Osvaldo Tesser, en la piel de Giuseppe Verdi

4 feb. 2012 - guerra y la amenaza de bombar- deo sobre Londres como forma de tensionar este texto de un enorme sofismo. Se podrían sí cuestionar.
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ESPECTACULOS

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TEATRO

Sábado 4 de febrero de 2012

TEATRO s MUSEO FERNANDEZ BLANCO

Osvaldo Tesser, en la piel de Giuseppe Verdi En su obra intenta recuperar al músico desde su interioridad CARLOS PACHECHO PARA LA NACION

Jorge Suárez y Luis Machín, como Freud y Lewis, en una gran obra de tesis DRAMA

La última sesión de Freud

LA ULTIMA SESION DE FREUD, DE MARK ST. GERMAIN L ADAPTACION Y DIRECCION: DANIEL VERONESE L ELENCO: JORGE SUAREZ Y LUIS MACHIN L DISEÑO DE ESCENOGRAFIA: DIEGO SILIANO L DISEÑO DE VESTUARIO: LAURA SINGH L DISEÑO DE ILUMINACION: MARCELO CUERVO L PRODUCCION GENERAL: SEBASTIAN BLUTRACH Y DANIEL GRINBANK L SALA: MULTITEATRO L DURACION: 80 MINUTOS L

La misma mañana en la que Inglaterra ingresa en la Segunda Guerra Mundial se produce el encuentro entre dos intelectuales de tan enorme prestigio como diferencias en sus intereses y creencias: el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, y C. S. Lewis, un eminente escritor e intelectual perteneciente a la Universidad de Oxford, ateo durante parte de su vida y converso fanático luego de una discusión sobre el tema con su gran amigo J. R. R.Talkien. Y es precisamente esa conversión –y no la creencia permanente– lo que a Freud le ha interesado de este hombre. Quiere comprender esa conversión en un momento en el que él sabe que su vida está llegando a su fin. Ya ha tomado la decisión de provocarse la muerte –asistido por su médico personal– para salir del enorme dolor que le produce ese cáncer de paladar que lo obligó, tras más de treinta operaciones, a utilizar un implante lacerante y doloroso. Y así es que esta obra de tesis ofrecerá las disquisiciones de estos dos intelectuales en torno a un único tema: la existencia, o no, de Dios. Y en torno a eso aparecerán, como

es lógico, la sexualidad, la práctica psicoanalítica y, en sutiles pinceladas, la biografía de cada uno de los dos personajes. Desde el punto de vista de la dramaturgia hay que decir que la obra es precisamente aquello que pretende. Las dos tesis en tensión –la creencia y el ateísmo– aparecerán inteligentemente retratadas con un seguimiento fiel a las ideas ofrecidas por ambos intelectuales. St. Germain manifiesta un profuso conocimiento sobre las ideas y la vida de Freud y Lewis. Pero más allá de esto hay que señalar la enorme eficacia del texto en toda su convencionalidad. Los chistes, todos y cada uno de ellos, están puestos en el lugar justo y distienden la situación para segundos después volver a doblar la apuesta. Para aumentar la eficacia dramática y a sabiendas de que desde el conflicto de la escena poco ocurre, St. Germain le dio el marco de la guerra y la amenaza de bombardeo sobre Londres como forma de tensionar este texto de un enorme sofismo. Se podrían sí cuestionar algunos de los argumentos ya que, por ejemplo, el momento en el que

Lewis cuestiona a Freud por el hecho de tener imágenes religiosas sobre su escritorio –como forma de argumentar la artificialidad del ateísmo– significa creer que un hombre de la talla de Lewis no conociera el régimen estético que afecta a ese tipo de imágenes. Ante tanta convencionalidad, Veronese sabía que todo su trabajo debía estar puesto en la dirección de estos dos enormes actores, Jorge Suárez y Luis Machín, puesto que incluso desde el espacio poco había para hacer. Ese trabajo focalizado se percibe en lo ajustado del ritmo y en el conocimiento de lo que el texto pretende hacer en cada una de sus partes. Así el director elige momentos cruciales para hacer que los actores rompan la intimidad de la escena y lancen, muy cada tanto, un parlamento directo a la platea. La representación de la enfermedad de Freud es probablemente uno de los grandes aciertos escénicos ya que, apoyado en el talento interpretativo de Suárez, se vuelve profundamente revulsivo en todo su realismo.

Federico Irazábal

El afirma con cierta nostalgia que el teatro ya no lo “calienta de la misma manera que en otros tiempos”. Así las cosas, el Osvaldo Tesser decidió, ya hace unos años, preparar unos espectáculos unipersonales que, por un lado, le posibilitan difundir el mundo creativo de destacados artistas argentinos e internacionales (Almafuerte, Oliverio Girondo, Puccini, Modigliani) y, a la vez, reconocer una capacidad interesante a la hora de construir unas dramaturgias en las que la personalidad de aquellos artistas le permiten potenciar sus cualidades interpretativas. El próximo domingo, Tesser volverá a presentar en el Museo Fernández Blanco un trabajo que estrenó en 1995 dentro del ciclo El Colón por dentro, y que presentaba ante 600 espectadores por función en la sala de ensayos de esa importante sala porteña. Verdi, tal el nombre de la experiencia, nació un poco por casualidad. “Un día se me ocurrió ir a la biblioteca del Colón –cuenta el actor– y descubrí unos libros enormes que contenían cartas escritas por Giuseppe Verdi. Allí él no sólo hablaba de su arte, sino además de su vida personal. Y eso me impactó de tal manera que sentí que podía llegar a un autor musical a través del teatro. Cuestiones de su cotidianeidad me daban la posibilidad de divulgarlo de otra manera. En el espectáculo mi intención no es disfrazarme de Verdi, sino recuperarlo desde mi ser actor, metiéndome en su interioridad. No me interesa tanto el héroe del bronce, sino ese tano campesino, mujeriego, que perdió a su mujer y a sus hijos a causa de la peste. Y que fue un hombre profundamente exitoso. La gente cantaba sus melodías en las calles.” Si bien el teatro y la televisión fueron consolidando mayormente la carrera de este destacado actor, su interés por la música y los cantan-

“El teatro ya no me calienta como antes”, dice Tesser MAXIE AMENA

tes lo llevó también a incursionar en muchas propuestas musicales hasta no hace mucho tiempo, como en Familia de artistas o Las hijas de Caruso. Todo comenzó hace tiempo atrás cuando se presentó a un casting como bailarín para participar de La viuda alegre, que entonces preparaban Ana Itelman y Juan Silver. Su performance entonces no fue buena. No quedó como bailarín, pero sí como actor y, de esa manera, descubrió que desde ese rol podía insertarse en trabajos ligados a la opereta o a la ópera y así lo hizo después en muchas oportunidades. “Trabajé en experiencia como La viuda alegre, El murciélago, Saverio el cruel y muchas veces con cantantes

PARA AGENDAR Verdi: intérprete Osvaldo Tesser. En el Museo Fernández Blanco, Suipacha 1422. Domingos, a las 19.

muy destacados como Víctor Torres, por ejemplo. Colaboré en la puesta de Pagliacci, que hizo José María Paolantonio en el Teatro Argentino de La Plata, y fue una experiencia hermosa. A mí, en realidad, me hubiera gustado ser cantante y mucha gente me alentó a eso, pero la verdad, no me animé.” –Decías antes que el teatro ya no te calienta, sin embargo, seguís mostrando mucha pasión por el trabajo teatral –No me calienta de la misma manera. Tuve una época fantástica, con mucho trabajo. Salía de una obra y me llamaban para otra y junto a figuras notables como Soledad Silveyra, Susana Giménez, China Zorrilla. En la televisión hice producciones magníficas como, por ejemplo, junto con Andrea del Boca. Pero ahora he descubierto que con este tipo de trabajos unipersonales puedo recorrer el país haciendo giras y diciendo lo que yo tengo ganas de decir. Ya no estoy diciendo lo que pide un autor, sino lo que yo siento. Y eso me hace muy feliz.