Padres y madres en cinco ciudades colombianas: cambios y ...

eran autónomas por haber heredado la autoridad del marido muerto, aunque algunas volvían al hogar de origen, acogiéndose de nuevo a la jurisdicción.
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Capítulo Cuatro Paternidad y maternidad en la ciudad de Medellín: de la certeza del deber a los avatares y la incertidumbre del deseo Blanca Inés Jiménez Z. Profesora,Universidad de Antioquia María Dominique de Suremain

El legado de la tradición y las nuevas demandas de la sociedad Para decirlo en pocas palabras: nos encontramos en un período de transición en el cual unas relaciones de padres e hijos más viejas, exactamente autoritarias, y otras más recientes, más igualitarias, se encuentran simultáneamente, y ambas formas suelen mezclarse incluso en las familias. Norbert Elias, 1997 '. Los hombres y las mujeres que nacieron en la ciudad de Medellín en el siglo XX, en especial los que nacieron antes de los años sesenta, se socializaron en un ambiente donde predominaban las relaciones sociales y familiares patriarcales. Éstas se caracterizan por establecer jerarquías entre los géneros y las generaciones, siguiendo parámetros normativos y valorativos establecidos por la Iglesia Católica. La sociedad a la que nos remitimos ejercía un fuerte control sobre el comportamiento de los individuos, en particular, sobre el de las mujeres, los jóvenes y los niños(as). Como padres y madres en edad adulta, hombres y mujeres vieron confrontadas sus concepciones y prácticas al enfrentarse a vertiginosos 'Elias, N. La revolución de los padres y otros ensayos. Norma, Bogotá, 1998, p. 412

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cambios sociales, económicos, políticos y culturales, que se originaron en el proceso de urbanización y modernización de la ciudad. Tanto los padres como las madres de Medellín han asumido diferentes posturas frente a los cambios: los menos permeables conservan la tradición, mientras otros hacen ninturas sicnificativas con los modelos tradicionales e incorooran en sus representaciones y prácticas elementos modernos. Otros, por su parte (tal vez la mayoría), viven la transición en la medida en que incorporan elementos nuevos y a la vez conservan modelos y prácticas tradicionales, evidenciando los avances, retrocesos, fracturas y contradicciones que se presentan a lo largo de la historia. Para comprender este proceso con sus tensiones y contradicciones, vamos a describir brevemente algunos elementos que permitan entender cuáles eran las bases tradicionales de la sociedad medellinense de la primera mitad del siglo XX, y los principales cambios que se dieron en la segunda mitad del mismo; más concretamente en los últimos cuarenta años. Estos cambios contrastan con los elementos característicos de la tradición y muestran la forma como la ciudad llegó a adquirir su configuración urbana y a incorporar elementos de la modernidad social y cultural.

El crecimiento poblacional El dinamismo de la ciudad de Medellín se advierte en el cambio demográfico, pues su fisonomía urbana se trasformó vertiginosamente en la segunda mitad del siglo XX. Cuando se hizo el censo de 1928, Medellín tenía 83.955 habitantes y en el censo de 1951 la población era de 358.189 habitantes, es decir, creció en un 427% en 23 años. Así, en 1973 la población de la ciudad ascendía a 1 '070.924 habitantes, lo que quiere decir que se triplicó en relación con 1951. La proyección poblacional para el año 2000 fue de 1'980.917 habitantes según datos proporcionados por el DAÑE2. El crecimiento demográfico de Medellín se produjo en parte por la atracción que ejercía la ciudad para los habitantes del campo, pues muchos de ellos consideraban que en el espacio urbano había mayores oportunidades para emplearse en la industria y el comercio, por ser mayor su oferta educativa y de servicios. A su vez, la ola migratoria fue producto de la violencia generalizada que se vivió en el país, principalmente en las zonas rurales, la cual se inició en los años cuarenta y se prolongó hasta la década de los sesenta. Dicha violencia, de carácter partidista, ocasionó el desplazamiento de buena parte de la población campesina hacia los centros urbanos e hizo que a Medellín llegara un gran número de habitantes de Antioquia y de otros departamentos vecinos3. 2

DANE. En: www.dane.gob.co/estadisticas 1/inf estad/den deml/proyecciones/proy col. /html. Anuario Estadístico de Medellín 1916-1950. Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DAÑE). Medellín; Panorama Estadístico de Antioquia. Siglos XIX y XX. Bogotá, 1981; Anuario Estadístico de Antioquia 1998; Anuario Estadístico Metropolitano 1997. Citados en: Bravo, J. M. Medellín: análisis sobre su proceso histórico y desarrollo urbanístico. Concejo de Medellín, Medellín, 1991.

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La ciudad, sin embargo, no estaba preparada para el considerable aumento de la población al que tuvo que enfrentarse. La mayor parte de los recién llegados habían sido despojados de la tierra y carecían de recursos económicos, situación que los llevó a invadir lotes y a construir en forma desordenada los barrios que se llamaron "piratas" o "de invasión". Fue así como se formaron cinturones de miseria, aumentó la presión sobre los servidos públicos y de bienestar sodal, se generaron conflictos con el Estado por las invasiones de terrenos y el sector servicios no alcanzó a crecer en la misma proporción que la demanda. Este crecimiento desmesurado e inesperado afectó también la planificación y la infraestructura física de la ciudad, la cual se transformó considerablemente en las tres décadas comprendidas entre los años sesenta y los ochenta4. En las décadas de los años setenta y ochenta continuaron las migraciones hacia la ciudad y fue entonces cuando se empezaron a poblar las zonas periféricas, consideradas de alto riesgo geológico por estar ubicadas en las faldas de las montañas. En la actualidad continúa presentándose este fenómeno con nuevas oleadas de migrantes que siguen arribando a Medellín, esta vez a causa de la intensificación del conflicto armado nacional.

La subsistencia en la ciudad A comienzos del siglo XX las principales ramas que empleaban trabajadores asalariados en Medellín eran la industria, la construcción y el transporte. Las industrias de bienes de consumo y especialmente la textil, fueron la base de la actividad económica y una importante fuente de empleo hasta los años sesenta. Sin embargo, la industria textil comenzó a presentar signos de agotamiento en los años cincuenta y la crisis se agravó en los sesenta debido a la recesión, entre otros factores económicos que incrementaron el desempleo y la economía informal5. En 1979 Fabrícalo, una de las textileras más grandes, y otras 30 empresas se declararon en concordato, aumentando el desempleo en un movimiento que dura hasta el presente6. De hecho, a comienzos de la década de los ochenta ya se observaba una disminución en la vinculación de mano de obra al sector textil7. La crisis económica generalizada que se vivió en la década de los años ochenta coinddió con el auge del narcotráfico, el cual fomentó la ganancia de dinero fácil. Esta actividad se extendió en todos los sectores de la sociedad y junto con él comenzaron a aparecer otros fenómenos como la violencia y la corrupción social a todos los niveles. Aunque en la actualidad el poder del narcotráfico ha sido 4

Jaramillo, A. M. el al. En la encrucijada. Conflicto político en el Medellín de los noventa. Alcaldía de Medellín, Red de Solidaridad Social y Corporación Región. Pregón, Medellín, 1998, p.p. 32-33. s Jaramillo, A. M. v Salazar A. Medellín. Las subculturas del narcotráfico. Cinep, Santafé de Bogotá, 1992, p. 28. 6 Ibid„ p, 30. 7 Si se toman en cuenta las estadísticas que trae Luz Gabriela Arango sobre trabajadores de la industria textil afiliados al Instituto de Seguros Sociales en Antioquia, el porcentaje disminuye entre 1968 y 1981, pasa de 20,9 en el primer año a 10,3 en el segundo. Ver: Arango, L. G. Mujer, religión e industria. Fabricato 1923-1982. Universidad de Antioquia v Universidad Extemado de Colombia, Medellín, 1991, p. 335. 115

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neutralizado en gran parte por el Estado, aún quedan secuelas como el incremento del desempleo y la delincuenda, a lo que se le suma una alta tendencia al consumismo. La fuerza laboral femenina Una característica de Medellín es que su fuerza laboral industrial estuvo compuesta fundamentalmente por mujeres durante la primera mitad del siglo XX y luego se masculinizó. Las primeras generaciones obreras de Medellín estaban conformadas por hombres y mujeres jóvenes, a quienes sus familias enviaban a trabajar en las industrias y al menos el 10% de ellos tenía menos de 15 años8. En 1929 "las mujeres eran el 72% de la fuerza de trabajo en las industrias textiles, el 95% en las trilladoras y el 71 % en las fábricas de tabaco. En promedio, las mujeres eran el 68% de la fuerza laboral manufacturera en la ciudad"9. El número de mujeres empleadas por

la industria había disminuido drásticamente hacia 1945, llegando tan sólo al 36% del total de asalariados en el país y al 25% en Medellín10. A partir de los años cuarenta fue cada vez más evidente la tendencia a la masculinización de la fuerza laboral en la industria, aunque creció el empleo de mujeres en otros sectores. Se ha argumentado que la fuerza laboral comenzó a masculinizarse debido al cambio en la tecnología y a la demanda de mano de obra calificada para la industria; pero, según opina Mauricio Archila, en esto pudo influir también la valoración de ias trabajadoras por los empresarios, quienes ya no creían en su docilidad y, además, por sus familias que las veían adquirir una posición central en la economía familiar. Lo anterior incidió en que reaccionara la cultura patriarcal que abogaba por el regreso de la mujer al hogar". Asimismo, la posición de los industriales fue avalada por el discurso moral de la Iglesia Católica y de los sectores más conservadores de la sociedad. En consecuencia, el trabajo de las mujeres no les permitió ganar autonomía, ya que en la cultura tradicional "paisa" el padre era colocado como jefe de familia y la mujer trabajadora (preferiblemente soltera) estaba obligada a entregarle su salario y a someterse a su autoridad. Sólo las viudas que laboraban en las industrias eran autónomas por haber heredado la autoridad del marido muerto, aunque algunas volvían al hogar de origen, acogiéndose de nuevo a la jurisdicción paterna12. A comienzos del siglo XX el 90% de las obreras de los textiles eran solteras13, puesto que las industrias no aceptaban mujeres casadas. La exclusión de dichas mujeres se mantuvo hasta los años setenta y, según dice Luz Gabriela Arango, no se cuestionaba porque era una política que se inscribía dentro del "orden natural de la sociedad"14. s

Archila, M. Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945. Cinep, Santafé de Bogotá, 1991, p. 101. 9 Ibid., p. 99. 10 Ibid., p. 100. "Arango, L. G. Mujer, religión e industria. Universidad de Antioquia v Universidad Externado de Colombia. Medellín, 1991. l2 Ibid., pp. 267-268. 13 Archila, M. op. cit. u Arango, L. G. op. cit., p. 49. 116

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Las tradiciones en la vida familiar Las costumbres de Medellín hasta los años 60 estuvieron amarradas a una fuerte tradición que se caracterizaba por la marcada influencia de la religiosidad y la moral católicas en la vida de los habitantes. A su vez, regía un estricto control sobre la unidad que debía conservar la familia con la mujer-madre en el centro de la vida doméstica, y una concepción de la autoridad basada en la obediencia y la sumisión. El trabajo y la adquisición de bienes se valoraban altamente pues "amasar respetables fortunas" era visto como algo que le permitía al individuo y a su familia colocarse en una posición de prestigio y poder. Todos estos rasgos culturales que incidían en el pensamiento y la vida de los habitantes de la ciudad, eran reproducidos por la familia, la escuela, la iglesia y los medios de comunicación, amparados en un arraigado sentido de identidad que se definía como "la cultura, la raza y el empuje paisa".

La antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda en su libro Familia y cultura en Colombia, hace una caracterización de la familia antioqueña de la mitad del siglo XX en la cual se destacan tres aspectos: la división de tareas en el espacio doméstico, el ejercicio de la autoridad y él significado de los hijos. Según dice la autora respecto a la familia, "el padre mediante su jefatura económica la provee de todos los elementos materiales para su subsistencia (...). La mujer casada (...) no coopera en la tarea de producción, ni siquiera en las zonas de pancoger. (...) [Ella asume] la posición de administradora del hogar"15.

La cultura antioqueña tradicional tenía en alta estima la capacidad del hombre para sostener por sus propios medios a su familia. En el campo la mujer podía contribuir a la economía del hogar con la cría de animales domésticos y en la ciudad, si era soltera o viuda, le era posible trabajar en la industria16, el comercio y el aparato educativo. No obstante, lo ideal para la sociedad era tener a la mujer centrada en el hogar, desde donde podía disminuir los gastos o generar algunos ingresos mediante la confección de ropa, la venta de alimentos o la prestación de servicios a sus vecinos (corte de pelo, colocar inyecciones, entre otros). En la división de tareas la madre tenía la función de moralizar las costumbres y velar por el buen fundonamiento del hogar, por eso se resaltaban ciertos valores que ella debía expresar en el mundo doméstico: ser laboriosa, limpia y ordenada, cumplidora del deber y hogareña. En relación con los hijos(as), de la buena madre se esperaba que fuera ante todo educadora, ejemplar y que les diera buenos consejos. Asimismo, no era aceptado el maltrato, sino por el contrario ella debía ser tierna, entregarse desinteresadamente a ellos(as) y velar por su bienestar. Las expectativas frente al padre se centraban en que fuera responsable con su familia, ''Gutiérrez de R, V Familia v cultura en Colombia. Universidad de Antioquia, Medellín, 1994, p. 479. "Según plantea Mauricio Archila, en la primera mitad del siglo XX se podía pensar que las empresas -particularmente en Medellín- eran de alguna manera una prolongación de la familia, pues ella le confiaba sus hijas al Patronato y a la Iglesia y delegaba en éstos la autoridad paterna. Archila, M. op. cit., p. 100. 117

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moderado y sin vicios; justo en sus decisiones y en las sanciones que impartía sobre los hijos(as). Además podía ser afectuoso, pero mesurado en sus expresioVirginia Gutiénez considera que en la familia tradicional la autoridad era un into que recaía primero en la madre y luego en el padre: "las mujeres mandan de puertas para adentro y los hombres de puertas para afuera"18. Sin embargo, omos

estudios19 muestran que el padre, como proveedor económico y jefe del hogar, ejercía la autoridad mediante el respeto y/o el miedo que les infundía a sus hijos(as) y era quien decidía sobre los asuntos trascendentales de la vida familiar. La madre, por su parte, tenía autoridad sobre asuntos domésticos y la ejercía en nombre del padre, pero cuando discrepaba de su opinión, trataba de ocultarle sus decisiones o las actuaciones de los hijos(as). La madre tenía poder; sin embargo, éste se fundamentaba en los vínculos afectivos y en el control de la información sobre la vida del grupo familiar, más que en la autoridad. Según explica Virginia Gutiérrez, lo que honraba al hogar antioqueño no era la presencia física de muchos hijos (como sucedía en los litorales fluvio-mineros), sino en el esfuerzo que representaba criarlos, educarlos y colocarlos en el status socioeconómico a donde a ellos los habían situado sus padres. Además, en la estructura familiar "paisa" la gratificación solamente contaba en el caso de los d e s c e n d i e n t e s leoítimns 2 0 I.as nareiac He rasarlo»: rlfhían t m p r "Inc hiinc nut> nínt

mandara"21, pero quienes las conformaban no se preguntaban si deseaban ser padres o madres, si deseaban tener un hijo o qué número de ellos querían tener. La ecuación que igualaba matrimonio con hijos era una imposición cultural, un patrón que seguían las parejas, a no ser que fueran infértiles, en cuyo caso aceptaban no tener hijos o adoptarlos. La mayoría de las madres dedicaban quince o más años de su vida a la crianza de los pequeños(as) y sólo las mujeres viudas o abandonadas interrumpían más tempranamente su fecundidad y las tareas de crianza, para vislumbrar la posibilidad de obtener un empleo formal. La pregunta por el hijo(a) y por lo que éste requiere para su desarrollo psíquico y social, no era un asunto que causara preocupación o que impulsara a usar métodos para controlar la natalidad22. En Medellín la división y complementariedad de roles en la familia se conservó sin mayores cuestionamientos hasta finales de la década de los años sesenta. ajiménez, B. I. Imágenes Culturales de Hombre y de Mujer, Sonsón 1900-1987. Universidad de Antioquia. Medellín, 1993. Sin publicar. l8 Gutiérrez de R, op. cit., p. 478. "Jiménez, B. I. op cit. p.p. 207, 215 . 20 Gutiérrez de R, op. cit,, p. 477. 21 En el cambio de mentalidad sobre el control natal influveron significativamente las campañas adelantadas por Profamilia, pero además la sexualidad comenzó a valorarse en sí misma, como un hecho independiente de la reproducción. No se puede olvidar que la Iglesia Católica prohibe el control de la natalidad. 22 E1 significado del niño(a) en esta sociedad ha cambiado en las últimas décadas, a partir de los aportes de la pedagogía, la medicina y la psicología se le ha dado un lugar particular y se ha empezado a pensar en sus características v necesidades específicas. 118

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Según el modelo de familia tradicional antioqueña, proclive a la división complementaria de roles, el padre debía ser jefe del hogar, proveedor y trabajador, y sus tareas básicas eran responder económicamente por los hijos(as) y encauzar su inserción en la sociedad, dándoles buen ejemplo y corrigiéndoles las conductas que se salieran de lo establecido socialmente. En su función de proveedor, el padre debía dedicarse más al espacio público y a las actividades de producción económica; esto lo eximió de participar en los oficios domésticos y, por consiguiente, de las tareas de crianza y socialización de los hijos(as), pero finalmente lo alejó del hogar. Como complemento de este hombre la mujer debía buscar su realización en la maternidad, pues los logros de sus hijos eran sus propios logros, lo que la llevó a dedicar su tiempo y sus energías a obtener el bienestar para su familia y a cumplir con las tareas del hogar23.

Transición y cambio En las últimas décadas de este siglo en la ciudad se han presentado importantes reformas en la infraestructura física y en la organización social y económica. A pesar de los vaivenes de la economía y la crisis de la industria textil, Medellín logró un importante desarrollo de los sectores financiero, comercial y de servicios; se fortaleció el aparato educativo y se incrementaron los índices de escolaridad. A su vez, hubo mayor presencia de las universidades en la sociedad y un acceso masivo de la mujer a la educación, al trabajo por fuera del hogar y al ámbito público y social24. A estos cambios se les sumó la influencia de los medios de comunicación, principalmente la radio y la televisión, los cuales obtuvieron una amplia cobertura. Algunos datos muestran los avances de la infraestructura urbana: la cobertura del acueducto en la cabecera municipal llegó al 99,9%, la del alcantarillado al 95,3% y la de la energía al 100%2S. Sobre la educación es importante destacar que el cubrimiento de la escolaridad en primaria fue del 88,3% y en educación secundaria y media del 88,0%. Los índices de participación masculina y femenina en la educación se acercaron al 50% y en algunos puntos las mujeres sobrepasaron a los hombres, especialmente en la educación básica secundaria y los posgrados26.

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Como señala Virginia Gutiérrez de Pineda, los roles complementarios generan una dependencia recíproca: "Si un ego depende de! otro para recibir cualquiera de estos beneficios se hace dependiente e inválido cultural en la función negada". Esto explica por qué en esta investigación no se encontraron padres monoparentales tradicionales, aquellos que se sienten incapaces de asumir solos las funciones de crianza, establecen una nueva unión o conviven con miembros de su familia de origen. Gutiérrez de R, op.cit., p. 155. 24 Según un estudio realizado por Profamilia, en el 2000 el 49% de las mujeres estaban vinculadas al trabajo remunerado en Medellín; este dato es ligeramente inferior al promedio establecido por el Dañe para los principales centros urbanos del país, que era del 51%. Ver: Profamilia. Encuesta Nacional de demografía y salud. Santa fe de Bogotá, 2000, p. 30. "Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Medellín. Datos para 1998. ww. Idea.gov. co/Medellín.html. 26 IDEA. op. cit. Anuario estadístico de Antioquia. 1998. 119

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El desarrollo de la ciudad, sin embargo, no ha tenido un proceso ascendente; en los últimos años ha sido afectado por el recrudecimiento de la violencia política y social, la recesión económica, el crecimiento del desempleo y por los índices de pobreza. Tampoco este desarrollo ha favorecido por igual a todos los sectores de la sociedad; es así como a mediados de la década de los años noventa un 68,9% de la población estaba ubicada en los estratos medio y medio-bajo, con ingresos derivados de la economía informal27 y es posible que este porcentaje haya aumentado en los últimos años. En el campo cultural, en los años sesenta comenzó a gestarse en la ciudad una renovación de sus ideas y costumbres con la aparición de movimientos como el hippismo, el nadaísmo, el feminismo y los nuevos movimientos sociales, y con el auge de nuevas corrientes de pensamiento influenciadas por la sociología, la psicología y el psicoanálisis, las cuales permitieron criticar los modelos de vida establecidos28. Estas nuevas concepciones fueron propiciadas por la academia, la literatura y los medios de comunicación, y paulatinamente se difundieron en todos los sectores de la población. Entre las nacientes representaciones se tendía a destacar la valoración de la autonomía, la felicidad y la realización personal; nuevas ideas sobre la mujer, la maternidad y sobre el hombre y la paternidad, muy ligadas a las denuncias y a las tensiones generadas por la búsqueda de la equidad entre los géneros. La secularización de la sociedad y la pérdida de poder de la Iglesia Católica (como único referente para orientar la vida cotidiana), el cuestionamiento del autoritarismo y el poder patriarcal, y la adopción de diferentes posturas, definen el establecimiento de relaciones sociales y personales más democráticas. La renovación cultural incidió también en la concepción de las relaciones entre los géneros y las generaciones y en los procesos de socialización de los más jóvenes. Los estudios de género y los movimientos feministas han promovido el establecimiento en la familia de relaciones equitativas y con responsabilidades compartidas en lo relativo a la proveeduría económica, las labores domésticas, la crianza y socialización de los hijos(as). Igualmente, los discursos de la psicología han propuesto formas de relacionarse con los hijos(as), donde se le da mayor importanda a los vínculos que se establecen con ellos(as), entendiendo que deben fundamentarse en el afecto y la seguridad, el respeto por la individualidad y la autonomía. En el área sodofamiliar también se han dado cambios trascendentales que han inddido en las concepciones y prácticas sobre la paternidad y la maternidad, tales como: la generalizadón del control de la natalidad con sus efectos en la

"Secretaría de Bienestar Social, Iner, Corporación Región. Diagnóstico social de Medellín. Alcaldía de Medellín, Medellín, 1996. Citado en: Jaramillo et al., ibid., p. 38. 28 En los años sesenta en Medellín se creó el movimiento nadaísta y la gran presencia que tenía el hippismo en la ciudad condujo a la celebración del Festival de Ancón, un festival donde predominaron el amor libre y la música rock. 120

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reducción del tamaño de las familias29, la separación entre sexualidad y reproducción30, y la introducción de nuevos conceptos y prácticas de crianza. La intervención del Estado en la esfera familiar se incrementó con la presencia de Profamilia (entidad que apoya políticas dirigidas a incrementar la planificación familiar), y con el desarrollo de programas de protección a la familia, a través de la oficina regional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y las Comisarías de Familia. Entre esos programas están la ampliadón de guarderías, los apoyos para el cumplimiento de funciones familiares y la promulgación de leyes para regular las relaciones en la familia. De acuerdo con las nuevas ideas difundidas por estas entidades, los padres no deben desempeñar con los hijos(as) una función instrumental que se limite a proveer, definir normas, dar órdenes o a castigar. Por el contrario, deben establecer con ellos(as) relaciones afectivas en cuyo contexto se ejerza una autoridad democrática que tenga como base el diálogo y la concertación. En el caso de las mujeres se promueve redimensionar la maternidad para que no constituya su único y principal medio de realización personal, se busca que afirmen su autonomía e independencia afectiva y económica, para que puedan conquistar el manejo de una autoridad con sentido democrático. El texto que se presenta a continuación muestra las características de los padres y madres que están en transición respecto de los valores tradicionales y los postulados que han tomado auge en las últimas décadas en la ciudad. Aquí se describen los elementos que conservan, las diferencias que establecen con el modelo tradicional y los intentos que hacen -con fisuras y contradicciones- de asumir los cambios que demanda la modernidad. Cerca de la mitad de los hombres y las mujeres entrevistados(as) se ubican en la transición y, aunque el estudio no tiene un enfoque cuantitativo, se considera que esta distribución expresa la realidad social de la ciudad, la cual se caracteriza, entre otros aspectos, por estar en un proceso de cambio parcial y conflictivo hacia una cultura urbana que incorpora los elementos de la modernidad.

Los padres en transición 31 Los padres de hoy están enfrentados a los nuevos cambios que demandan la familia y la sociedad, los cuales exigen establecer distancias con los modelos tradicionales respecto a la vida familiar. Estos cambios tienen que ver con otorgar 29

En la actualidad, los hijos continúan teniendo mucha importancia en la familia como estímulo para el trabajo y la adquisición de bienes, pero el número de hijos(as) por familia ha decrecido considerablemente. ,0 Estos hechos son parte de las revoluciones sociales y culturales contemporáneas y dan ejemplo de lo que Gilíes Lipovetsky llama "el gran siglo de las mujeres". Ver: Lipovetsky, G. La tercera mujer. Barcelona, Anagrama, 1999, p. 9. 31 En la ciudad se conformaron tres tendencias: la tradicional que aglutina más de la tercera parte de los casos, la de transición, la mitad y la de ruptura que constituye una miñona o un grupo de vanguardia. Aunque la investigación no tiene un enfoque cuantitativo, esta distribución es expresión de la realidad social de Medellín caracterizada entre otros aspectos, por una transición parcial y conflictiva hacia una cultura urbana con la incorporación de elementos de la modernidad. 121

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mayor importancia a la paternidad y dar nuevos significados a los hijos, compartir la proveeduría económica con las compañeras o madres de sus hijos, establecer relaciones afectuosas y democráticas con ellos(as), y desempeñar roles menos diferendados entre padre y madre. No obstante, estas transformadones no son asumidas en todas sus dimensiones, ni son homogéneas, debido a la gran variedad de situaciones que dan cuenta de la complejidad del asunto y que caracterizan este momento como de transición. Los padres de esta categoría son los que asumen parcialmente los cambios, con tensiones y resistencias porque aún conservan elementos de la tradición. Ellos están más abiertos a los cambios que sus progenitores, porque son más críticos con la forma tradicional en que fueron socializados. El experimentar situaciones no previstas como rupturas de pareja o hijos concebidos por fuera de la unión y el establecer o tener en la actualidad relaciones con mujeres vinculadas al mundo público, quienes les demandan relaciones más equitativas entre los géneros, los ha hecho acceder a nuevos conocimientos y vivencias que los colocan de cara a los cambios, aunque aún presenten dificultades para romper con los modelos. Estos padres, por lo general, presentan características tales como haber realizado estudios secundarios, técnicos o universitarios. Además, algunos de ellos, los que pertenecen al grupo B, tuvieron que combinar estudio y trabajo debido a las dificultades económicas. Otros, por su parte, salieron de sus familias de origen desde temprana edad como una forma de adquirir independencia, enfrentando desde temprana edad su vida cotidiana y asumiendo solos sus tareas domésticas. No todos los hombres viven en familia nuclear y algunos han tenido diferentes formas de organización familiar, por ejemplo, se iniciaron en familias nucleares, se separaron o quedaron viudos y volvieron a contraer una nueva unión o permanecen como padres monoparentales. N u e v o s significados d e la p a t e r n i d a d Para los padres en transición y mucho más para los modernos, se puede aplicar lo señalado por Norbert Elias sobre la influenda de los hijos en el cambio de vida de los progenitores: "En muchos casos, el nacimiento de un niño obliga a que los padres organicen su estilo de vida. Al preguntarse cómo los niños ejercen un poder considerable sobre los adultos, se encuentra de nuevo una circunstancia y a señalada: los niños

cumplen una función para sus padres"32 Uno de los cambios más destacados en los padres es el nuevo significado de la paternidad, porque ya no se coloca el acento en el sostenimiento económico, sino en el vínculo afectivo, en el compromiso con la crianza y socialización de los hijos e hijas, y porque no se limita la paternidad a la descendencia biológica. Para estos padres, los hijos representan algo más que la prolongación del apellido o del motor para el trabajo productivo, adquiriendo nuevos significados, de los cuales se destacan la posibilidad de proyectarse, en su dimensión existencial, ,2

Elias, N. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y sicogenéticas. Fondo de Cultura Económica. México. 1998, p. 419.

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social o de pareja. A su vez se constituyen en la oportunidad de relacionarse, porque el hijo/a le permite brindar y recibir cariño, interactuar y tener compañía. La paternidad se ha convertido en un estímulo para superarse y conocerse como personas; por lo tanto, cobra importancia la autocrítica, la formación y la búsqueda de orientadón profesional para resolver dificultades personales que afectan la relación con los hijos e hijas. Hoy, tal vez más que en décadas anteriores, en la cultura paisa, como se dijo anteriormente, tiene mucho peso el poseer bienes materiales debido, entre otros, al desarrollo de la economía capitalista, la apertura económica, el narcotráfico y las posibilidades que éste ofrece para adquirir dinero en forma rápida. Por ello, para los padres y para las madres, en general, el tener bienes materiales continúa siendo un estímulo para el trabajo; sin embargo, lo económico no está tan ligado con la fundamentadón de la paternidad, como sucedía con los padres de antaño o sucede con los padres tradicionales de hoy. Los padres en transición y aún más los modernos, le han dado un muevo significado a ese rol, por cuanto consideran que para ser buenos padres deben tener otras características como el participar en la crianza y construir vínculos afectivos estrechos con los hijos. Otro asunto que diferencia a los padres en transición, en comparadón con los de antaño, es que estos no planificaban y tenían el número de hijos que Dios quisiera; por el contrario, ahora limitan el número de hijos y planifican, unos desde el primer nadmiento y otros con los siguientes33 Algunos se muestran orgullosos al decir que sus hijos/as no nacieron por accidente y, más aún, que fueron buscados. Cuando esto ocurre, se evidencia mayor compromiso con la paternidad, porque los hijos son fruto del deseo de ser padres. Tulio, un padre de estrato dos, narra que intuyó el embarazo de su esposa. "En el momento de la relación yo tengo cierta impresión, obviamente yo a ella no le digo nada, pero al otro día cuando yo me despedí de ella para irme a trabajar, le dije: hasta luego

futura mamá..." Este hombre que postergó la paternidad hasta después de cumplir los 30 años, asume que al casarse se debe tener hijos, y en la actualidad es un padre comprometido con ellos tanto en su sostenimiento como en su crianza. Algunos padres, por su parte, reconocen que concibieron sus hijos por error en relaciones inestables; no obstante, asumieron la paternidad con afecto. Julio, por ejemplo, relata que tuvo su hijo en el contexto de una relación muy corta con una mujer que lo sedujo y de quien no estaba enamorado; no planificó porque suponía que la compañera tenía problemas de infertilidad. Él no esperaba tener hijos en ese momento porque sus planes eran vivir en otro país con el fin de adelantar estudios. Asimismo, para él un hijo debía ser producto de una relación de pareja estable, unida por el amor, por los intereses comunes frente a la relación y por un proyecto en relación con el rol asumido. Sin embargo, dice que se sintió protago33

La anterior afirmación no quiere decir que todos los padres la compartan. Es necesario aclarar que todos los padres entrevistados tenían alguna relación con sus hijos. Sólo algunos no habían asumido a sus hijos biológicos pero tenían reladón con los hijos de la compañera porque vivían en familia nuclear poligenética o simultánea.

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nista en todos los momentos, desde que se gestó el niño, en el parto y el posparto. Ahora convive con su hijo que tiene 6 años y se siente orgulloso de él. Daniel, otro de los entrevistados, reconoce que el embarazo fue una situación de alta irresponsabilidad: Simplemente un día nos fuimos a pascar, a acampar, no tomamos precauciones, no nos cuidamos y en medio del licor, se embarazó. Yo era muy reacio a esa situación, pero cuando nace mi hija todo cambió, porque el amor que yo sentí, nunca lo había sentido por otra persona, ¡nunca!, esa es una sensación nueva para mí. En este relato se hace evidente un cambio en el concepto de responsabilidad, ya que se reconoce como una falta el concebir hijos no planeados en relaciones de pareja inestables y no es aprobada la posibilidad de negarse a asumirlos. Lo anterior contrasta con las posiciones de los padres tradicionales quienes, frente a un embarazo en relaciones inestables, tienden a negarlos o cuando más a pasarles algunos ingresos, pero no conservan el vínculo con ellos y ellas. Asimismo, en el caso de que se preserve alguna clase de relación, muestran resistencia a comprometerse con su crianza. Si embargo, existen algunos padres que como Julio, ven en sus hijos una parte fundamental de sus proyectos vitales, al punto de partir en sus narraciones del momento en que se enteraron del embarazo y, sin imnortarles que no conviven con la compañera, ven en la paternidad un cambio radical de sus expectativas: "cuando supe lo del embarazo, cancelé el viaje. Lo medité mucho, pero.... no fui capaz de abandonar a mi hijo. Puede que haya sido como la misma crianza de nosotros, de sentir que los padres estaban ahí, pero la mayoría del tiempo no estaban como desde el juego, la lúdica, desde la ternura como uno lo hubiera deseado" (Julio).

Los relatos de los padres en transición dan cuenta de la incorporación de nuevas ideas en tomo a la paternidad, dándole mayor valor a su papel en el proceso formativo de sus hijos e hijas. En ellos tienen cabida las ideas que circuían en el medio sobre las necesidades de los hijos, no sólo de índole material sino también afectiva y espiritual. De igual manera empiezan a pensar que convivir con sus hijos es un derecho, por lo cual algunos de los padres de familias monoparentales han reclamado legalmente esa prerrogativa o han logrado convencer a las madres de sus hijos de las bondades de esa convivencia. A su vez, los entrevistados fundamentan la importancia de la paternidad en los cambios que el nacimiento de los hijos les generó en sus vidas, puesto que expresan sentirse más responsables, comprometidos y útiles. Elkin dice que la hija le dio un motivo para vivir, porque antes pensaba en el suicidio. Otros manifiestan el valor que tiene para ellos el hijo o la hija en la medida en que su nacimiento les implicó aplazar proyectos laborales o educativos, tal como lo narra Alvaro, un padre que vive en familia nuclear: "con el nacimiento de mi hija se alteró momentáneamente un proyecto, porque estaba dedicado de lleno a la formación de una micro empresa, pero al llegar la niña, me dediqué a ella" (Alvaro). 124

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Para Alvaro el hecho de tener una micro empresa le iba a reportar mayor solvencia económica, pero también exceso de trabajo, por lo que deddió posponer el proyecto económico y destinar mayor tiempo para compartir con su hija. Sin embargo, estos padres, especialmente los monoparentales, también empiezan a experimentar conflictos personales por la necesidad de demostrar que ellos pueden llenar todo lo que los hijos necesitan y ser padres ejemplares, y por la dificultad de hacer compatibles las demandas de la paternidad con las que traen de los otros proyectos vitales. Conflicto que evidencia la presenda en las representaciones de ideas que asocian el amor a los hijos e hijas, con la entrega total y la renuncia personal. Para mí ser papá ha sido lo más grande, pero ya estando uno en ese rol solo, sí es un poquito complicado..., porque trae muchas limitaciones, pero con la ayuda de mi familia lo he ido sorteando un poquito. Pues... porque tampoco es el hecho de anularse uno como persona por dedicarse a los hijos, pienso que ellos también tienen que entender que uno tiene otro tipo de expectativas y, afortunadamente lo han ido entendiendo... Al principio fue más difícil por la influencia de la mamá: el papá no los quiere, el papá los descuida... (José). Los padres que presentan cambios en las concepciones sobre la forma como deben desempeñar ese rol, también empiezan a tener las mismas preocupaciones que las madres, en el sentido de no ser absorbidos por los hijos y que esos no obstaculicen su realización en otros campos. Las tensiones se generan desde ellos mismos, desde las madres y desde los hijos e hijas en un proceso que tiende a ser más difícil en la infancia, pero que en la medida en que estos van creciendo y ganado autonomía, cambia, dando lugar a nuevos encuadres y negociaciones en pro de un afecto basado en el diálogo, la confianza, el compartir calidad de tiempos y espacios cotidianos, logros y dificultades, los cuales no necesariamente niegan la posibilidad de los unos y los otros, de ser y de realizarse en diferentes campos. Aun cuando para estos padres la paternidad tiene otros significados, todavía conservan ideas tradicionales en el estilo de la crianza, en la medida en que desea perpetuar en los hijos su oficio o profesión y tienden a influir en ellos para que reproduzcan sus propias inclinaciones personales y profesionales. En este aspecto no logran incorporar las ideas de libertad y autonomía que promulgan las posturas más avanzadas sobre la crianza y, por el contrario, se rigen por el deseo de prolongar en la descendencia sus propios intereses. Según sus testimonios, los hijos desde pequeños deben sensibilizarse para despertar sus capacidades y su creatividad; por ejemplo, si el padre es artista quiere que su hija lo sea, si es ingeniero de sistemas, desde pequeño le enseña al hijo el manejo de los computadores. Sin embargo, esta meta en que se involucran los hijos y las hijas con algunos de los padres en transición, estimula su compromiso en las tareas de crianza. Aunque la mayoría de los padres en transición son menos ilustrados en la incorporación de elementos de la modernidad que los ubicados en ruptura, reconocen que cumplen un papel importante en la educación de sus hijos e hijas, no sólo por el buen ejemplo, sino por la relación que establecen con ellos. Algunos, 125

Blanca Inés Jiménez, María Dominique de Suremain con el fin de tener mayor claridad sobre la forma de tratar y relacionarse con sus hijos e hijas, valoran su formación como personas; hablan de su interés porformarse para ser buenos padres y estar al tanto de las necesidades de los hijos e hijas. A su vez, relatan que leen, ven en televisión programas educativos o hablan con sus amigos sobre la mejor manera de desempeñarse como padres. En síntesis, buscan mejorar y fortalecerse en asuntos relacionados con la crianza. Julio, por ejemplo, lo expresa de la siguiente manera: ha sido un trampolín para hacer las cosas bien, para ser muy crítico, para no perder el tiempo. Para buscar estabilidad no sólo científica, teórica o de formación profesional, sino también económica. Fuera de todo lo triste que fue tenerlo (por no ser planificado), ha significado un reto, un reto grande de lealtad, de constancia, de desapego también, de aprender a estar sin exigir y sin condicionar. Otros padres, por el contrario, expresan que no se sienten muy motivados en ilustrarse sobre estos asuntos, por lo que prefieren dejarse guiar por la intuición, sus experiencias y las sugerencias de la compañera o madre de sus hijos(as). En términos generales, los padres en transición no dedican tanto tiempo, ni colocan la formación en un lugar tan importante como dicen hacerlo los padres ubicados en ruptura, quienes están más atentos en proporcionar una formación integral a sus hijos o hijas. Pero, en general, las nuevas concepciones sobre el ser padre, el lugar que ocupa la descendencia en sus vidas y las nuevas demandas de la sociedad y de la vida en familia, inciden en los cambios, aún pardales, en el desempeño de funciones tales como la proveeduría y la crianza de la progenie.

Ser padre no es solamente dispensar dinero Transformar la tradidón le significa a los hombres no cifrar la paternidad en la proveeduría económica, aceptar que la mujer trabaje y salga del hogar, y compartir con ella el sostenimiento de los hijos, la autoridad, las tareas domésticas y la crianza. En caso de no tener compañera, los hombres deben asumir esas tareas como propias. No obstante, los padres en transición, unos más que otros, tienen dificultades para apropiarse de estos retos con todas sus implicaciones y por ello, aunque presentan cambios, estos aún son parciales. Hecha la aclaración, los padres que presentan cambios más significativos en este aspecto empiezan a cuestionar el hecho, aceptado por tradición, de ser vistos solamente como proveedores económicos, al punto de hablar de lo pesado que es para un padre ser visto solamente como dispensador de dinero, y se resisten a desempeñar solamente esa función34. Como se mencionó anteriormente este cambio es 34

E1 padre como dispensador de dinero es tratado por Bruno Decoret en su ponencia en el Seminario El padre, Cambios y Retos, referido a los padres separados en Francia, a quienes sólo se les ve y se les exige como dispensadores de dinero (Décoret, B. Paternidad y cambio social: los padres separados. En: Memorias, Seminario Internacional "El Padre: Cambios y Retos". Cuadernos: Familia, Cultura y Sociedad N° 3-4. Universidad de Antioquia. Medellín, Octubre de 1999, p.p. 99-103). En esta investigación, también los padres se lamentan de ser vistos solamente como proveedores; sin embargo, no es una queja exclusiva de los padres separados. Como puede observarse este tipo de quejas corresponde a padres que han roto con la tradición.

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muy importante si se tiene en cuenta que en Antioquia la masculinidad ha estado representada por tener dinero, status, reconocimiento, y en esa medida los valores masculinos han estado asociados con fortaleza, empuje, tenacidad, riesgo en el trabajo y competitividad35. En consecuenda con las nuevas teorías sobre las relaciones de género, se espera que simultáneamente con el cuestionamiento del rol de padre como proveedor de bienes materiales en el hogar, se varíe en la concepción sobre las mujeres amas de casa. Este cambio, generalizado en los padres modernos, presenta matices en relación con los ubicados en transición. Mientras que en unos el cambio en las ideas se da antes de establecerse la unión, lo que los lleva a elegir mujeres que trabajan, en otros éste se produce como efecto de la necesidad de que la mujer contribuya con dinero para el sostenimiento del grupo familiar o porque ellas reclaman el derecho a desempeñarse en un oficio o profesión36. En tales circunstancias se presentan tensiones y conflictos alrededor del hecho de que la mujer pase mayor tiempo por fuera del hogar y por las nuevas condiciones que esto genera en el desempeño de las tareas domésticas, lo que en casos extremos puede llevar a la ruptura, ante la dificultad del hombre para asumir que la mujer trabaje y gane autonomía. Por el contrario, hay padres en transición que no sostienen económicamente a sus hijos, pues este papel lo desempeña la madre. Daniel, por ejemplo, reconoce que la madre es la que sostiene al hijo porque él no tiene empleo, pero no devalúa su papel de padre por no ser proveedor. Así, hace énfasis en que lo económico puede ser asumido por cualquiera, pero lo afectivo y el ejemplo no, lo que en consecuencia da un alto valor a la relación que establece con su hijo. En pocas palabras, las posiciones de los entrevistados frente al manejo del dinero para el sostenimiento del hogar son variadas, y pueden tipificarse en algunos de los relatos: Antonio, por su parte, señala que entrega todo lo que gana a la compañera y ella administra el dinero; pero establece diferencias porque él no se gasta un peso para asuntos personales, en cambio la compañera si utiliza lo que gana para sus necesidades. Osvaldo, en contraste, enfatiza en que desde el momento de su matrimonio maneja una cuenta común con su compañera para cubrir todos los gastos. Además, reconoce el esfuerzo que ella hace y considera que él debería trabajar más para así liberarla de responsabilidades y favorecer que esté más tiempo con la hija. Mauricio ha tenido momentos en los cuales su compañera es más estable laboralmente, pero siempre los ingresos y los gastos son compartidos. Elkin, por ejemplo, percibe menos ingresos que su compañera, quien maneja el dinero y dedde sobre los gastos del hogar. El, además de considerar importante el aporte económico de su mujer, no se siente mal porque es mayor que el suyo; por el contrario, el malestar es causado por no tener dinero para vivir mejor. Al respecto "Fajardo, L. H. La moralidad protestante de los antioqueños. Estructura social y personalidad. Departamento de Sociología, Universidad del Valle. Cali, 1966. 36 Sin embargo, la ganancia como padres de compartir lo económico, no siempre está asociada con asumir compromisos referidos a la crianza de los hijos/as y a las tareas domésticas. 127

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dice: "siempre con lo que he conseguido le he colaborado a ella". Tulio, quien adminis-

tra el dinero, no reconoce el aporte de su familia a pesar de tener una famiempresa pues, según él, ésta es tan sólo una ayuda que por el tipo de trabajo permite que los hijos y la compañera desarrollen alguna actividad. Las contradicciones entre las ideas v la oráctica en cuanto al trabajo de la mujer, se evidencian en el relato de Alvaro, quien reconoce la importancia del trabajo en las mujeres, pero no está de acuerdo en que su compañera trabaje, porque gana poco dinero. Él compara los beneficios con los perjuicios en el hogar: "con lo que ella gana no alcanza para pagar la empleada, tiene más carga y descuida la

marcha del hogar". Esta expresión demuestra cuan fuerte es aún en las representaciones sociales el considerar a la mujer como ama de casa, y de la resistencia del hombre a perder los privilegios y beneficios que trae consigo tener una mujer que se encargue del funcionamiento del hogar y de la crianza de los hijos, liberándolo de esa responsabilidad. Las resistendas a cambiar la concepción del padre como proveedor también se encuentra en las mujeres. Son dicientes los testimonios que dan cuenta de las demandas de las madres para que los padres sean los proveedores únicos o principales, colocando el acento en esa función Estas posiciones se observan en los relatos de madres de familias monoparentales o poligenéticas que señalan como "malospadres" a los progenitores de sus hijos, porque no cumplen con sus responsabilidades económicas, pero no advierten si están o no interesados en la construcción de lazos estrechos con ellos(as). En estos casos las mujeres continúan reproduciendo las ideas tradicionales sobre la paternidad. Los nuevos discursos referidos a la proveeduría económica compartida, tienden a promover una redistribución de tareas entre los géneros y la posibilidad de que los hombres se responsabilicen también de la crianza de los hijos e hijas y establezcan relaciones con su descendencia, no mediatizadas por el dinero. De igual manera favorecen que la jefatura del hombre se transforme y en tal medida se comparta la toma de decisiones y el ejercido de la autoridad. Pero en los hombres y mujeres en transidón este movimiento es parcial, pues algunos presentan resistencias para moverse del lugar que históricamente les ha sido asignado, debido a que aún subyace la idea de que este cambio conlleva a la pérdida de privilegios y seguridades, y porque esa transformación implica trasladar las bases en las cuales se ha sustentado su masculinidad. Las mujeres, por su parte, generan resistendas porque este cambio no sólo les trae benefidos, sino que les significa tener mayores responsabilidades, ya que no pueden colocar su seguridad económica y emocional en los hombres, ni depender de ellos para su sostenimiento y para la toma de decisiones. Entre el patriarcalismo y la democracia El cuestionamiento al modelo patriarcal, implica asumir una autoridad compartida y unos métodos para socializar a sus hijos/as basados no tanto en el castigo y la imposición sino en el diálogo y la orientación. Sin embargo, estos 128

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padres en transición, unos más que otros, presentan dificultades e inconsistencias en la incorporación de formas democráticas basadas más en la formación para la libertad y la responsabilidad y menos en el sometimiento. Las dificultades para asumir la autoridad compartida se expresan en desautorizaciones y en el desconocimiento del otro/a como autoridad; así, cuando no conviven ambos genitores, la responsabilidad no es asumida, lo que se expresa en el pasarse la bola y en pídale el permiso a su papá o pídale el permiso a su mamá. Elkin, por ejemplo, describe que

la esposa espera de él que ejerza la autoridad y le demanda que reprenda a la hija por faltas que comete cuando él no está presente, ante lo cual él se niega porque considera que debe ser responsabilidad de la madre. En cambio la esposa de Mauricio es quien ejerce la autoridad y él no interviene para no tener problemas con ella. Algunos padres se desempeñan como mediadores y conciliadores entre la madre y los hijos, cuando consideran que ellas son autoritarias. En tales casos las describen como "posesivasy rígidas en las normas, agresivas, gritonas o alteradas con

los hijos". La figura del padre mediador está mostrando un cambio con las formas autoritarias tradicionales, pues antes era la madre quien acataba la autoridad paterna o trataba de mediar para evitar que sus hijos fueran maltratados. En el ejercicio de la autoridad se evidencian dificultades para el cambio, especialmente en lo tocante con el castigo físico como método para corregir. En tales casos los padres son menos claros y coherentes; señalan inicialmente que disminuyeron los castigos físicos, para luego afirmar que después de ejercerlos han obtenido resultados positivos con los hijos(as): son más dócilesy obedientes, se volvieron más cariñosos. Algunos, por su parte, justifican la utilización del castigo físico en que los menores se lo merecían. Así, hacen énfasis en que trataron de evitar los golpes, los utilizan con menos frecuencia e intensidad, o en que sólo recurren a ellos cuando sienten que no son capaces de manejar a los hijos, cuando la falta es grave, cuando reiteradamente trasgreden las normas, o si perciben que los hijos les están perdiendo el respeto. "Con esa pela él supo quien es su papá. Así, el esté barbado (tiene 14 años), sigue siendo el hijo y tiene que respetar" (Argiro).

Otros de los entrevistados intentan evitar los castigos y recurrir a la palabra o el diálogo, con el fin de saldar las diferencias y buscar acuerdos sobre la forma como deben comportarse los hijos e hijas, pero cuando sienten que están perdiendo autoridad, recurren al castigo físico e incluso llegan a decir que los hijos piden "la pela", porque no obedecen con las primeras advertencias. Si se le da la palmadita, pero no fuerte para que la haga llorar, pero si para que la sienta, porque es que si no, lo va ha tomar como un juego" (Jairo).

Los padres que ejercen castigos físicos hablan de no excederse en los golpes, no pegar con rabia y hacerlo con la mano abierta o con correa, y no mediante los puños o con objetos. Hoy, influenciados por los nuevos discursos a favor del dialogo y en contra del maltrato, estos hombres tratan de ser menos castigadores con sus hijos, pero presentan dificultades para lograrlo, porque no han incorporado completamente otros métodos:

Blanca Inés Jiménez, María Dominique de Suremain Pero hay muchas cosas que uno intenta estar cambiando. Yo por ejemplo cuando grito en la casa, me doy cuenta de que ese comportamiento no es mío, que es un comportamiento construido, e inmediatamente intento revaluarlo, lo que pasa es que son experiencias que han tocado tan en lo profundo, que están tan enraizadas en el ser mismo que se dificulta el manejo de esas situaciones (Antonio). A pesar del testimonio anterior, no es posible asociar el maltrato que los padres recibieron en la infancia, con la utilización del castigo físico sobre sus hijos, pues los hombres que recibieron castigo físico en su infancia tienen posturas diferentes. Así, unos expresan haber salido del hogar en su adolescencia como una forma de escapar de los padres o adultos maltratadores y actualmente son críticos frente a los métodos violentos, mientras otros aceptan éstos, porque los consideran útiles: si mi padre no me hubiera castigado como lo hizo,yo no sería lo que soy, pues se considera un hombre honrado, trabajador y responsable. Quienes son críticos frente al castigo físico han cambiado los métodos para sancionar a sus hijos/as, a la vez que quienes justifican la forma como fueron castigados tratan de cambiar, gracias a la influencia de las ideas del medio y la respuesta de sus hijos e hijas. No obstante, esto no quiere decir que haya un convencimiento sobre la eficacia del dialogo o del ejemplo, para lograr establecer límites en sus descendientes. Los padres más avanzados reconocen la importancia de contar también con los hijos/as para el establecimiento de normas y para la toma de decisiones: "nos sentamos la mamá, él y yo a dialogar, a aclarar las cosas" (Tulio). De igual manera utilizan otros métodos para disciplinar que no implican castigos físicos, tales como suprimir gustos o poner límites en cuanto a ver televisión, salir a la calle a jugar con sus amigos, hacer ciertas tareas, entre otros. Dan cabida a prácticas como el escuchar a los hijos e hijas, utilizar el diálogo como un medio para que ellos justifiquen los comportamientos contrarios a las normas, o acerca de la opinión que estas les merecen. Cuando los padres incorporan los nuevos discursos a favor de la democracia en las familias, tienden a cuestionar las estructuras jerárquicas tradicionales, en las cuales predomina la idea de respeto a los padres, entendido como distancia, acatamiento, sumisión. Por ello, lo que anteriormente se denominaba "contestar a los padres" y era motivo de castigos más severos que los generados por la falta que estaban reprimiendo, ahora es permitido. Un padre dice que los hijos (as) le reclaman: ¿y por qué me va a pegar, no ve que usted hizo lo mismo? En tal sentido, se percibe cómo el respeto mutuo y la exigencia de acatar las normas estableadas en la familia, va involucrando a todos los miembros. Las ideas que circulan en el medio a favor de la concertación también tienen presencia en las familias, pues algunos hablan de la utilización de dicho método con los hijos (as), tal como lo señala Tulio: "no me siento el papá que manda, sino un papá que trata de corregir. Primero yo imponía, y hoy hago grandes esfuerzos por concertar". Este padre también se refiere a la forma dialogada como orienta a sus hijos:

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piense usted primero que quiere ser, cuando ya sepa que quiere ser, empiece a pensar que tiene que hacer para llegar, nada en la vida es gratis, por cada paso que uno da tiene que pagar un precio. Si yo hoy me estoy matando es porque no he sido capaz de pagar el precio de ir más allá... (Tulio). Los padres que no ejercen con sus hijos el castigo físico o son críticos con este método, aducen varias razones para el cambio: las propias experiencias, lo que han observado en el medio, la información obtenida y la posición de los hijos/as, quienes los confrontan y reclaman un trato diferente. En general, dicen que no son maltratadores y reafirman que se han dado cuenta de los efectos nocivos del castigo físico y de las ventajas de no hacerlo. Uno ya se ha concientizado de que para ejercer la autoridad no es tanto someter al otro físicamente por medio del castigo, sino más bien lograr conquistar la amistad, porque yo siempre he dicho que sobretodo con los hijos de hoy, uno antes de ser papá tiene que ser amigo. El someter los hijos con castigos físicos no funciona. Que el hijo demuestre a ratos que lo quiere mucho y uno ve en la práctica que por detrás está rajando y haciendo cosa a espaldas del papá y la mamá, como vengándose. En ese sentido pienso que soy distinto a mi papá y a la forma de educación que pienso seguir (Alvaro), y> pienso que el castigo físico es un método muy antiguo, que todavía no se si es bueno o es malo, pero el castigo extremo no conduce a que el hijo entienda que pasó, porqué hizo lo que hizo, a quien dañó, a quien afectó y como no se vuelva a repetir (José). De alguna manera, en los relatos de las personas en transición se aprecia el efecto de los nuevos discursos sobre el establecimiento de relaciones democráticas en las familias y las nuevas exigencias de la sociedad en cuanto a la socialización de los hijos/as. En consecuencia, esa función disciplinadora que ha tenido la familia no deja de ejercerse, pero ya no se cumple de forma autoritaria e impositiva, sino tiende a ser dialogada y compartida. En pocas palabras, vemos un cambio de paradigma en la socialización ya que, si anteriormente estaba fundamentado en el disciplinamiento y la sumisión, ahora se recurre a métodos que fomenten la responsabilidad en la libertad 37 .

Mi mayor logro como papá es ganarme el cariño de mis hijos Las características del vínculo afectivo del padre con sus hijos/as cambia en aquellos catalogados como de transición pues, ellos, a diferencia de los padres tradicionales, dan más importancia a la construcción de vínculos afectivos y al acompañamiento cotidiano. Así, se encuentra que conciben a un buen padre "Autores como Guillermo Gutiérrez señalan cómo, en los padres tradicionales, la autoridad estaba basada en la prohibición y el castigo, "el autoritarismo "tiránico" de los padres y "el miedo absoluto de los hijos". Hoy, según este autor, se requiere un cambio en el ejercicio de la autoridad en el sentido de construir unas formas positivas de transmitir los valores sociales y morales. "Inventar" una autoridad sana y actualizada, que prepare a los hijos para enfrentarse adecuadamente con las situaciones y problemas modernos. Gutiérrez, G. Conferencias para padres de niños, niñas o adolescentes. Centro de Familia, Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 1999. (Material no editado). 131

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como aquel que quiere a sus hijos, los forma, los ayuda y los apoya en todo lo que necesiten. Poco a poco, han tomado conciencia de que el afecto no es sólo asunto de las madres y que éste no se da de manera "natural", tan sólo por la existencia de lazos de sangre. Por ello, establecen relaciones más directas con sus hijas e hijos biológicos o por adopción, en el caso de los padres sustitutos, como Fernando, quien ha establecido una relación muy estrecha con el hijo de su compañera. El afirma: "criar un hijo que hoy o mañana lo va a agradecer: usted es mi papá, no el que me engendró sino el que me crió, me dio su cariño; entonces a ese niño hay que brindarle lo

mejor". Asimismo, Francisco, un padre que vive en familia extensa, a pesar de no participar activamente en tareas de crianza de la hija, le da mucho valor al vínculo establecido y su mayor logro como padre es haber ganado el cariño de ella. De igual manera, Tulio, padre en una familia nuclear, es enfático al afirmar que su mayor logro como papá fue ganarse la confianzay el amor de mis hijos. Estos hombres presentan cambios significativos en la expresión del afecto y lo hacen de múltiples formas: besando, mimando y cargando; otros les dan más énfasis a los gestos, las palabras, los juegos y especialmente el tiempo que les dedican. Son más espontáneos con las niñas de corta edad y en cambio son menos expresivos con los varones, especialmente cuando estos crecen, debido a que aún subyace la idea de que los hombres deben aprender desde pequeños a ejercer mayor control sobre sus emociones. Javier, un padre de hogar monoparental, hace énfasis en su deseo y satisfacción de tener una niña, porque con las hijas mujeres los padres pueden ser más expresivos, tiernos y mimadores. Otros padres más resistentes al cambio, reconocen que no son tan afectivos como las mujeres y les atribuyen el ser más afectivas, cariñosas y tiernas con los hijos. A pesar de los cambios, aún se conservan creencias y temores relacionados con las expresiones de afecto en la relación padres-hijos(as). Unos padres dan cuenta de su deseo de ser afectuosos con sus hijos o los hijos de sus compañeras, pero encuentran limitaciones por su forma de ser, su pudor, o en los temores que puedan presentarse por la actitud de sus compañeras. Antonio señala las dificultades que encuentra para expresar sus afectos: "si por mífuera todo el tiempo los mantendría abrazados, dándoles besos, y efectivamente así lo hago, pero no en la medida que yo

quisiera". Alvaro, un hombre que se considera afectuoso, se refiere al conflicto que tuvo con su compañera, porque ella no aceptaba que cargara a su hija preadolescente. A su vez, Guillermo y Joaquín advierten que son más expresivos con sus hijas que con las hijas de las compañeras por miedo a traspasar los límites que deben existir entre ellos. Algunos de estos relatos, en síntesis, evidencian temores referidos a la expresión física de los afectos, porque aparece el fantasma del incesto con las hijas y la homosexualidad con los hijos. Es interesante relatar que las madres no dan cuenta de este tipo de miedos, lo que abre el interrogante de si es posible deducir de esto que en las representaciones permanece la idea de la diferencia en la dotación instintiva de hombres y mujeres. Según dicha diferencia, la madre tiene un instinto que la dota para

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Medellín, de la certeza del deber... vivenciar y expresar un afecto no erótico con su descendencia, mientras se considera que el padre no está dotado instintivamente para ello y por consiguiente es más sexuado, lo que lo lleva a requerir de barreras más fuertes, establecidas por la sociedad. Si bien sobre este asunto no se profundizó en este estudio, por su trascendencia requiere ser tenido en cuenta en futuras investigaciones.

Entre el compromiso con la crianza y la resistencia a lo doméstico La crianza de los hijos e hijas adquiere una nueva dimensión en la medida en que ya no está tan arraigada la idea de que esta función es competencia de las mujeres. Los padres en transición participan más activamente y comparten más tiempo con sus hijos/as que los padres tradicionales. Alvaro, por ejemplo, dice: "yo en la dieta de Nena era el que hacía de comer, preparaba teteros, cambiaba pañales". Sin embargo, todavía no asumen la crianza y el trabajo doméstico como una responsabilidad propia. Algunos reconocen que tienen dificultades para posesionarse de estas funciones y, como Francisco, se critica por su escasa participación en las actividades de crianza, escolares y domésticas, lo que a la vez justifican por el exceso de trabajo: "le he robado mucho tiempo a la niña con el trabajo". Los padres más comprometidos con las tareas de crianza organizan su tiempo para jugar con sus hijos/as, asearlos, acompañarlos en su proceso de crecimiento y desarrollo. A su vez, los que conviven con su compañera, delegan en ella o en otras personas las tareas cotidianas, pero dedican tiempo para enseñarles, jugar o dialogar. Los padres con hogar, por su parte, asumen solos, o apoyados en familiares, la mayor parte de la crianza. Javier, por ejemplo, que es padre soltero, comparte el cuidado de su hija con su madre y con la madre de la hija. El estudia y trabaja por horas; en cambio, la madre de la niña es empleada, por ello llegaron a un acuerdo para que él durante el día se hiciera cargo de la niña y la madre la cuidara en la noche y los fines de semana. Como puede observarse, son complejas las nuevas situaciones y los nuevos arreglos familiares, lo que genera en los padres la necesidad de inventar estrategias para mantener el contacto directo con sus hijos/as. El cambio en el papel de los padres en la crianza se promueve desde las instituciones de salud que hay en la ciudad, especialmente a través de los programas de crecimiento y desarrollo, en los que se incentiva su participación en la estimulación y acompañamiento de los hijos. Si bien la mayoría de la población usuaria de estos servicios está conformada por mujeres, poco a poco se vienen vinculando los padres jóvenes. En los asuntos relacionados con las labores domésticas se presentan tres tipos de posiciones: los padres que participan sólo en actividades relacionadas directamente con los hijos, los que ocasionalmente realizan actividades domésticas como lavar platos, lavar su ropa, aseo de la casa, y los que entienden como una colaboración o un modo de congraciarse con sus compañeras en estas tareas. Por último, se encuentran aquellos que asumen las actividades de crianza, como una responsabilidad propia o compartida. 133

Blanca Inés Jiménez, María Dominique de Suremain En las representaciones sociales aún se conserva la idea de la división complementaria de roles, por lo que los hombres, generalmente, esperan que las mujeres asuman las tareas del hogar, al margen de que laboren dentro o fuera de la casa. Este es uno de los aspectos en que se han presentado menos cambios porque para los hombres realizar tareas domésticas implica perder privilegios. Por ello la distribución de tareas se vuelve un factor de conflicto entre las parejas, cuando las mujeres demandan mayor participación de los hombres y ellos se escudan en falta de tiempo, el cansancio físico o en que ellas están mejor preparadas para desempeñar dichas labores, evadiendo su responsabilidad. Cuando las tareas domésticas son realizadas por una empleada, lo cual es característico de las familias pertenecientes al grupo A, puesto que cuentan con los ingresos suficientes para solventar esta ayuda, se presentan menos conflictos en las parejas. Sin embargo, los miembros de la familia también delegan en la madre el control y el apoyo a la empleada doméstica, ya que parten del supuesto de que los asuntos del hogar son responsabilidad femenina. En otros estratos, cuando no tienen dinero para costear una empleada, recurren a miembros de la familia de origen con el fin de recibir ayuda de terceros y mermar la sobrecarga en las mujeres producida por la doble jomada de trabajo. No obstante, esto no evidencia un cambio significativo en la representación y en la práctica sobre la división complementaria de roles. Así, quienes presentan mayores cambios en estos asuntos son los padres de hogares monoparentales que conviven permanentemente con sus hijos/as y se hacen cargo de ellos aunque, en algunos casos, también ellos tienden a delegar en las hijas o en familiares mujeres las tareas domésticas. En asuntos como la educación de la descendencia, los padres en transición tienen un proyecto educativo y están preocupados por darles lo mejor posible. Los del grupo B (estratos 1, 2 y 3), por su parte, tratan de ofrecerle a sus hijos(as) una educación básica y aún universitaria como una posibilidad de mejorar social y económicamente. Un padre que ha sido chatarrero y recogedor de basura dice que no quiere que sus hijos sean chatarreros como él, y se muestra como ejemplo, en la medida en que el logró formarse en la universidad y ya puede desempeñar además de oficios varios, otro tipo de actividades relacionadas con su profesión. Los padres del grupo A (estratos 4, 5 y 6) ven en la educación universitaria de sus hijos la posibilidad de prolongarse profesionalmente y conservar la posición socioeconómica. Los más evolucionados hablan de la libertad que tienen los hijos para decidir sobre su formación: que ellos decidan qué quieren hacery qué tienen que hacer. Estos padres piensan que la educación escolar de sus hijos e hijas los cualifica académicamente, pero también se preocupan de formarlos como personas, de su desarrollo psíquico, su formación ética y aún estética: "uno tiene derecho a un libre desarrollo de la personalidad responsable", dice Alvaro. "La formación de ella (la hija) no debe ser simplemente académica, sino debe participar en muchas otras actividades como iniciación musical y artística".

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Medellín, de la certeza del deber... En síntesis, se podrían señalar como rasgos de los padres en transición que son autocríticos y tratan de ser diferentes al modelo tradicional, pero presentan limitaciones para desempeñarse según las nuevas demandas. Unos, porque no son consecuentes en su representación y en su práctica para establecer unas relaciones entre los géneros más equitativas, mientras otros porque en las relaciones con sus hijos e hijas no se sienten capaces de ser tan cariñosos como lo desean, o no les dedican mucho tiempo. En cuanto al ejercicio de la autoridad conservan rasgos de autoritarismo como gritar y golpear cuando se les salen de las manos. Así, si bien los hijos comienzan a ser incorporados en los proyectos de vida de los padres y son pensados como sujetos con derechos de ejercer su autonomía y libertad, aún tiene mucho peso en los padres el deseo de perpetuar en su descendencia sus inclinaciones personales y laborales.

Las madres en transición Las mujeres eran "esclavas" de la procreación, y han logrado liberarse de esta servidumbre inmemorial. Soñaban, con ser madres y amas de casa, ahora quieren ejercer una actividad profesional. Se hallaban sometidas a una moral severa, y la libertad sexual ha adquirido derecho de ciudadanía. Estaban confinadas en los sectores femeninos, y hete aquí que abren brechas en las cindadelas masculinas, obtienen los mismos títulos que los hombres y reivindican la paridad política. Gilíes Lipovetsky38. En la transición hacia una modernización de la maternidad se empiezan a romper elementos sustanciales del ejercicio y de las concepciones tradicionales, las cuales repercuten en que las mujeres ya no definen su identidad exclusivamente a partir de su maternidad y no son amas de casa dedicadas exclusivamente a los hijos y al esposo. Así, estas mujeres acceden al mercado laboral remunerado, amplían su identidad, comparten la autoridad, incorporan elementos democráticos en la vida cotidiana, incentivan la división de roles entre el padre y la madre y producen rupturas representativas con el modelo de "roles complementarios", propio de la categoría de los progenitores tradicionales 39 . Asimismo, este tipo de madres ha reaccionado frente a los nuevos discursos, apropiándose de ellos de diferentes maneras, ya sea por medio de los cambios que se producen ante una vinculación laboral, lo cual repercute en otras esferas de su vida y de sus ideas, o "Lipovetsky G. La tercera mujer. Anagrama. Barcelona. 1999, p. 9 3, E1 trabajo de la mujer no sólo es indicador de mavor autonomía, sino de relaciones más equitativas entre los géneros. Es interesante como las estadísticas muestran que las mujeres que más denuncian la violencia conyugal son las amas de casa: Del tolal de 15.981 casos denunciados por violencia intrafamiliar en la ciudad de Medellín, 13.511 (79 por ciento) corresponden a mujeres. El 92 por ciento de las mujeres maltratadas físicamente son amas de casa.Fuente: Instituto Nacional de Medicina Legal v Ciencias Forenses. Datos Nacionales, año 2000. 135

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por transformaciones que pueden haber empezado por un cambio en la autoridad y en las reladones con sus hijos/as y, poco a poco, llegan a provocar la necesidad de obtener mayor autonomía y buscar otros proyectos vitales. No obstante, estas madres en transición oscilan en la contradicción que genera estar al tanto de las representaciones más modernas y una vida donde no alcanzan a poner en práctica todos los aspectos que conllevarían una ruptura con la tradición. Así, tienden a conservar ciertas prácticas conservadoras, por miedo a asumir los riesgos de la innovación y proteger la comodidad implídta en la repetición de los modelos aprendidos. En consecuencia, mientras unas madres proponen un modelo muy liberal de vida y de crianza, siguen dependiendo en buena parte del esposo o ex-esposo u optan por educar sus hijos en colegios reconoddos por las ideas conservadoras que promueven, como una manera de moderar el impacto de sus propios cambios. Aunque en esta investigación no se estudiaron las dinámicas familiares sino el discurso de madres como sujetos que hablan principalmente de sus propias vidas e indirectamente de la de los padres de sus hijos, muchas han cambiando de tipo de familia por conflictos conyugales o por discrepancias en tomo a las responsabilidades parentofiliales. Así, a lo largo de este estudio se encuentran madres que se instalaron en el matrimonio y la maternidad desde una postura conservadora pero que luego, por sus propios cambios, dedden romper con lo estableado, mientras que otras inidaron la maternidad sin convivencia de pareja, no obstante después establecen una unión con la esperanza de tener un padre para sus hijos o un compañero para ellas. En síntesis, más allá del tipo familia al que perteneciera la entrevistada, se observan los elementos de cambio y las tensiones que estos generan. La c o n t r a d i c c i ó n e n t r e m a t e r n i d a d y proyectos p r o p i o s Las mujeres ubicadas en transición empiezan a diferenciar la maternidad de otros proyectos de vida aunque, inicialmente, desde el discurso, coloquen a los hijos como el centro de su existencia: "mis hijas son mi realización, mi honor y mi orgullo", dice Alba una madre que no se cansa de hablar de sus hijas y quien reconoce que sacrificó su vida de pareja por dedicarse a ellas. "Mis hijas son más importantes que mi marido, que la familia, que todo. ¡Es impresionante!". Sin embargo, estas mujeres de alguna manera están buscando que no sea la maternidad la única forma de realizarse, derivar satisfacciones y dar sentido a sus vidas, lo cual no está exento de contradicciones. Dicha disyuntiva entre maternidad y proyectos propios puede evolucionar a lo largo del ciclo de vida de las mujeres, con reacomodos negociados con su pareja. Ana, por ejemplo, ilustra esta situadón; ya que se ve como una madre de tiempo completo respaldada por un hombre que describe como un esposo amoroso, y padre atentoy afectuoso. Por ello, al quedar embarazada, suspende sus estudios y se dedica a su hogar; no obstante, con el tiempo, se da cuenta de su encierro y empieza a añorar sus otros proyectos. Así, decide dejar de ser exclusivamente madre y vivir muy pegada de la casa reproduciendo la imagen de una madre que es todo para sus hijos, una madre mirando el mundo por los 136

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ojos de sus hijos. Esto la lleva retomar el estudio, buscar una disciplina y horarios "compatibles" con la crianza y a demandar mayor presencia del padre. Al cabo de todas estas transformaciones, Ana ya no considera que una buena madre tenga que estar todo el tiempo físico al lado de los hijos, sino cuando la necesitan, "no es que yo esté todo el tiempo aquí, (...) sino que él sepa que puede contar conmigo" (Ana).

En la época moderna las mujeres amplían sus expectativas y demandas hacia los hombres, pero también se enfrentan con sus resistencias, porque estos no se han hecho las mismas preguntas y no han cambiado sus propias expectativas. Esto conlleva a reacomodos, conflictos y tensiones que pueden darse durante un largo período de la vida de pareja y que, aunque se mantenga la convivencia, no implica renunciar a nuevas búsquedas. Cuando la tensión en muy fuerte, algunas optan por separarse del compañero y emprender otros caminos para encontrar el afecto, antes que renunciar a esos proyectos vitales que les han permitido ganar autonomía y confianza en ellas mismas. El reto para estas mujeres es encontrar una solución a las tensiones que se producen por los estudios, los deseos de trabajo, la maternidad y la relación de pareja. Un cambio al que debe acceder el esposo o compañero y que le implica transformar su forma de comportarse, acercándose a ese modelo más moderno que ellas tratan de adoptar en sus vidas. Las mujeres más evolucionadas empiezan por romper, sobre todo, la idea de ser madres por destino. Un ejemplo de ello se encuentra en relatos de hijas mayores de familias numerosas, quienes frecuentemente compartían con sus propias madres las tareas de crianza. En pocas palabras, eran madres desde niñas antes de volverse mujeres, no en términos biológicos, sino por las funciones que les tocaba asumir. Hoy tratan de romper con este destino y se sostienen en el propósito de tener pocos hijos. Cecilia, por ejemplo, narra que tuvo sólo un hijo a pesar del deseo de su compañero y de su propia hija, de ampliar la familia. Quedé hastiada de criar muchachitos (Cecilia).

Otra expresión de ruptura con la tradición se encuentra en los discursos, cuando las mujeres dan cuenta de su determinación de no suspender sus proyectos a raíz de la unión y el nacimiento de los hijos, bien porque luchan por conservar su autonomía o porque la situación económica lo demanda. Margarita tuvo su primer hijo al casarse, pues con su esposo (docente como ella) lo deseaban muy pronto: "estábamos re-locos por él". La maternidad no implicó para ella suspender su trabajo, ni con el primer hijo ni con los otros dos que tuvo. Toda su vida manejó los dos planos simultáneamente y asumió la doble jomada sin lugar a dudas o posibilidad de cambio, puesto que siempre se condbió trabajando y porque el compañero no era muy responsable con sus obligaciones.

Algunas mujeres tienen una trayectoria de vida caracterizada por establecer rupturas con los convencionalismos como Gloria, quien adopta la vida religiosa para poder salir de su casa desde la adolescencia, viaja fuera del país y durante años desempeña un trabajo poco común de asistencia a redusas. Más adelante, se sale de su comunidad (nuevamente en contra de la opinión familiar) porque no quiere renunciar a la maternidad ni a la sexualidad. Así, se casa con un guar137

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da espaldas de un gran industrial; no obstante, cuando el esposo cae en el narcotráfico, la cárcel en el exterior, la droga y el licor, su separación la lleva a pasar de una vida holgada, a una extrema pobreza que ella asume pragmáticamente viviendo en barrios populares. Sin embargo, logra sobresalir con un enorme esfuerzo, inventando constantemente ofidos, trabajando, ahorrando y consiguiendo becas y ayudas que le permitieran criar a sus hijos. Este relato pone de relieve la dinámica entre el forjarse un destino propio y la maternidad, la cual en ningún momento se vuelve secundaria. Aunque es una historia aparentemente atípica, contiene elementos significativos del contexto de Medellín tales como la importancia de la religión, el impacto del narcotráfico en la vida de la gente y la maternidad como aliciente de la vida de una mujer con fuerte voluntad y autonomía. Patricia, madre de familia monoparental, tiene al igual que Gloria una trayectoria marcada por rupturas importantes, previas a su matrimonio y a su maternidad. Huérfana de madre, es criada en medio de cambios constantes en las figuras maternas de relevo40 y en una gran cercanía con un padre afectuoso, pero poco autoritario. Lo anterior, la lleva rápidamente a tomar decisiones por su cuenta, lo que la impulsa a abandonar el hogar ya que no se entendía con la compañera del padre. Así, toda su vida se encuentra caracterizada por la autonomía, la capaddad emprendedora en múltiples negodos, la forma con que se enfrenta ante situaciones difíciles y asume riesgos o conflictos de manera no convencional. Esta mujer cuya vida está llena de viajes, estudio, aprendizaje de idiomas y la rebelión contra el control autoritario de su suegra, a su vez ha tenido que enfrentarse al montaje y quiebra de sus empresas y a conflictos constantes con su hija y su ex-esposo. En medio de la transición, la contradicción más común en las madres se manifiesta entre prácticas que no corresponden a la representación o representaciones que no están en concordancia con las prácticas. Dentro de este proceso de cambio, aparecen madres que trabajan, tienen un ingreso y ganan autonomía, auto-estima, autoridad y viven en un mundo social más amplio, pero se culpan por no estar todo el tiempo disponibles para los hijos/as y quieren mostrar lo mejor de ellas mismas, borrando en su discurso o subvalorando lo que no contribuye a construir esta imagen de buenas mamas. Por otro lado, hay madres que pasan mucho tiempo en sus casas por dedsión o por circunstancias sociales como falta de oportunidades o por no tener quien atienda a los menores y se lamentan de no estar más tiempo en un trabajo remunerado o en proyectos que les den mayor autonomía y bienestar individual y familiar. Estas contradicciones son eminentemente dinámicas; una tensión fuerte no queda mucho tiempo reprimida u oculta, ni logra permanecer sumida en el silencio. Así, para superarla se requiere un tiempo y una reflexión consciente que genere un cambio, bien sea en el funcionamiento de la familia que les permita vincularse a un empleo o a otro tipo de proyectos propios y vivir esa experiencia con menos culpa; o en la conformación de un nuevo tipo de familia, como es el ""Una señora mavor y adinerada, vecina del padre, entre abuela severa y benefactora, un internado de monjas, una novia del padre.

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caso de las que se separan por desacuerdos con la pareja y se quedan solas con sus hijos e hijas. Otras, vuelven a establecer uniones con criterios diferentes sobre el papel de cada miembro de la pareja en la vida familiar, de modo que puedan dedicar tiempo a estudiar, trabajar o a desempeñar otras actividades en el espacio público41.

La tensión entre el trabajo y la maternidad Entre las madres en transición es común encontrar múltiples tensiones por la contradicción entre querer ser proveedoras y continuar valorando la paternidad por el aporte económico. A su vez, ven la importancia de obtener mayor autonomía y realización en su trabajo, pero deben responder a las demandas de los hijos y la pareja, al mismo tiempo que gozan de la seguridad obtenida por las decisiones tomadas, pero se sienten culpables por romper con lo establecido. Así, un rasgo tradicional que aún se encuentra en algunas mujeres se manifiesta en que siguen considerando la proveeduría como una función del padre y continúan dependiendo del esposo para los gastos grandes o ponen al padre en un lugar estrecho de proveedor, dando menos valor al vínculo afectivo con su descendencia. En ciertos casos, especialmente si están separadas de su pareja, reconocen que poco facilitan el acercamiento a las hijas e hijos, aún cuando en el discurso señalan que un padre que no desempeña adecuadamente este papel: es el que está ahí no más produciendo plata.

A pesar de las dificultades y las tensiones que esto genera, las madres en transición en la medida en que valoran y desempeñan un trabajo remunerado, se inventan diferentes formas de reducir los conflictos entre éste y la maternidad. Una de ellas, por ejemplo, decide escoger una carrera que refuerce su maternidad; tal es el caso de Ana que estudia Psicología, pensando que si no llegaba a ejercer la profesión, en todo caso mejoraría la comprensión de sus hijos. Posteriormente, reconoce que se trata de una carrera que le permite obtener ingresos al tiempo que un control de sus horarios y una disponibilidad para su hogar. Otras mujeres, por su parte, buscan oficios que no les demanden mucho tiempo o justifican su vinculación por los benefidos que trae a sus hijos. Alba, por ejemplo, presenta su trabajo como una actividad que adquiere sentido en función de su maternidad, porque le permite dar más gustos a las hijas, pero también reconoce que lo disfruta y le otorga mayor autonomía. En realidad puede adaptar sus horarios y cumple con una jomada acelerada y prácticamente completa; no obstante, su relato no integra claramente los dos aspectos de su vida. En éste son omitidas las eventuales tensiones, para realzar mucho más la maternidad. Otra forma en que las mujeres combinan las dos actividades, es mediante cierta autonomía en los horarios; así, trabajan muy intensamente mientras que las o los hijos están en la escuela, para tener disponibilidad en las horas de la tarde. En general, las dificultades encontradas para hacer compatibles el trabajo remunerado y la maternidad no son solamente derivadas de cuestiones prácticas, son asuntos que tocan con las repre4l

En el caso de Alba, una comunicación con ella mostró unos meses más tarde, que esta dicotomía entre discurso y práctica había cambiado, en el sentido de una separación de pareja.

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sentaciones y que involucra también lo que consideran debe ser una buena madre, lo cual está asedado con el tiempo que le dedican a los hijos y su permanenda en casa. Una característica de la transición se expresa en la contradicción entre representación y prácticas o cuando las propias representaciones y expectativas no coinciden con la realidad como, por ejemplo, trabajar por necesidad, pero añorar el regreso a casa. El relato de Margarita ilustra esa situación: ella no ha dejado de trabajar a lo largo de sus 32 años de matrimonio, porque su esposo alcohólico no ha sido responsable económicamente. Así, percibe el trabajo como una obligación excesiva e ineludible en su vida y no como una realización que le produzca placer, aunque tenga una profesión intelectual con posibilidades de creatividad y expresión personal. Esta mujer ha asumido siempre la doble jomada, añadiendo a su trabajo por fuera de casa las responsabilidades en la vida doméstica, pues la ayuda por parte de una empleada no alcanza a suplir la falta de participación de su esposo en asuntos de la vida cotidiana y lo poco que colaboran sus hijos y su hija. En esta tendencia también se encuentran mujeres más evolucionadas que incorporan el trabajo en sus vidas y le dan un lugar importante, a la vez como necesidad y opción, sin preguntarse si les corresponde a ellas o al hombre aportar al sostenimiento del hogar. Son mujeres que han asumido los cambios en esta área, pero conservan la tradición en otros ámbitos de su desempeño. Un ejemplo de lo anterior es el de Nely, una mujer que vive en familia poligenética y se ha sostenido de sus trabajos e incluso ha logrado tener ahorros en épocas, vivir de ellos y apoyar a otros miembros de su familia. Trabaja porque lo ha considerado necesario, independientemente de la opinión contraria de su último compañero. Maneja sus negodos, se considera exitosa y después de haber criado sus hijos, sigue siendo jefa de hogar, pero comparte gastos con un compañero de quien espera sea más un acompañamiento, que su manutendón económica. El trabajo remunerado, sin embargo, empieza a ser cuestionado por algunas mujeres que han accedido a él y han disfrutado de la independenda que este les permite, pero ya no trabajan porque se cansaron de la doble jomada o porque toman la opdón de volver a casa para resolver problemas familiares. Lo anterior puede ilustrase en la argumentación de Mará, quien empieza didendo que es una mujer que estudió para trabajar desde joven como profesional y ha ejerddo su ofido: "\he sido tan trabajadora!", dice. Así, desea tener otro hijo, pero después de un tiempo prudendal de convivenda en su segunda reladón, ante nuevos conflictos no encuentra una vía distinta a sacrificarse, como otras madres enfrentadas a situadones familiares en su punto más álgido y conflictivo. En esta coyuntura, se abren ante ella varias alternativas como dejar pasivamente que las cosas empeoren, que el esposo descargue en ella sus responsabilidades o romper de nuevo la unión; así que opta por dedicarse de tiempo completo a reconstruir el tejido familiar. Deja su trabajo, se vuelve ama de casa, atiende a la familia, codna, hace caso al compañero que prefiere verla en este papel, pero le exige a cambio que deje 140

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el trago y la droga y busque ayuda. En términos de auto representación, Mará no se quiere identificar con una ama de casa tradicional. Afirma: he encontrado el medio de dedicar un tiempo a mis propios intereses, he estado en cursos de diseño de moda, y a diferencia de las otras asistentes que estudian para "desaburrirse", yo lo hago por gusto y porque no abandono la idea de tener mis propios ingresos (Mará). Frente a la doble jornada producto de su vinculación laboral y del hecho de no liberarse de las tareas domésticas, unas madres que viven en pareja buscan opciones para contrarrestar el cansancio y las tensiones que sufren. A diferencia de las madres tradicionales que preferían quedarse en casa para evitar la sobrecarga, ellas buscan trabajar medio tiempo, para dedicar el otro medio a la vida doméstica. Las madres que efectivamente trabajan de tiempo parcial para dedicarle más tiempo a su maternidad, de hecho renuncian a un ingreso completo, posibilidades de carrera y oportunidades laborales, a no ser que tengan una renta importante o que lo hagan por un periodo limitado. En ocasiones, el no tener un trabajo remunerado puede ser entendido como mayor tiempo de descanso y la disminución de contradicciones con los compañeros. Así, las mujeres en transición se ven enfrentadas a llevar adelante o a retroceder en la construcción de una autonomía o a ver desdibujadas sus apuestas personales frente a los retos planteados por compañeros que no evolucionan paralelamente. El balance no es fácil, pero ilustra profundamente las tensiones de las madres ubicadas en esta tendencia. Las opciones de algunas mujeres en transición recuerdan "el regreso a casa" que se produjo en Europa y sobre todo en Estados Unidos y Canadá, como tendencia reactiva en los años 80 y 90 de las madres trabajadoras sobrecargadas por la doble o triple jomada. Al no lograr suficientes ayudas institucionales ni tampoco por parte de los esposos, quienes siguen centrados en su realizadón profesional como prioridad, un porcentaje de madres (profesionales y no profesionales) consideraba menos dañino para ellas renunciar al trabajo y aliviar su doble carga, volviendo a ser amas de casa, a pesar de la dependencia económica. Ellas, en la defensa de su calidad de vida, dando prioridad a criterios como la disminución del estrés y las gratificaciones afectivas recibidas en la relación cotidiana con los niños, se han presentado como un movimiento significativo de la llamada "postmodernidad". Por lo tanto, aunque otras visiones plantean que la postmodernidad se encama de la redistribución de roles equitativos en la familia y no en un regreso a la tradición, cabe preguntarse sobre el sentido de esta crítica al trabajo, al estrés, al valor del dinero y al consumismo de estas madres trabajadoras. Este regreso a casa se ha encontrado también en los relatos de algunas madres de Medellín quienes a cambio le exigen al compañero que asuma una mayor o más estable responsabilidad económica cuando está presente o que continúe dando aportes significativos después de una ruptura. Generalmente, esta opción se asocia con cierta renuncia en las comodidades económicas, ya que sólo con el ingreso del padre se tienen que reducir los gastos. Queda abierta una pregunta sobre el carácter definitivo o provisional de este repliegue, el lugar que ocupa el proyecto personal de vida en esta opción, sus costos y el balance que cada madre puede hacer de sus ventajas y desventajas. 141

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El cuestionamiento a un ritmo de vida y trabajo acelerado existe también en madres ubicadas en la tendencia de innovación o ruptura, pero en este caso no ha significado dependencia del esposo, sino que se ha dado solamente cuando la madre ha tenido un ingreso independiente de su trabajo profesional (herencia o renta). En estas mujeres la renuncia al tiempo laboral no se da como resultado de una falta de convicción sobre la importancia de este tipo de actividad, sino como un deseo de ganar espacios que permitan un desarrollo lúdico, personal, amoroso, intelectual, artístico, político, entre otros. Es un sueño y una utopía de un ritmo de vida diferente, aplicable a hombres y mujeres.

La autoridad empieza a ejercerse en nombre propio Las madres que han roto con la tradición y están en transición o en una postura más moderna no ejercen la autoridad en nombre del padre sino en nombre propio. Esto se presenta, por un lado, porque son mujeres más autónomas a pesar de sus contradicciones y, por el otro, porque han cambiado la asociación entre padre, jefe de hogar, autoridad y proveeduría económica. En las madres también hay una tendencia a la autoridad compartida, en la cual el aporte económico comparativo de ellas y el padre o compañero, juega un papel fundamental. Esto les sirve de argumento para fundamentar la autoridad en los dos, al tiempo que los aspectos de acompañamiento y crianza, cuidados de los hijos e hijas y la calidad de la relación afectiva, también empiezan a contar. Así, estas mujeres evocan menos que las tradicionales la figura paterna como la que tiene la última palabra o es una amenaza para hacer obedecer a los hijos, lo que no impide que reconozcan al padre como parte fundamental en la aplicación de las normas. En las parejas estables ambos tienen autoridad como adultos responsables y se respaldan mutuamente, pero también se presentan tensiones por desacuerdos en los criterios o prácticas de crianza. En las familias monoparentales, en contraposición, ellas asumen la autoridad, aunque en algunos casos es compartida con el padre de los hijos/as, cuando no se ha perdido el vínculo. Cuando las madres aportan hijos de la unión anterior en las familias poligenéticas, el cambio se evidencia en que el padrastro ya no es visto como un "violador" potencial, sino como el amigo, el protector y un hombre más libre para expresar afecto y menos obligado a representar un papel machista o autoritario. En estos casos, las mujeres asumen mayor liderazgo en el ejercicio de la autoridad con sus hijos/as y cuando los compañeros se exceden con gritos o golpes, reaccionan y les recuerdan que no lo pueden hacer sin el riesgo de perder su lugar, no solamente por no tener lazos consanguíneos, sino por un principio de democracia. No obstante, no siempre se hace evidente el rompimiento con los modelos tradicionales, ya que algunos hijos se enfrentan a la imposición de la norma por parte del nuevo integrante de la pareja, aduciendo que usted no es mi papá, expresión que corrobora la vigencia de la representación del padre biológico, como quien en última instancia es el único que tiene el derecho de ejercer la autoridad. En esta tendencia se dan casos en los cuales el padre tiene poca autoridad, ya sea porque las madres no los dejan intervenir o porque los desautorizan. Así lo 142

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relata Alba, quien considera que el esposo ha sido muy despreocupado de sus hijas y cuando no están de acuerdo sobre asuntos referidos a ellas, debe tomar sola las decisiones. En otras familias, como la de Margarita, el padre, por su personalidad o sus propias convicciones, no quiere poner normas ni límites. Margarita se refiere a su esposo como alcahuetay permisivo. Mientras él la critica y la desautoriza, ella le reprocha su carencia de autoridad. Él es un hombre cercano afectivamente a los hijos y obtiene su respaldo en los conflictos de pareja por la fuerza del lazo afectivo que han construido con él y por que les inspira cierta lástima. Ella ve con cierta amargura que los hijos no le cobran al padre sus "insuficiencias" económicas o de autoridad. Algunas madres señalan que las mujeres también deben tener autoridad y aún, en ciertos casos, han tenido que ejercerla siempre, porque al padre no le gusta castigar. Esto las lleva a considerarse madres estrictas y son criticas con aquellas mujeres que celebran los insultos de los hijos. Sin embargo, a veces son ambivalentes, como Ruth, quien habla de tener autoridad, pero a su vez dice que su propia madre (quien está en la cuarta unión) se hizo respetar de los hijos porque tuvo hombres a su lado y ellos representan una figura de autoridad más fuerte que la mujer. A la vez, en su discurso evoca que no fue maltratada por su padre no biológico, a diferencia de lo que se podía esperar normalmente de unos padrastros.

En síntesis, aunque en su discurso todavía se evidencien contradicciones, las madres en transición intentan no repetir la cadena de maltratos de la que fueron víctimas en su infancia Por ello, pretenden cambiar el destino de la madre que no fue feliz y que de alguna manera proyertó la insatisfacción con el manejo agresivo de sus hijos. Así, en relación con las mujeres de antaño, las madres encuentran muchas diferencias en el ejercicio de la autoridad, en contraposición a la imagen que algunas tienen de una generación anterior a ellas, autoritaria y maltratadora, tanto en lo físico como en lo moral. La madre, aún sumisa y dependiente ante el padre, se ve como poco afectuosa, controladora del gasto y de todos los movimientos de los hijos, dominante y castigadora. Este trato duro no se asocia necesariamente a una forma de familia nuclear tradicional; madres criadas en otras formas familiares consideran que sus propias progenitoras fueron duras, intransigentes, amargadas, frustradas y hasta celosas de ellas mismas. En pocas palabras, en sus relatos alejan del todo el estereotipo de una representación idealizada de una buena y estrecha relación madre-hija. Algunas explican su salida temprana del hogar en la adolescencia por esta mala relación, mientras otras consideran que todavía existe mucha tensión: "ella me trata como un trapo sucio, me pisotea", dice Mará, quien considera que su madre no la ayuda sino que cubre sus errores con regalos, como el que se dio frente al conflicto relacionado con un abuso sexual de un padrastro. En cuanto a la utilización de los castigos físicos se encuentran algunos cambios señalados en las madres en transición, que dan cuenta de la disminución de este tipo de sanciones, aunque no desaparecen del todo. Lo anterior, particularmente en el grupo B: "la regaño y cuando ella me pide un permiso para ir a alguna 143

Blanca Inés Jiménez, María Dominique de Suremain parte, no la dejo ir. Primero la castigaba, o sea con correa, chancla, yo era muy grosera

para castigar" (Cecilia). Los castigos físicos se mezclan con otro tipo de sanciones, porque hay madres que consideran que se pueden aplicar castigos físicos hasta que los hijos sean grandes, otras dieron escasas palmaditas, o confiesan que los correazos fueron excepcionales: dos o tres correazos. Algunas plantean que existe una jerarquía de castigos: primero dialogan, explican las normas que consideran importantes y cuando no obedecen, después de insistir, los castigan o amenazan, como lo hacía su propia madre, con la conea. Prefieren quitar gustos, salidas o el uso del teléfono en los adolescentes. Por lo general, relacionan los castigos físicos o más drásticos con su propio cansancio o con las tensiones producidas por el trabajo y la casa, las cuales reducen su paciencia. Aunque recurren a los castigos mencionados, casi en todas sus descripciones están presentes las nuevas ideas sobre un manejo dialogado de las diferencias y un corregir sin castigar; sin embargo, la mayor dificultad radica en hacer operantes estas nuevas concepciones de autoridad democrática.

En pro de la calidad del tiempo dedicado a los hijos Las madres, solas o acompañadas, siguen siendo las principales responsables de las tareas diarias de la crianza y del trabajo doméstico, aun cuando algunas cuentan con una significativa ayuda de las empleadas y, en algunos casos, con el aporte de los padres. No obstante, este es el mayor rezago de la tradición en el desempeño de la maternidad, por cuanto a pesar de ser proveedoras, no han logrado un reparto equitativo entre los géneros de las tareas domésticas y de crianza. Las madres trabajadoras que han hecho cambios en su desempeño doméstico, son menos obsesivas que las amas de casa de tiempo completo, pues valoran la calidad y no la cantidad de tiempo dedicado a los hijos y a la casa. A su vez, no consideran que deben hacerlo todo o servir a los demás y, en algunos casos, piden colaboración a todos sus hijos e hijas, enseñándolos a realizar oficios domésticos. Los padres, según sus propias expresiones, colaboran en tareas muy limitadas como el compañero de Mery, quien a pesar de ser un profesional, lava y trapea, pero no como una costumbre o un aporte a lo colectivo familiar, sino como un medio para proteger a su última hija de las bacterias o suciedades en su primer infancia. Cuando hay una pareja estable existe una gama de distribución de roles, cuyos extremos son representados por la forma en que se repartieron las tareas en sus respectivos hogares. Alba y Ana, la primera, se encarga lo más que puede de todas las tareas "nobles" relacionadas con los hijos: lo escolar, la recreación y las actividades de desarrollo físico o artístico; las demás, debido a la poca participación del padre, son tarea de la empleada, quien también asume por delegación derto control en el cumplimiento de reglas familiares. En comparadón, Ana exige una fuerte presencia del padre, la cual está asociada con la posibilidad de desempeñarse mejor, no solamente en términos del alivio de sus tareas, sino también en su vida personal, emocional y afectiva. Considera que la buena relación de pareja y la presencia del padre en la crianza le permiten ser menos posesiva, menos exigente y más tranquila. Ella afirma que tanto los conocimientos adquiridos, como la presencia de un "buen padre" y "buen esposo", le permiten ser una ma144

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dre que valora la autonomía de los hijos, es capaz de soltarlos y de no hacerlos sentir asfixiados. En la evolución contradictoria de las representaciones, una madre puede decir que pretende una relación de igualdad: "¿un buen padre? Es el que colabora... mejor dicho 5 0 y 50, eso sería un buen padre, el que ayuda completamente en la educa-

ción de sus hijos, eso sería un buen padre" (Ana); no obstante, en la práctica, no se da un reparto simétrico, ni en la crianza ni en lo económico. El padre se concibe como respaldo de la madre y su colaborador, porque la tarea es fundamentalmente de ella, por lo cual algunas madres manifiestan que durante cierta época el padre estuvo más activo, aunque su ayuda en lo doméstico fue disminuyendo. En síntesis, la posibilidad de reducir el tiempo laboral y contribuir a lo cotidiano no deja de aparecer en casos puntuales y con el tiempo, desaparece rápidamente. Es así como se ha flexibilizado la concepción rígida de la división de roles, pero no se propone realmente una redistribución más profunda. Cuando la madre opta por una profesión afín a las tareas de crianza, como por ejemplo la psicología o la educación, o desempeña su trabajo en la casa esto, en vez de delimitar su maternidad, puede llegar a reforzarla porque la cualifica. Si ella no diferencia claramente cada espacio, se desdibujan los límites entre las tareas profesionales y las tareas de madre, especializándose aún más en la crianza, lo que contribuye a relegar al padre o a justificar su "incompetencia" doméstica, ya que en comparación con ella, él tendría muchos menos conocimientos. En este caso, la modernización a través de la adquisidón de conocimientos científicos o la vinculación a un trabajo remunerado, no contribuye a redistribuir las funciones y los roles de padres y madres. Las madres trabajadoras de tiempo completo por fuera del hogar, tampoco cambian necesariamente este esquema, pues aunque cuenten con una empleada, continúan sintiéndose con toda la responsabilidad del hogar, aún cuando los hijos son adultos (y deberían ser autónomos) o cuando el esposo se encuentra desempleado o jubilado (y debería tener tiempo). En pocas palabras, más allá del problema real del poco tiempo con que cuenta el hombre para estos menesteres, prevalece la representación de la división de los roles. En la expresión de la afectividad con los hijos y las hijas, no se encuentran diferencias significativas entre las madres en transición y las tradicionales. Así, las madres que se reconocen como poco dulces o simplonas, lo atribuyen a dificultades vividas en ciertas etapas de sus vidas; dicen que hacen "esfuerzos" para ser más expresivas, besar y abrazar a sus hijos e hijas y aceptan que la expresión de cariño debe ser explícita, pero plantean que la madre puede ser amiga si sabe conservar cierta distanda. La mayoría, sin embargo, se expresa con bastante libertad y tiene contactos físicos con los hijos, palabras tiernas o promueven ritos o actividades familiares que permitan un acercamiento. En la mayoría de las madres se reproducen relaciones de género diferenciadas, bien sea en las tareas domésticas, en la relación afectiva, en la visión de su futuro 145

Blanca Inés Jiménez, María Dominique de Suremain

o en las cualidades que les atribuyen. Consideran, por lo general, que ellas tienen mayor proximidad, identidad y facilidad de comunicación con sus hijas, aunque los conflictos más fuertes tienen que ver precisamente con estas. En cuanto a los argumentos para preferir las hijas o los hijos, unas madres mezclan representadones tradicionales y modernas. Cecilia, por ejemplo, se declara satisfecha en su preferencia por una hija "porque los hijos hacen sufrir mucho a las madres". En esta

expresión tan común pueden analizarse dos aspectos; pues aunque es muy clara en rechazar la supuesta vocación de las madres al sufrimiento, no cuestiona el hecho de que los varones sean necesariamente fuente de dolor. Mediante esta afirmación, admite que las hijas son más sumisas y que ayudan a la madre, puesto que los hijos se independizan y corren más riesgos (se involucran en conflictos, en la guerra) y, por consiguiente, son más susceptibles a hacer llorar a las madres. Las mayores dificultades en las expresiones afectivas se observan en madres que conviven en familias nucleares poligenéticas y son relacionadas con la descendencia del compañero pues, como se sienten responsables del funcionamiento familiar, deben tratar de inculcar normas de comportamiento y experimentan celos por la cercanía entre el padre y sus hijos. Lo anterior, sumado a la resistencia de algunos adolescentes para aceptar su papel en el hogar, puede llevar a un distanciamiento afectivo con los hijos del compañero. Si se tiene en consideración la imagen tradicional de la madre paisa, abnegada y sacrificada por su descendencia, el mayor cambio y las mayores tensiones se observan en la relación afectiva fundamentada en el respeto que ella ha ganado. Éste, ya no implica que la madre se sacrifique, ni se deje imponer el rol de madre incondicional por sus hijos e hijas o su compañero, renunciando a otras facetas de su vida y; a la vez, se ha roto con el esquema en que ella esperaba cobrar a sus hijos el sacrificio que hizo por ellos.

En conclusión Los padres y madres ubicados/as en transición presentan discrepancias entre sus representaciones y sus practicas o sólo cambian en algunos aspectos. Así, las nuevas representaciones sobre la equidad entre los géneros y las demandas para flexibilizar la división del trabajo entre padres y madres, implicarían una mayor vinculación de la mujer al trabajo remunerado, mayor autonomía y la realización de proyectos independientes de la maternidad. Por otro lado, estas transformaciones implicarían a los hombres asumir un mayor compromiso en las tareas de crianza y domésticas, y menos recarga en su función proveedora. Sin embargo, en esta tendencia se encuentran mujeres que demandan a los hombres que sean proveedores y que ejerzan la autoridad, y hombres que limitan a las mujeres para que se vinculen a un trabajo remunerado, controlan sus tiempos y movimientos o son poco partidpativos en las tareas domésticas generándose, en las mujeres, la doble jomada de trabajo. En términos generales, se podría señalar que la vinculación de la mujer al trabajo remunerado poco ha poco a ido trasformando las representaciones y las 146

Medellín, de la certeza del deber...

prácticas familiares; sin embargo, aún quedan rasgos tradicionales tales como la mayor valoración del padre como proveedor, la culpabilidad que siente la madre por el menor tiempo dedicado a los hijos e hijas, pues consideran que se da una desatención la cual lesiona su "desempeño normal". Asimismo, las mujeres se ven sobrecargadas y sufren por las dificultades para compartir el trabajo doméstico. Cuando la cooproveeduría económica es consciente y deliberada, se generan efectos en la división del trabajo, porque no se circunscribe la paternidad a esta función. Así, la autoridad, que en buena medida está soportada en lo económico, es reconocida como el aporte de la madre en el sostenimiento del grupo familiar, lo que incide en el descentramiento de este rol asociado antes al padre. En esta tendenda la paternidad amplía su significado a otros aspectos como la crianza y la consolidación de un vínculo afectivo con sus hijos/as, y la maternidad deja de ser un asunto circunscrito a la crianza, para desplegarse también en los vínculos afectivos, el ejercicio de la autoridad y la proveeduría. Es así como, debido a la tradicional división de roles, se parte de posturas bastante divergentes en hombres y mujeres pero, como producto de los cambios que demanda la modernidad, esas fundones tienden a integrarse en cada uno de los progenitores (o sus sustitutos) y a compartirse, aún cuando los progenitores no convivan. En los padres y madres en transición este cambio se vislumbra, pero continúa siendo parcial. Las funciones compartidas, en un sentido más pleno, caracterizan a los padres y madres ubicados en la tendencia de innovación o ruptura con la tradición. En tales casos se aplica lo planteado por Virginia Gutiérrez de Pineda en su escrito "La dotación cualitativa de los géneros para su status función", en el cual propone el concepto de semejantes o pares, en el sentido del establecimiento de una relación horizontal entre los géneros y un desempeño compartido. En las relaciones con los hijos e hijas los padres y las madres cuestionan el autoritarismo e introducen nuevas formas de ejercer la autoridad como el uso de la palabra, los consejos y las orientaciones, pero aún utilizan el castigo y el control como método para disdplinar. Aunque se ha comenzado a introdudr el dialogo para la toma de decisiones, aún les es difícil asumir la democracia con sus consecuencias en tomo a aceptar la diferencia, promover procesos destinados a la búsqueda de consensos, y a propiciar la autonomía, la formación en la libertad y la responsabilidad. La pregunta que en ellos y ellas está presente es: ¿cómo ser amigables y cercanos sin perder la autoridad? En síntesis, esta tendenda ilustra la complejidad de las fisuras y contradicdones entre géneros y generaciones; entre esferas públicas y privadas; entre representaciones y prácticas; y entre lo individual y lo colectivo, como efecto de las dificultades en los individuos y en la sociedad para asimilar los cambios que demandan los procesos de modernización social y cultural.

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