Memorias de Luz - Goodreads

Vivimos los tres en un alojamiento antiguo y muy grande. Cuando digo los tres me refiero a mi primo, a mi hijo y a mí. Nosotros somos la totalidad de la familia.
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Memorias de Luz

Marcela Thesz

PREVIEW GRATUITO- Capítulos 1 al 4

MEMORIAS DE LUZ © Marcela Thesz Todos los derechos reservados - 1 de abril de 2016 SafeCreative Código de Registro: 1604017125245

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I. ENCUENTROS

1. El sueño Desperté al amanecer después de un sueño. Esos sueños que son premoniciones que no cuento porque nadie cercano comprende mis capacidades. Soñé con un hombre que vendrá de visita. Ese hombre sabrá cosas de mí con sólo verme. Ese hombre ve el mundo como yo lo veo...

Vivimos los tres en un alojamiento antiguo y muy grande. Cuando digo los tres me refiero a mi primo, a mi hijo y a mí. Nosotros somos la totalidad de la familia. En el ala sur se encuentra nuestro espacio laboral desde donde llevamos a cabo las tareas que requiere la organización. Luego hay dos alas adicionales, compuestas por espacios comunes, habitaciones y jardines. En la casa viven más personas, asistentes y colaboradores de la familia que se encargan del mantenimiento y de que todo funcione. Luca, mi hijo, pasa mucho tiempo con mi primo. No hay otra descendencia en la familia más que él y se hará cargo de la organización cuando sea necesario. Saul lo educa como si fuera hijo propio. Luca sigue a la rama paterna y sé que no tiene capacidades perceptivas. Su padre tampoco las tenía. Esa es una historia aparte que sucedió hace años, la del padre de mi hijo. Y aún me siento tonta y abochornada cuando la recuerdo. Pero no fue culpa de él. Ni mi madre y ni mi abuela me enseñaron a manejar las relaciones de pareja en la idea de la multidimensión. Fui yo misma la que caí en la trampa perceptiva, intentando creer en algo que en realidad no existía. Lo poco que comprendo sobre la percepción lo fui aprendiendo a través de la experiencia y los errores. Ahora sé que mi sueño será verdad. Muchas veces he descartado premoniciones y luego las viví como deja-vú. Cuándo vendrá este hombre, no lo sé, pero será pronto porque las premoniciones se dan a partir de los contactos energéticos. Eso significa que este hombre está cerca, ya percibo su energía y entonces puedo ver imágenes de lo que sucederá. En el sueño, el hombre me toma la mano y entonces empiezo a comprender... por lo menos en el sueño tengo una sensación de comprensión. Me genera cierta ansiedad, aparece en mí una esperanza de poder conocer más sobre lo que soy y lo que puedo hacer. Si lo pienso mucho, me da miedo.

2. Premonición no cumplida Me convocan a una reunión de la organización. No es extraño pero tampoco habitual. Mi familia se dedica al transporte y pertenece a la Organización de Transporte de África Central, un organismo que coordina la logística del transporte de materias y productos hacia todo el mundo. Nos encontramos en un lugar geográficamente clave para tal tarea. Y aunque tecnológicamente hemos evolucionado mucho, utilizando energías no contaminantes y más eficientes, seguimos teniendo la necesidad de movernos de un lado a otro en las amplias distancias de nuestro planeta. LA OTAC se encarga de eso, mi familia es responsable de la OTAC. Yo no participo en las decisiones importantes de la organización y generalmente sólo me llaman para traducir. Pero esta vez estoy nerviosa. He revivido en mi mente la premonición como si fuera una película y ansío que se cumpla. No quiero pensar en la posibilidad de que haya sido sólo la manifestación inconsciente de mis deseos. Ingreso cuando la reunión ya ha comenzado. Dos hombres giran su cabeza y me miran. Conozco a uno: a mi primo Saul. Al otro, sólo en mi mente. Es el momento de la verdad. Siento que se me doblan las piernas, pero me sostengo. Aparece en mí una vanidad femenina que desconozco: ¿Estaré bien vestida? ¿Mi pelo estará ordenado? Detecto mis pensamientos y avanzo mientras escucho que mi primo me presenta. ―Edén Mendra... Milo Jakanos ―dice Saul. Estiro la mano mecánicamente. Trato de aparentar entereza. Sonrío, a la fuerza, sin perder percepción sobre mi mano. Me toca, nos tocamos, soltamos... nada pasa. Sufro un momento de desconcierto, pero nadie sabe lo que está pasando por mi cabeza. Me siento en una silla y sigo aparentando atención. Requiere toda mi concentración correr de mi mente lo que se me ocurre pensar en ese momento y anclarme en aquello que en realidad está sucediendo: una reunión de negocios. ¿Decepción? Definitivamente... No puedo prestar atención a lo que se habla en la reunión. Mi mente de alguna forma capta lo importante y me lleva a responder las preguntas que me hacen. No es mi mejor momento laboral, parezco insegura y poco capacitada. Aunque nada sucedió, igual algo está sucediendo, lo siento. Este hombre me altera y se despiertan en mí todas las alarmas defensivas: distancia, barreras, monosílabos. En resumen, el Sr. Jakanos es un consultor en logística y emprenderemos en conjunto un proyecto de optimización de rutas de transporte hacia Nueva América. Necesitará de mi colaboración ya que no habla más que su propio idioma y todos confían en mí para facilitar las comunicaciones en este proyecto. ―¿Tendré que viajar? Esa es mi única pregunta, como para decir algo. No se me ocurre nada por lo que negarme a esta responsabilidad y tampoco viajar es un problema. De todos modos, estoy como congelada. No termino de procesar lo que está pasando... porque algo está pasando.

―Sí, viajaremos, a varias ciudades meridionales de Nueva América. Esa es la zona principal que necesita optimización de la logística ―dice el Sr. Jakanos, con una voz armoniosa, concreta, pausada. Durante los dos segundos que duró esa frase mi mente estuvo absolutamente concentrada en quien la decía, sin nada más. Y nuevamente me fuerzo a moverme o a responder algo para que no se note mi estado de perplejidad. Mientras se organizan los pormenores del proyecto y del viaje, el Sr. Jakanos se hospedará en nuestra casa. Me pregunto desde cuándo conoce mi primo a Jakanos... Podría preguntarle sobre él, pero eso despertaría sospechas. La reunión finaliza y no me queda más que irme. Debo irme para no parecer más tonta aun. No tengo nada que hacer allí. Nuevamente los hombres me miran como tratando de descifrar mi próxima acción. Sufro un momento de absoluto vacío mental pero me recompongo y avanzo hasta la puerta. ―Un placer conocerlo y colaborar con usted, Sr. Jakanos ―articulo con mi voz. ―Llámame Milo por favor. Me mira esperando una respuesta, pero no se la doy. Tan sólo me voy. Mi cuerpo y mi mente me responden apenas.

3. Tocar o no tocar La experiencia humana implica un cuerpo físico perceptivo. Recibimos información del exterior a través de los sentidos: oímos, olemos, vemos, degustamos y tocamos... o somos tocados. La piel y el sentido del tacto en su totalidad tienen un rol muy importante en la experiencia humana, es lo que nos da la consciencia de separación. A través del tacto sabemos los límites del propio cuerpo, lo que uno es y lo que no es. Un bebé en la panza de su madre ya sabe que él no es aquello que lo contiene. Más tarde comprende que hay una madre y que él es algo separado a la madre. Nuestra alma también se adapta a no ser la totalidad. En las experiencias de aprendizaje en otros planos, la esencia de luz que somos a veces funciona de manera colectiva. Es decir que la esencia de luz individual que viene a la Tierra a través de un cuerpo humano no necesariamente mantiene su individualidad en otros planos de existencia. Es el cuerpo humano, sus límites y sus percepciones duales del tipo adentro-afuera, lo que ayuda a la esencia de luz a comprender la separación, a vivir no siendo el todo. Justamente eso es parte de lo que venimos a experimentar en este planeta.

La siguiente mañana me debato entre buscar a Milo y tocarlo o esconderme y tratar de no cruzármelo en la casa. Soy consciente de que en algún momento lo veré y lo tocaré, o me

tocará, puesto que nuestro primer viaje está programado para iniciarse dentro de unos pocos días. Pero inevitablemente, en la experiencia humana lo que debe suceder, sucede... Lo encuentro en la biblioteca leyendo uno de los libros favoritos de mi madre. Está sentado en un sillón con vista al jardín. Veo su nuca y sus hombros. Lo observo silenciosa, él no sabe que estoy allí. La biblioteca de la casa es amplia, contiene gran cantidad de títulos aún en papel. Mi padre era un coleccionista de elementos del pasado y, siendo mi madre historiadora, dedicó gran parte de sus esfuerzos en conseguirle libros antiguos para que ella pudiera leer. Podría haberme ido sin que él se diera cuenta de mi presencia, pero elegí hablar. ―Milo, ¿cómo se encuentra? ¿Está cómodo en la casa? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarlo? Preguntas sin sentido ya que Milo ha venido con su asistente y la casa está llena de personal de asistencia. Se gira y sonríe. Me sonríe. Siento esa sonrisa en mi cuerpo. Me impacta, físicamente. ―Hola Edén... ¿Me acompañas? Me señala un asiento cercano y allí voy. Sin pensar, mi cuerpo se mueve sólo. Estoy alerta, desvarío constantemente entre tocarlo... o no tocarlo. ―Estos libros, qué maravilla. ¿De dónde salieron tantos? Le cuento sobre mi madre historiadora y mi padre coleccionista. Su vida juntos. Él me mira, un poco absorto. Me pregunto si está absorto en el relato o en mí. Tomo un libro de geografía antigua y se lo paso. Por un momento el libro es lo único que nos separa y estamos conectados a través de éste. Conversamos sobre geografía y luego nos desviamos a otros temas. Me consulta si hay en la biblioteca algún libro sobre la historia de los idiomas. Una de mis temáticas favoritas que ensambla la amplitud de mi formación. Busco dos y se los entrego. Los toma con una mano y apenas los suelto, con su otra mano toma la mía. Me siento... y siento. El centro de mi palma está en contacto con la suya. Las yemas de mis dedos sobre el interior de su muñeca. Me pregunto qué estará sintiendo en esa zona tan sensible del cuerpo. Ciertamente mis yemas sienten sus pulsaciones. Profundamente. Sus dedos toman mi dedo gordo y se apoyan sobre el dorso de mi mano. Suave. Presente. El tiempo se detiene. Él no me mira. Yo sí, expectante. Cierra los ojos. Asiente. Murmura una aprobación. La energía fluye entre ambos a través del contacto de nuestras manos. Es maravilloso, lo siento en todo mi campo enérgico y es más de lo que puedo comprender. Me satura. De repente Milo me mira a los ojos sabiendo que estoy a punto de colapsar. Pero no llega a soltarme a tiempo. Su mano, su mirada y yo... me desmayo. Lo último que siento son sus dedos rozando mi mano al soltarme y caer.

4. Desdoblada No sé cuánto tiempo pasé inconsciente, pero no fue mucho ya que si no Milo hubiera pedido ayuda. Abro lentamente mis ojos intentando tomar posesión de mi cuerpo. No me es fácil. Hace tiempo que no me pasaba algo así. De pequeña solía sucederme, experimentar la saturación energética y colapsar. Nadie comprendía muy bien por qué, pero mi abuela sí. Lo poco que ella me explicó antes de morir fue justamente lo necesario para poder controlar y reequilibrar los estados de saturación energética. Todos los seres humanos sufrimos de saturación energética en algunos momentos. No todos lo perciben. Algunas personas se sienten cansadas o abrumadas emocionalmente. Yo siento todo, lo que me está sucediendo a mí, a nivel físico, emocional, energético y lo que le está sucediendo a otros con quienes estoy en contacto. Es mucha información al mismo tiempo, la mente no la puede tolerar y el cuerpo se desestabiliza llevando a cabo la única acción posible para dejar de recibir tanta información: se desconecta. Cuando se reinicia, la energía se alinea nuevamente y regresa la consciencia humana. Trato de sentir mi cuerpo. Sé que es la forma de reordenar la percepción: volver a la sensación de separación, discernir entre lo mío y lo no mío. Siento mis piernas, estoy acostada en el piso. Miro el techo. Mi cabeza está apoyada sobre algo. Huelo un aroma que no es el de un almohadón. Amplío la mirada y me doy cuenta de que mi cabeza está apoyada sobre las piernas de Milo. Él me sostiene y me mira. No parece preocupado, sino expectante. ―¿Cómo estás? ―me dice. ―Bien, creo que bien. Lo lamento, no suele sucederme esto ―digo un poco avergonzada. ―No hay problema. No sé cómo interpretar su respuesta. Me siento en el piso y nos miramos. Me debato entre decir algo o mantenerme en silencio. No sé qué podría decir en este momento. Sé lo que sucedió, pero tengo mis dudas. En realidad no sé todo lo que sucedió. ―¿Qué sucedió? ―finalmente pregunto. ―La pregunta sería qué te sucedió ―me dice él―. Entiendo que sufriste un colapso energético. Al decirme eso me sonríe. Tan simple para él. Asiento introspectivamente, mientras me voy perdiendo en su mirada. Me abstraigo de lo que sucede. No estoy bien anclada en mi cuerpo, todo lo contrario. Estoy conectada a través de todo mi ser con su presencia. Y mi mirada completamente enfocada en su boca. “Como me gustaría besarte en este momento”. No sé si lo digo o lo pienso. Me muevo etérea. Me acerco a su cara. Mis labios muy cerca de los suyos y nuevamente ¿pienso? ¿o digo? “Como me gustaría besarte en este momento”. Mis labios rozan los suyos, apenas. ¿Hice eso? ¿Fui yo o qué pasó? Él no reacciona.

De alguna manera eso no me molesta, pero me hace comprender lo que estoy haciendo. Vuelvo hacia atrás. Siento mi cuerpo, busco mis límites y me acomodo en mí misma. Dudo. No sé bien que hice. No me refiero a besarlo, me refiero a desdoblarme. ¿Ese fue mi cuerpo energético expresándose? ¿Moviéndose por fuera del cuerpo físico? No lo sé. Lo miro. Él sabe, y no comprendo cómo si lo sabe, no reacciona. ¡Mi movimiento energético ni lo inmutó! Eso sí que me desilusiona. No sé cómo sentirme. ¿Contrariada acaso? Hice algo que no sabía hacer, me desdoblé espontáneamente. Mis impulsos me llevaron más allá de mí. Y eso me confunde. A la vez, él me rechazó o me ignoró, creo. No estoy segura de que haya sentido algo, teniendo en cuenta que mi casi-beso fue energético y no físico. Dudo de todo, incluso de mi cordura en este momento. Salgo de mi ensimismamiento y veo que nada pasa. Seguimos allí sentados en el piso casi enfrentados sin hablar. ¿Transcurrió tiempo acaso? Fugazmente me pregunto si lo energético se mueve en el no-tiempo. ¿Puede ser que todo eso haya sucedido en sólo un segundo? No me importa. No puedo debatirme más. Sigo el impulso y lo beso con mi boca, con mi cuerpo, con toda mi piel, con todo mi ser. “Esta soy yo y necesito besarte”, pienso. Él me lee, me recibe y me devuelve el beso. Me toca la cara, la mano, me siente. Me hace sentir, sentirlo. Y sigo sin saber bien qué está sucediendo. Se separa de mi boca unos centímetros, me mira y como si supiera todo lo que estoy pensando, me dice: ―Lo sé, sé lo que te está pasando y está todo bien. Va a estar todo bien. Y me besa nuevamente, nuestros cuerpos se tocan, nuestros campos energéticos se funden entre sí y la sensación es maravillosa otra vez.

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