Luces y sombras en el debut de Muti

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Espectáculos

Página 4/LA NACION

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Viernes 26 de febrero de 2010

MUSICA Opera en la Gran Manzana

Intercambio con murgas extranjeras

Murgueros hasta en el fin del mundo Coco Romero se presenta junto a grupos belgas

AP

El bajo ruso Ildar Abdrazakov interpretó el rol protagónico de la ópera dirigida por el flamante responsable musical de la Orquesta Sinfónica de Chicago, Riccardo Muti

Luces y sombras en el debut de Muti El director italiano dirigió Attila en su primera vez en la Met neoyorquina; él fue ovacionado, no así el régisseur Por Alberto Armendáriz Para LA NACION NUEVA YORK.– Acompañado por un ejército de hunos vestidos por Prada, el legendario director de orquesta italiano Riccardo Muti –quien durante casi dos décadas rigió la programación de La Scala– debutó anteanoche en la Metropolitan Opera de Nueva York con una muy esperada producción de la ópera Attila, de Verdi, que tuvo claros altibajos. La magistral conducción de Muti, tal vez el mayor experto mundial en óperas verdianas y director del coliseo de la lírica en Milán desde 1986 hasta 2005, nunca estuvo en duda, y así se notó desde el principio, con el caluroso aplauso salpicado de bravos con que lo recibió el público del Met, y que fue repetido, ya de pie, al final de la velada. Manteniendo su tradicional distancia con la audiencia, el maestro de 68 años se conectó sin embargo muy íntimamente con sus músicos y los cantantes, liderados por el bajo ruso Ildar Abdrazakov, en el papel de Atila; la soprano lituana Violeta Urmana,

como la esclava romana Odabella; el tenor mexicano Ramón Vargas en la piel de su enamorado Foresto, y, en el rol del general romano Ezio, el barítono italiano Giovanni Meoni, quien a último momento debió reemplazar al español Carlos Alvarez por enfermedad. Todas las interpretaciones de los cantantes desplegaron gran aplomo y estilo, destacándose tal vez la de Vargas por su timbre lírico y expresividad. “Muti arrancó una performance refinada, ágil y sorprendentemente fresca de la orquesta del Met, que tocó como si estuviese inspirada –señaló ayer el prestigioso crítico musical de The New York Times Anthony Tommasini–. En cada momento, Attila se escuchó como un vibrante y absorbente drama musical.” Más allá de la riqueza musical de esta temprana y poco representada obra de Giuseppe Verdi, estrenada en 1846, cuando tenía 33 años, el gran punto de discordia con la producción que estuvo a cargo del franco-libanés Pierre Audi fue su selección de los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron –famosos por su renovación

de la Tate Modern Gallery y el Estadio Olímpico de Pekín– para crear la escenografía, y de la diseñadora italiana Miuccia Prada, quien estuvo por primera vez a cargo del vestuario de una ópera. Tras la caída del telón, los fuertes abucheos del normalmente receptivo público neoyorquino al equipo de producción dejaron en evidencia el descontento con esta tan aguardada presentación estelar. El comienzo, no obstante, había sido esperanzador. En el prólogo, Atila, rey de los hunos, apareció victorioso sobre una enorme montaña de ruinas, resultado de su devastador avance por el norte de Italia a mediados del siglo V. Allí, en la destruida ciudad de Aquileia, sus fornidos soldados le ofrecen como botín varias mujeres romanas, entre las que se encuentra la feroz patriota Odabella, cuyo padre el mismo líder de las hordas bárbaras asesinó, y quien jura vengarse. Los trajes, por lo general de aspecto pesado, con mucho cuero, metal y resplandecientes joyas, le dieron a la ópera un look muy moderno, casi futurístico, que tal vez se pasó de la raya con algunos detalles, como el casco

metálico de Atila adornado con plumas y diodos emisores de luces, más propios de un motociclista en su HarleyDavidson que del sucesor del guerrero dios Odín. Para los siguientes tres actos, la monumental escenografía fue cambiada para ubicar a los personajes en el campamento de Atila en los bosques romanos. Con un enorme decorado de frondosa selva llena de gigantescas plantas y árboles, sin embargo, el exuberante efecto recordaba más la foresta del Amazonas o al mágico reino de Pandora en la película Avatar que la vegetación propia de los montes italianos. Allí, el coro quedaba semisumergido, y parecía más un ejército de hormigas aprisionadas que las bravas huestes de los hunos que aterrorizaron a Europa y acabaron con el Imperio Romano. Visualmente impactante de cualquier modo, entre el público presente quedó la impresión de que la obra hubiera sido montada en la megatienda de Prada en Tokio, que Herzog & de Meuron diseñaron, más que en el templo mayor de la ópera en Estados Unidos.

“Nunca pensé que me encontraría con esto. Viendo a personajes de una murga que parecen sacados de Asterix, o dar charlas en una de las universidades más viejas del mundo o en un castillo del siglo VI.” El que habla es Coco Romero, murguero, historiador de la murga, uno de los principales referentes de esta expresión cultural, e impulsor desde su trabajo en el Centro Cultural Rojas. Allí, el último sábado, fue con su agrupación La Matraca anfitrión en un espectáculo que compartió con una murga de raíz porteña que nació en Bélgica, a instancias de dos argentinos, Gerardo Salinas y Enrique Noviello (en la sección Ultima Página se publicó el 14 de este mes una entrevista con Noviello, titulada “La idea de una murga en Amberes no era tan loca”). El movimiento murguero es grande y heterogéneo. Incluso por los instrumentos que usan, PARA AGENDAR que no son haLa Mabituales en la traca, La murga porteagrupación ña. La delegaargentina ción que arribó dirigida por a Buenos Aires Coco Romero llegó encabezatoca junto a murgueros da por Noviebelgas. llo y alista a “Femke Van Ecunhi. Poucke, coorAvenida del Libertador dinadora, y 8465. Hoy, Nele Paelinck, a las 20.30. acordeonista de Gratis. L’amour Gaga, la murga del amor con una propuesta teatral itinerante” detalla Romero. “También a Loes Minnebo, que es trombonista de Fata Murgana; Fanny Heuten, directora y bailarina de Sentimiento Verde, la murga que une elementos africanos y brasileños; Marc Pauwels, saxofonista, y Joana Rossi, codirectora y bailarina de Los Murginales, agrupación creada por Noviello.”

Ciclo de recitales Además de la actuación en el Rojas, se presentarán este fin de semana en el Ecunhi. Porque hoy

y mañana, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Avenida del Libertador 8465, habrá dos importantes jornadas de carnaval. Esta noche, a partir de las 20.30, estarán La Matraca y murgueros belgas. El sábado, desde las 16, se podrá disfrutar de varias actividades. Además de estas dos agrupaciones que volverán a este espacio, habrá desfiles de La Contracara Murga, Pasión Quemera y Los Verdes de Montserrat; se proyectará Blanco & carmín. La murga según Pasión Quemera, película de Paula Horman y Daniel Vidal, y luego, se verá el espectáculo Los tambores no callan, presentado por un grupo de artistas reunidos a modo de cuerda de candombe y elenco de danza. “Todo esto me parece impresionante”, resume Coco. “Empezó con la invitación a Amberes, para dar talleres. Me pareció interesante la apertura de la murga y la labor del Estado con la iniciativa de un trabajo social de integración. Ahí ves que es como la murga nuestra. Están el gordo y el flaco, el lindo y el feo, el que tiene trabajo y el que no.” La delegación de Amberes es seguida por la cámara de Andrés Lubbert, porque esas grabaciones serán para el documental que cuente esta experiencia. –¿Esto queda en la función de integración social o tiene un perfil artístico? –Mirá, Los Quitapenas [nacidos en los talleres de murga del Centro Cultural Rojas] tienen 21 años. Esto significa que si se incentiva la ampliación del campo creativo, lo artístico va a llegar después. El discurso artístico es perfectible hasta el infinito. Lo importante es que se trata de una red fuera del sistema comercial y que la murga gana la calle. Nuestra murga crece así. Y eso, en Europa, se está dando así. Es ese idea y vuelta. La murga llegó al Río de la Plata a fines del siglo XIX y ahora vuelve. Otra característica interesante es que funciona como dispositivo que se entrelaza con el folklore de los lugares.

Mauro Apicella

Coco Romero lleva la murga a todos lados JAVIER MATARRESE