Lectores de viaje

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turismo | 7

| Domingo 16 De febrero De 2014

Lectores de viaje

¡no se pierdan!

Dos día en la Gran Manzana

historias e imágenes en movimiento

Por alejandro destuet

Por Río Negro, en tren.

“Una experiencia muy interesante y diferente es hacer el recorrido de San Carlos de Bariloche al balneario Las Grutas en tren. Esta foto la saqué pasando sobre el puente Ñirihuau que queda atrás del cerro Leones, a pocos kilómetros de Bariloche. El Tren Patagónico va hasta San Antonio Oeste, desde ahí se toma un colectivo de línea hasta llegar a Las Grutas. Como pueden ver, el tren ejerce la misma fascinación de siempre. A su paso la gente saluda feliz y nosotros los saludamos a ellos de la misma manera”, cuenta Stella Maris Sills.

Compañeros de ruta Estados Unidos Busco compañera/as mayores de 55 años para compartir estada en Nueva York, Boston y Washington desde el 21 de septiembre. Norma, [email protected]

Viaje cultural Estoy con ganas de hacer un viaje cultural religioso y estoy buscando armar un pequeño

grupo de 4 a 6 personas para acompañarme. Los que quieran me pueden escribir para conversar y ponernos de acuerdo. Victoria, [email protected]

Europa De París a Venecia en un viaje en trenes. Busco compañeras de viaje argentinas cultas que deseen ir a museos y les guste caminar. Andrea. Escribir a [email protected]

Envíe sus relatos de viaje, fotos, consultas, sugerencias y búsquedas de compañeros de ruta al Suplemento Turismo, diario la nacion, vía e-mail a [email protected]. Para una óptima recepción y publicación del material, los textos deben ser de unos 3000 caracteres y las fotos, de hasta 3 MB

estuve en...

Frente a la estrella de la iglesia de Belén Por alejandro Luis ojea Temprano en la mañana de un shabat me levanté con la idea de ir a esta mítica ciudad tantas veces evocada por religiosos e historiadores de todas las épocas. En la recepción del hotel si se pregunta por Belén lo más probable es que se queden mirando con una expresión de duda en el rostro, porque la pronunciación exacta sería Betlejem; una vez entendido esto vienen las recomendaciones de tours y los consejos para poder cruzar los controles israelíes en Cisjordania. Como mi presupuesto era ajustado y quería estar más en contacto con la cultura local tomé el bus número 21 que tiene su

parada en una terminal árabe frente a las Puertas de Damasco de la ciudad vieja de Jerusalén, y que por menos de 2 dólares nos lleva hasta la ciudad a unos 8 km de Jerusalén. El transporte era un micro moderno y confortable operado por palestinos, ya que durante el shabat los transportes públicos israelíes no funcionan ni tampoco entran a Cisjordania. Durante el trayecto se ve subir todo tipo de personas; la mayoría son niños musulmanes, judíos, palestinos y algunos turistas cuyo destino final, en algunos casos, no es precisamente Belén, ya que como es un bus de línea tiene varias paradas intermedias dentro de Jerusalén. Se ven pasar barrios judíos y árabes identificados por grafitis en las paredes y carteles en las tiendas; en el fondo, casas ubicadas en altura y mucha tierra que se respira en el aire. Entrando en Belén se puede ver parte del muro de hormigón levantado por los israelíes para controlar los límites con Cisjordania (Territorios Palestinos también llamados West Bank). Al llegar a Belén el bus termina

sobre una avenida y para mi sorpresa no me han pedido el pasaporte ni pasé por control alguno para entrar. Una vez en suelo palestino se es invadido por taxistas que ofrecen sus servicios para llegar a la atracción principal de la ciudad, la basílica de la Natividad, construida sobre el sitio donde nació Jesús. La histórica e interesante ciudad –a diferencia de lo que se puede pensar– es muy segura y nadie se percata de mi presencia como turista; se ven niños palestinos jugando por las calles, mercaderes por doquier, construcciones típicas de Medio Oriente y mucho movimiento. Luego de una larga caminata en línea recta se llega a la plaza principal y a la basílica, que se encuentra detrás de un gran árbol de Navidad. Al ingresar por una pequeña puerta se entra a un lugar austero e impregnado de olor a incienso, donde caminando hacia el altar y debajo del mismo se encuentra uno de los sitios más sagrados del cristianismo, un hueco en forma de chimenea con una estrella de plata donde según la tradición se encontraba el pesebre.ß

El avión despega rumbo a Nueva York. Dos días y muchos planes. Desayuno: scrambled eggs, un clásico americano. Pasamos Washington, la nave gira y el cielo se esfuma entre nubes grises. Sobre el Atlántico, rodeado de espuma, se divisa un pesquero navegando. Llegamos al JFK. A lo lejos, las torres del Bronx vigilan la ciudad. En el shuttle a Manhattan, el conductor, un alegre latino, busca atajos al ritmo de Greenday para eludir los embotellamientos. Al otro lado del East River asoman el Empire State Building y el Chrysler. Dejo las cosas en el hotel y salgo rumbo al Midtown entre rascacielos que despliegan su danza sensual. Mi favorito: el Flatiron. Almuerzo en Macy’s, paso por Central Station (donde se filmó una escena de Los Intocables) y luego voy a Quinta Avenida. En Saint Patrick’s Church, un negro imponente revisa bolsos en la entrada. Tomo el subte a Harlem: en el legendario Apollo Theater toca Dhani, el hijo de George Harrison con su grupo. La gente lo ovaciona cuando aparece. Es muy parecido a su padre. El jueves desayuno donuts y café en compañía de unas inglesas de Andover. En el lobby charlo con una italiana mientras reviso mis mail. ¡Nueva York atrae gente de todo el planeta! Voy al Soho y almuerzo en Il Corallo: ¡pastas con mariscos y sopa por sólo 10 dólares! Recorro Chinatown, Little Italy, City Hall y cruzo el Brooklyn Bridge donde la gente hace footing. A la derecha, South Port y la Estatua de la Libertad. De regreso paro en la Biblioteca Morgan: exponen obras del artista pop Roy Lichtenstein. Al pasar por Macy’s me topo con cámaras de TV y mucha gente en la calle. Dos empleadas mexicanas miran ensoñadas las vidrieras. Les pregunto qué ocurre. “Acabamos de darle la bienvenida a la Navidad”, dice. Sobre el emblemático edificio, un inmenso cartel luminoso dice Believe. El sueño americano sigue en pie. A las 19.30, en el Lincoln Center, Anne Sophie Mutter entusiasma a todos con el Rondo alla la turca, de Mozart. La noche está templada. Al salir, un homeless me pide una moneda. Vuelvo caminando por Broadway, la espina dorsal de Manhattan. En Times Square, una gigantesca pantalla muestra a la gente que pasa. Todos intentamos descubrirnos en ella. Los niños acarician los caballos de la policía montada. El viernes por la mañana visito el Museo Guggenheim, diseñado por Frank Lloyd Wright, con su larga escalera helicoidal y la exhibición de Kandinsky. Al salir, la elegancia de la 5ª Avenida frente al Central Park. En el 1040 vivió Jackie O, la reina sin corona de los norteamericanos.ß