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Por Chuck Lynch. Usado con permiso. ¡Sorpresa! “Lo siento” puede que no sea la mejor manera de terminar una discusión. Las discusiones eran un suceso ...
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NO DIGAS QUE LO SIENTES Por Chuck Lynch Usado con permiso ¡Sorpresa! “Lo siento” puede que no sea la mejor manera de terminar una discusión. Las discusiones eran un suceso diario en el matrimonio de Mark Baxter.* En su frustración, él acudió a mí por consejería matrimonial, porque se había topado con pared, tratando de comunicarse con su esposa Jill. “No lo entiendo,” se quejaba. “Aún cuando le digo a Jill que lo siento, eso solo nos lleva a tener una pelea mayor. ¡No puedo ganar!” Mark tenía razón. Él sabía que estaba bien admitir que había actuado mal. Pero usualmente cuando le decía a su esposa Jill que lo sentía, sus palabras sonaban vacías, carentes de arrepentimiento. Así que cuando Mark “hacía algo malo” iba y le decía a su lastimada esposa que lo sentía mucho, a lo que Jill le respondía “¡No, eso no es cierto!” Mark continuaba, “¡De verdad!” y Jill le decía “¡No, no es verdad!” y así comenzaba la III Guerra Mundial en el hogar de los Baxter. Después de escuchar este último arranque de frustración de Mark con su matrimonio, le dije, “De hoy en adelante, no vuelvas a decir que lo sientes.” Mark se sobresaltó. “¿Qué? Usted, de entre toda la gente, mi consejero, ¿no quiere que diga que lo siento? ¡No puedo creerlo! ¡Eso realmente acabaría a Jill! El sentirlo no es admitirlo En la mayoría de los casos, un sincero “lo siento” sana la relación dañada. La intimidad es restaurada y la relación queda en condiciones de seguir adelante. Pero ese no es siempre el caso. Los psicólogos concuerdan en que el lenguaje corporal y el tono de la voz cuentan un 93% en la comunicación. El contenido involucra solo un bajo 7%. Mark tenía el hábito de volver su mirada hacia arriba, mientras añadía un final sarcástico a sus palabras. Mientras que estaba diciendo “lo siento,” su lenguaje corporal le gritaba a Jill, “No lo siento.” Puesto que Mark no suele alcanzar una alta expresión emocional, aún si hiciera un esfuerzo especial, él simplemente no puede mostrar una actitud de profunda pena por su ofensa. Las palabras lo siento no son una admisión de la falta. Mientras que puede significar que hicimos algo, no comunica el sentimiento de que la acción estuvo mal. * Los nombres han sido cambiados. Lo siento puede significar: “Siento que te sientas de esa manera,” o “Siento que lo hayas tomado así.” Esto también falla en admitir lo equivocado de la acción. También puede significar que solo sentimos el haber sido atrapado. Esa tampoco es una admisión de la falta. Es más fácil decir, “lo siento,” que el reconocer lo equivocado de las cosas que hemos hecho. Las dos palabras más difíciles de decir en el lenguaje son, “hice mal”. He visto hombres y mujeres mayores, tartamudear, balbucear, y aún sofocarse, cuando se les pide volverse a la pareja y decir, “Hice mal por…. ” ¿Por qué son tan importantes estas dos palabras?

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La verdadera confesión Nuestros matrimonios son reflejos de nuestra relación con Dios. El apóstol Juan resume en su primera carta cómo debemos restaurar una ruptura en nuestra relación con Dios después que lo hemos ofendido. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). La palabra griega para confesar (homologeo) significa literalmente “hablar la misma cosa, estar de acuerdo con.” Dios insiste en que estemos de acuerdo con su declaración de que nuestra acción estuvo mal. Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, no le estamos informando de algo que hicimos que escapó su atención. La confesión es nuestro reconocimiento verbal, de que lo que hicimos estuvo mal. Puesto que nuestros matrimonios son un reflejo de nuestra relación con Dios, debemos seguir el mismo procedimiento para restaurar nuestra relación con nuestra pareja, de la misma manera que lo hacemos con Dios. El apóstol Santiago nos exhorta con firmeza a practicar la confesión cuando escribe, “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros…” (Santiago 5:16) No requiere emotividad Le aclaré a Mark, que yo no estaba diciéndole que jamás debería decirle a su esposa que lo sentía. Sino que le pregunté cómo creía que reaccionaría Jill, si él le dijera honestamente, “Hice mal por….” “No lo sé,” fue su perpleja respuesta. Le expliqué que él tenía el poder para reducir una discusión de dos horas, a unos pocos minutos. ¿Por qué? Porque muchos odian las discusiones que se enfocan en hacer que las otras personas admitan que están mal. Es difícil hacerlo con una persona que dice, “hice mal.” Entonces le expliqué que aún cuando él no haya hecho algo malo, aún así él debía reconocer la perspectiva de ella y asegurarle que él sopesaría el asunto cuidadosamente. Qué diferencia La siguiente semana, le pregunté a Mark cómo iba todo. Me informó que habían pasado dos cosas. Porque quería evitar el tener que decir que hizo mal, estuvo más al pendiente de su comportamiento. Luego él dijo, “Hice algo indebido, pero respiré hondo y dije, “Hice mal en hacer ese comentario sarcástico.” Y añadió, “De hecho, aún le pedí que me perdonara. ¡Caray, que diferencia! Discutimos menos y hablamos más. Y parece como si ella comenzara a respetarme más.” Entonces, con un guiño de su ojo, añadió, “También nuestra intimidad dio una vuelta en U. Creo que ahora los dos somos ganadores.” Chuck Lynch, presidente de Living Foundation Ministries y autor de “Yo Debería Perdonar, Pero….” y “¡Tu Puedes solucionarlo!” (Ambos de W. Publishing). Vive en Missouri.

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