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C apítulo I

Panorama de la inseguridad en el mundo y sus repercusiones en México Los últimos 40 años de la humanidad han sido acompañados por un creciente sentimiento de inseguridad, derivado tanto del incre­ mento de los índices delictivos, como de la presencia de actos terroristas en el ámbito mundial. El aumento acelerado de la delincuencia ha sido una situación generalizada tanto en los países desarrollados y con alto grado de desarrollo económico (con la excepción de Japón), como en las llamadas economías emergentes y países en vías de desarrollo. De mediados de los sesenta a principio de los noventa, los índi­ ces delictivos, en promedio, registraron un incremento superior a 300 por ciento en países industrializados* y más de 800 por ciento en los denominados emergentes o en proceso de desarrollo. En éstos, el crecimiento de la delincuencia ha sido superior, resultado ’ El crecimiento se ponderó obteniendo un promedio de las tasas de actos delictivos por cada 100 000 habitantes utilizando diversas fuentes: -United Nations, Departament for Economic and Social Information and Policy Analyisis, Statistics Division. -Departamento de Justicia de los Estados Unidos, oficina de Estadísticas Judi­ ciales, Criminal Victimization, 1973-1995, Washington, D.C. U.S. Government, Printing Office, 1997. -World Population Prospects, United Nations. -U.S. Bureau of the Census, International Database, International Programs Center. http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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del severo deterioro económico-social sufrido, y de sus propias condiciones sociales. Países con inferior disponibilidad de recursos para combatir a la delincuencia, menor nivel de educación, elevada corrupción, asociación delictiva de algunos elementos de la policía y, en algu­ nos casos, fuerte presencia del narcotráfico, han favorecido las condiciones para que la delincuencia se desarrolle con gran efer­ vescencia. En los países industrializados, los índices empezaron a disminuir en forma significativa a partir de 1996. Sin embargo, las cifras para 2001 marcan un cambio de tendencia: nuevamente hacia el alza. En países como México, los índices reflejan un incremento ge­ neralizado y acelerado respecto a los niveles del inicio de la década de los ochenta; por lo cual, la inseguridad, junto al desempleo y la pobreza, tiene la mayor prioridad para la población. Las cifras generalmente no se correlacionan con el sentimiento cualitativo de inseguridad que percibe la población. Por ejemplo, en la ciudad de México, donde se concentra la mayo­ ría de la población del país y en la que predomina un severo sentimiento de inseguridad, el Gobierno del Distrito Federal reporta que, en 1993, el total de delitos en promedio, fue de 366.35 diarios; y alcanzó su máxi­ mo en 1997 con 700.09 delitos, para registrar un descenso constante y ubicarse en 473.50 delitos diarios, en promedio, para 2003; lo cual re­ presenta una disminución de 32.36 por ciento en seis años. No obstan­ te, la percepción generalizada es que, lejos de registrarse mejoras en cuanto a seguridad, la situación ha empeorado. Como es reconocido por diversos expertos y académicos, las cifras oficiales en materia de delincuencia no reflejan la realidad, fundamentalmente por dos razones: las fuentes estadísticas no son confiables; y no reflejan la realidad debido a la falta de denuncias. Ante esta carencia de información confiable, surgen fuentes de información complementarias, como las mencionadas encuestas http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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victimológicas, provistas de metodología adecuada y que brindan información valiosa y confiable. En este sentido, el Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la Inseguridad, A.C. ( ic e s i ) , es reconocido ampliamente por el profesionalismo metodológico de sus investigaciones y la capaci­ dad de investigación y captura de la información de empresas reco­ nocidas en esta actividad: Berumen y Asociados, B iM SA -Ipsos, Con­ sulta Mitofsky y g a u s s c , contratadas por el propio Instituto para llevar a cabo las encuestas. Del 9 al 30 de agosto de 2002, el icesi realizó su Segunda En­ cuesta Nacional sobre la Inseguridad, realizada en 35 174 hogares mediante entrevistas personales, en todas las entidades federativas, mostrando los siguientes alarmantes resultados: * En 9 por ciento de los hogares al menos una persona fue víctima de algún delito. • De los delitos que sufrieron los miembros del hogar, 54 por ciento corresponden a robo a transeúnte; 13 por ciento robo en casa habitación; 8 por ciento robo de vehículos; 7 por ciento robo de accesorios; 3 por ciento robo en comercios. * Por lo que se refiere a las características de los delitos, 41 de cada 100 fueron cometidos por menores de 26 años y 47 por ciento de las víctimas sufrió algún tipo de amenaza; 42 por ciento con pistola o revólver, 25 por ciento con navaja o cu­ chillo, 18 por ciento a golpes, 2 por ciento con un tubo o palo, 1 por ciento con rifle o ametralladora y 31 por ciento sufrió amenaza de palabra. • En cuatro de cada diez delitos los delincuentes se encontra­ ban bajo el influjo de alguna droga o alcohol. La profundidad de la encuesta capta también la experiencia de los delincuentes, expresando las víctimas que, aparentemente, 63 por ciento eran experimentados; tres de cada cinco delitos fueron

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cometidos por más de un delincuente y aproximadamente una de cada ocho víctimas conocía a sus agresores. 82 por ciento no denunció el delito ante el Ministerio Público, lo que se conoce como cifra negra. En cuanto a las razones para no reportar el delito, 43 por ciento expresó la pérdida de tiempo, 16 por ciento desconfianza en la autoridad y 12 por ciento no tenía pruebas. 41 por ciento de las víctimas sufrió daño psicológico/emocio­ nal y 11 por ciento daño físico. 44 por ciento se siente algo o muy inseguro en su entidad, regis­ trando el Distrito Federal 82 por ciento de inseguridad generalizada. Los lugares donde más inseguras se sienten las personas son el transporte público y las calles. Finalmente, debe destacarse ante lo extenso y profundo de la en­ cuesta, que la población percibe que los delitos con mayor incidencia son los relacionados con el narcotráfico: venta de drogas al menudeo, asaltos en la vía pública y robo o asalto en casa habitación. El sufrimiento y desgaste de la población mexicana frente a la inseguridad, implica poner en peligro los avances democráticos si no hay una mejoría en los próximos años. La percepción generali­ zada es que los distintos niveles de gobierno, federal, estatal y mu­ nicipal, han sido rebasados por los actos delictivos, bajo ambientes en los que prevalece la impunidad. La población considera que, aunque en las pasadas elecciones para Presidente de la República, los distintos actores de la sociedad manifestaron a los candidatos de los diversos partidos políticos que su prioridad era atacar la delincuencia, la sociedad en gene­ ral, considera que el gobierno no ha sido capaz de combatir este mal; y lo atribuyen a: falta de interés de nuestros gobernantes; intereses económicos; la fuerza que ha logrado el crimen organi­ zado, y a un generalizado deterioro social, debido a la pérdida de valores, a que la ética ha desaparecido.

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¿Qué ha causado el incremento generalizado de actos delictivos? ¿Qué determinó su disminución en ciertos países? ¿Qué se puede esperar en México? Éstas son algunas de las preguntas que tratare­ mos de responder a lo largo de este capítulo. Pero a la inseguridad por el incremento de la delincuencia local se agrega la motivadapor conflictos internacionales en un mundo globalizado. La globalización entrelaza de tal modo al mundo que, los efectos del terrorismo o de las guerras, ahora tienen repercusiones en todas las economías. Un ejemplo claro de lo anterior fueron los efectos recesivos en la economía mundial por los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. La delincuencia y el terrorismo quebrantan la ley y afectan se­ riamente a la sociedad; generan miedo, dañan de manera severa nuestra libertad. La diferencia fundamental entre un terrorista y un delincuente es que el primero actúa con fines políticos o ideológicos; el segundo para obtener una ganancia material y, en algunos casos, psicológica, como sucede con los violadores y asesinos seriales.

La delincuencia Delinquir o cometer un crimen es quebrantar una ley o mandato. Desde un punto de vista social, el criminal o el delincuente se desvía de la observación de leyes, normas, valores y conductas so­ cialmente aceptadas. En este contexto, la sociedad define qué es un acto delictivo y quién un delincuente. Con el tiempo, las tradiciones y las costumbres cambian; también, en ocasiones, lo que se considera un delito y la forma de castigarlo. Asimismo, las creencias y costumbres difieren entre las diversas sociedades: lo permitido en un lugar, en otra región del mundo es severamente castigado. http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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Y cuando los actos delictivos ocurren con gran intensidad, pro­ vocan sentimientos de inseguridad que afectan nuestra libertad, obli­ gándonos a modificar hábitos y conductas. Infinidad de veces debe­ mos renunciar a la adquisición y uso de ciertos bienes materiales por los peligros implícitos que representan. En otros casos, la pérdida de libertad para caminar en los parques a ciertas horas o asistir a actos públicos de los que regresamos muy tarde, por la noche. La inseguridad se toma molestia generalizada que afecta severa­ mente nuestras vidas. Vivimos bajo un ambiente constante de miedo, ansiedad y angustia. Cuando somos sujetos de un acto delictivo, no sólo tenemos pérdidas materiales y daños físicos a nuestras personas; en ocasio­ nes está enjuego la vida misma. Al ser víctimas de un delito, somos afectados psicológicamente por sentimientos de impotencia y enojo. Los costos por la inseguridad son demasiado altos; no sólo por el sufrimiento que nos genera el ambiente de inseguridad y miedo, sino también en cuanto a las inversiones en prevención y tratamiento de la violencia, cuerpos policiacos, salud, administración de justicia, servi­ cios sociales de apoyo a la comunidad, pérdida de productividad, pólizas de seguros, reducción generalizada de la calidad de vida, fuga de capitales y cancelación de proyectos de inversión; esto último trae aparejada la pérdida potencial de empleos, sin contar la inversión que destina la sociedad para proteger su vida y sus bienes materiales. Dependiendo de la intensidad con la que ocurren los actos delictivos, su existencia ocasiona muchas veces la migración de gente hacia otras regiones que les ofrecen mejores condiciones de seguridad. Es muy triste observar que economías emergentes invierten en el desarrollo intelectual o profesional de personas valiosas que, ante el ambiente de inseguridad, optan por migrar, oca­ sionando al país pérdida de cerebros y hombres de bien. http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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La delincuencia afecta a toda la humanidad, sin importar religión, nacionalidad, profesión y situación económica. En el pre­ sente, cualquier persona puede sufrir un acto delictivo. ¿Se avanzará a corto plazo en resolver la problemática de la delincuencia? Si queremos encontrar respuestas a: ¿qué tan factible es y cuán­ do se resolverán estos problemas?, debemos entender qué origina la delincuencia. Sin embargo, no es previsible que en el corto plazo se logre abatir la delincuencia a niveles aceptables. Hoy se reconoce que el origen de los actos delictivos es com­ plejo y multifactorial. A la creencia simplista de que la delincuencia se origina en el desempleo, diversos analistas a escala mundial y de variadas profesiones, responden que es un problema de carencia de capital social; definido éste por los científicos sociales como la suma de valores compartidos por una sociedad, los cuales permi­ ten colaboración y confianza entre los individuos que la integran, aceptación común, identificación de lo honesto y correcto. Jane Jacobs en su libro The Death and Life ofG reatAmerican Cities, manifiesta que, el capital social generaba condiciones para inducir la seguridad pública en los barrios antiguos. En este libro extendemos el concepto al deterioro social, por la pérdida de valores en cuanto a cultura, educación, civismo, moral y ética que rigen la buena conducta, —la honestidad no admite ni tolera la delincuencia—, pero también a comportamientos no aceptados socialmente, cuya presencia, deriva en actos delictivos: consumo de alcohol y drogas, violencia intrafamiliar, falta de atención hacia nuestros hijos; y asimismo el concepto se extiende a la pérdida del ingreso monetario que permita a una familia alcanzar niveles de bien­ estar socialmente aceptados. Muchas veces la pérdida temporal del empleo o nuestra reubicación en el mercado laboral con menor ingreso al que nuestra familia esta-

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ba acostumbrada, se traducen en severos problemas intrafamiliares, inclusive en la desintegración de la familia. Es aceptada la correlación entre actos delictivos y variables como pobreza, desigualdad social, violencia intrafamiliar, falta de civismo, carencia de sistemas y métodos adecuados de educación, alcoholis­ mo, drogadicción y bajos niveles de educación. Es interesante observar que en los países más industrializados y en muchos casos más ricos, los periodos de mayor crecimiento de actos delictivos coinciden con los de mayor crecimiento económico. Por ello, en algunos casos se entiende que la riqueza puede ser también causa de delincuencia, la cual aumenta en periodos de pleno empleo, avance y prosperidad económica en general. No pretendemos alejar este libro de su intención primordial: ser una guía introductoria a los bastos procedimientos y tecnolo­ gías de los que podemos echar mano para incrementar nuestros niveles de protección; no deseamos convertirlo en una fuente de análisis y estadísticas para el desarrollo de políticas públicas o para investigaciones académicas; sin embargo nos parece importante expresar conceptos que nos permitan comprender, con mayor claridad, la complejidad de los actos delictivos; y en forma proporcional, reflejar los esfuerzos que el gobierno y nosotros, como integrantes de la comunidad, debemos realizar para comba­ tir este mal que nos lacera a todos. A mediados de la década de los sesenta, numerosos indicadores apuntaron a un severo deterioro social", con altos índices delictivos, consecuencia de los siguientes factores: Bajos niveles de educación, pérdida temporal del empleo, vio­ lencia intrafamiliar, desintegración de familias, incremento en las adicciones —alcoholismo y drogas—, corrupción y otras variables '* Francis Fukuyama, en su libro Logran ruptura, Editorial Atlántida, Argentina, 1999 realiza un profundo análisis y es una lectura ampliamente recomendada.

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críticas: caída de los salarios por la globalización de la economía y penetración del narcotráfico en grupos jóvenes. Otros factores que inciden pero que son difíciles de medir: falta de atención hacia nuestros hijos; transformaciones con el surgimiento de la sociedad informática, que años antes había adop­ tado a la televisión como obstáculo para la comunicación familiar. Es común observar en diversas ciudades del mundo la presencia del graffiti. Independientemente de que se le considere expresión social o arte urbano, es una actitud delictiva que afecta la imagen urbana y agrede la propiedad de personas; además propicia insegu­ ridad en la población residente en algunas zonas. El graffiti arreme­ te contra los derechos de muchas personas y, como lo han demos­ trado especialistas en criminología, genera las condiciones para ac­ tos delictivos. A nivel mundial, la mayoría de los delitos son cometidos por jóvenes de sexo masculino, de 15 a 25 años. A la par del incremento en todos estos indicadores negativos, en los últimos 40 años, se ha observado una pérdida de confianza de la sociedad hacia las instituciones, tanto gubernamentales como pri­ vadas. Es un hecho que la confianza deriva de los valores en una socie­ dad; cuando éstos se pierden la confianza desaparece. En palabras de Fukuyama: “La confianza se ve lesionada por el exceso de egoís­ mo o de oportunismo. Es difícil medir los niveles de egoísmo en for­ ma directa, pero la convicción de que la gente se ha vuelto más egoísta en los últimos años ha ido ganando adeptos.” La comunidad no encuentra razón para colaborar, inclusive has­ ta el delito de evasión fiscal aumenta. El gobernado recela del uso que se da a los impuestos que paga. En materia financiera, la comunidad deja de invertir sus ahorros ante el riesgo de perderlos por malos manejos de los dirigentes de las instituciones financieras.

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Por otra parte, con nuestros hijos, caemos en la indulgencia por comodidad. ¿Cuántas veces se le otorgan a los adolescentes dere­ chos, sin exigirles que sean responsables de sus propias acciones? Piden utilizar el automóvil y lo conducen en estado o formas irres­ ponsables, poniendo en peligro su vida y la de terceras personas. Gobierno y sociedad, hemos caídos en la permisividad, al grado de flexibilizar los castigos a las conductas delictivas. Inevitablemen­ te, los actos delictivos aumentan. Todo lo anterior nos lleva a reconocer que el delincuente nace y se desarrolla en casa. La forma en que eduquemos y les infundamos valores a nuestros hijos, determinará en gran parte la probabilidad de que se conviertan en delincuentes. No olvidemos la vieja sentencia: Los niños aprenden lo que viven en casa. Como padres influimos en el futuro comportamiento de nuestros hijos. Un hijo sin comunicación y guía adecuada de los padres, con ausencia o comportamiento inadecuado de los padres, podrá conver­ tirse en delincuente. En muchos casos los hijos de familias rotas se integran con facilidad a las filas de la delincuencia. Asimismo, los casos de abuso sexual, emocional y físico hacia la niñez han aumentado. Las horas que se pasan frente al televisor ob­ servando programas con alto contenido de violencia y sexo inciden en la generación de actos delictivos. Un severo problema de la democracia en diversas naciones, es su desarrollo en un ambiente sin responsabilidad, civismo, ética, educa­ ción, honestidad y diversas normas sociales. Un claro ejemplo es lo sucedido en los países en que desapareció el régimen comunista. Estados represores en que el respeto a la ley se funda en el miedo a la policía, cuando se hicieron sociedades de­ mocráticas, los niveles delictivos se dispararon. Los resultados en estos países han mejorado al modificar las estrategias operativas de los cuerpos policíacos, caso similar al de varios países de Europa como Alemania, Holanda, Noruega,

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Inglaterra o Australia, Canadá, Estados Unidos y Japón, por citar algunos ejemplos. Los nuevos modelos de prevención y reacción de la policía se sustentan en estrategias cercanas a la comunidad, implementando operativos y programas vecinales en los que participan diversos actores de la sociedad, compren­ diendo las prioridades locales. Los gobiernos en varias latitudes del mundo han reconocido que no sólo es necesario asignar más recursos al combate y control de la delincuencia, sino desarrollar alianzas con la comunidad y movili­ zar organismos, tanto de gobiernos y no gubernamentales, capaces de actuar sobre las causas de la delincuencia. Asimismo, al otorgar un mayor peso relativo a la prevención, sin olvidar respeto a la Ley, se reconoce a la comunidad como institu­ ción central para prevenir la delincuencia; de ahí la importancia de rehacer y rescatar la vida en comunidad. Junto a esta nueva estrategia de prevención, los cuerpos policía­ cos han desarrollado reingenierías completas de sus departamen­ tos; así proyectan una imagen positiva ante la comunidad basada en una misión y visión perfectamente definidas y conocidas por las autoridades, la población y los medios de comunicación. En ocasiones, misión y visión han sido resumidas en lemas suma­ mente efectivos, como en el caso de la policía de Nueva York conocida como “New York’s Finest”. Implica que solamente los ciudadanos de comprobada solvencia moral pueden pertenecer a este cuerpo; o el de la policía de Los Ángeles, California, cuyo lema “To Serve and Protect”, Servir y Proteger, advierte a la policía y población cuál es la misión y razón de ser de esa corporación. La policía debe prevenir los actos delictivos, pero a nivel mun­ dial, con algunas excepciones, la sociedad considera que no está haciendo su tarea. Su presencia en las calles no está funcionado y la aprehensión de criminales tampoco. Todos nos preguntamos, ¿Co­ rrupción o ineficiencia?

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En Estados Unidos, por ejemplo, en la década de los ochenta, se realizaron diversos estudios que hicieron necesaria la revisión de las estrategias. Así se llegó a la conclusión de que la policía no puede prevenir el crimen sin la colaboración de la comunidad. Otras conclusiones fueron: la policía debe hacer más que sólo reaccionar y las estrategias de patrullaje resultaron pasivas. En nuestro país, diversas autoridades, federales y estatales, han rea­ lizado estudios; sin embargo, los resultados se mantienen como repor­ tes confidenciales y no salen a la luz pública. En México y otros países con similar nivel de desarrollo económi­ co, la problemática y disponibilidad de recursos es distinta; por ende, nuestras posibilidades de atacarla también lo son. La organización de bandas delictivas y su asociación con algunos elementos de la policía es compleja y real. Adicionalmente los cuerpos policiacos no dispo­ nen de los recursos económicos que en otros países tienen. Por elementos corruptos, la imagen de la policía en México está totalmente deteriorada. Es un hecho que la presencia de una patrulla en la noche genera miedo. En varias ciudades predomina la creencia de que los delincuentes están asociados y protegidos por la propia policía. Así: ¿cómo lograr que la comunidad coopere? ¿Quién notifi­ cará a la policía de probables actos delictivos? ¿Quién suministrará información que permita capturar a un delincuente? Renovar la imagen de la policía exige reconocer que el problema no es de cantidad sino de calidad. Y cuando los recursos no alcanzan, se contrata personal que no recibe una remuneración digna que le permita llevar bienestar a su familia. Existen también severos problemas en materia de reglamentos y procedimientos. En muchos casos, si un policía lesiona o mata a un delincuente en defensa propia o como resultado de un operativo, el policía es arrestado y hasta encarcelado por homicidio. En otros casos, se contrata a personas sin vocación de servicio y que aceptan el trabajo por no tener más opciones de empleo. Erro­

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res que inevitablemente conducen a la contratación de futuros delincuentes. Además, se requiere instrumentar enfoques proactivos: los ac­ tos delictivos se pueden anticipar y en estas áreas se deben con­ centrar los recursos. El patrullaje puede resultar tan absurdo como un camión de bomberos circulando por las calles en espera de un incendio. Más que patrullar las calles, se requiere una actitud visible de asistencia y ayuda a la comunidad, regulando actividades que, sin ser delictivas, generan molestias, inseguridad, miedo e incomodida­ des a la población. En casos en que se pide apoyo a la policía ante un autor de graffiti,; sólo se obtienen excusas y respuestas evasivas. La comunidad se pregunta si para casos como éste no hay res­ puesta, ¿qué esperar cuando se trata de distribución de drogas, robo a comercio, casas o automóviles? Por ello es necesario que la policía se cuestione sobre su gestión tradicional y se ajuste a nuevos enfoques de consulta, adaptabilidad y movilización de sus recursos, de acuerdo con las preocupacio­ nes, miedos y prioridades que le exprese la comunidad. Es fundamental que la policía se acerque a la gente para entender sus prioridades y discutir con ella el establecimiento de acciones prio­ ritarias optimizando los recursos disponibles. En la medida en que una comunidad tolera las acciones de la de­ lincuencia, ésta aumenta. Pequeños problemas pueden convertirse en actos delictivos de mayor seriedad. Los éxitos alcanzados en otros países se basan en una descentrali­ zación de los mandos policiacos para constituir células de gestión, las iniciativas donde corresponden a comandantes locales que analizan y diseñan las estrategias, según las necesidades de una comunidad. Lo anterior ha inducido inclusive el apoyo de la comunidad a la propia policía con recursos económicos para utilizar herramientas

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tecnológicas que se traducen en beneficios mutuos: la delincuen­ cia es disuadida y la policía tiene medios que facilitan su labor. Un ejemplo es la implantación de cámaras que vigilan deter­ minadas zonas críticas o el establecimiento de sistemas vecinales de monitoreo silencioso que permiten la reacción inmediata ante la gestación o comisión de un acto delictivo. Acciones de cooperación mutua que se traducen en confianza y respeto de la comunidad hacia su policía, y en premios a quienes la cuidan y protegen. En la medida en que la confianza sea recuperada, la policía no dependerá únicamente de sus propios recursos para combatir a la delincuencia, recibirá el apoyo de la propia comunidad. No sólo en cuanto al número de ojos que observan y señalan, sino de múltiples sinergias, entre una comunidad activa y una policía proactiva. Ellas posteriormente se traducen en la movilización de otras áreas del go­ bierno, como las secretarias de educación, salud, etcétera. Surge un nuevo ambiente en la comunidad y se registran cam­ bios significativos en las estrategias policiacas. De sólo estar para responder ante una acción delictiva, la policía estudia sus causas y qué acciones se pueden tomar para que no ocurra más. En este contexto, el combate a la delincuencia es un programa multifacético, en el que diversos especialistas de la comunidad y de­ partamentos del gobierno participan: arquitectos que diseñan parques y estacionamientos, destinados a disuadir acciones criminales o delictivas; comerciantes, médicos, profesores, legisladores y diver­ sos integrantes de la comunidad participan en la identificación de problemas y en la movilización de recursos; organización y colabora­ ción para resolver objetivamente cuestiones que afectan a la co­ munidad, en apoyo a sus cuerpos policiacos. Desde luego, se requiere también un cambio de actitud en la co­ munidad: abandonar la pasividad y falta de interés, y asumir su nece­ saria colaboración. http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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El secuestro: lacerante problema a vencer Si el tema de la delincuencia agota y fastidia a la sociedad mexi­ cana, el secuestro la tiene agobiada. De todos los delitos, es el más lacerante por la privación de la libertad, la pérdida de bienes materiales, inclusive en algunos ca­ sos la propia vida de la víctima. Pero no debe olvidarse el sufri­ miento psíquico y físico al que los delincuentes someten a la per­ sona secuestrada y a su familia. En un ambiente de deterioro social generalizado, el secuestro proliféra con la complicidad de algunos elementos de los cuerpos policiacos y procuradores de justicia. Ello complica la utilización de enfoques no tradicionales para combatirlo, en el marco de una naciente democracia. Acabar con este mal, requiere voluntad política y rompimiento de paradigmas. Y tomar riesgos que pueden ser minimizados si las autoridades se acercan a la sociedad y crean los esquemas de co­ operación y entendimiento que permitan validar la política y los procedimientos necesarios. Organizaciones gubernamentales especializadas en el combate de este crimen van y vienen; algunas desaparecen y se crean nuevas, pero la esperanza de la sociedad se va perdiendo. Aun consideran­ do logros de instituciones como la a fi (Agencia Federal de Investi­ gaciones), la sociedad está desesperada. Cuando se difunde en los medios de comunicación la detención de una banda y sus millonarias ganancias, ello parece promover la for­ mación de nuevos grupos criminales o atraer a individuos por las expectativas del dinero ilícito. La sociedad sufre y reclama acciones. Pero también su falta de conciencia la toma imprudente y muchas veces alimenta la genera­ ción de ilícitos. Combatir este crimen reclama una estrategia de acciones múlti­ ples, que ataquen al mal desde distintos ángulos. Por ejemplo, deben http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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incrementarse, al criminal, las penas y los costos por esta actividad, hasta hacerla no redituable. Se sabe que el motivo principal de secuestros es obtener una ganancia. El criminal opera bajo una racionalidad económica, eva­ luando la ganancia contra los costos esperados: planeación y ejecu­ ción del ilícito, custodia de la víctima, proceso de negociación, dádivas a protectores e informantes; asimismo, los derivados de caer en la cárcel u obtener una pena mínima. El riesgo de ser detectado y procesado se refleja en la mente del criminal y de quienes apoyan directamente o indirectamente la per­ petración del ilícito. Es una variable significativa de costo, cuya presencia y conciencia operaría como un disuasivo de gran peso en todos los involucrados. Por lo anterior, una estrategia efectiva de combate implica revi­ sar el marco legal y procesal; reconocer al secuestro como un delito federal; revisar y ampliar las penas; sancionar severamente a los policías secuestradores y, probablemente, instaurar lo no deseado: la cadena perpetua. Asimismo, revisar los procesos de procuración de justicia, estableciendo mecanismos adecuados de vigilancia, me­ diante una supervisión integral de los cuerpos policíacos y procura­ dores de justicia, combinando procedimientos y tecnologías que permitan detectar su asociación con este ilícito. Hay diversas op­ ciones a evaluar en términos de su costo efectivo. También de gran importancia para la estrategia serán los progra­ mas de participación ciudadana, para validar políticas, estrategias y proceso. Se requiere la colaboración de los medios de comunicación: es imprescindible un mayor nivel de conciencia entre la población res­ pecto a riesgos personales y familiares, hábitos y costumbres, niveles de protección: sólo así el programa podrá combatir al secuestro. Como se comenta a lo largo de este documento, el simple hecho de no llamar la atención, cuidar lo que hablamos, ser impredecibles http://www.bajalibros.com/Para-vivir-seguros-eBook-34348?bs=BookSamples-9786071122438

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y estar atentos a lo que acontece en nuestro entorno, disminuye nuestra exposición al riesgo. Concientizar a la población e introducir una cultura de prevención ante el riesgo, reclama la participación de los medios de comunica­ ción, mediante guías y consejos de protección; cuyo contenido será elaborado por profesionales en la materia. En este sentido existe un potencial de estrategias creativas que pueden combinar beneficios para los medios —elevados ratings—, con programas dirigidos a disuadir la acción de los delincuentes y lograr la participación de la comunidad. Asimismo estimular a la comunidad a denunciar ilícitos, o propor­ cionar información de probables integrantes de bandas o personas involucradas en una actividad criminal, protegiendo la integridad físi­ ca del denunciante. Igualmente, los medios masivos de comunicación deben divul­ gar las noticias de forma que puedan disuadir al delincuente y no lo motiven. En este sentido es importante desarrollar formatos de colabora­ ción con los medios, prohibiendo difundir cifras de rescate o la acti­ vidad profesional de la víctima. Es un hecho que los medios juegan un papel importante en el proceso de mutación de los delincuentes. Un aspecto crucial del programa es la reestructuración de los cuerpos gubernamentales especializados en el combate de este cri­ men, a partir del momento en que los delincuentes son puestos a disposición del Ministerio Público. Muchos son los factores en que se sustenta el éxito de un grupo de inteligencia y reacción para combatir el secuestro. No deben olvidarse los alicientes para los cuerpos de lucha y com­ bate al secuestro en materia de ingreso, seguro de vida, cambio de identidad, acceso a vivienda digna, educación para sus hijos y pro­ tección social para su familia. Adicionalmente, soportes económi­ cos y bonos por su labor.

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Son decisiones críticas, pero atacar este mal implica correr ries­ gos. En los últimos años se han desarrollo tecnologías que permiten una adecuada supervisión a los grupos encargados de la investiga­ ción de este ilícito y la consecuente procuración de justicia, tec­ nología que ofrece mediante la adecuada implantación de proce­ dimientos; son procesos de verificación que llevan a detectar y procesar ágilmente agentes y funcionarios de gobierno asociados con criminales. Finalmente, no dejamos de reconocer que la magnitud de la problemática es enorme; pero cuando existe voluntad política, transparencia en las acciones y apoyo de la comunidad, no hay adversidad que no sea vencida: la historia de la humanidad está llena de ejemplos.

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