La vigencia de un hombre necesario

8 nov. 2013 - Tecnología Energética, también depen- diente del Departamento de Energía de. Estados Unidos, difundió recientemente resultados de ...
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OPINIÓN | 31

| Viernes 8 de noViembre de 2013

albert camus. A cien años del nacimiento del gran escritor francés, su palabra en defensa de la libertad y en rechazo

de los dogmatismos y totalitarismos de derecha o de izquierda sigue siendo imprescindible

La vigencia de un hombre necesario Santiago Kovadloff —PARA LA NACION—

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de enero de 1960. Dos de la tarde. Un cielo prematuramente oscurecido acentúa el frío glacial. Michel Gallimard, sobrino del conocido editor, conduce su coche por la ruta que une Sens con Fontainebleu. A su lado, Albert Camus. De pronto, en el pavimento semicongelado, el auto patina y Gallimard pierde el control del volante. Como un bólido, la máquina se estrella contra un árbol. Camus muere instantáneamente: el cráneo fracturado y el tórax aplastado entre el parabrisas y el respaldo del asiento. Las heridas de Gallimard son gravísimas. Sólo sobrevive seis días. La repercusión mundial de la catástrofe es inmediata. El hombre que ha muerto junto a Gallimard llegó a ser uno de los escritores más célebres de su tiempo. ¿Cuál es su significación medio siglo después? En Estocolmo, al recibir el Premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1957, pronunció palabras que lo dicen todo sobre él: “La mayoría de nosotros, en mi país y en el mundo entero, ha rechazado el nihilismo y se consagra a la conquista de una legitimidad. Le ha sido preciso forjarse un arte de vivir para tiempos catastróficos, a fin de nacer una segunda vez y luchar luego, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que se agita en nuestra historia”. ¿Ante quién estamos? ¿Ante un filósofo? Camus dice que no. Prefiere nombrarse como artista. Aun así, Camus admite que el compromiso que entabla con su tiempo va más allá de la literatura. De hecho, interviene resueltamente en los grandes debates que impone la época. Rechaza sin excepción las ideologías fascinadas por lo absoluto. Estima incanjeable el valor de la libertad. Desconfía de los sistemas, tanto en filosofía como en política. Detesta la vida adoctrinada y no se cansa de advertir sobre sus riesgos. Visceralmente constituido por la duda, ve en el dogmatismo la condición de posibilidad del desprecio y el crimen. Repudia las trampas de la generalización y está persuadido de que la vida de nadie cabe en las leyes generales que pretenden disolver lo particular en una abstracción. Enfrentado a la inflexibilidad ideológica de los intelectuales comunistas de posguerra, no vacila en recordarles que “Lo que define a la sociedad totalitaria, ya sea de derecha o de izquierda, es, en primer lugar, el partido único”. Pero a Camus no le basta el pensamiento. Ama el sol, la luz, el mar. Los cuerpos alcanzan, en su exaltación de la vida, un protagonismo mayor. Se diría que es griego en su celebración perpetua de la naturaleza y el deporte. Argelino, nace en Mondovi, cerca de Annaba, el 7 de noviembre de 1913. Una beca le permite ingresar, hacia 1925, al Liceo de Argel. Lo apasiona el fútbol y sabe jugar. Para sostenerse, se desempeña como arquero del Racing de Argel. Estudia filosofía. Más tarde se inicia en el periodismo: ingresa en el Argel Républicain. Cuando estalla la rebelión de la colonia, se pronuncia por un Estado binacional y no por su independencia. Su postura le vale el rechazo de la izquierda francesa. Nadie, entre sus pares, lo respalda. Y menos que nadie, Sartre. ¿Qué ocurrió entre Sartre y Camus? La ruptura de esa relación fue terminante y agresiva. ¿Por qué? Dos modos de concebir la responsabilidad del intelectual ante

su tiempo encontraron, en ese enfrentamiento, la prueba de su incompatibilidad. Si bien menos conocidos, los inicios de ese vínculo fueron igualmente intensos. Sartre y Camus se admiraron en un principio con la misma franqueza con que discreparon después. Los primeros indicios del desencanto mutuo afloran hacia 1945. El existencialismo se impone en Francia y Sartre alcanza, con él, la popularidad. La prensa se interesa en conocer la opinión de Camus. “No soy existencialista”, aclara. El posicionamiento moral frente al nihilismo y a la angustia le resulta imprescindible. “La rebelión –escribe– supera a la angustia.” Las obras teatrales de uno y otro, y no sólo sus ensayos, ponen de manifiesto la colisión de sus ideas. “Lo pierde el didactismo”, sentencia Sartre sobre Camus. “No es más que un efectista”, retrucará el autor de Calígula. Tras una fugaz y frustrada experiencia juvenil, Camus se aparta del comunismo y denuncia a la Unión Soviética. En 1949 se pregunta con sorna si “sería posible crear el partido de los que no están seguros de tener razón”. Demasiado para Sartre. La ruptura sobreviene, públicamente, en 1951. La desencadena la publicación de El hombre rebelde. Camus, en ese ensayo de tono rotundo y desafiante, impugna la violencia revolucionaria. En la indagación moral propuesta por Camus, Sartre sólo ve una claudicación política. “Mi libro no niega la historia –reacciona Camus–, sino que critica exclusivamente la actitud de quienes pretenden hacer de la historia un absoluto.” Camus se aparta de las ideologías. Está persuadido de que envenenan el entendimiento, consolidan el prejuicio y justifican el crimen en nombre de una presunta redención final. Un abismo se abre entre Sartre y Camus. Verano boreal de 1949. Camus viaja a América del Sur. En el transcurso de ese viaje, redacta un diario. Brasil lo deslumbra. Dorival Caymmi lo cautiva con su voz y sus canciones. Conoce a Manuel Bandeira y a Murilo Mendes. En Montevideo lo gana una emoción que lo remite a los orígenes de su madre: “Me conmueve estar en un país de lengua española”. Su nave deja el puerto de Montevideo la noche del 11 de agosto. A la mañana siguiente está en Buenos Aires. La expectativa general es grande. Hay recaudos en el oficialismo ante su visita. Se descuenta que no dejará de hacer referencias a la libertad de expresión. Las autoridades peronistas no ocultan su desconfianza. Saben de quién se trata y no están dispuestas a facilitarle las cosas. La embajada francesa informa a Camus que los encargados de la censura requieren el texto de sus declaraciones para una lectura preliminar. Camus se indigna. “Les aclaro que rechazo rotundamente esa intromisión. Me sugieren que sería prudente evitar un escándalo. Al parecer, el embajador [francés] es de la misma opinión.” Camus no transige. Dirá lo suyo, como siempre. Dicta su conferencia en medio de una multitud que lo ovaciona. El día después hojea los periódicos: “La prensa peronista no ha publicado sino muy desteñidas mis opiniones de ayer al mediodía”. Buenos Aires, a diferencia de Montevideo, le desagrada. “Paseo por la ciudad. Es de una rara fealdad.” Por la noche regresa a la residencia de Victoria Ocampo, en San Isidro. Se hospeda allí. “Ceno con V. Hablamos hasta la medianoche. Me hace oír «El rapto de Lucrecia», de Britten, y poemas de

Si El extranjero describe, como su autor ha reconocido, “la desnudez del hombre ante el absurdo”, El mito de Sísifo reacciona ante esa intemperie sin recurrir a los ideales religiosos ni revolucionarios. En los primeros, Camus no ve sino una supeditación de la historia a lo sagrado. En los segundos, una sacralización de la historia y una justificación de la violencia y el homicidio como recursos legítimos de la política. En un texto titulado “Hacia el diálogo”, el repudio del crimen concebido como instancia legítima en los procesos de transformación social alcanza quizás dimensión visionaria: “A través de los cinco continentes, y en los años que vienen, una interminable lucha va a desarrollarse entre la violencia y la predicación. Es cierto que las posibilidades de la primera son mil veces más grandes que las de la última. Pero yo siempre he pensado que si el hombre que tiene esperanzas en la condición humana es un loco, el que desespera de los acontecimientos es un cobarde. Y, en adelante, el único honor será el de sostener, obstinadamente, ese formidable pleito que decidirá por fin si las palabras son más fuertes que las balas”. Tres años después de recibir el premio Nobel ocurre la tragedia del 4 de enero. El medio siglo transcurrido desde entonces no ha arrebatado protagonismo a la palabra de Camus. Por el contrario: ha fortalecido su vigencia, la ha impuesto mundialmente. Ha hecho de ella la expresión de un pensamiento necesario. Acaso más necesario que nunca. © LA NACION

Baudelaire. Magnífico. Primera noche de verdadera distensión desde que partí [de Francia]. Debería permanecer aquí hasta el regreso para evitar esta lucha continua que me aniquila. Hay paz, al menos provisional, en esta casa.” ¿A qué lucha se refiere Camus? ¿A la interior? ¿A la que ha trabado con el medio intelectual de su país, volcado, salvo excepciones, a la idolatría del marxismo? ¿Al hartazgo que le produce la exposición pública, agravado por los accesos de fiebre que le impone, periódicamente, la tuberculosis? En El mito de Sísifo (1942), la significación de esa “lucha continua” pareciera ganar claridad. “El absurdo no está en la conciencia ni en las cosas, sino en la imposibilidad de entablar entre ellas otra relación que la de la extranjeridad.” Pero sus páginas brindan también una oportunidad para escapar a esa vivencia abrumadora. Se trata de la rebelión. Sísifo la encarna ejemplarmente en la lectura que de su mito lleva a cabo el escritor. La rebelión, propone Camus, es un acto moral. Un reposicionamiento combativo ante el absurdo. El hombre rebelde no es aquel que estima que podrá terminar con el mal, sino aquel que está persuadido de que el mal no terminará con él si sabe enfrentarlo. El triunfo de Sísifo consiste en volver a empezar. En cargar su piedra una y otra vez sobre los hombros. “El esfuerzo mismo por llegar a las cimas, termina diciendo Camus, basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.”

El mundo necesita del petróleo Víctor Bronstein —PARA LA NACION—

L

o que hoy llamamos “nuestra civilización” se construyó sobre tres pilares que dieron lugar a la Revolución Industrial del siglo XVIII: el sistema de producción fabril; el triunfo de las ideas de la Ilustración, que ubicaron a la razón y a la ciencia como bases del conocimiento, y las máquinas térmicas. Estos tres pilares de la modernidad se constituyeron en elementos emancipatorios: forjaron sociedades abiertas, permitieron el florecimiento de la creatividad humana y liberaron para la producción todas las potencialidades energéticas de la naturaleza almacenadas en los combustibles fósiles. Hoy, ciencia, tecnología y energía son imprescindibles para el desarrollo de nuestras sociedades y la sustentabilidad de nuestra forma de vida. Según el informe prospectivo 2013 del Departamento de Energía de EE.UU., el consumo energético mundial crecerá un 56% entre 2010 y 2040. La mayor parte de este aumento ocurrirá en naciones que no forman parte de los llamados países OCDE, o desarrollados, como consecuencia del fuerte crecimiento económico de las economías emergentes, entre las cuales se encuentra nuestro país. Si bien las energías renovables y la generación nuclear serán las que más crecerán en este período, los combustibles fósiles

seguirán siendo la fuente de energía más importante, con una participación de casi 80% en la matriz energética primaria mundial. En particular, el petróleo pasará de los actuales 91 millones de barriles diarios a 115 y la producción de gas, de los 3,2 billones de m3 actuales a 5,3 billones de m3. El problema es que el mundo ha alcanzado su máxima producción de petróleo convencional y los descubrimientos de nuevos yacimientos vienen decayendo año tras año desde 1960, cuando se alcanzó el pico de descubrimientos. Los estudios del Departamento de Energía reconocen que no se sabe bien de dónde saldrá el petróleo y el gas que el mundo necesita para su funcionamiento. Como se desprende del informe, con la tecnología actual las energías renovables no pueden sostener la dinámica y el desarrollo de nuestras sociedades. Si el petróleo no tiene todavía una fuente energética que lo reemplace, la única opción es ampliar la frontera hidrocarburífera, ya sea extrayendo los recursos no convencionales o comenzando la explotación en el ártico. Es en este contexto que debe discutirse el desarrollo del shale en el mundo y en nuestro país. Las tensiones entre crecimiento económico y medio ambiente trascienden la problemática energética y son una discusión válida que debe darse para estudiar

las formas de garantizar un desarrollo sustentable, pero hoy ciertos grupos ambientalistas, junto a algunos sectores políticos, sin pruebas sólidas, están oponiéndose al desarrollo de los recursos del shale utilizando argumentos provenientes de denuncias en otros países y que no han sido comprobados por la evidencia científica. Replican cierta forma de argumentación que lleva a conclusiones falaces utilizando, por ejemplo, figuras mediáticas como si fueran expertos en la temática. Así ha sido en Estados Unidos, donde los “expertos” Robert Redford, Barbara Streisand y Yoko Ono opinan sobre la temática. Acá lo hacen Mario Pergolini y Ricardo Darín. Sin embargo, la ciencia no se somete a ninguna autoridad, ni al interés de sectores empresarios ni a la opinión de personajes influyentes; construye sus conclusiones a partir de las evidencias y el estudio sistemático de los fenómenos. En todo caso, cambia las conclusiones ante nuevas evidencias. Por ejemplo, el Laboratorio Nacional de Tecnología Energética, también dependiente del Departamento de Energía de Estados Unidos, difundió recientemente resultados de investigaciones sobre el comportamiento de los fluidos utilizados en la fractura hidráulica, y sobre si éstos pueden llegar a extenderse hacia las fuentes de agua potable. La investigación utilizó

marcadores reconocibles para etiquetar los fluidos de perforación que se inyectaron a más de 3000 metros bajo la superficie, estableciéndose una zona de vigilancia 1000 metros más arriba, donde no se encontró evidencia de contaminación. Ocho pozos de la formación Marcellus fueron monitoreados sísmicamente y se comprobó que la onda no viaja más de 200 o 300 metros desde el pozo. Ésa es otra respuesta significativa ante los cuestionamientos de algunos grupos ambientalistas que denuncian el riesgo de que las fracturas pueden llegar a la superficie. Las investigaciones muestran que las ondas se amortiguan a 2000 metros de la superficie, lo que las hace imperceptibles para la gente y no genera ningún riesgo sísmico. En el caso de Pensilvania, que suele mencionarse como afectado por la contaminación, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) no encontró sustancias fuera de los parámetros naturales, ni siquiera en los cuatro pozos que habían sido denunciados, de los más de 100.000 de shale existentes en varios estados norteamericanos. A su vez, el Servicio Geológico de ese país realizó estudios sistemáticos sobre la calidad de agua en dos pozos de monitoreo en el yacimiento de gas de Pavillon, en el estado de Wyoming, donde no se encon-

tró ninguna evidencia de contaminación. Otro argumento falaz es decir que el fracking ha sido prohibido en algunos países de Europa y en el estado de Nueva York, sin informar que está permitido en la inmensa mayoría de los estados de Estados Unidos ni que en Alemania el año próximo comenzarán las primeras perforaciones. Incluso, hace unas semanas, el estado de California aprobó una ley que permite comenzar a perforar en la formación de shale de Monterrey, que se calcula contiene más de 15.000 millones de barriles de crudo. La ley fue promulgada por el gobernador Jerry Brown, un político progresista alejado de todo vínculo con el lobby petrolero, que entendió que la necesidad de petróleo trasciende a las empresas petroleras. En nuestro mundo globalizado, el 95% del transporte se mueve con derivados del petróleo. En nuestro mundo de 7000 millones de habitantes, el sistema alimentario mundial es cada vez más dependiente del petróleo y del gas en forma de fertilizantes, pesticidas, sistemas de riego, maquinarias y para el movimiento global de los alimentos. El mundo necesita el petróleo, no sólo los gobiernos y las petroleras. © LA NACION El autor es director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad y director de la Licenciatura en Energética de la Untref