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Publicado en Gestión el 11 de junio de 2012

La propiedad emocional en la empresa familiar Pablo Domínguez – Profesor del Área de Dirección General

Al profundizar en el estudio de los retos particulares que implica dirigir empresas familiares en el Perú, encontramos que la propiedad emocional en los miembros de la familia es un concepto variable muy importante en la continuidad de este tipo de empresa. Es un concepto, o más bien podríamos llamarlo un “sentimiento”, un tipo de apego, con el que no cuentan las empresas no familiares. Este sentimiento suele ser muy fuerte en los fundadores, ya que son ellos los que pusieron todo su esfuerzo, dedicación y tiempo; mientras que en las generaciones siguientes tiende a ir disminuyendo en la mayoría de los casos, y en algunos pocos mantiene su intensidad. Esta habilidad de las familias para crear, desarrollar, mantener, crecer y pasar sus empresas a la siguiente generación determina la continuidad o desaparición del negocio familiar. En este sentido, es vital cultivar el concepto de “propiedad emocional”, que son todos aquellos elementos “no financieros”, que satisfacen las necesidades afectivas de los miembros de la familia, en cuanto a su identidad, su capacidad para influir sobre la empresa y la posibilidad de perpetuar el legado familiar. Los especialistas en empresas familiares Nicholson y Bjornberg han acuñado el término “propiedad emocional” para identificar el “estado cognitivo y afectivo que describe el tipo de apego y nivel de identificación del joven miembro de la familia con el negocio familiar”. Lo que postulan estos autores, es que solo se asegura la continuidad de la empresa familiar cuando las nuevas generaciones tienen altos

estándares de propiedad emocional. En estos casos, los hijos de los fundadores, además de sentirse herederos en términos económicos, se sienten parte del proyecto, y herederos de un legado. Ahora es importante considerar que cultivar la propiedad emocional debe hacerse desde edades tempranas, ya que es un sentimiento que se hace fuerte con el tiempo. Es verdad, también, que este sentir puede jugar en contra en algunos casos, sobre todo cuando la propiedad está muy disgregada, y cuando el sentirse “dueños” los lleva a “imponer ideas y decisiones”. Esto contribuye sustancialmente al proceso de sucesión, pero cuando es indiferente o es intensa pero negativa, constituye un obstáculo difícil de solventar para que la empresa siga en manos de la familia a través de los años.