Luis Arata, escultor secreto

19 dic. 2009 - en 1925. Un talento escondido se adivinaba en el joven brillante que a los veintidós años se graduó de ingeniero civil e ingeniero industrial.
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Luis Arata, escultor secreto POR ALICIA DE ARTEAGA De la Redacción de La Nacion

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DIEGO SPIVACOW

FABIANA ÍMOLA. Sombra de Toro, en la galería Del Infinito

La artista rosarina Fabiana Ímola también toma el árbol como eje de sus creaciones. En la galería Del Infinito hay una instalación de ramas dispersas en el suelo e iluminadas por reflectores, un políptico de papeles sobre los que se calcaron las sombras de otras ramas, y unos delicados objetos de acero que repiten el motivo. La instalación se llama Sombra de Toro, un nombre poético que refiere a una especie del bosque pampeano de características atípicas: en otoño, cuando casi todas las plantas pierden las hojas, éste las conserva e incluso florece; los frutos nacen en invierno. Hoy, esta especie autóctona es poco menos que despreciada. No se utiliza su leña ni su sombra para descansar, ya que una creencia popular le atribuye la potestad de provocar dolores de cabeza. Apenas se usa como una

adnÍMOLA (Rosario, Santa Fe, 1967) Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Nacional de Rosario, realizó clínicas de obra con Juan Pablo Renzi, Pablo Suárez y Jorge Gumier Maier. Participó del programa de becas de Guillermo Kuitca y en varias muestras colectivas y premios. Sombra de toro es su primera exposición individual

especie ornamental, atractiva por sus hojas romboidales y sus frutos rojos. Sin embargo, no fue muy lejano el tiempo en que las poblaciones aborígenes lo consideraron sagrado por sus virtudes sanadoras; antaño, la corteza se utilizaba para curar la disentería, de la fruta se extraía un aceite para tratar las llagas venéreas y la infusión de sus hojas servía como laxante. Todo lo que se puede decir de la Sombra de Toro (tanto del árbol como de la muestra) es que constituye una gran metáfora de cómo el hombre transformó su concepto del mundo (Weltanschaung, para decirlo con propiedad) de una dimensión sagrada e integrada con la naturaleza a otra más utilitaria y productiva. Hoy el bosque no es un manantial de sabiduría sino un “recurso natural” que se explota y se reforesta. A las muestras de Rablaci e Ímola se sumó, en junio de este año, la de Juan Doffo en la galería Rubbers, con una serie de pinturas y fotografías que abordaron el mismo tema. Piet Mondrian pintó una secuencia de tres árboles para llegar a su característica abstracción místicogeométrica; Siddharta Gautama –el Buda– llegó a la iluminación debajo del árbol Boddhi y los padres de la humanidad cristiana, Adán y Eva, fueron expulsados del Paraíso por comer del fruto del árbol del Bien y el Mal. Sería ciclópea la tarea de enumerar las ocasiones en que el árbol aparece ligado a la historia del hombre. Basta observar cómo, en cada celebración de la Natividad, seguimos colgando luces y adornos de las ramas de un pino, aunque sólo sea un ademán repetido en forma mecánica y alienado del sentido original del rito.

ocos saben que la escultura sinuosa de aluminio que acompaña al caminante en el entorno del Museo Nacional de Bellas Artes sobre la avenida Figueroa Alcorta es obra de Luis Arata. Escultor secreto, trabajador incansable más allá de nuestras fronteras, Arata murió semanas atrás luego de una larga y penosa enfermedad, custodiado a la distancia por el afecto entrañable de su hermana Jeannette Arata de Erize. Fue casualmente en su elegante departamento de Recoleta donde descubrí las “pinturas” de Luis Arata. Son planos de aluminio intervenidos por el buril paciente, que celosamente pule la superficie hasta lograr un inesperado movimiento. Como si una ola in crescendo se apoderara del espacio y fuera mutando, según el juego caprichoso de la luz. Luis Arata murió en Nueva York, donde pasó sus últimos años y donde proyectó entre otros el monumento para la Howmet Corporation, en Greenwich. Había nacido en Buenos Aires en 1925. Un talento escondido se adivinaba en el joven brillante que a los veintidós años se graduó de ingeniero civil e ingeniero industrial en la Universidad de Buenos Aires.

Pero recién en los años setenta decidió abandonar la actividad profesional para dedicarse de lleno a la creación. Expone en 1970 en Art Gallery. Poco después presenta su grupo escultórico Aluminio en el tiempo destinado a la firma Camea. Es a partir de allí que el artista encuentra en el aluminio y en la chapa materiales afines a su voluntad expresiva. En 1971 se muda a Nueva York y expone en la galería de Bertha Schaeffer. El espíritu inquieto y el alma nómade lo llevarán a España, mientras recibe el encargo de murales para Buenos Aires y prepara una muestra en Washington. Pero es en Cádiz donde la impronta de Luis Arata encuentra su proyección óptima con la realización del monumento Hacia la luz. Años más tarde concretará esa secuencia de círculos, punto de encuentro en el entorno del Bellas Artes bautizada Clamor a la fraterninad, en un momento de la historia de nuestra patria signado por los desencuentros. Las formas, el movimiento y el desplazamiento del volumen en el espacio definen una producción vasta y ecléctica. Homenaje a la Patagonia es la culminación de una ideario declarado públicamente por Luis Arata: hacer de su obra “un camino de paz en un mundo plagado de guerras”.

HOMENAJE A LA PATAGONIA. Obra cumbre de Arata en el paisaje agreste sureño

© LA NACION

FICHA. Sombra de Toro, de Fabiana Ímola, en Del Infinito (Av. Quintana 325, PB), hasta mediados de enero. Metáforas del hombre contemporáneo, de Rablaci, en Daniel Maman (Avenida del Libertador 2475)

Sábado 19 de diciembre de 2009 | adn | 23