La Majestuosa Santidad de Dios - ObreroFiel

Permanecí arrodillado en quietud, permitiendo que el sentido de la presencia del Dios santo me llenara. El latido de mi corazón era delator, un golpe violento ...
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La Majestuosa Santidad de Dios “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria...Entonces dije: ¡Ay de mí!” Isaías 6:3, 5a Introducción Para comprender nuestra necesidad de santidad en la vida personal, tenemos que tener un nuevo aprecio por la majestuosa santidad de Dios. El pueblo de Dios pudo apreciar en diferentes ocasiones la gloria de Dios y también el reflejo de esa gloria en la faz de Moisés al bajar del Monte Santo. No hay otro aspecto de Dios más destacado en el Antiguo Testamento como la gloria y la santidad de Dios. Pero a menudo nos olvidamos a apreciar ese aspecto de Dios. Vemos el testimonio del Doctor Sproul: “Allí caí de rodillas. Había llegado a destino. Estaba listo para enfrentar la fuente de la demanda que perturbaba mi descanso. “Estaba en postura de oración pero no tenía nada que decir. Permanecí arrodillado en quietud, permitiendo que el sentido de la presencia del Dios santo me llenara. El latido de mi corazón era delator, un golpe violento sobre mi pecho. Un escalofrío comenzó en la base de mi espina dorsal y se irradió hasta mi cuello. Me envolvió el temor. Luché contra el impulso de escapar de la presencia presagiosa que me tenía sujeto. “El terror pasó, pero pronto fue seguido de otra ola. Esta ola era diferente. Inundaba mi alma de una paz inefable, una paz que traía un descanso y un reposo instantáneos a mi espíritu atribulado. Al instante, me sentí cómodo. Quería demorarme allí. Para no decir nada. Para no hacer nada. Simplemente para solazarme en la presencia de Dios. “Este momento estaba transformando mi vida. Algo profundo se estaba estableciendo en mi espíritu de una vez para siempre. A partir de este momento no podía haber retorno; no podía borrarse la impresión indeleble de su poder. Estaba solo con Dios. Un Dios santo. Un Dios digno de reverencia. Un Dios que podía llenarme de terror en un segundo y de paz en el próximo. Supe en aquella hora que había probado del Santo Grial. Una nueva sed nació en mí, que no podría ser completamente satisfecha en este mundo. Resolví aprender más, seguir a este Dios que vivía en las oscuras catedrales góticas y que invadió mi habitación para levantarme de un sueño complaciente.” [La Santidad de Dios, RC Sproul, p. 10, 11]. I. Conocer a Dios el Padre Si nosotros queremos conocer la santidad de Dios tenemos que salir un poco de nuestro culto a Jesucristo como Salvador, y comenzar a conocer a Dios el Padre. Como dice R. C. Sproul, “De repente, tuve pasión por conocer a Dios el Padre.” [p. 18]. Espero que me explico lo que quiero decir aquí. La tendencia para el ser humano es buscar un “mediador”, algo o alguien que puede interponerse entre nosotros y DIOS Padre. Así, el hombre ha adorado la creación en vez del 1

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Creador. El hombre adora a otro ser humano, antes de adorar a Dios. El hombre adora a Jesucristo o al Espíritu Santo antes de adorar al Padre. ¿Por qué? Creo que es porque sentimos cierto temor en acercarnos al DIOS Todopoderoso. Hemos relegado al Padre a otro plano totalmente distante a lo que es Cristo o el Espíritu Santo. Sin embargo, Cristo nos mostró que debemos orar al Padre en su nombre. Veo más interés en orar a Jesús o al Espíritu Santo en vez de al Padre. Debemos seguir el ejemplo de la oración que dejó Jesús a sus discípulos: “Padre nuestro...” Todo nuestro enfoque, todo nuestro anhelo, todo nuestro ser debe ser dirigido al Padre, al DIOS Santo, Santo, Santo. [Nota: Con esto no estamos negado la plena doctrina de la Trinidad, por supuesto. El problema es que en la mente reconocemos las tres personas de la Trinidad como iguales en carácter y esencia, pero en la práctica, en el corazón, colocamos equivocadamente al Padre en otro nivel.]. “La manera como entendemos la persona y el carácter de Dios el Padre, afecta todos los aspectos de nuestras vidas.” [Sproul, p. 19]. Deseo que durante estos días de reflexión, podamos conocer a Dios de una forma nueva, especial; es decir, reconocerlo, o conocerlo en toda su majestuosa santidad. II. Convertirse a Dios el Padre Sproul, entonces, con pleno conocimiento de lo que significa convertirse al Señor para la salvación, hace la observación después de reconocer a Dios el Padre en todo su plenitud, majestad y santidad: “Mi experiencia en la clase, al pensar en la creación del mundo, fue como nacer de nuevo por segunda vez. Fue como convertirme, no meramente a Dios el Hijo, sino a Dios el Padre. Quería conocerlo en su majestad, conocerlo en su poder, conocerlo en su augusta santidad.” [p. 18]. No debemos confundir este segundo nacimiento con el primer nacimiento que es para salvación. Sproul no está hablando de una nueva doctrina de varios nacimientos para salvación. Sino, está mostrando lo maravilloso que era en reconocer a Dios el Padre como el Dios supremo de su vida. Al reflexionar sobre lo que significa la “augusta”, es decir, majestuosa santidad de Dios, somos llevados a una profunda reverencia de El. Llegamos a conocer al Padre con una nueva actitud, un nuevo aprecio por quién es, y un nuevo deseo de cumplir Su voluntad. Necesitamos convertirnos a El, es decir, tener un cambio de pensamiento, un cambio de corazón hacia El. ¿Hasta dónde hemos llegado en nuestra vida espiritual a convertirnos a Dios el Padre? III. Comprender la Santidad de Dios el Padre Obviamente, no estamos separando al Padre como si fuera más santo que los demás de la Trinidad. Solo quiero enfocar nuestra mente en lo que significa tener un Padre Majestuoso. A. Definición La santidad moral es “aquella perfección divina en virtud de la cual Dios eternamente quiere y mantiene su excelencia moral, aborreciendo el pecado y exigiendo pureza a sus criaturas morales.” [L. Berkhof, p. 86]. Entonces, en cuanto a Dios, santidad es tanto una pureza de ser y naturaleza, como de voluntad y acto. Todo lo que Dios es, todo lo que decide y todo lo que hace es Santo. 2

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La “augusta” santidad de Dios es el atributo de atributos, o como dicen algunos, propiamente no es un atributo en sí, sino una característica inherente a todos los demás atributos. Es la característica que afecta a todos los atributos. Por ejemplo: Su santa gracia, su santo amor, su santa voluntad, etc. Si hubiera una imperfección en uno de Sus atributos, Dios dejaría de ser Santo. La palabra hebrea para “ser santo” significa cortar o separar. Es la separación de todo que es común o impuro. Santidad es la ausencia de toda maldad y la presencia de todo lo correcto. Es una de las más prominentes palabras religiosas del Antiguo Testamento, y se aplica ante todo a Dios. No significa tanto una cualidad moral o religiosa; su idea básica es la posición o relación entre Dios y alguna persona o cosa. Dios es santo en relación con todo lo creado. El es el Santo, Santo, Santo, y toda la tierra está llena de su gloria. El es el majestuoso e infinito santo que nos hace exclamar: “¡Ay de mí!”. Que interesante que Jesús dijera a los fariseos: “¡Ay de vosotros!” por rechazar a Jesucristo. B. Aspectos de la Santidad de Dios 1. Uso principal en la Biblia (la naturaleza esencial de Dios) Al referirse a la santidad de Dios, la Biblia muestra que Dios es absolutamente distinto de todas sus criaturas: es único, eminente y excelente en sumo grado. Así se dice que Dios es transcendente; majestuoso. Puede llamarse propiamente la “majestuosa santidad de Dios”. En este sentido, santidad no es un atributo moral, sino la esencia natural del carácter de Dios. Moisés cantando la grandeza de Dios dice: “¿Quién como tú majestuoso en santidad, temible en las alabanzas, haciendo maravillas?” (Exodo 15:11); O Ana cantando: “No hay santo como el Señor; en verdad, no hay otro fuera de ti” (1 Samuel 2:2); también Isaías cuenta este aspecto de Dios con: “Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los contritos.” (Isaías 57:15). [Oseas 11:9]. Si tenemos un concepto claro de la gloriosa majestad de Dios mostrada por Su “augusta santidad”, reconoceremos nuestra propia bajeza e insignificancia como criaturas y el verdadero significado de la exhortación: “Santificad al Señor Dios en vuestros corazones” (1 Pedro 3:15). ¿Hasta que punto hemos santificado a Dios en nuestra vida? Es decir, ¿hasta donde hemos hecho que la santidad de Dios nos lleve a adorarlo en palabra, hechos y vida? 2. Uso ético (la santidad moral): nuestra relación con Dios (1 Pedro 1:16) “Ser santos, porque yo soy santo.” Nosotros no podemos llegar a tener la majestuosa santidad de Dios. Aquí vemos entonces que hay otro aspecto de la santidad de Dios que tiene que ver con la santidad moral, en el sentido ético. Dios no tiene comunión con el pecado (“Lejos esté de Dios la iniquidad, y del Todopoderoso la maldad.” Job 34:10; “Muy limpios son tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión.” Habacuc 1:13). Por la santidad innata de Dios el pecador tiene que estar separado de Dios a menos que se pueda encontrar un camino para considerarlo santo. Una vista correcta de la

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absoluta perfecta santidad de Dios debe hacer al creyente sensible a su propio pecado (Isaías 6:3, 5; Vemos la exclamación de Pedro: “¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!” Lucas 5:8). La santidad de Dios es el estándar para la vida y conducta del creyente. La pregunta en cuanto a la libertad cristiana en hacer o no hacer alguna cosa debe ser: “¿Es santa; me lleva hacia la santidad?” C. La Revelación de la Santidad de Dios La santidad de Dios está revelada en la ley moral; implantada en el corazón humano; declarada por medio de la conciencia, y más particularmente en la revelación especial de Dios, la Biblia. La santidad de Dios fue manifestada a través de Jesucristo, y es revelada por medio de Su Iglesia (1 Pedro 2:9). La Iglesia, el Cuerpo de Cristo, ha de revelar al mundo la santidad de Dios. Conclusión La falta de santidad en nuestra vida se debe a un concepto muy equivocado de la absoluta majestuosa santidad de Dios. Pedro nos exhorta: “Y si invocáis como Padre a aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación.” (1 Pedro 1:17 LBLA). Si hemos conocido a Dios como Padre, no debemos olvidar que ese Padre también es el Santo y el Justo que nos juzgará según nuestras obras. Debemos vivir en temor y respeto reverencial. Tal vez cada uno de nosotros necesitamos llegar a ese punto de reconocimiento que narró Sproul: “De repente, tuve pasión por conocer a Dios el Padre.” ¿Tiene usted una nueva sed de conocer a Dios?

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La Belleza de la Santidad Personal “Y que vuestro adorno no sea externo...sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios.” 1 Pedro 3:3, 4 [LBLA] Introducción Tal vez hemos visto estos versículos en 1 Pedro 3 muchas veces en relación a las mujeres sin aplicarlos a los hombres también. Sin embargo, después de reconocer la majestuosa santidad de Dios, tenemos que pensar en la belleza de la santidad personal. Y esta belleza es del carácter, de lo más íntimo de nuestro ser. La santidad personal tiene que salir de un corazón puro y sincero. Lo externo debe reflejar lo interno si vamos a tener una verdadera santidad delante de Dios. I. Una Medida de la Santidad Personal ¿Qué tan santo es ser suficientemente santo? Aunque la conciencia de uno puede defraudarlo en cuanto a su santidad personal, mayormente cuando somos honestos con nosotros mismos, reconocemos si hemos llegado o no a la santidad exigida por Dios. Si vamos a tener una belleza interior, debemos tomar en cuenta el papel que tiene la conciencia bajo el control del Espíritu Santo. La conciencia no puede reemplazar la Palabra de Dios, pero si puede ser una medida de la santidad personal. A. La Conciencia Conciencia: “Sentimiento interior por el cual aprecia el hombre sus acciones.” [Pequeño Larousse Ilustrado]. La conciencia es el aspecto del ser humano que en su forma pura antes de la caída de Adán, le daba al hombre conocimiento de sí mismo y funcionaba bajo el espíritu humano. La conciencia caída fue distorsionada por el pecado por el hecho de que el hombre ahora tiene su propio sentido de justicia, su propio sentido de lo que es santo (Tito 1:15, “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas.”). Hay peligro cuando el sentido humano de justicia que fue producido en la caída ya le es al hombre un sustituto de Dios, y es su estándar para juzgarse a sí mismo (Romanos 2:15, “Ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos.” Pero debemos ver también el versículo 16 que dice: “en el día en que, según mi evangelio, Dios juzgará los secretos de los hombres mediante Cristo Jesús.” Vea ejemplo de Pablo en Filipenses 3:6, “en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible.” Siempre hay el peligro de “sentirse religioso”). Esto fue el problema de los fariseos. No comparaban su santidad con la majestuosa santidad de Dios, sino con las tradiciones humanas o con los demás, entonces se creían ser justos y santos.

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B. La Conciencia Limpia y Tierna Si la conciencia ha de ser una medida de nuestra santidad personal, tendremos que mantenerla limpia y tierna. Una conciencia limpia es el gozo interior y la paz de espíritu, producto de haber sido honesto consigo mismo y haber arreglado cuentas personales con aquellos a quienes hemos ofendido, sea con Dios o con el hombre. [Hechos 23:1; 24:16; 2 Corintios 1:12; 2 Timoteo 4:7]. Si sentimos una picazón en la conciencia por algo que hemos hecho, no tenemos una conciencia limpia. La segunda parte tiene que ver con una conciencia tierna. Aquí vemos una conciencia que se siente mal inmediatamente por haber cometido una falta; es lo opuesto a un corazón duro o cauterizado. C. Observaciones Vemos también que se puede tener una conciencia limpia pero estar equivocado o en pecado por falta de conocimiento o por celo religioso. [Vea de nuevo el ejemplo de Saulo [Pablo] en perseguir a la iglesia de Cristo por fanatismo religioso (Filipenses 3:6)]. La conciencia ya no es una regla perfecta de vida aunque puede ser una guía a la verdad. Por esa razón no es completamente confiable para ayudarnos a hacer decisiones correctas que agradan a Dios, pero puede ser utilizada por el Espíritu Santo para mostrarnos nuestros pecados no confesados. Es importante reconocer nuestra necesidad de pedirle a Dios el estado actual de nuestra relación con El (Salmo 139:23, 24). II. Enemigos de la Santidad Personal A. La desobediencia y las faltas cometidas 1. La falta de confesión (1 Juan 1:9; Mateo 5:23, 24; Lucas 15:18) Un problema espiritual sólo puede ser solucionado si el hombre asume sus responsabilidades personales para con Dios. Dios ha establecido principios que nunca deberían ser violados y cuando lo hacemos, el resultado es un sentimiento de culpabilidad en la conciencia de la persona. La base de una conciencia limpia es la confesión. 2. La falta de restitución (Lucas 19:2-10) En casos de daños a otra persona, no basta solo con pedir perdón, también hay que hacer restitución (deshacer el mal hecho a otro). Habrá casos donde será imposible una restitución completa o adecuada; en tales casos hay que hacer todo lo posible y descansar en ello. Vea los principios bíblicos en cuanto a la restitución (Exodo 21:22, 26, 27; 22:1-15; Levítico 6:1-5; 24:18; Números 5:5-8; 2 Samuel 12:6; Lucas 19:8). B. La falta de fe y conocimiento (Romanos 14:23; 1 Corintios 8:7, 10, 12) El creyente niño, (bebé cristiano), o el inmaduro en la fe puede llegar a tener una conciencia no limpia por tener una conciencia débil, y por haber hecho algo sin fe, lo cual le es pecado (1 Corintios 8:7, 10, 12, “...y su conciencia, siendo débil, se mancha....Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no será estimulada su conciencia, si él es débil, a comer lo sacrificado a los ídolos?...Y así, al pecar contra los hermanos y herir su conciencia cuando ésta es débil, pecáis contra Cristo.”; Romanos 14:23, “Pero el que duda, si come se condena porque no lo hace por fe; y todo lo que no procede de 6

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fe, es pecado.”). Hay necesidad de ampliar el conocimiento bíblico y su aplicación a la vida diaria. La idea no es buscar razones para justificarse o justificar el pecado en la vida personal, sino reconocer esas áreas de cuestiones secundarias que en sí no son pecaminosas. También la falta de fe puede mostrarse en no creer que hemos sido perdonados por Dios al confesar el pecado. Necesitamos reconocer que Cristo pagó el precio de todos nuestros pecados y tenemos una limpieza completa al confesar (1 Juan 1:9). C. El sentimiento falso de culpabilidad Definición de culpa: “Falta más o menos grave, delito. Causa, responsabilidad.” Definición de culpabilidad: “Calidad de culpable.” acusado. [Pequeño Larousse Ilustrado]

Es decir que tiene culpa y ha sido

Por el otro lado uno puede tener una mala conciencia por un sentimiento de culpabilidad sin tener culpa verdadera, o a pesar de haber sido perdonado. Los pensamientos pueden acusarle por hechos pasados sin razón justificable. Esta autocondenación no le permite sentirse libre de culpa. Debemos recordar que para el creyente la culpabilidad del pecado ha sido removida por medio de la salvación en Cristo. La sangre de Cristo le ha limpiado de toda maldad si ha hecho todo lo posible para tener cuentas cortas con Dios y con los hombres. [Cuentas cortas: esas cuentas que no pasan de un día para otro. O como dice Pablo en cuanto a nuestra ira: “no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. (Efesios 4:26). ] El sentimiento falso de culpabilidad puede ser producto de las consecuencias de nuestro pecado, o cuando hemos cometido un pecado de lo cual no ha sido posible una restitución completa. Así nos sentimos responsables de la causa del dolor en la otra persona. También, el sentido falso de culpabilidad es una técnica de Satanás para destruir nuestra paz y tranquilidad. Él es el acusador y nos hace recordar nuestras faltas confesadas y perdonadas. Nota: El Espíritu Santo nos convence del pecado (Juan 16:8-11), pero Satanás nos acusa del pecado. Si es el Espíritu Santo quien está obrando en cierto caso, el propósito es para restaurar nuestra comunión con Dios, y el sentido de culpa desaparece al confesar el pecado. Sin embargo, si el sentimiento de culpa es de Satanás, el propósito es para destruir nuestra comunión con Dios, y vamos a sentir que la confesión no fue suficiente. III. Propósito de Mantener la Santidad Personal A. Para el crecimiento espiritual (1 Timoteo 1:18-20) Cuando uno está cargado de culpa en la conciencia por cualquier razón, va a encontrar que Satanás le lanzará razonamientos y temores falsos para impedir que obtenga la victoria y que tenga una relación significativa con Dios (2 Corintios 2:10, 11, “Pero a quien perdonéis algo, yo también lo perdono; porque en verdad, lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por vosotros en presencia de Cristo, para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus ardides.”) - ardides = astucias, maquinaciones. El perdonar es un requisito esencial para mantener un crecimiento espiritual contra los ataques de Satanás.

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B. Para la sana doctrina (1 Timoteo 1:5-7; 3:9) Se ha dicho, “La mala conciencia es la madre de todas las herejías.” Una buena conciencia no solamente aborrece el mal; sino que también adopta lo correcto. A veces el hombre busca razonamientos y justificaciones para su mal comportamiento, para apagar la voz de su conciencia, haciendo su propia interpretación de la Biblia. [1 Timoteo 4:1, “Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios.”]. C. Para la fe no fingida (hipócrita) (1 Timoteo 1:5; 1 Pedro 3:16) No hay necesidad de fingir la vida cristiana cuando uno tiene la conciencia limpia, y va a tener un testimonio eficaz delante de los hombres. Una fe no fingida, entonces, es esencial para la santidad personal. D. Para no cauterizar la conciencia La persona que persiste en su desobediencia y sigue en contra de su conciencia, puede cauterizarla, es decir, endurecer el corazón (1 Timoteo 4:2 “mediante la hipocresía de mentirosos que tienen cauterizada la conciencia.”; Y por esa razón la necesidad de la exhortación en Hebreos 3:13, “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado.”). El hombre siempre trata de disculparse de sus acciones porque no puede vivir sintiéndose culpable; entonces trata de echarle la culpa a otro en vez de enfrentarlas con los principios bíblicos. Se convencerá a sí mismo (un autoengaño) de que su forma de pensar es “correcta o buena”. Se le olvida la honestidad, la rectitud, la justicia y los principios de Dios.

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” Salmo 139:23, 24

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El Testimonio de la Santidad Personal Introducción Si nosotros hemos trabajado en nuestra belleza interior, el testimonio que presentamos al mundo será de una vida intachable, una integridad moral personal. Es el testimonio de la santidad personal. El Señor “es escudo para los que andan en integridad.” [LBLA] Prov. 2:7b I. La Integridad Moral La integridad moral es la firmeza del carácter de la persona para ser auténtica, sin fachada. Habla de la sinceridad y la honestidad; la honra y la pureza, y caracteriza a la persona como irreprensible, fiel, virtuosa, veraz, honesta, honrosa, por encima de toda crítica, libre de culpa, inocente, intachable, e inviolable. La integridad moral es ante Dios, el hombre y sí mismo, y está íntimamente relacionada con la conciencia limpia (Hebreos 13:18, “Orad por nosotros, pues confiamos en que tenemos una buena conciencia, deseando conducirnos honradamente en todo.”). No es simplemente el cumplir exteriormente la letra de la ley, sino el espíritu de la ley en el corazón. Debemos estar más interesados en cuanto al carácter que la conducta. Los fariseos tenían buena conducta, pero por dentro eran “llenos de hipocresía e iniquidad.” (Mateo 23:23-28). Acostumbramos, como los fariseos, hacer distinción entre los pecados que hacen los malvados en comparación a nuestros pecados y eso nos da un falso sentido de santidad. Jerry Bridges ha dicho en su libro, La Disciplina de la Gracia: “Muy a menudo nuestro problema de pecado se ubica en el área de los pecados ‘refinados’, como yo los llamo. Estos son los pecados de la gente buena, pecados que podemos cometer regularmente sin perder nuestra posición como ancianos, diáconos, maestros de escuela dominical, líderes de estudios bíblicos y, sí, incluso obreros cristianos de tiempo completo.” [p. 35]. En las iglesias cristianas hay pecados consentidos, pecados que no son considerados pecados, pero que delante de Dios son contra su Majestuosa Santidad, y podemos perder nuestro testimonio de integridad frente a los hombres. II. Las Características de la Vida Intachable A. Aprobada (Romanos 14:18; 16:10; 1 Corintios 11:19; 2 Corintios 10:17, 18; 2 Timoteo 2:15; Santiago 1:12) Es la vida que ha pasado la prueba de Dios con aprobación. Ilustración: el oro en el proceso de purificación no es “aprobado” hasta que el orfebre puede ver su imagen en el oro. Dios quiere ver su imagen en nosotros. Ser santo porque yo soy santo. ¿Qué hay en mi vida en este momento que no me dejaría ser aprobado por el Dios Santo? Vemos en varios versículos que nuestra forma de actuar o pensar muestra si somos o no aprobados delante de Dios y de los hombres. La vida intachable trae consigo mismo una aprobación. “Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba.” 2 Corintios 10:18. 9

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B. Sin Vergüenza (Lucas 14:9; 2 Corintios 4:2; I Pedro 4:16; Judas 12, 13) Es la vida que está sin pena de sí misma; que no siente miedo a la deshonra por no tener algo que esconder. Proverbios 22:1, “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro.” La vergüenza puede ser resultado del orgullo o por haber cometido una desgracia; pero la vida intachable depende de magnificar a Cristo en nuestro cuerpo (Filipenses 1:20) y procurar vivir por las cosas celestiales (Filipenses 3:19). No hay vergüenza cuando sabemos como usar y aplicar la Palabra de Dios a nuestra vida (2 Timoteo 2:15). C. Sincera, Sin Hipocresía (2 Corintios 2:17; 8:8; 1 Timoteo 1:5; 2 Timoteo 1:5; 1 Pedro 1:22) Es la vida que es auténtica, real, “sin cera”, no fingida, que se expresa sin disfrazar su pensamiento. ¿Cuál es la diferencia entre la realidad interna y la apariencia externa? Se relaciona principalmente con nuestras motivaciones y nuestros pensamientos. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? (Proverbios 16:2; 21:2). D. Confiable y Fiel (Mateo 25:21, 23; 1 Corintios 4:2, 17; Efesios 6:21; Colosenses 1:7; 4:7, 9; 1 Timoteo 3:11; 2 Timoteo 2:2; Hebreos 3:5; 1 Pedro 5:12). Es la vida de confianza, que cumple sus compromisos, que es leal, honrada, que puede guardar secretos, es decir, retiene lo que se le confía; no chismosa. Es un atributo de Dios y exigido por El en nuestra vida. Cuando seamos juzgados delante de Dios, El analizará nuestra fidelidad como siervos y administradores suyos. E. Decorosa, Modesta y Pura (2 Corintios 11:2; 1 Timoteo 3:2; 5:22; Tito 2:5; 1 Pedro 3:1, 2; 1 Juan 3:3) Es la vida que es decente, que da un trato respetuoso hacia el sexo opuesto; que sabe gobernar sus pensamientos (Filipenses 4:8). La pureza moral es más que actos; involucra nuestro pensar (Job 31:1; Mateo 5:28; 15:19). ¿Cuáles son nuestros pensamientos cuando soñamos despiertos? F. Veracidad y Honestidad (Levítico 19:11; Proverbios 19:22; 20:10, 14, 23; 28:21; Mateo 5:33-37; Efesios 4:25, 29; Colosenses 3:9; Tito 3:2; Santiago 1:26; 4:14; 5:12; 1 Juan 1:6; 2:21). Tenemos la necesidad de cuidar nuestra manera de hablar (Santiago 1:26, “Si alguno se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión de tal es vana.”). Debemos ser prudentes y veraces para que todos nos tengan como personas de confianza. La veracidad es la calidad de sincero y franco; que dice la verdad. La honestidad es recato en las acciones o palabras. La mentira es afirmar lo que sabemos que es falso, falsear. Hay varias formas de mentir sea de palabra o de hecho: no decir la verdad; engañar por palabras o hechos; falsificar o adulterar algo; es ser no cabal o inexacto en cuanto a los negocios, y disfrazar o disimular para ocultar una cosa. 1 Timoteo 3:8 habla de la importancia de ser honesto, “sin doblez”. La Biblia de las Américas dice que debe ser “de una sola palabra”. No vamos a decir una cosa y luego decir algo diferente 10

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según las circunstancias o las personas con quien estamos hablando. Ilustración: entre los indios rojos que decían que los blancos hablaban con lengua bifurcada. No podían confiar en la palabra de ellos. III. Los Propósitos de la Integridad Moral -- es una cualidad necesaria para: A. El Ministerio (1 Corintios 4:1-5; 9:27; 1 Tesalonicenses 2:10; 1 Timoteo 1:12; 3:2, 10; Tito 1:6, 7) La fidelidad, las motivaciones y la integridad moral en el ministerio son una necesidad para no ser juzgados por Dios o ser descalificados como siervos y ministros de El. La persona es calificada para el ministerio por su integridad moral y no por sus habilidades o talentos. Vemos el testimonio de Pablo en medio de los de Tesalónica: “Vosotros sois testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes.” (1 Tesalonicenses 2:10). ¿Cuántos de nosotros podríamos decir lo mismo hoy? B. El Buen Testimonio (Filipenses 2:14, 15; 4:9; 1 Timoteo 4:12; 5:7, 8) Filipenses 2:14, 15, “Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios, sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.” Si somos considerados como murmuradores, chismosos y contenciosos perdemos nuestro testimonio íntegro. El líder debe ser ejemplo en todas las áreas de la vida. (1 Timoteo 4:12, “No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza.”). C. La Santidad Delante de Dios (1 Tesalonicenses 3:13) “Irreprensibles en santidad delante de Dios.” Nuestra vida será juzgada en el tribunal de Cristo (Romanos 14:10-12; 2 Corintios 5:10), cuando cada uno dará a Dios cuenta de sí. Dios demanda santidad en nuestra vida (1 Pedro 1:16). La integridad moral está íntimamente ligada a la santidad. D. La Adoración (Colosenses 3:17, 23) “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” (v.17). “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.” (v. 23). No podemos adorar a Dios por medio de una vida doble. Todas nuestras palabras y todos nuestros actos y hechos de una vida íntegra son una adoración a Dios. Debe de ser para Dios y no para los hombres. E. La Venida del Señor (1 Corintios 1:8; Efesios 5:26, 27; Colosenses 1:22; 1 Tesalonicenses 5:23; 1 Juan 2:28) La vida íntegra tiene su propósito y fin en la segunda venida de Cristo. Cristo está obrando en nuestra vida para santificarnos, y prepararse una esposa santa, sin mancha e irreprensible. No queremos ser avergonzados por nuestra vida en su venida.

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F. La Corona de Vida (Santiago 1:12) “Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque al resultar aprobado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman.” [NVI]. Es importante hacer la distinción bíblicamente entre “tentación” y “prueba”. Necesitamos soportar y perseverar en las pruebas, pero resistir y huir de las tentaciones. La vida intachable que ha soportado las pruebas será aprobada y recibirá la corona de vida como premio. Nota: Esta corona de vida como premio tendrá que ser algo más allá de la vida eterna que recibimos al creer en Cristo. La vida eterna es salir de la condenación de la paga del pecado que es la muerte a una vida nueva y eterna; es decir, “ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). La corona de vida es un premio por haberse mantenido fiel y victorioso bajo las presiones mundanas, las circunstancias adversas y las tentaciones del pecado. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” 1 Corintios 10:31

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