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"Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, ella ...
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La historia del pueblo de Dios nos deja una buena cantidad de enseñanzas sobre la tarea pastoral en Israel. Algunas de las ilustraciones nos muestran cómo no se debe hacer la pastoral mientras que otros ejemplos son dignos de imitar. Nos detendremos sólo en algunos de ellos y analizaremos especialmente el trabajo pastoral del sacerdote Elí y el profeta Samuel. Elí era un hombre como tantos otros que ocuparon un lugar de relevancia en la vida espiritual del pueblo. El ministerio sacerdotal al que había sido llamado consistía en trabajar a favor de las personas a las que debía ministrar. La función pastoral siempre requirió de un accionar dinámico hacia las personas, y no es posible actuar a favor de la gente sin poner manos a la obra. Elí es un caso muy particular, en tres momentos cruciales de su ministerio lo encontramos en una actitud pasiva. En cada una de estas situaciones el resultado fue negativo y las consecuencias fueron desastrosas para él. LA PRIMERA VEZ El último texto del libro de Jueces nos da cuenta del estado en el que vivía el pueblo de Israel en aquel tiempo: “En aquellos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía”. (Jueces 21:25) Todo indica que el pueblo necesitaba salir de esta anarquía, y para ello hacía falta un hombre verdaderamente consagrado a la tarea de restauración del orden. Y es en este contexto que entra en escena este singular hombre llamado Elí. Lamentablemente hace su aparición en una posición poco comprometida, lo encontramos sentado en una silla, inactivo, mientras una mujer se acerca al templo. Es Ana, quien se dirige al templo para presentar ante Dios el estado de su abatido corazón. El relato nos dice: "Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente" (1S. 1:9-10) Nos parece ver a esta piadosa mujer con su rostro demacrado y con una profunda angustia en su corazón por la burla y el desprecio que recibía constantemente por su esterilidad. Esta situación la hacía portadora de un sentir de abandono y soledad. Durante muchos años había esperado tener hijos y su sueño de ser madre se esfumaba con el paso del tiempo. En esa época no se conocía ningún estudio ni tratamiento al que ella pudiera haber accedido. Como nada de esto era posible, decidió ir al único lugar donde imaginó que podría encontrar comprensión y algo de alivio para su cargado corazón. Al llegar al templo se encontró con el sacerdote, alguien que cumplía una función pastoral. Seguramente sintió que por fin sería escuchada y comprenderían su situación, pensando que tal vez este hombre de experiencia y de mucho conocimiento teológico le daría alguna esperanza. Pero para su sorpresa nada de esto sucedió. Este pastor estaba confundido y sólo lograba ver a una mujer, que para su entender, estaba ebria y hablaba sola. Elí no se acercó a preguntarle qué le sucedía. No se

interiorizó sobre el estado del corazón de esta mujer y por ello no pudo compartir su dolor. No pudo ayudarla. Mientras Elí confundía el clamor y las lágrimas de esta mujer con un estado de ebriedad aumentando así el dolor y la incomprensión para Ana, Dios estaba contestando su oración y al darle el hijo que le pedía, estaba levantando a un nuevo sacerdote que a diferencia del actual, sería un verdadero pastor para el pueblo. LA SEGUNDA VEZ Elí aparece dirigiendo a sus hijos con una actitud pasiva, Dios lo reprende por no haber actuado en su momento y las consecuencias serían tremendas. Si repasamos la descripción que nos deja el relato bíblico veremos que la conducta de estos muchachos era tremendamente mala y desaprobada por Dios: "Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová". (1S. 2:12) "Era pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová". (1S. 2:17) "Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y como dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión". (1S. 2:23) Estos jóvenes cometieron varios pecados. Primero se nos dice que retiraban por la fuerza la mejor parte del sacrificio para ellos y con esto menospreciaban las ofrendas del Señor. Luego cometían fornicación durmiendo con las mujeres que venían al templo y tercero, no respetaban ni obedecían a su anciano padre. Bien podríamos afirmar que su padre no tendría por qué pagar las consecuencias de la desobediencia de sus hijos. Justamente Dios, quien nunca se contradice, no está reclamando la desobediencia de los hijos a su padre. El relato es muy claro y lo que encontramos no es un reproche a la conducta de estos jóvenes sino a lo que su padre debería haber hecho y no hizo: " Aquél día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado". (1S. 3:12-13) La idea es que no los reprendió de manera suficientemente enérgica o que los reprendió cuando era demasiado tarde. Podemos afirmar que los hijos de Elí eran desobedientes y que no tenían un corazón inclinado al Señor, pero no es esta la razón del reclamo de Dios ni la causa por la cual Dios castiga a este pastor de Israel. La fuerza del texto está puesta en la sentencia de Dios para con Elí: "El no los ha estorbado". Se ha mantenido pasivo ante el pecado. No actuó con la severidad que debía haberlo hecho, y de alguna manera se transformó en cómplice de sus pecados. Que Dios haya querido dejarnos este relato en su Palabra es muy aleccionador para cada uno de los que de alguna manera tenemos que cuidar de la vida de los demás. Al analizar el capítulo 3 de Primera Samuel, el comentario que hace de este texto el Comentario Bíblico Moody es muy interesante: “Los hombres de Dios, cuyo deber es el de exhortar a otros con respecto a su comportamiento pecaminoso, dejan de darse cuenta del pecado en las vidas de aquellos que están de lo más cercano a

su corazón. La insistencia de Pablo de que los líderes religiosos tienen que ser líderes en sus propios hogares es apropiada”. (Antiguo Testamento. Comentario Bíblico Moody, pag.280. Ed.Portavoz) Esto es tremendamente grave para quien hace un trabajo pastoral. Dios reclama de Elí su falta de acción en el momento oportuno. Siempre será más cómodo mantenernos "sentados" ante el pecado de nuestros hermanos. Esto nos permitirá vivir tranquilos y sin demasiadas complicaciones y compromisos, pero Dios nunca bendecirá una pastoral desde la silla. El apóstol Pablo para referirse a lo que se debe hacer, frente a la falta de un hermano, nos enseña lo siguiente: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. (Gá. 6:1) Analicemos frase por frase esta indicación del apóstol: “Hermanos” Se está refiriendo al trato que debe darse a alguien dentro de una familia. “Fuere sorprendido o es hallado”. No es la idea de andar buscando el error o la hermano.

equivocación del

“Alguna falta”. No importa qué tipo de falta, cualquier transgresión a los principios de Dios debe ser tomada en cuenta, porque todo pecado conduce al desastre en la vida del creyente. “Vosotros que sois espirituales”. Se refiere a los que están llevando los frutos del Espíritu, los que son maduros, los que tienen un corazón cerca de Dios. “Restauradle”. Repararlo, volverlo al camino, ubicarlo en el lugar que corresponde dentro del cuerpo. “Espíritu de mansedumbre”, No con altanería, no como tomando señorío sobre el hermano. “Considerándote a ti mismo”. Revisando la propia vida, siendo conciente de la propia debilidad, mirando al hermano como si fuera yo mismo el desviado. “No sea que tú también seas tentado”. Ninguno es inmune a la tentación, todos debemos tener presente que si no hemos caído es sólo por la gracia del Señor. LA TERCERA VEZ Sigamos con Elí, en esta tercera ocasión lo encontramos sentado cuando los filisteos capturan el arca. El pueblo de Israel había entrado en guerra contra los filisteos y éstos lograron ganar la batalla y como trofeo se llevaron el arca del pacto. El relato nos dice que: " Pelearon , pues los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a su tienda; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los hijos de Elí..." (1S. 4:10-11)

Todo el pueblo gemía y lloraba, la angustia se apoderó de cada uno de ellos, no sólo por la pérdida de la batalla sino mucho más, porque el símbolo de la presencia de Dios había sido quitado por los enemigos. Ante el dolor y la desorientación que sentía la gente, el sacerdote, el pastor, el hombre que debía velar y guiar al pueblo no estaba en el mejor lugar, el relato nos dice: "...he aquí que Elí estaba sentado en una silla vigilando junto al camino, porque su corazón estaba temblando por causa del arca de Dios... dijo pues aquél hombre a Elí: Yo vengo de la batalla, he escapado hoy del combate. Y Elí dijo: ¿Qué ha acontecido, hijo mío? Y el mensajero respondió: Israel huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo, y también tus dos hijos, Ofni y Fines, fueron muertos, y el arca de Dios ha sido tomada. Y aconteció que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió...". (1S. 4:13-18) Muchos años atrás el pueblo de Israel había tenido una experiencia parecida, pero con resultados distintos. El guía de aquellos días tenía algunas similitudes con el sacerdote Elí. Al igual que éste, era un anciano y ya no podía salir a la guerra pero también tenía la responsabilidad de liderar y guiar a su pueblo. Su trabajo pastoral era el mismo que cada pastor tuvo y tendrá que realizar: hacer frente a las batallas de su pueblo, salir a luchar con ellos o quedarse a orar por ellos intercediendo para que Dios actúe y dé la victoria. Así fue como lo hizo Moisés, Exodo17:8-16 nos da un relato bastante completo de la forma en que el hombre de Dios enfrentó la adversidad aún cuando sus fuerzas físicas no le respondían. "...Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano..." Esta historia termina muy distinta a la batalla de Israel y los filisteos, el relato concluye :

"... Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada..." Mientras Elí pretendió hacer la pastoral desde su silla, Moisés la hizo con sus rodillas dobladas y clamando a Dios y los resultados están a la vista. Bien podemos afirmar que el activismo puede ser una evidencia del desorden interior, pero la falta de acción puede ser un síntoma de comodidad y desobediencia a la voluntad de Dios.

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