la otan saca pecho en el este de europa - El Siglo de Europa

25 jun. 2015 - Las fuerzas armadas en activo de Letonia ... no alcanzan el 2% que se suponen han pro- ... vo y operaciones de fuerzas especiales”. A.
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Washington envía material militar para frenar a Rusia

LA OTAN SACA PECHO EN EL ESTE DE EUROPA La OTAN, de la mano de unos Estados Unidos que han decidido enviar material militar pesado al este de Europa por primera vez desde la caída del comunismo, está decidida a disuadir a Rusia para que no se repitan casos como el ucraniano en otras partes del Viejo Continente. Entre los socios más orientales de la Unión Europea –que también son miembros de la Alianza Atlántica– existe un miedo real a que Moscú quiera obligarles a volver a su esfera de influencia.

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Por Salvador Martínez (Berlín)

En Europa hay países que consideran estar casi en guerra con Rusia. Por supuesto, uno de ellos es Ucrania, que sufre un conflicto civil alimentado en parte por la influencia de Moscú sobre el bando prorruso del Este y que además ha perdido la Península de Crimea, territorio controlado por el Kremlin desde marzo del año pasado. También entre los miembros de la Unión Europea (UE) se cuentan países donde reina una sensación respecto a Rusia que podría calificarse de prebélica. Son los países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. Del ambiente amenazante que viven estos miembros de la UE con pasado soviético dan buena cuenta, por ejemplo, las palabras que pronunciara hace unas semanas la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite. “Tenemos que aprender las lecciones de Crimea. Cualquier tipo de ataque necesita ser tomado en serio”, afirmaba la jefa del Estado lituano. “Para nosotros, tiene sentido estar preparados”, añadía. El pasado mes de enero, las autoridades lituanas publicaron un pequeño libro de un centenar de páginas con un título revelador del amenazante aire que se respira en los países bálticos: Cómo actuar en situaciones extremas o momentos de guerra. “Si eres un civil y lo dejas claro, es muy poco probable que alguien corra para matarte”, se leía en 46

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su presupuesto de Defensa gracias a Putin. Ahora está cerca de los 70.000 millones de dólares (63.000 millones de euros). La cifra representa el tercer mayor presupuesto militar del planeta. Por otro lado, el último documento de estrategia militar rusa, presentado en 2013, dejaba claro que el país de Vladimir Putin está dispuesto a recurrir al uso de medios militares “de carácter oculto, incluyendo llevar a cabo acciones de conflicto informativo y operaciones de fuerzas especiales”. A esa mezcla de recursos es lo que se ha venido a llamar guerra híbrida. Su mejor ejemplo, dicen los expertos, es el conflicto en Ucrania. Al sur de los países bálticos también se percibe a Rusia como una amenaza. Así ocu-

el documento, preparado espacialmente para concienciar ante una eventual invasión de tropas extranjeras. En Lituania, recientes esfuerzos militares traerán como resultado la próxima incorporación de 3.000 nuevos reclutas. Esa cifra es considerable para los ejércitos de toda la región báltica. Las fuerzas armadas en activo de Letonia, Lituania y Estonia no superan las 10.000 personas. Según cálculos de 2012, los militares estonios sumaban 5.500 personas, los mismos que se contaban en Letonia, mientras que los lituanos eran un total de 8.000. Los presupuestos militares de estos países no alcanzan el 2% que se suponen han prometido los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Desde que ganaran su independencia tras la caída del comunismo, las prioridades de estas naciones han estado en las antípodas de la militarización. Esta circunstancia no ayuda a sentirse seguro con Rusia al lado. Porque, de un tiempo a esta parte, el vecino ruso ha ganado en aspiraciones geopolíticas en el este de Europa. Guerra híbrida. El comportamiento de Rusia en esa región –especialmente en Ucrania– difícilmente podría resultar más amenazante para estos pequeños estados. Del mismo modo se presentan los objetivos estratégicos y militares de Moscú. Rusia, en pleno proceso de modernización militar, ha doblado

La política expansionista de la Rusia de Putin ha alimentado la reacción de

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rre, sobre todo, con Polonia. A principios de junio, decía Tomasz Siemoniak, el ministro polaco de Defensa, que su país “debe estar preparado” para hacer frente a Moscú. “Rusia está yendo a por la restauración de la influencia que tenía en los tiempos de la Unión Soviética”, ha señalado el titular de Defensa polaco. A su entender, este comportamiento ruso “no ha terminado en modo alguno en Crimea”, pues, según su análisis, Rusia seguirá “moviéndose hacia territorios de otros países”. En Varsovia, igual que en las capitales bálticas, la preocupación que genera Vladimir Putin está en parte condicionada por una insuficiente capacidad de respuesta frente a la amenaza rusa. Así, el think tank conservador estadounidense American Enterprise Ins-

titute (AEI) señalaba en un informe de finales de 2013 que el Ejército de Tierra polaco contaba con hasta medio millar de tanques obsoletos pese a que el país del este europeo lleva una década modernizando sus medios militares. Ante el más que mejorable estado de revista de los ejércitos del este europeo, la OTAN y, especialmente Estados Unidos, han demostrando en las últimas fechas una clara voluntad de tapar agujeros geoestratégicos en la región exsoviética del Viejo Continente. De fondo, también están las ideas de disuadir a Rusia y de tratar de tranquilizar a los vecinos europeos más cercanos a Moscú. “Es muy real el miedo que en los países bálticos y en los países del este de Europa genera la política rusa de buscar con-

ón de EE UU, cuyo secretario de Defensa, Ashton Carter, ha anunciado ayuda militar para los países del este europeo.

flictos internacionales con propósitos domésticos”, dice a EL SIGLO el investigador Gustav Gressel, de la oficina en Berlín del think tank europeísta European Council on Foreign Relations (ECFR, por sus siglas en inglés). Apoyo militar estadounidense. En este contexto se enmarca el anuncio hecho la semana pasada por el secretario de Defensa estadounidense, Ashton Carter, según el cual Washington va a reforzar su presencia militar en los países bálticos, Polonia, Rumanía y Bulgaria. En esos miembros de la OTAN, Estados Unidos distribuirá a corto plazo un total 250 tanques, además de abundantes vehículos blindados –incluida artillería móvil– y otros equipos de logística militar. En total, cerca de un millar de vehículos formarán parte de este “preposicionamiento” de armamento en lo que otrora fue el espacio soviético. Esta decisión, todo un hito en las relaciones euroestadounidenses, es de las que demuestran que “Estados Unidos es un disuasor creíble”, según Gressel, que recuerda que la voluntad de Washington no es “desplazar de modo permanente más tropas”, sino “hacer acopio de material de artillería pesada”. De ahí que Ashton Carter dijera sobre ese material que, ante todo, facilitará “una mayor rapidez de las fuerzas americanas en rotación” en Europa para “participar en entrenamientos y ejercicios”. El país europeo con mayor presencia militar estadounidense es Alemania, con casi 40.000 soldados de esa nacionalidad en su territorio. Le siguen Italia (unos 11.500), Reino Unido (unos 9.000) y España (cerca de 2.200), según las cuentas del Departamento de Defensa estadounidense. El anuncio de Carter subraya, para Moscú, la existencia de un nuevo Telón de Acero. Tras esta frontera, países como Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, Rumanía y Bulgaria, en calidad de aliados de la OTAN, están ahora del “buen lado”, según los términos de Pawel Kowal, exdiputado del partido polaco de centroderecha Polonia Unida y reconocido experto en política militar y exterior. Por su parte, la Alianza Atlántica anunció la semana pasada por medio de su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg, la nº 1116. 29 de junio–5 de julio de 2015

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“finalización del diseño y composición de seis pequeños cuarteles generales” en esos seis países. Las instalaciones “jugarán un papel clave en la elaboración de planes, ejercicios y asistencia”, aseguró. Además, según dijo Stoltenberg, la Fuerza de Reacción Rápida de la OTAN tiene ahora como horizonte ampliarse hasta los 40.000 hombres. Hasta la fecha no superaba los 13.000 militares. Washington también quiere ampliar la contribución estadounidense a la Fuerza Ultra-

rrápida de la Alianza Atlántica, un cuerpo creado en 2014 capaz de intervenir en cualquier parte del mundo en 48 horas y que podría movilizar hasta a 5.000 hombres. El pasado lunes, Carter señaló que pondría a disposición de esta sección de la Fuerza de Reacción Rápida de la OTAN equipos de inteligencia, de vigilancia, de fuerzas especiales, expertos en logísticas y otros equipos militares de alta precisión. Puede resultar paradójico, pero al mismo

El castigo económico infligido a Rusia se está revelando como una de las armas más efectivas en esta crisis.

Las sanciones se mantienen hasta enero La Unión Europea decidió la semana pasada ampliar hasta el próximo mes de enero de 2016 las sanciones económicas que pesan sobre la economía de Rusia. Este castigo, que encuentra su explicación en el comportamiento del Kremlin en el este ucraniano, está haciendo mella en el Producto Interior Bruto ruso. En una de las últimas estimaciones realizadas sobre el desarrollo de la economía del país de Vladimir Putin, el Fondo Monetario Inter48

nacional informó a finales de mayo de una contracción del 3,4% para 2015. La institución con sede en Washington prevé, por contra, que el PIB ruso crezca un 0,2% el año próximo. En cualquier caso, la economía de Rusia seguirá mermada debido a unas sanciones impuestas por Europa y Estados Unidos que, entre otras cosas, restringen a grandes empresas rusas el acceso a los mercados de capitales occidentales. Este tipo de medidas, más el

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mantenimiento del bajo precio del Petróleo, constituyen los quebraderos de cabeza más significativos con los que tiene que lidiar el Ejecutivo de Putin. “Estamos muy decepcionados porque una vez más el lobby rusófobo, que anima a que se tome la decisión de extender restricciones ilegales, haya prevalecido en la UE”, ha reconocido, en este sentido, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Aleksander Lukashevich.

tiempo que la OTAN y Estados Unidos refuerzan su presencia en el este europeo –sólo hace unos días se desarrollaron en el mar Báltico ejercicios de la Alianza Atlántica en los que participaron 5.600 soldados de 17 países por tierra, mar y aire–, desde Bruselas y Washington se insiste en que no hay voluntad de buscar confrontación con Rusia. “No queremos buscar una guerra fría, ni una guerra caliente con Rusia”, pero “no nos equivoquemos: defenderemos a nuestros aliados, la bases del Derecho Internacional y el futuro positivo que éstas nos facilitan”, decía el pasado lunes Carter a su paso por la ciudad alemana de Münster (oeste germano). También la semana pasada, Stoltenberg afirmaba algo parecido tras la última reunión de los ministros de Defensa de la OTAN: “No queremos buscar confrontación y no queremos una nueva carrera armamentística, queremos mantener nuestras naciones a salvo, necesitamos estar preparados”. No obstante, que Estados Unidos y la OTAN prioricen en sus actuales actividades el espacio de los otrora países soviéticos se presta a una interpretación problemática en Moscú. Incluso antes de que Carter y Stoltenberg fueran protagonistas la semana pasada con sus respectivos anuncios, Vladimir Putin ya daba cuenta de lo susceptible que puede mostrarse su país al hablar del este europeo. “Si alguien amenaza nuestro territorio, eso significa que tendremos que apuntar con nuestras fuerzas armadas a los territorios desde los cuales viene la amenaza Es la OTAN la que se está acercando a nuestras fronteras”, afirmó el jefe de Estado ruso en su última visita a Helsinki, a mediados de junio. Para Gustav Gressel, el investigador del ECFR, “desafortunadamente sólo hay una manera de lidiar con Rusia, que es la confrontación, porque Occidente no puede dar a Putin lo que quiere: no puede prometerle que se quedará con el poder en su país ni que no habrá fuerzas pro europeas que puedan ganar elecciones en el espacio postsoviético”. Además, incluso “si Occidente reconociera la existencia de una esfera de influencia de Rusia, los países incluidos en ese espacio podrían querer otra cosa”, adhiere. Por todo ello, Gressel concluye: “La relación con Rusia sólo se puede gestionar tratando de evitar los peores escenarios posibles”. l