No me interesa el estereotipo

Interpretar a Eva en Wakolda fue una experiencia particular para. Natalia Oreiro. A sólo seis meses de tener a su hijo Merlín, la actriz tras- ladó a su familia a ...
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espectáculos

| Domingo 15 De septiembre De 2013

“No me interesa el estereotipo”

entrevista. Lucía Puenzo habla de Wakolda, el film que adaptó de su novela, en la que los destinos

de Josef Mengele y de una familia de Bariloche se cruzan fugazmente con terribles consecuencias Viene de tapa

Wakolda se vio en Cannes, Lima, San Petersburgo, Tokio, Sarajevo y Montreal, y ahora la esperan el Festival de San Sebastián y su estreno en más de quince países de acá a fin de año. Además, la película recibió calurosos elogios de medios como El País, de España; The New York Times y la revista francesa Les Inrockuptibles. “En la película, la historia se cuenta a través de los ojos de la niña, mientras que la novela está repleta de marcas de esa disección constante que hace Mengele. Es un viraje fuerte en cuanto al punto de vista”, aclara Puenzo, elegida en 2010 por la prestigiosa revista literaria inglesa Granta una de los veinte mejores escritores en idioma español de menos de 35 años. La niña de la que habla Puenzo es Florencia Bado, quien llevó a cabo en la película un notable trabajo, rodeada de un elenco de actores mucho más experimentados: Diego Peretti, Natalia Oreiro, Elena Roger, Guillermo Pfenning, Ana Pauls y el español Alex Brendemühl, de inquietante parecido físico con Mengele. “Busqué durante ocho meses a la nena con la colaboración muy importante de María Laura Berch –revela Puenzo–. Tenía apenas 11 años cuando filmamos. La encontramos a la salida de su escuela. Nunca había tomado ni siquiera una clase de teatro. El de Wakolda fue su primer casting. Flor es superinteligente y se puso la película al hombro.” –¿Y cómo decidiste el resto del elenco? –A Brendemühl lo había visto en Las horas del día, la película de Jaime Rosales, un director español que me gusta mucho, y también en Rabia, una adaptación de la novela de Sergio (Bizzio) que se filmó dos años atrás en España. Me gusta esa mezcla de registros que maneja Alex: puede ser seductor, sua-

ve, amenazante, gélido y encantador. El Mengele que compone es complejo, le escapa al estereotipo. Además, es perturbadoramente parecido a Mengele. Y maneja muy bien el alemán, incluso el acento del Sur que tenía el propio Mengele. Después armé un elenco con actores que me gustaban. Con Diego ya habíamos filmado un corto juntos, y lo que me gusta de él es que cuando le dice que sí a un proyecto, se mete de cabeza y es un aliado. Natalia fue una sorpresa. Necesitaba una actriz que hablara alemán. Viendo el material bruto de Infancia clandestina, la película de Benjamín Ávila que produjo mi papá, me impresionó su trabajo. Hizo un laburo de gran hondura. Le propuse hablar alemán por fonética y en dos meses se preparó e hizo una prueba impecable. Es una laburante, se arremanga, y eso siempre sirve. Elena Roger también aprendió alemán y hebreo por fonética. Y lo hizo mientras hacía Evita. Los tres son apasionados cuando se meten en un proyecto. –¿Qué te interesaba particularmente de la temática del nazismo en la Argentina? –Siempre me resultó la cima de la omnipotencia que el nazismo creyera que podía modelar genéticamente a una nación entera. Me resulta también paradójico que un médico fanático y con tanta alergia por las razas mestizas terminara ocultándose en un continente mestizo como es el nuestro, en el que nadie tiene la pureza racial que él buscaba. Desde que empecé a escribir la novela tuve en claro que no me interesaba para nada el estereotipo. Creo que esta gente era tan peligrosa justamente porque fuera de los campos de concentración lograba camuflarse muy bien. No es casual que cuando encontraron a Priebke en Bariloche, mucha gente haya dicho: “Yo pensé que era un viejito adorable”. Estereotipar a estos

“Crecí en los rodajes” Lucía Puenzo ya prepara una nueva película. Esta vez trabajará codo a codo con su pareja, el escritor y cineasta Sergio Bizzio, en una historia muy particular que se rodará en Antioquía, Colombia, a fines de 2014. “Es una región con una sociedad muy endogámica, y en esta ficción ocurre que una parte de la población sufre una enfermedad similar al mal de Alzheimer y otra parte se dedica a cuidar a esos enfermos. Es una historia sobre la memoria y la genética.” Para Lucía, el trabajo con la familia es algo natural. Sus hermanos Nicolás y Sebastián formaron parte del equipo

de filmación de Wakolda, y ella fue la productora de Bomba, la última película de Bizzio. “Crecí en los rodajes de mi viejo [Luis Puenzo]. La historia oficial se filmó en mi casa, y mis tres hermanos y yo no queríamos ir al colegio, queríamos quedarnos todo el tiempo ahí porque era como estar en un parque de diversiones. Siempre fuimos medio gitanos, nos íbamos todos a instalarnos en donde mi papá trabajaba y lo pasábamos muy bien. Tengo muy incorporado estar en rodajes y verlos como un lugar de disfrute y juego. No es casual que mis hermanos y yo nos dediquemos al cine.”ß

Actriz y directora, en la presentación de su film

eduardo carrera/afv

personajes implica no entender su perversidad. Se sabe que Mengele adoraba la música clásica, que leía mucho, que hablaba varios idiomas, que era un tipo seductor. Eso es más inquietante que calzarle el traje de malo. –La película se mete con un tema espinoso, el de la relación erótica entre un adulto y una menor. Pensé en algún momento en Muerte en Venecia, de Luchino Visconti. –Está buenísimo que menciones esa película. Es una referencia que no se ha comentado mucho, pero efectivamente estaba en mi cabeza. Como está Teorema, de Pasolini. En la novela, el vínculo entre Mengele y la protagonista es más jugado, una relación erótica que se deja entrever con mayor claridad. La literatura permite cosas que el cine tiene vedadas porque, junto con la imagen, los personajes tienen un cuerpo. No me interesa perturbar al espectador con un golpe de efecto. Sobre todo después de encontrar a la actriz que iba a interpretarla, que es muy bella y magnética. Hay casos como el de La cinta blanca, de Michael Haneke, donde se avanza más en ese sentido, pero ahí eso tiene una justificación que acá no había. Ya tenía un jerarca nazi que experimenta con niños; si además hubiera cruzado esa línea… No quería generar ningún morbo por ese lado. No hacía falta que fuera pedófilo para delinear su carácter. –Como es sabido, Mengele logró huir de la Patagonia. En la película, establece con Lilith una relación muy fuerte, pero no sabemos cómo repercutirá eso en el futuro de la niña cuando él ya no forme parte de su vida. ¿Qué imaginás? –En el final de la novela, la protagonista encuentra esas libretas de Mengele que son tan protagónicas en la película y lee una frase: “El amor es un acto que no puede realizarse sin un cómplice”. Y piensa que con el tiempo se va a dar cuenta hasta qué punto ella fue cómplice en esa relación. No te diría más que eso, a mí me tranquiliza saber que él se fue de su vida. Pero seguramente dejó alguna marca. –En tus películas anteriores, XXY y El niño pez, había componentes bastante siniestros. ¿Por qué te interesa tocar esa cuerda? –Siempre estuvieron esos componentes en lo que escribo, es verdad. No los busco, aparecen. Y casi siempre tienen que ver con pulsiones sexuales. Creo que la gente se levanta y sale de su casa básicamente por una pulsión sexual. Me cuesta no pensar las cosas desde ese lugar, aun cuando se trate de personajes que están descubriendo ese mundo, como en el caso de esta niña. Ya de chica me gustaban los cuentos de terror, la ciencia ficción, los cruces de umbral, la idea de recorrer caminos por primera vez. –Ya llevaste dos novelas tuyas al cine, El niño pez y Wakolda. Ahora estás escribiendo una nueva, Los invisibles. ¿También vas a terminar filmándola? –Te diría que no. Me prometí que Wakolda era la última. Aunque cuando terminé El niño pez, me había prometido lo mismo.ß

Natalia Oreiro, de Aurora Andrés a Juana Azurduy Tras el fin de Solamente vos, planifica un largo descanso y, luego, llevar al cine la vida de la Flor del Alto Perú, con Benjamín Ávila Interpretar a Eva en Wakolda fue una experiencia particular para Natalia Oreiro. A sólo seis meses de tener a su hijo Merlín, la actriz trasladó a su familia a Bariloche y se puso bajo las órdenes de Lucía Puenzo para hacerse cargo de un personaje difícil: en un nivel práctico, porque habla el 80 por ciento de la película en alemán, idioma que no manejaba y, en lo que respecta a sus motivaciones, porque combina cierta dulzura en su rol de madre con decisiones francamente espantosas. “Para mí lo más difícil no fue el idioma, aunque necesité muchas horas de estudio, porque te ponés con un profesor y lo hacés –dice Oreiro–. Lo que me sucedió internamente, al ser una mamá tan reciente e interpretar a una madre que expone a su hija a un experimento genético sin medir consecuencias, me resultó muy perturbador. Si bien es una madre cariñosa, sensible y presente, en un momento ella se empieza a dar cuenta de quién es esta persona y, aún así, le confía la salud de su hija, por encima de la relación con su marido”. Además de la experiencia del embarazo y la maternidad, el abismo entre las convicciones de Eva y las suyas propias también la ayudaron a componer al personaje. “Como actriz fue fantástico, porque me despega mucho de Natalia, que para actuar es lo mejor que te puede pasar. Pero yo estaba tan movilizada hormonalmente con mi propia maternidad que estaba desbordada”. Como madre, cuenta la actriz, le costó mucho poder interiorizar una idea de la perfección genética que le resulta tan ajena. “Pensar que su hija podría ser mejor es muy fuerte, porque para un padre tu hijo es lo que es y es lo

mejor. Así tiene que ser aceptado desde un principio. Mi personaje no termina de aceptar que su hija es más chica y se convence de que lo sufre y que lo está haciendo por ella. Y tantas madres apañan a sus hijas, desde muy chicas, respecto de esa sensación de inferioridad o de incomodidad con su imagen”. Sonidos y colores Cumplido su deseo de filmar con Puenzo, que tenía pendiente desde hacía tiempo, Oreiro volvió este año a la TV después de siete años de ausencia. Junto con Adrián Suar protagoniza Solamente vos, la exitosa tira que emite El Trece. “Estoy fascinada con el programa y con mi relación con Adrián. Nos llevamos muy bien y tenemos la misma manera de abordar las escenas. Hace un tiempo que incluso nos permitimos improvisar un poco, dejar que vayan surgiendo cosas. Además, a pesar de que es una comedia romántica, mi personaje no tiene siempre el mismo color. El tema es que son muchas horas y estamos a un sólo capítulo del que sale al aire: no tengo tiempo ni de resfriarme. Faltan un par de meses y terminamos. No voy a hacer televisión por bastante tiempo”. La veta musical de la tira –la peluquera Aurora, el personaje de Oreiro, tiene una segunda carrera como cantante– le resultó también una oportunidad divertida para volver a otra de sus facetas. Sin embargo, tuvo que detener el entusiasmo de su coprotagonista y productor por incluir más canciones. “Si no, no paro nunca y necesito tener mi espacio, mi tiempo. Es difícil hacer televisión y tener reflexión. Tengo 15 escenas por capítulo y me las

estudio todas. Duermo muy poco. Entre todo lo que estudio, mi vida como mamá, más todas las horas de grabación y encima cantar, es demasiado. Pero estoy contenta porque me divierte lo que estamos haciendo y que la gente acompañe es fundamental”. Dejando la televisión de lado, los planes a mediano plazo de Oreiro se concentran en su familia y el cine. “Terminamos Solamente vos y me voy a hacer una pequeña gira por Rusia y Polonia. A partir de enero, descanso absoluto. Seguramente filme alguna película durante la segunda mitad del año que viene. La primera mitad del año mi intención es estar más en familia. Estos dos últimos años fueron muy fuertes.” Dentro de la vorágine, la actriz encontró tiempo para protagonizar con su hijo la campaña de Unicef para fomentar la lactancia. “Sabía que hacer la campaña con Merlín iba a tener un impacto bueno, porque no te estoy contando que doy la teta con un bebé ajeno. Además, me pareció que cuando él sea grande y lo vea va estar contento de haber participado”. A pesar del deseo de descansar un poco, Oreiro ya tiene un proyecto cinematográfico en vista. “Tenemos ganas con Benjamín Ávila, el director de Infancia clandestina, de hacer otra película juntos. Queremos hacer la vida de Juana Azurduy. Es un proyecto muy ambicioso que nos va a llevar mucho tiempo de preproducción y de conseguir los medios para hacerlo. Si todo sale bien, quizá podamos filmarla a fines del próximo año. Es un personaje muy difícil para mí. Me voy a tener que preparar mucho.ß María Fernanda Mugica