La literatura de verdad no es cosa de este mundo

23 ago. 2008 - que usufructúa cartas, testimonios y documentos, y no en la fluidez de su prosa, afortunadamente desprovista de los gerundios leguleyos de ...
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Establecí contacto con la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Me alientan, me aseguran que no estoy solo. Pero agregan que debería viajar a la capital (al castillo) para proveerme de material, tan difícil de hacerlo llegar por correo. Como leí la novela de Kafka, sé que el lugar del agrimensor es la aldea. [Íd.] Tan bueno era el ánimo que tenía en esos días que ni siquiera lo desanimó un singular episodio que puso a su escritura psicoanalítica en una circulación enigmática y vertiginosa, aunque no deseada. Controlaba un caso que parecía hecho a su medida (tanto que pone en cuestión la verosimilitud de la anécdota): la paciente había tenido relaciones sexuales con un hermano durante años, las que interrumpió a partir del momento en que se casó. Tuvo entonces, casi inmediatamente a la boda, algunos encuentros íntimos con su cuñado. Más tarde, y mientras todavía duraba el matrimonio, en cuanto el marido salía a trabajar ella se metía en la cama y se masturbaba todo el día, casi sin interrupción. Fóbica, no podía salir a la calle, pero cuando lo hacía, invariablemente en taxi, la asaltaba la tentación –irresistible– de pedirle, exigirle casi al conductor que la condujera a un hotel, para acostarse con el taxista o para –en este punto dudaba la paciente– masturbarse sola (o acompañada por el taxista). Aparentemente Lamborghini había escrito unas cincuenta páginas sobre el caso con el entusiasmo del género nuevo y ya empezaba a fantasear con que tal vez, más adelante, podría contactarse con alguna revista especializada para publicar –¡cuándo no!– su informe. Pero esta ilusión se derrumbó cuando la analista que “controlaba” con él olvidó el historial de la paciente... ¡en un taxi!: Se trataba del primer análisis freudiano realizado en M/Plata, y, para mí, la pérdida de la carpeta equivale al naufragio del tratamiento: sin ninguna duda. [OL a CA de la primera semana de enero de 1978] [...] Despreocupado de estas perplejidades, para fines de enero él sintió que atravesaba el mejor momento de su vida: seguía sin beber (“¡Qué burda fue la coartada alcohólica! ¡Cuántos escapes permitía!” [OL a Tamara Kamenszain y Héctor Libertella del 23-1-78]), continuaba ahorrando algún dinero con los depósitos de Leónidas Aniceto y ya empezaba a considerar seriamente la posibilidad de establecerse para siempre en Mar del Plata y viajar a Buenos Aires sólo de tanto en tanto, de visita. En el horizonte de sus lecturas, mientras tanto, se producía un retorno temido y esperado. Apenas instalado en Mar del Plata había comprado todos los libros de Borges que encontró para releerlos con “pasión, alegría y repugnancia” [OL a CA del 8-1-78], hecho lo cual sintió que debía desembarazarse de ellos en forma urgente. Se encaminó entonces a una librería de viejo y los ofreció en canje por La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, y cualquier otra cosa que el librero quisiera darle. Nunca supo por qué razón había quedado fuera del trueque el volumen que recopilaba la obra poética que, vuelta a leer dos años después, lo conmovió: Estoy completamente borgizado. Ocurrió. Como recordarás, yo había pignorado todos sus libros, salvo la Obra Poética. Relectura apasionada, devoradora y conclusión: jamás escribí un poema. Peor: no sé qué es “eso” de la poesía y ni siquiera conozco el español. Otro descubrimiento: de pura suerte, en mis libros se han deslizado algunas frases bien hechas. Lo que me separa de Medina, Asís, García y Cía. es eso solamente: mi buena suerte. Pero ¿por qué publiqué? No lo entiendo. En la Argentina la literatura existe. Y yo lo sabía. Quiero decir que no tengo disculpas para mi irresponsabilidad [...] Lo mejor de “La Negación” es borgiano. [...] Es posible que en los años venideros empiece a escribir. [OL a CA del 28-1-78]

ENTREVISTA | RICARDO STRAFACCE

“La literatura de verdad no es cosa de este mundo” POR PEDRO B. REY De la Redacción de La Nacion

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icardo Strafacce dedicó diez años de trabajo a investigar y escribir sobre Osvaldo Lamborghini. Su oficio narrativo (publicó, entre otras novelas, El crimen de la negra Reguera y La boliviana) se revela en la pericia con que construye, en más de un millar de páginas que nunca resultan maratónicas, el relato de una vida compleja; su profesión de abogado, en el métodico rigor con que usufructúa cartas, testimonios y documentos, y no en la fluidez de su prosa, afortunadamente desprovista de los gerundios leguleyos de los que abusan muchos de sus colegas. Osvaldo Lamborghini, una biografía fue, además, realizada, algo infrecuente en estos tiempos, sin ninguna clase de beca o ayuda institucional. –¿Fue un gesto de independencia? –No, al menos no deliberadamente. Hace diez años se presentó una carpeta en alguna repartición oficial (no recuerdo cuál) pero nunca hubo respuesta. Quizá todavía haya un expediente en trámite con ese pedido en algún recoveco del Castillo. –¿Retratar el mito Lamborghini es un modo de explicar o hacer más accesible la obra? –Si no sonara demasiado tremebundo, diría que el libro no retrata el mito sino que “desmitifica”, en fin, muchos aspectos de la vida y la obra de Osvaldo Lamborghini. Tampoco pretende explicar (sería impertinente de mi parte) al autor. Pero es cierto: al relacionar textos y reponer contextos, el libro permitiría, no digo entender mejor, pero sí disfrutar más de esa obra. O disfrutarla de otra manera por lo menos. En lo personal, la investigación me permitió mitigar una curiosidad que me asaltó desde que lo leí por primera vez: ¿cómo será –cómo habrá sido– una persona que escribe así? –¿Con qué inconvenientes lidia un biógrafo de estos lares, donde el género biográfico es tan poco frecuentado? –Más allá de los pudores lógicos con los que me topé al recoger testimonios, la mayor dificultad residió en la pobreza de nuestros archivos públicos. La Biblioteca Nacional, por ejemplo, es poco menos que inutilizable. –A lo largo del relato, se hace referencia a un secreto de infancia que parece siempre a punto de ser revelado y nunca llega a resolverse... –Aparentemente, todos tenemos un secreto de infancia. Quizá se trate de un efecto de lectura de distintos textos que cito, pero que no compuse yo. –La obra de Lamborghini, a pesar de su influencia, ha sido objeto de escasos estudios críticos. ¿Cómo explicaría esa carencia?

CURIOSIDAD. ”¿Cómo será alguien que escribe así”, se preguntó el biógrafo la primera vez que leyó a Lamborghini

–Bueno, Adriana Astutti le ha dedicado varios artículos. Nicolás Rosa también. Hay cosas de Tamara Kamenszain, Alan Pauls, Julio Premat y algunos otros, y ahora salió un volumen íntegro de estudios críticos sobre Lamborghini. De todos modos, es cierto que, como usted plantea, el interés de la crítica por esa obra no parece proporcional a su importancia. Supongo que el tiempo emparejará los tantos. A la literatura hay que darle tiempo. –En el prólogo, figura una reminiscencia personal. La vez que leyó Novelas y cuentos, editado por Ediciones del Serbal. Pensó que eso era la literatura argentina, que así había que escribir. ¿Cómo definiría ese estilo? La consigna, ¿sigue siendo válida? –Lo definiría, con alguna premura e inevitables generalizaciones, como una mezcla de la ironía y la opacidad macedonianas, los aires montaraces de la gauchesca y el aprovechamiento máximo de todo lo que aprendimos de Borges. Y mucho desparpajo. El mismo desparpajo que percibo en las obras de Gombrowicz, Copi, Aira, Zelarayán, Colautti, Laiseca, Libertella, Fogwill o el mejor Wilcock. Y creo que ahora, en medio de tanta “agenda” preestablecida por los sellos grandes y los premios literarios y tanta obsecuencia derivada de la voluntad –no siempre de mala fe– de ensanchar el público, la consigna es más válida que nunca. La literatura de verdad, creo, no es cosa de este mundo. Lamborghini la definía así: “Lugares vacíos y la interposición de la letra. La vida, nunca”. © LA NACION

Sábado 23 de agosto de 2008 I adn I 7