas, que no aportan nada” la cantante–. Porque hemos visto postales viejas, amarillentas, que no aportan nada. Hay compañías que andan por el mundo y realmente son muy feas. Por eso pensamos en una que rescatara la buena música, sin parafernalia”. ¿Qué más? El compromiso. Lina organiza con frecuencia muestras

de los alumnos y ex alumnos de su conservatorio. La próxima, el 16 de noviembre, en el Teatro Roma de Avellaneda, será a beneficio de la sala materno-infantil del hospital Fiorito. “Es bien transparente. Con esto, muchos pueden debutar sobre el escenario del Teatro Roma, y con lo recaudado colaboramos con algo. Esto me pone mucha pila.” La necesita porque también es la organizadora del festival con el que se van a conmemorar los 70 años de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Será el 24 de noviembre. Todavía no tiene lugar, pero sí la adhesión de artistas como Víctor Heredia, Julio Lacarra y Laura Novak, que participarán en el acto. Lina está muy ligada a esta entidad porque es una de las que se presentan como querellantes en las causas que investigan los crímenes cometidos por la Triple A, tras la reapertura ordenada por el juez Norberto Oyarbide. Hace 32 años, la hermana de Lina, Graciela Pane, fue secuestrada y asesinada por esa organización paramilitar.

Mauro Apicella

ARCHIVO

Tributo: a 45 años de la creación del Manifiesto del Nuevo Cancionero, se hará un show con Mercedes Sosa y otros artistas. El miércoles, a las 20, en el IFT, Boulogne Sur Mer 549.