Orfeo negro del Caribe - Ciudad CCS

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AÑO 7 / NÚMERO 332 DOMINGO 26 DE MARZO DE 2017

Orfeo negro del Caribe

JULIO BORROMÉ

Al conocer la muerte del poeta Derek Walcott (19302017), me dedico a releer sus poemas. La experiencia de leer por segunda vez es amable y terrible, prevalece como principio exclusivo de la experiencia, la docta ignorancia. Como si de este modo se tratase de salvaguardar un primer asombro tras la contraofensiva de un lector virtual y de unos poemas que habitan el silencio más que la palabra. También recuerdo mi viaje a Salamanca, la visita a sus Catedrales flotantes, la piedra mensajera del gótico, los demonios parlantes y su régimen de ocultación, las bibliotecas y los libros, el río Tormes, aguas de mi primer bautismo. En el río una garza blanca detenida en las aguas personificaba el Llano venezolano y su presencia fantasmal. En Salamanca el poeta margariteño Celso Medina intentaba traducir los poemas de Aimé Césaire, paisano espiritual de Walcott, ST. John Perse y C.L.R. James. Estos poetas habían creado una literatura escrita en lenguas distintas. En la habitación estudiantil que servía de albergue, Cel-

so continuaba la preparación de una antología de poesía del Caribe traducida al francés y la escritura de una ponencia para ser leída en Senegal en los días venideros. Gabriel Jiménez Emán y quien esto escribe, compartimos la angustia de Celso por encontrar una palabra adecuada para voces intraducibles. La traducción asume un carácter siempre fronterizo y enmascarado. Se traduce y se traiciona. Es una tercera persona, la última de las hipóstasis. De “Vuelta a la Patria”, me dedico a explorar la poesía del Caribe. La poesía del esclavo y la resistencia ardientemente defendida, el viaje y las lenguas, la infancia y la tierra. Estos motivos expresan la dimensión histórica, mítica, cultural y filosófica de la poesía caribeña en toda su extensión y diálogo universal. Inaugura una forma de comunicación en su conjunto y trama, movida al encuentro con la experiencia humana. La poesía de Derek Walcott pertenece a esos sustratos genuinos que desbordan y trascienden su propia manifestación, y hasta las claves del sentido que permiten hacerlos comprensibles. Su palabra forma parte de la construcción del imaginario de las Antillas, de ese imaginario convertido en muchas tierras en el que implanta su morada.

Y puede darse entonces a presencia y manifestación, hasta promover un desdoblamiento de sí en la forma y figura de la memoria dada a presencias (lenguas, representaciones, espejos, mar, silencio, islas, inmigración, aldeanos, familias) y aquello que puede contemplar y testificar en visión y en palabra de la historia de las culturas diversas. En ese desdoblamiento el poeta se deja determinar como relación, o correlación entre él mismo hecho recobrado y aquel testimonio humano que da razón de esos fragmentos de memorias: como relación Niño-tierra-viajemar, o como formación del propio testigo surgido de la entraña misma de la experiencia de las culturas en su formación de poeta. Hay una voluntad épica en los poemas de Walcott, de la indumentaria narrativa de sus imágenes, o del andamiaje de su memoria. La poesía debe verse tejida en la potente reconstrucción de las Antillas. Detrás del rostro de los pescadores, leñadores y esclavos se percibe la obsesión por el dramático conflicto del progreso y el desarrollo de la historia. Pero el drama está vivificado por la poesía que se desprende y regresa origen, tribu, árbol, escritura del poeta que tiene por premisa reinstaurar la huella, la me-

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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMING0 26 DE MARZO DE 2017 las arpas reverberantes del yugo babilónico, como los cauríes blancos agrupados como esposas sobre las mujeres ahogadas y esos eran los brazaletes de marfil de la canción de Salomón, pero el océano siguió volviendo páginas en blanco, buscando la Historia. Luego vinieron los hombres de ojos pesados como anclas, Que se hundieron sin tumbas, Bandoleros que asaron ganado, Dejando costillas carbonizadas como hojas de palma en la playa; Luego las fauces espumosas e iracundas de la manera que se traga a Port Royal, Y ese fue Jonás, Pero ¿dónde está tu Renacimiento? Señor, está encerrado en esas mismas arenas marinas, Más allá del bajío afanado del arrecife, Donde los hombres de guerra yacían luego de flotar; póngase estos lentes, yo mismo lo llevo hacia allá. Es todo suave y submarino, Por entre columnatas de coral,

moria, el monumento. Por sus temas y sus modos de nombrar, los poemas de Walcott están muy cerca de la palabra originaria. Las múltiples voces de su poesía se reabsorben en el murmullo incorpóreo y material del paisaje antillano; y las grandes ondulaciones de lo más probable del Caribe borran de su arena los acontecimientos de la historia. Y esto posibilita la reaparición de los sustratos profundos de las culturas orales. Estas culturas ancestrales copulan en los lenguajes fragmentados que habitan las Antillas, sucediéndose al contacto lírico que permanece dramáticamente por la música de la sangre y del llanto de la sangre, música, canto, paisaje, de auténtica luminosidad. Las culturas asiáticas, africanas y europeas, se temporalizan en el espacio con recíproca y equivalente correspondencia. Y la poesía de Derek Walcott está encargada de “rehacer la memoria fragmentada”. Renombrar la diáspora de las culturas puede por sí mismo ser la forma en que el poeta encuentre otra voz, otro lenguaje, que lo es, por su mismo estremecimiento, vivo, pensado y soñado. Puerto España, templo de “ornamentación barroca”, y Trinidad, “fragmentos de lenguajes” son las expresiones de esas culturas que conservan ese misterioso latido de sangre, esa vivísima pulsación humana, en sus calles, en sus rostros, en sus imágenes de postales, en su concepto, a la par que la memoria del poeta, ha enriquecido con prolongaciones sublimes el poderoso hechizo espiritual que brota de las culturas, una vez que, la especificidad de sus modos de manifestarse logran establecer una actitud vital, de “convicción sincera”. La función de la poesía de Walcott, transparentar la figuración metafórica, entrecruzar la oralidad, la historia y el mito, lo que viene a ser, en definitiva, una cultura de la memoria: “reconstruir sus dioses, frase tras frase, con bastidores de bambú.” La poesía de Derek Walcott se hace oficio de conciencia lúcida y toma expresión crítica de los desbordes del materialismo: cuando el progreso y el turista devorador del mito idílico del paisaje, legitiman formas de violencia que envuelven como una especie de ilusorio paraíso, la auténtica sobrevivencia de culturas y lenguas ancestrales. El mensaje de la poesía de Derek Walcott, vuelve siempre memoria el olvido, y en la llameante originalidad de su poesía reconstruye los fragmentos lingüísticos de las Antillas. La poesía entonces aglutina lo disperso respetando cada huella para transformarla en nueva invención imaginativa. La poesía de Walcott, el Orfeo negro del Caribe, convoca la luz del paisaje y fija imborrablemente en la memoria su dolor de árbol; para transparentar su terrible verdad, la de la propia vida. Una memoria unida más a la vida que a la escritura, una memoria de “la conmemo-

ración”. Memoria antigua, como en Homero-Omero. Memoria de la oralidad que fija y tiene su residencia en las culturas analfabetas. Derek identifica el origen de su poesía en las culturas del asombro y el trabajo, del árbol hecho sudor y hoja: “Desde mi niñez he leído el beneficio del esfuerzo (…) La dura caoba de los rostros de los leñadores: hombres de resina Los carboneros. Un hombre que sostiene con el antebrazo su machete sobre el borde herboso del camino, acompañado de su anónimo perro pardo… (…) He leído a los pescadores y criados de librea, de pie sobre las camionetas que avanzan monte arriba. Todos ellos fueron originariamente fragmentos de África, pero ahora tallados, endurecidos y arraigados con rigor a la vida isleña.”

más allá de las ventanas góticas de abanicos marinos a los que el áspero mero, de ojos de ónix, le parpadea, recargado por sus joyas, cual reina calva; y estas cuevas vaídas con crustáceos, horadadas cual piedras, son nuestras catedrales

Su voz de paisaje, su virtud heroica, su mar de infancia, no puede dividirse, aislarse, de aquellas culturas que juntas, inseparablemente unidas y dispersas en sus construcciones simbólicas, materiales e históricas, las partes de sus expresiones artísticas (danza, teatro, poesía); son acaso el más hondo y puro mensaje de amor que ha pronunciado una voz humana.

luego vinieron, como escoria sobre el labio reseco del río, los cañaverales oscuros de los poblados encubriendo y petrificándose en pueblos, y al anochecer, los coros de enanos, y por encima de ellos, las agujas de las iglesias, alanceando el costado de Dios,

y la caldera ante los huracanes: Gomorra. Huesos triturados por molinos de viento Hasta hacerlos marga y harina de maíz, y ese fue el Libro de las Lamentaciones -fue sólo Lamentaciones,eso no fue Historia;

como lo dispusiera Su Hijo, y ese fue el Nuevo Testamento.

El mar es la historia Derek Walcott

Luego vinieron las hermanas blancas aplaudiendo Al ritmo del oleaje del progreso, Y esa fue la Emancipación -júbilo, oh júbiloque se desvaneció raudamente como el encaje del mar se seca al sol,

¿Dónde están tus monumentos, tus batallas, tus mártres? ¿Dónde tu memoria tribal?, Señores, en aquella bóveda gris. El mar. El mar los ha encerrado. El mar es Historia.

pero eso no era Historia, era tan sólo fe, y luego cada roca se resquebrajó para hacer su nación,

En un principio, era el aceite jadeante, Pesado como el caos; luego, como una luz al final del túnel,

luego vino el sínodo de moscas, luego vino la garza secretarial, luego vino la rana gruñidora clamando por un voto,

la linterna de una carabela, y ese fue el Génesis. Luego hubo gritos amontonados, la mierda, los gemidos:

luciérnagas con brillantes ideas y murciélagos como embajadores que vuelan y mantis, como policías en uniforme kaqui

Éxodo Hueso soldado a hueso por e coral, mosaicos cubiertos por la bendición de la sombra del tiburón, esa era el Arca de la Alianza. Luego vinieron, desde los jirones de luz solar sobre el suelo marino,

y las velludas orugas de los jueces que analizan cada caso en detalle, y luego las oscuras espigas de los helechos y en la ahogada risa salada de las rocas con sus piscinas de mar, hubo un sonido como un rumor sin eco alguno de la Historia, que en verdad comenzaba.

DOMINGO 26 DE MARZO DE 2017 / CIUDAD CCS / LETRAS CCS

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Carlos Yusti

El arte de no escribir Según algunos entendidos escribir es fácil, lo difícil es no escribir. Es que a veces entre escribir bien o escribir mal, siempre se opta por lo último. Lo importante es no dejar de estampar la gusanera tipográfica que hierve en la punta de los dedos. Hoy escribir se ha alejado bastante de ese sueño romanticón de las musas como acicate para la escritura. Al parecer escribir es una actividad que cualquier fulano/fulana de los palotes puede aprender. Ya no hay secreto creativo, ni magia y las musas están en la senectud más aparatosa: desdentadas y con los senos flácidos ya no seducen a nadie. Con eso de la inspiración sucede otro tanto. "La inspiración es la ocasión del genio", expresó Honoré de Balzac, cuyo trabajo de jornalero nocturno con las palabras es proverbial. No obstante esa chispa, ese fulgor que ilumina como un fogonazo el corazón y la mente del escritor es sólo palabrería mítica de una profesión donde la corrección, el tachar, el volver a escribir es rigurosa tarea con las palabras. Gustave Flaubert, quien supo padecer la escritura con extrema soltura masoquista escribió: “Sólo se llega al estilo por medio de un trabajo atroz, de una obstinación fanática y devota”. Las grandes obras literarias se cincelan golpe a golpe sobajando ese gran bloque de granito que es el lenguaje. James Joyce ha descrito en algunas cartas su desesperación al trabajar en su libro Ulises: “Me parece que lo que asombra a la mayoría de la gente de una novela larga es la energía y la paciencia extraordinaria que ha desplegado el escritor. Podría, si quisiese, escribir novelas cortas sin dificultad, pero lo que me propongo trabajar en esta novela no se puede trabajar más que con un esfuerzo continuo (Carta a Stanislaus Joyce, Pola, 28 de febrero 1905) En una carta a Harriet Shaw, refiriendo al capítulo de las sirenas, escribe: “He leído ese capítulo varias veces. Tarde cinco meses en escribirlo. Cada vez que termino un episodio caigo en una apatía total de la que parece imposible que salgamos yo y el maldito libro”. En otra carta a la misma Harriet: “Confieso que es un libro verdaderamente agotador, pero es el único que soy capaz de escribir ahora”. Como se aprecia eso de escribir está lejos de esa playa de placidez para broncear el ego. El secreto de la gran escritura está en ese trabajo de carpintería de corregir, de tachar y pulir hasta el agotamiento la frase, el párrafo o una página completa. En eso Flaubert fue un maestro: “Dios da el genio, pero el talento es cosa nuestra; con un espíritu recto, amor por la forma y una paciencia sostenida, llegamos a tenerlo. La corrección (en el sentido más elevado de la palabra) tiene sobre el pensamiento el mismo efecto que el agua de la laguna Estigia en el cuerpo de Aquiles: lo vuelve invulnerable e indestructible.” Para aprender a escribir los interesados puede llegarse a un taller poético (o como se les denomina ahora “clases de escritura creativa”). Lo primero que hará el que funge de profesor es desinflar los globos de colores de sus aspiraciones de escribir grandes obras, como si de un desahogo de Bullying creativo se tratara, pincha con malignidad aquí y allá. Además dice tajante que escribir no es más que faena negrera con el lenguaje, que eso de la inspiración es pura bisutería que compran los incautos por joyería de marca. De lo que se trata es de construir frases, de armar párrafos con mucha carpintería y albañilería en demasiado, con la rusticidad del caso por supuesto. Que la corrección es el trabajo sucio y una parte esencial a la hora de vérselas con las palabras. Un punto mal ubicado, una palabra sin angelación alguna puede decidir el desti-

no de un texto y por ende su destino (aquí con cierto dramatismo hamletiano) como escritores. Se escribe sacándole punta al borrador. Tachar… tachar… borrar… borrar hasta llegar al hueso limpio y luminoso de la frase, del párrafo con arte, gramática y cuantiosa autoflagelación. En esto de no escribir se podría apelar a Cortazar y borronear un Breve Manual Para No Escribir (o instrucciones para no escribir ): 1)Mire la hoja en blanco (si es un dinosaurio al que no le inquieta la atención esos artefactos que llaman computadora) o en todo caso observe fijamente la pantalla y cuente las veces que titila la rayita vertical del cursor. 2) Levántese y camine por el cuarto o la habitación donde no pretende escribir. 3) Ponga algo de música. 4) Busque una libreta y haga muñequitos y garabatos. 4) Plántese de nuevo en la pantalla o en la dinosáurica máquina de escribir. 5) Estire el cuello y mueva la cabeza como si se tratara de un péndulo. 6) Agarre el celular y envié algunos wasap 7) Observe con atención como está desordenado (u ordenado, según el caso) su escritorio. 8) Hojee alguna revista de farándula 9) Lea algún libro de poemas 10) Devore un suplemento de comiquitas 11) Salga despavorido del cuarto y huya como un desesperado durante toda su vida de la página en blanco. En todo esto ¿Dónde encaja eso de NO ESCRIBIR?. Sencillo. El arte verdadero se encuentra en no escribir. En aplazar siempre escribir la primera frase, colocarle el punto y seguido al primer párrafo. Enrique Vilas-Mata los llamó “escritores del no” y para ello se amparó en ese personaje creado por Herman Melville, Bartleby, de profesión escribiente que un buen día decide no copiar un documento más y se queda de brazos caídos mirando un muro de ladrillos. Los escritores del no pueden dividirse en dos grupos: aquellos que escriben y de manera abrupta dejan de hacerlo. Allí puede entrar Juan Rulfo, J. D. Salinger, Rimbaud y un buen etcétera. El otro grupo está integrado por quienes mentalmente elaboran una gran obra y jamás llegan a concretarla y dejan al final notas, hojas sueltas o cuadernos con una escritura escueta. En dicho lote se pueden mencionar a Joe Gould, Félix E. Bigotte (de nuestro patio), Georg Christoph Lichtenberg, Joseph Joubert y algunos otros. Para ingresar al selecto grupo de los escritores del no al-

gunos autores recurren a medidas extremas como el suicidio como David Foster Wallace o Cesare Pavese. Otros menos extremistas sencillamente se jubilan como el caso de Alice Munro, quien aduce cansancio. Por su parte Philip Roth dijo: “Ya no siento ese fanatismo por escribir que sentía antes”. Quizá lo escrito por Macedonio Fernández pueda ser la guinda de todo esto: “No puedo ser escritor perpetuo y empezar con tonterías de viejo; yo no creo en los viejos: la bondad es el único ornato y misión de los viejos; después de los 45 años no se debe escribir y si lo hago es porque todo lo tenía pensado y escrito casi antes de los 40. Después de este año yo no escribiré más y no daré el lamentable espectáculo de los seniles que creen que la humanidad no da un paso si no lee un artículo de sandeces sabias de un anciano célebre”. Samuel Becketth en su novela El innombrable escribe: “…hay que decir palabras, mientras las haya, hay que decirlas, hasta que me encuentren, hasta que me digan, extraño castigo, extraña falta, hay que seguir, acaso esto se haya hecho ya, quizá me dijeron ya, quizá me llevaron hasta el umbral de mi historia, ante la puerta que da a mi historia, esto me sorprendería, si da, seré yo, será el silencio, allí donde estoy, no sé, no lo sabré nunca, en el silencio no se sabe, hay que seguir, voy a seguir”. Susan Sontag analiza, en un viejo ensayo, de forma paralela, la posición de Rimbaud, quien abandona la poesía para irse a Abisinia a traficar con personas la de Wittgenstein, que deja la filosofía y opta por un trabajo de enfermero y la de Marcel Duchamp que abandona el arte y se dedica al ajedrez. Sontag analiza esta renuncia, este silencio autoinfligido y escribe: “Consagrado a la idea de que el poder del arte estriba en su poder para negar, el artista considera que su arma suprema en la guerra incoherente con su público consiste en deslizarse cada vez hacia el silencio”. El silencio espera a todo escritor, va chorreando entre las palabras que escribe. Aunque uno le de las espalda a las palabras el silencio es una contundente enseñanza Zen: “Permite que el silencio te hable; permite luego que el silencio hable por ti. Y permite, finalmente, que el silencio sea nada más que silencio: la verdadera voz de tu naturaleza original”.

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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 26 DE MARZO DE 2017

Freddy Ñáñez

El (casi) imposible oficio de escribir

La Librería Mediática

Marialcira Matute

MIRCEA ELIADE. Escribe Rafael Conte en el suplemento español Babelia, en noviembre de 2002, que Mircea Eliadenovelista,antropólogo y reconocido historiador de las religioneses una de las "importantes figuras de la cultura rumana de preguerra, que alcanzaron después -en el exilio y escribiendo en francés- celebridad universal" que fueron "fascistas en su juventud...y que después de la guerra ocultaron inútilmente las huellas de sus 'pecados' juveniles, abandonando su patria y su lengua para proseguir sus respectivas carreras con el éxito que después todos hemos conocido". Sobre Mircea Eliade agrega Conte que "llegó a soñar con un premio Nobel de Literatura que se le negaría mientras mentía sin parar -y sin vergüenza- sobre sus nazis, fascistas, racistas y antisemitas desbordamientos juveniles." De este autor de reprobable conducta política e indiscutible calidad literaria y académica, nos ha obsequiado el librero y precandidato mexicano de izquierda a la presidencia Gerardo Fernández Noroña una novela notable: "La noche de San Juan", escrita en 1955. Si bien los editores presentan en la contraportada de forma maniquea y a conveniencia según sus pareceres políticos el complejo tema del devenir histórico de Rumania afirmando que en la novela Eliade "evoca... el drama de la Europa del Este, condenada, ante la indiferencia de Occidente, a ser objeto, y nunca sujeto, de la historia" disfrutamos la lectura de la intrincada novela que exige al lector dedicación por sus muchas aristas. Es una buena obra literaria, llena de misterio, con un buen dibujo de personajes y una original forma de presentar el amor, la cotidianidad, el tiempo y las historias que tienen lugar en Bucarest y en un mundo extraño e imaginado por el autor. Voy avanzando en la lectura de sus más de 600 páginas, volveré a reseñarla al terminar.

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el trabajo fuerte y, con él, la debilidad de una existencia impensada.

¿Cuántas veces recibe un escritor de este tiempo alguna correspondencia en torno a sus ideas? Escribir con la pretensión de trascender el instante en plena era digital es casi ingenuo. Fanático de la literatura epistolar puedo decir que al término de cada artículo aguardo una réplica ¿Quién escribe sin esta fe? Ayer sucedió. No fue a través de una carta sino en un breve diálogo cara a cara donde un lector me reprobaba estas “3 semanas de silencio” y mi estilo: “demasiado denso para la era de la información”. Para lo primero no tenía excusa, para lo segundo en cambio, muchas razones que expuse en esa grata discusión y que comparto hoy no en defensa personal sino más bien de lo que considero esencial en esta época inasible: el cuidado del pensar y el habla poética. 2 En un momento de irreprochable pesimismo el escritor anarquista Herbert Read decía que era “casi imposible ser poeta en una era industrial”. Alegaba el impacto deshumanizador que trajo consigo el dios máquina. Toda su poesía fue una forma de rebelión contra los códigos de esa época. Uno de los tantos crímenes contra la vida que le atribuimos a la industrialización es la alteración de nuestra percepción del tiempo y la masificación como valor impuesto, ambos corruptores de la existencia en su sentido material y abstracto. Con ello perdimos el derecho a la lentitud, al desarrollo de los sentidos, a la investigación ociosa; todo lo que nos arroja como arquitectos espirituales del mundo. Desde entonces, no pareciera haber lugar para la contemplación, el goce, la exploración y todo lo que garantiza un pensamiento laborioso. Triunfó

3 ¿Sabía Herbert que su época era apenas el prólogo de una peor? Si la revolución industrial supuso trastornos en el orden natural de las cosas y dio vida a un mundo artificial escindido en la lógica de los fines y los medios, la era digital de la llamada sociedad del conocimiento y la información no nos iba a ser menos hostil. Preguntaba Eliot “¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?” Gobernada no por las ideas sino por el abundante comentario periodístico. No por el tiempo vital sino por el fantasma de la novedad. No por el sujeto como encarnación del ser colectivo sino por la masa cibernética, ubicua, intangible; induce una forma de existencia momentánea y veloz sin espacio para una interpretación artística ni filosófica de la vida. El culto al instante y a lo simple produce un repliegue total donde todo se consume en sí mismo y nada trasciende, negándose así el tiempo histórico, es decir: la vida como proyecto y no como una carrera inerte hacia la muerte. Desde el punto de vista del lenguaje todo lo que no sea digerible en términos propagandísticos o espectaculares fracasa en la inmediatez de la comunicación de masas. Se nos pide más información y menos caracteres, menos afecto y más efecto. Textos sin el hervor de la metáfora. El medio exige actualidad. El triunfo de un lenguaje instrumental, útil a la tecnología y al mercado global es, quizá, la más escalofriante de las distopías ¿Opongo densidad al placer del discurso vacío? Combato como puedo la amenaza de una era infecta de palabras pero refractaria a la poesía y al pensamiento.

Dice Eliade en su novela: "El tiempo interior, el único que cuenta, nos pertenece." Y así, va narrando, deteniéndose en detalles como "...ese extraño color de pelo que no era ni negro ni azul ni plateado... era el color de una especie rara de pensamientos; unas flores a las que se había quedado mirando embobado cuando siendo niño..." Los personajes de "La noche de San Juan" conversan en torno a temas como estos: "Un escritor puede vivir antes o después de haber escrito un libro. Pero lo que no puede hacer es vivir y crear al mismo tiempo. El acto de la creación lo absorbe por entero y, en consecuencia, le impide vivir." LETRAS DE CARACAS, DE GUARICO, DE ECUADOR. LetrasCCS no sólo circula en CiudadCCS, también se publica encartado en Ciudad Guárico y desde hace unos meses inspira además Letras Guariqueñas, original suplemento literario regional de heterogénea participación auspiciado por Fundación Misión Leer y Escribir Simón Rodriguez. Ellos nos visitaron recientemente en La Librería Mediática VTV http://www.dailymotion.com/video/ x5f95w5_la-libreria-mediatica-721_tv Carola Martínez y Ramón Rodríguez Chacin, integrantes de este colectivo, nos trajeron de un reciente viaje a Quito el periódico de literatura y arte "Letras del Ecuador", fundado en 1945 por Benjamín Carrión y publicado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Exquisita y bien editada publicación en la que se encuentran reseñas de libros, reflexiones y hasta serigrafías de obsequio a los lectores. Destaca en la edición Nro. 207 de octubre de 2016 una reflexión de Tatiana Landin, con la que cerramos este escrito: "Las ferias del libro no generan lectores. La lectura es un aprendizaje individual, propio... se requiere de programas, bibliotecas y muchos frentes paralelos que trabajen por el bien común del libro y que lleguen a una sociedad donde el libro también sea una necesidad básica".

Director Freddy Ñáñez Coordinadora Karibay Velásquez. Letras CCS es el suplemento litera- Ciudad CCS es un periódico gratuito editado por la Fundación para la rio del diario Ciudad CCS y se distribuye de forma gratuita | correo-e: informacionletrasccs@ Comunicación Popular CCS de la Alcaldía de Caracas | Edificio Gradillas P. 1, gmail.com | Twitter: @LetrasCcs Caracas | correo-e: [email protected] | Depósito legal: pp200901dc1363