Los ojos

1529. Fue uno de los primeros cultores de literatura dramá- tica en España, por lo que se lo considera, junto con Lucas. Fernández y Gil Vicente,. “patriarca del ...
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ESPECTACULOS

Sábado 25 de agosto de 2012

I

TEATRO

7

((((( MUY BUENA

MELODRAMA

Los ojos

Conmovedora propuesta del director argentino Pablo Messiez, en su segundo trabajo realizado en tierras españolas

L DRAMATURGIA Y DIRECCION: PABLO MESSIEZ L ELENCO: FERNANDA ORAZI, MARIANELA PENSADO, ESTEFANIA DE LOS SANTOS Y OSCAR VELADO L ILUMINACION: VIDEOENLACE EVENTOS Y TEATRO FERNAN GOMEZ L DURACION: 90 MINUTOS L SALA: CULTURAL SAN MARTIN (PARANA Y SARMIENTO) L FUNCIONES: HOY, A LAS 20.30 Y MAÑANA, A LAS 19.

Pablo Messiez es un excelente actor, director y dramaturgo que supo trabajar en varias puestas de Rubén Szuchmacher y Daniel Veronese. Hace casi 4 años, por cuestiones ligadas a cosas del querer, se instaló en España. En el plano ficcional, Natalia y su hija, Marianela, son tucumanas. Llegaron a un pueblo de Castilla “arrastradas por el amor de Natalia hacia un italiano”, como dice el programa de mano de Los ojos, el segundo trabajo de Messiez como director en tierras hispanas. Desde cierto punto

OPINION TEATRO

ERNESTO

SCHOO

Juan del Encina, el precursor

D

e vez en cuando, al azar, encuentro en Canal (á) un excelente programa, Glorias de la literatura española, ejemplo de lo que la televisión puede –y debe (o debería)– hacer como instrumento de difusión cultural. Se trata, en este caso, de Juan del Encina (o Enzina, como se escribía en su tiempo; también llamado Juan de Fermoselle), nacido en 1468 en la población de ese nombre, en la provincia de Salamanca, y fallecido en León, de cuya catedral fue arcediano, en 1529. Fue uno de los primeros cultores de literatura dramática en España, por lo que se lo considera, junto con Lucas Fernández y Gil Vicente, “patriarca del teatro español”. Graduado en leyes en Salamanca, donde fue discípulo de Nebrija –el codificador de la lengua española y autor de la primera gramática–, entró al servicio del segundo duque de Alba, don Fradrique Alvarez de Toledo, en cuyo castillo de Alba de Tormes se representaron, en la Nochebuena de 1492, dos de sus églogas. ¿En qué consistían estas primitivas obras de teatro? Como lo indica su denominación, estaban inspiradas –o eran versiones directas– en las Eglogas de Virgilio, diálogos, bucólicos en su origen, entre habitantes de un imaginario territorio idílico donde eran pastores, o campesinos, que comentaban sus amores contrariados, o las penurias y las alegrías de su oficio. Del Encina amplía considerablemente este esquema y pone en escena a personajes de la realidad cotidiana en tiempos de los Reyes Católicos. Se considera que su obra maestra es la Egloga de Plácido y Vitoriano, en verso. Pues también era poeta y, sobre todo, músico. Viajó a Roma en 1500, instalándose allí durante varios años como maestro de capilla de tres papas que lo protegieron: Alejandro VI, Julio II y León X. Este último le aseguró, cuando Del Encina volvió a España, el cargo en la sede de León, donde murió y fue sepultado. Sus restos se trasladaron años después a la catedral de Salamanca, ciudad donde funciona hoy una importante institución dedicada a estudiar su obra y su época. Si bien Juan del Encina, como discípulo de Nebrija, escribía en castellano corriente, se expresaba mayormente en astur-leonés, o dialecto sayagués, razón por la cual algunos eruditos han cuestionado su condición de precursor del teatro español. Otros, en cambio, hasta sostienen que su obra influyó poderosamente en La celestina, de Fernando de Rojas (cuya primera edición conocida data de 1499), al mostrar personajes y circunstancias de la vida diaria. Sus obras maestras son El arte de trovar, la señalada Egloga de Plácido y Vitoriano y un famoso poema, conocido por todos los estudiosos de la lengua, escrito a la prematura muerte del infante Don Juan, el único hijo varón de los Reyes Católicos, y que comienza: “Triste España sin ventura…”.

de vista, o varios puntos de vista, la historia de Messiez y esta ficción tienen varios aspectos en común. En manos de este teatrista, Los ojos es un tratado sobre los diferentes puntos de vista, sobre el ver y no ver, y sobre las distintas formas del destierro. Escénicamente se desarrolla en un gran espacio cubierto de tierra. Allí hay un living, un recuerdo, una calle, varias ilusiones, el cuarto de un hotel y otros tantos desgarros cruzados. En ese espacio rodeado por la oscuridad transcurren los encuen-

tros y los desencuentros de seres que buscan su lugar en el mundo. Uno de ellos, Pablo, es ciego. Es el que se enamora de la tucumana más joven quien, casi como defensa de su identidad y a contramano de su madre, no ha perdido su tonada (o decidió no perderla). De buenas a primeras, una oftalmóloga promete curar a Pablo. La oftalmóloga se llama Chabuca (pero no es peruana ni se apellida Granda). Llegó al pueblo buscando su lugar en donde descansar del mundo, pero no. Seguramente, de vez en cuando debe cantar bajito eso “del ensueño que evoca la memoria”. Los que dan vida a estos bellos personajes son Fernanda Orazi, Marianela Pensado (actrices argentinas), Estafanía de los Santos y Oscar Velado. El cuarteto despliega

un trabajo interpretativo cargado de vericuetos, densidades y emociones contenidas. Aún a riesgo de ser injusto, hay que reconocer que las actuaciones de Fernanda Orazi y de Oscar Velado son superlativas. También lo es el trabajo de Messiez como dramaturgista (para Los ojos usó como disparador una novela de Benito Pérez Galdós) y como director. Por elevación, el espectáculo da cuenta de su crecimiento como hombre de teatro. Hasta deja la sensación de que, a contramano de estos personajes, pareciera ser que en Madrid encontró su lugar en el mundo, aunque sepa (como saben las cuatro criaturas de la obra) que todo es pasajero.

Alejandro Cruz

El personaje de Oscar Velado y su disyuntiva: ver o no ver

JAVIER NAVAL