Pasiones lúdicas La literatura es el médium

13 feb. 2010 - Realiza el trueque en un pueblo, con un tal Ordóñez, por tabaco, alcohol, yer- ba, arroz, fósforos, ropa y otras provisio- nes, “todas cosas que ...
527KB Größe 3 Downloads 63 vistas
AIWA POR SERGIO BIZZIO MANSALVA 144 PÁGINAS $ 37

NARRATIVA ARGENTINA

Pasiones lúdicas U

na aldea donde de pronto a los hombres les crecen tetas es un punto de partida irresistible para cualquier clase de argumento. En Aiwa, Sergio Bizzio plantea la situación inicial con austera frescura y vuelca la misma economía de recursos en la ambientación. Hay poco ímpetu descriptivo y mínimas precisiones. En la aldea, situada cerca de una montaña, siempre hace mucho frío, “incluso en verano”. Sus habitantes viven de la caza y cada quince días Houseman, el dueño del bar, se encarga de canjear por mercadería las pieles de los animales que han cazado. Realiza el trueque en un pueblo, con un tal Ordóñez, por tabaco, alcohol, yerba, arroz, fósforos, ropa y otras provisiones, “todas cosas que después, ya en el bar, canjeaba a su vez a los aldeanos por nuevas pieles”. La dinámica narrativa avanza a puro impulso, sin proyecciones alegóricas ni trasfondos simbólicos. El humor, orientado hacia un absurdo costumbrista, ser-

pentea con sordina y toma por sorpresa. Como cuando dos personajes hablan sobre la conveniencia de mantener la luz encendida en el galpón y acto seguido se aclara que nadie en la aldea tiene galpón. O cuando se dice que el consumo de alcohol en los hombres se había triplicado desde que se les había triplicado el tamaño de los pechos y concluir: “Obviamente también solían ver triple”. A veces surge un toque zen como “la respuesta era tan obvia que empezó a llover”. En ocasiones el juego consiste en perturbar una frase común y corriente: “A partir de entonces pasaron sin verse uno, dos, tres […] veinticuatro, veinticinco interminables días…”. Y el autor también puede inmiscuirse en un pasaje para anunciar un cambio de escenario: “En la TV hubo un corte comercial […] que nosotros aprovecharemos para viajar hasta la aldea…”. Los prolijos zarpazos de comicidad están repartidos con mesura y no lentifican ni confunden la evolución del re-

lato. La propuesta es un “tómelo o déjelo”, pero no por eso se descuida la lógica interna de la trama. Una vez establecidas las leyes que rigen ese mundo de ficción, se respetan las correspondencias entre causas y efectos. El asunto de los pechos podría haber bastado por sí solo para consolidar un cuento bastante extraño. Bizzio quizás haya pensado que resultaba un tema insuficiente o tedioso de desarrollar en el marco de una novela, aunque sea una de poca extensión, y por eso abre un segundo camino narrativo con la historia de amor entre Aiwa, una aldeana de diecinueve años, y Sony, un chico de trece que vive en el pueblo y es nieto de Ordóñez. El romance, con un chiste onomástico sin mayores consecuencias, progresa un poco en serio y un poco en broma. No desentona con el espíritu general del libro e incluso ofrece una conversación telefónica de dos páginas entre los adolescentes en la cual sólo aparecen las palabras de Aiwa, y, en lu-

ENSAYO

n La rueda de Virgilio (1989), Luis Gusmán ensayó el género autobiográfico de manera sesgada. No narraba su vida, sino que la releía a la luz de sus primeras novelas: El frasquito, Brillos, Cuerpo velado. Cada una de ellas, según esa exégesis, corresponde a tres instancias (la agonía del padre, las ceremonias funerarias, los rituales que se llevan a cabo con los muertos después de muertos) y a las tres creencias practicadas por la madre (el catolicismo, el evangelismo, la doctrina espiritista). El libro tenía mucho de exorcismo: buscaba corroborar que la voz ajena que había guiado aquellos relatos inaugurales se dispersaba, que llegaba el tiempo de la literatura a secas. Dos décadas después, Los muertos no mienten prolonga aquel texto y, al mismo tiempo, refuta algunas de sus conclu-

MARTIN ACOSTA

gar de las de Sony, puntos suspensivos. Tres científicos van a la aldea “a ver qué pasaba que los hombres tenían tetas” y luego de realizar diversos análisis determinan que la causa del fenómeno se debe a una continuada ingesta de hormonas que se hallan, “en niveles extraordinarios”, en una cascada. En busca de la fuente intentarán subir hasta la cumbre de la montaña. Para el suspendido final, Bizzio reserva elementos de ciencia ficción, sin descuidar el romance y sin traicionar el pathos lúdico que, en definitiva, es el principal inspirador de esta obra. Felipe Fernández © LA NACION

LOS MUERTOS NO MIENTEN

La literatura es el médium E

Bizzio

siones. El objetivo declarado es construir una gramática del relato espiritista. Para ello, Gusmán describe los primeros casos mediúmnicos conocidos en Estados Unidos, a mediados del siglo XIX; aborda los textos de referencia de Allan Kardec, Yvonne Castellan y Arthur Conan Doyle; se adentra en narraciones que tocan el tema (El ojo, de Vladimir Nabokov, o un cuento de Danilo Kis, entre muchos otros). También razona sobre la videncia, la catalepsia, el sonambulismo, los dobles. Pero, en el estilo de los mejores ensayos literarios, el simple análisis de un fenómeno se ve contaminado por enigmas personales: el del origen (durante un viaje a Italia, el autor rastrea de dónde proviene su esquivo apellido: Gusmán, Gusman o Gusmano) y el de la ubicua historia familiar, tratado con minucia en La rueda…. También revela hasta qué punto

sus propias novelas, desde En el corazón de junio hasta Hotel Edén, se ven signadas por casualidades que lo exceden. A diferencia de los escritores decimonónicos fascinados por el ocultismo, Gusmán no está interesado tanto en la supuesta sobrevida del alma como en el influjo de los muertos sobre los vivos y, en especial, sobre la escritura. Al invertir un título de Raymond Roussel, descubre cómo algunos de los libros posteriores siguieron siendo escritos por otros. También se sostiene que el espiritismo es una forma de la consolatio. La memorable forma sinuosa de Los muertos no mienten es resultado, en gran medida, de esa certeza. Después de su cadena de asociaciones, las últimas páginas se transforman en un implacable réquiem por la madre muerta: “Nunca vi a nadie aferrarse tanto a la vida creyendo como ella creía

POR LUIS GUSMÁN EDHASA 160 PÁGINAS $ 36

en el más allá”. Lo que aparentaba ser un ensayo se transforma en una antológica pieza autobiográfica y narrativa. Lamentablemente la edición contiene una importante cantidad de erratas. El título de una película de Luchino Visconti, por ejemplo, no se decide entre el original italiano y su traducción (“en Sicilia La tierra trema”) y un cementerio parisiense se transforma en una señora misteriosa (Perla Chaise). Como no podía ser de otra manera las imperfecciones entorpecen la lectura, pero también promueven la impresión ultraterrena de que un espíritu travieso pretende dejar su firma junto a la del autor. Pedro B. Rey © LA NACION

Sábado 13 de febrero de 2010 | adn | 13