La regla de las 10.000 horas.

9 nov. 2013 - tenía experiencia en cicloturismo. Mi familia y amigos pensaban que estaba loca, que no lo iba a lograr. Pero las calcos me decían todo lo.
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SÁBADO | 5

| Sábado 9 de noviembre de 2013

creatividad Sebastián Campanario

La regla de las 10.000 horas. ¿Puede la práctica matar al talento? La teoría que establece que la diferencia entre las historias de éxito y las demás es la práctica intensa hoy es puesta en debate

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ueron, seguro, miles de horas de práctica en ambos frentes, pero a Alex Kostianovsky le cuesta precisar con exactitud si pasó más tiempo de su vida tocando el violín o trabajando como médico. Del instrumento de cuerdas se enamoró a los ocho años, al verlo tocar a su papá, también médico, y el tiempo de entrenamiento fue variando en distintas etapas. Una vez, recuerda, fue a una clase de Daniel Barenboim, y escuchó que le decía a un joven músico, ante la pregunta de cuándo estudiar: “Menos de lo que te dice tu maestro y más de lo que vos querés”. “Creo que en la música, y en el violín en particular, hay una necesidad de cierto talento, aunque habría que definirlo bien. ¿Hablamos de facilidad técnica, oído [cercano al] absoluto, sentido musical? Hay más de una posibilidad. Me parece que la parte poco transferible [así definiría yo el talento] es la sensibilidad musical, la capacidad de poder transmitir una idea musical en forma de expresión. El resto se trabaja”, cuenta Kostianovsky, que a los 38 años es clínico en el Cemic. “En la medicina la cosa está un poco más armada de fábrica –agrega–. Entre la universidad y el sistema de residencias, la instancia obligada de capacitación de posgrado, con sus interminables horas de trabajo, se cumplen más de 10.000 horas de entrenamiento, seguramente. Pero si el estudio se suspende después de las 10.000 horas, probablemente seas un buen médico no actualizado.” Por una de esas casualidades, el violín y la medicina, dos de las pasiones de Kostianovsky, están entre las áreas más documentadas con inves-

tigaciones de una teoría estrella de la psicología popular, que por estos días cumple 40 años (y enfrenta su propia crisis): la de la “regla de las 10.000 horas”, que establece que en tareas muy demandantes a nivel cognitivo, lo que hace la diferencia entre las historias de éxito y las “del montón” es la práctica intensa, y no tanto la presencia de dones naturales. El puntapié inicial de la teoría lo dio en 1973 uno de los economistas más influyentes del siglo XX, el premio Nobel Herbert Simon, quien junto con William Chase publicó ese año en Scientific American un estudio en el cual estimaban que los grandes maestros del ajedrez pasaban entre 10.000 y 50.000 horas de su vida practicando, incluidos genios precoces como Bobby Fischer o las hermanas Polgar. En los años siguientes, el análisis de Simon, uno de los padres de la Teoría de la Decisión, se extendió a decenas de disciplinas, deportes y profesiones. Por ejemplo, el psicólogo Anders Ericsson estudió a los violinistas de elite de la Academia de Música de Berlín y descubrió que los mejores, en promedio, dedicaban muchas más horas a la práctica que los simplemente buenos. Otro psicólogo, John Hayes, puso la lupa sobre 76 compositores clásicos y halló que ninguno realizó una obra maestra antes de diez años de intensa búsqueda, con las excepciones de Shostakovich y Paganini (que tardaron nueve años) y Erik Satie (ocho años de práctica antes de explotar). La “regla de las 10.000 horas” tiene defensores famosos, como el escritor Malcolm Gladwell, que le dedicó varias páginas en su libro Fuera de serie (Outliers), y detractores igual-

Alex Kostianovsky, de 38 años, es médico clínico en el Cemic y violinista mente célebres, como el economista Peter Orzag o el ciclista profesional Richard Moore. En su reciente libro El gen deportivo, el periodista de Sports Ilustrated David Epstein ataca sin piedad la hipótesis y asegura que en varias disciplinas deportivas, como el salto en alto, el lanzamiento de dardos o las carreras en velocidad, son los dones naturales los que cuentan, por encima de la práctica. “Nunca vi a un niño lento volverse rápido”, dice Epstein que le aseguró un entrenador africano de corredores de elite. Los fanáticos de la teoría responden que sigue siendo válida para tareas más complejas y cognitivamente demandantes que correr en línea recta o lanzar objetos puntiagudos de metal contra un blanco. El punto importante es que, cuanto más de cerca se analizan las carreras de los grandes genios en distintas actividades complejas, menor es el papel que se advierte del talento innato y mayor el protagonismo del entrenamiento metódico. En la vida laboral, tomarse demasiado al pie de la letra lo de la regla de las 10.000 horas puede ser peligroso, opina Sergio Meller, especialista en desarrollo organizacional. “Creo que el 80% del éxito depende de la transpiración y la experiencia

que uno logre en un campo determinado, pero la experiencia por sí misma no garantiza el éxito. Necesitamos adicionar a la experiencia una reflexión consciente sobre la misma para no tropezar dos veces con la misma piedra, para aprender, para evolucionar e ir descubriendo nuevas formas de hacer las cosas”, explica. Peor aún: para Meller, “paradójicamente, en ciertos momentos, la experiencia se puede volver un arma de doble filo porque podemos quedar apegados a modelos pasados, a estilos, herramientas o metodologías que fueron exitosas, pero en la actualidad ya no lo son. La capacidad de desaprender y de desapegarse son tan importantes como la habilidad de aprender”. ¿Qué sucede con la creatividad? ¿La práctica mata al talento, o viceversa? Aquí aporta un hallazgo clave Facundo Manes, presidente de la Fundación Ineco y director del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro: “En temas de creatividad, la inspiración pura es para amateurs; las ideas llegan luego de que uno se hace una pregunta en forma obsesiva, durante muchas horas”. Manes tiene a su cargo el tratamiento de la presidenta Cristina

ricardo pristupluk

Fernández de Kirchner. Diez días atrás, se hizo tiempo para dar una clase de dos horas en la Universidad Di Tella (mientras hablaba de los últimos avances de las neurociencias, a las nueve y media de la noche sonó el celular, y Manes dijo: “Disculpen, esta llamada la tengo que atender sí o sí”. Salió del aula dos minutos y los alumnos apostaban si del otro lado de la línea estaba Máximo Kirchner o Carlos Zannini). “Todavía no sabemos mucho de creatividad a nivel de neurociencias. Sabemos que las ideas llegan cuando estamos relajados, haciendo deporte, en la ducha; pero eso es luego de pasarnos horas planteándonos algún dilema de manera obsesiva. Hay mucha más correlación entre esta búsqueda obsesiva y surgimiento de ideas que entre creatividad e inteligencia”, dice Manes. La práctica, por encima de la inspiración del superdotado. Ahora que pasaron los peores años de las guardias y las residencias, Kostianovsky pudo volver a disfrutar de tocar el violín durante más tiempo. Pero su entrenamiento fue mutando, y ya no es el mismo que hace décadas. “Hay veces en que me encuentro practicando el violín y después de un rato me doy cuenta de que estoy repitiendo unos compa-

Calidad de vida

ideas y personas

Calcos para contagiar las ideas positivas

Julieta Sopeña

Leyendas imprimibles y optimistas se expanden por las redes sociales y por todo el mundo Loreley Gaffoglio LA NACION

Tras diez meses de pedalear junto a su novio 6600 kilómetros de Ushuaia a La Quiaca, Jimena Sánchez regresó días atrás a su casa en Palermo. La publicitaria sonrió al entrar en su cuarto y ver aquel espejo que le había hablado durante tanto tiempo, alentándola a emprender aquella aventura. ¿Qué le decía el espejo? En las calcomanías que ella misma había pegado a modo de recordatorio se leían frases simples, con mensajes positivos: Confiá. Se puede. Pensá – Sentí +. “Esas calcomanías llegaron a mí en un momento en que yo necesitaba un cambio. Quería cambiar mi estilo de vida, quería viajar, recorrer mi país en bicicleta, pero no tenía experiencia en cicloturismo. Mi familia y amigos pensaban que estaba loca, que no lo iba a lograr. Pero las calcos me decían todo lo contrario. Poco a poco me fui convenciendo de que yo iba a poder, que si sentía que lo tenía que hacer nada iba a salir mal”, relata Jimena. Y un día se animó. Se compró una mountain bike, se tomó un avión a Ushuaia y a la mañana siguiente se convirtió en cicloviajera. Ahora está pensando en su próximo viaje y hasta en dar la vuelta al mundo en bici. En las redes sociales, Jimena volvió a hablarle a aquel espejo. Escribió: ¡Gracias Proyecto Calco! Visto desde afuera, la iniciativa podría resumirse en la viralidad de los buenos pensamientos. Algo así como la propagación y el contagio del pensamiento positivo elevado a la categoría de doctrina existencial. Y todo a partir de un austero sticker blanco y negro que, con frases cortas y asertivas, la gente manda a imprimir y reparte gratuitamente entre amigos y conocidos. Los mensajes viajan por el mundo. Se traducen en diferentes idiomas y llegaron a los cinco continentes. Su fin es producir bienestar, animar desde el anonimato y esparcir el credo del mensaje positivo para que

impacte entre quienes lo necesiten. Así, a una calco made in Argentina como Lo bueno contagia o Toda experiencia es un éxito se la puede ver en el Himalaya o en el Sahara. La de Gracias Vida puede estar en una playa mexicana, afuera de La Sagrada Familia o en la Base Marambio. +Amor, Soltá todo lo que tire para abajo, Sorprendete, Amigate, Sonreí nadie te filma, No podría pedir más nada, en Liniers, los valles Calchaquíes, en las islas Canarias o Nueva Zelanda. Furor en esas cajas de resonancia que son las redes sociales y las charlas TED, han sido una legión los jóvenes que se identificaron con esos mensajes y le dieron un impulso inédito a la iniciativa. Su ideólogo, Manuel Mano Gutiérrez Arana, un barilochense de 27 años, clown y licenciado en Comunicación Social, partió de una premisa simple: “Lo que me hace bien a mí, seguro que también le servirá a otros. “Estoy cada vez más convencido de que la calidad de nuestra vida depende del tipo de pensamientos que tenemos, y también de nuestras pa-

labras. Tenemos la posibilidad de modificar los relatos que construimos para contarnos nuestra propia vida y para definir quiénes somos y qué hacemos con lo que nos pasa. De ahí que el pensamiento positivo resulte transformador”, explica Gutiérrez Arana. En mayo de 2011, Mano ideó el mensaje positivo de las frases. Pegó las primeras frases en su bici, en su PC y tímidamente en lugares de alta exposición como un baño de Aeroparque o en el subte. La idea era que por medio de la repetición, él pudiera incorporar esos conceptos. Una primera tirada de 200 calcos y luego otra de 3000 con otros mensajes, como Buscá lo que más querés o No podría pedir más nada, repartidos entre amigos, se esparcieron como pólvora. Había una regla: la gente debía pedir permiso para pegarlos en lugares públicos, de manera que la iniciativa con fines altruistas no resultara invasiva ni vandálica. No querían convertirse en una guerrilla positiva o adoptar el desenfado de los grafiteros. La semilla prendió. Amigos que viajaban, beneficiados

fabián marelli

por aquellas frases, se ofrecían para difundir la causa: imprimían tiradas y las repartían gratuitamente entre la gente. Así, las calcomanías fueron conquistando otras geografías. Pero fue la página del proyecto en Facebook, con los diseños para poder bajar e imprimir, lo que produjo la revolución, que luego se trasladó a tazas, remeras y fondos de pantalla. “Si son populares es porque tocan a la gente en alguna de sus necesidades”, agrega Mano. Su cómplice en el proyecto, Guido Gommenge, también está convencido del poder de las palabras en clave positiva. “A mí esos mensajes también me sirvieron. Y mucho. Por eso las calcomanías, cuando uno las piensa y las incorpora, dejan de ser simpáticos papelitos para convertirse en la posibilidad de transformación.” Dice su ideólogo: “Creo que el poder de ellas reside en la capacidad de interpelación de esas frases cuando la gente menos lo espera. Es un shot de buena onda que puede arrancar una sonrisa, y puede durar un segundo o una vida entera”.ß

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Ventanas para interpretar el mundo

D

Mano Gutiérrez Arana, de 27 años, con una de sus calcos

ses mecánicamente, con la cabeza en otro lado. Si bien la gimnasia técnica sirve, te puede jugar en contra, al punto de cansarte física y mentalmente”, dice. Nathan Milstein, un famoso violinista del siglo XX, contaba que su maestro, el legendario Leopold Auer, le juraba que practicar todo un día mecánicamente equivalía a hacerlo una hora y media usando la mente con atención plena, dice el médico del Cemic. “Si bien actualmente me cuesta por el trabajo en el hospital y en el consultorio, intento tocar todos los días, ser constante. ¿Cuánto tiempo? Lo máximo que me dé, pero haciéndolo concentrado. Jascha Heifetz, violinista leyenda en su tiempo, aseguraba que él no estudiaba más de dos horas por día de lunes a sábado, y decía que practicar mucho era tan malo como practicar poco. Me parece que exageraba –concluye–. El estudio metódico, pero constante [todos los días] permite solucionar las dificultades técnicas propias del instrumento; una vez allanado ese camino, viene la parte más linda: trabajar en la forma de decir una idea musical. Y creo que eso es lo que uno valora como músico, ni hablar el oyente.”ß

urante la mañana del jueves, en la inauguración del Centro de Innovación y Desarrollo de Alta Tecnología de 3M, Gerry Garbulsky convocó en forma abierta y gratuita a un simposio de ideas. Él es organizador de TEDxRíodelaPlata; director de la revista Oblogo; columnista de Basta de todo; fundador y profesor de la organización El Mundo de las Ideas; ex consultor en BCG; comediante de stand-up; licenciado en física de la Universidad de Buenos Aires, con un Ph.D. en ciencia de los materiales del MIT, y posee un récord mundial: en 2004 fue el civil que más veces cruzó la cordillera de los Andes por vía aérea (142 veces). “¿Qué es una idea?”, preguntó no bien comenzó su charla. Ninguno de los 600 presentes supo contestar. Explicó entonces que incurrimos en prejuicios y sistemas de categorización porque interpretamos la realidad a través de lentes que filtran la información que recibimos. Lo secundaron otros seis oradores: Diego Golombek (biólogo), Santiago Bilinkis (emprendedor), Sergio Feferovich (director de orquesta), Alejandro Nieponice (médico), José Luis Gallego (narrador oral) y Andrei Vazhnov (físico). Golombek dio la orden de sonreír. Y el público obedeció. A los pocos segundos, preguntó: “¿Acaso ahora no se sienten mejor?”. Lo que intentaba demostrar era que, al revés de lo que se piensa comúnmente, primero viene la acción y sólo después la emoción. Uno sonríe, y luego se pone feliz. En realidad, estaba hablando de la percepción que tenemos de las cosas. Percepción construida, en parte, por la herencia que traemos al nacer y, en parte, por lo que aprendemos en vida, o lo que él llama: el ambiente. En la misma tónica, Feferovich coincidió en que las ideas depen-

den del contexto que las rodea. A modo de ejemplo tomó un teclado y tocó la misma nota cinco veces. Más que una melodía, parecía un disco rayado. Y, definitivamente, una malísima idea en términos de musicalidad. Pero cuando acompañó las mismas notas con otras armonías, se tornó brillante: se trataba de La Samba de una nota sola, de Tom Jobim. Bilinkis, a su vez, explicó que la curva de evolución del mundo actual no es lineal, sino exponencial. Advirtió que nuestro cerebro siente el estrés de la velocidad y los cambios constantes, aunque en diferentes grados, según las generaciones. Y entonces recurrió a la siguiente anécdota: “Para un adulto, TED es una organización de charlas cortas. Cuando le pregunté a un chico de 12 años, me respondió que era un sitio de charlas larguísimas”. Entonces parece que las percepciones también dependen del año en que nacimos. Para los allí presentes, en general de 30 para arriba, no tuvo mejor consejo que el siguiente: “Abróchense los cinturones”. El ruso Andrei Vazhnov sorprendió con esto de las impresiones 3D. Si bien hoy se logran imprimir cosas sencillas en plástico o metal (como vasos o bols), no titubeó en anunciar que en un futuro se podrá imprimir un edificio entero. Ni que hablar de la impresión tridimensional de órganos. Esto desencadenaría, sin dudas, replanteos ético-morales, de identidad, de privacidad y de copyright muy serios. Así y todo, Garbulsky se animó a sentenciar que “el futuro no llegó”. Y Bilinkis agregó que la mejor manera de predecirlo es inventándolo. ¿Cómo? Con innovación. Que se alimente de ideas. ¿Y qué son las ideas? Como las definió Garbulsky: “Ventanas para interpretar el mundo”.ß