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El Pastor y la Política Artículo escrito por: Chuck Swindoll ObreroFiel.com usa este artículo con permiso

Lo veo cada noche en las noticias. La política de palmaditas en la espalda y estrechar la mano y asegurarse de que “fulano de tal” no se insulte – ¡es una locura! (Lo llamamos “echando humo” aquí en Texas.) La política se ha convertido en una carrera donde el objetivo es la opinión pública favorable, y punto. Si no tenemos cuidado, la política va a infiltrarse en nuestras congregaciones. Y peor aún, en nuestros púlpitos. De hecho, el pastorado es un terreno fértil para este tipo de cosas, quizá más que otras profesiones. Me encanta la manera en que el apóstol Pablo mantiene puros nuestros motivos y agudo nuestro enfoque: Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo. (1 Tesalonicenses 2:4-5) El agradar a las personas es una tentación muy atractiva, especialmente para quienes estamos en el ministerio, porque mucho de lo hacemos se hace por medio de la gente. Cuando necesitamos voluntarios para ocupar lugares –ya sea en el departamento de cuna, para una clase de escuela dominical, servir con los ujieres, o inclusive en el ministerio de música–es fácil masajear nuestras palabras y decir más de lo que queremos decir…o decir algo diferente a lo que queremos decir. (A esto se le llama mentira.) El pastor debe resistir la tentación de halagar demasiado. Debemos rehusar a poner a ambos lados en contra de los del medio. No haga eso. ¿Por qué? Porque una vez que comienza, es difícil parar de hacerlo. Cuando un pastor es alguien que vive para agradar a la gente, no toma lados para no ofender a nadie. Se queda en posición neutral, aunque NO debería estar jugando a lo seguro. Le dice a la gente lo que quiere escuchar en vez de lo que necesita escuchar. Eso no es pastorear…eso es hacer política. Observe las palabras del apóstol una vez más. La transparencia de Pablo no sólo me reta sino que también me refresca: “así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.”

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