LA GrUIRNALDA - Hemeroteca Digital

Romanza para canto y piano. EL BILLETE ... ¿Bra aquél efectivamente amor, ó el interés benévolo .... —r Os volvéis loco sin duda, amigo mió. — No, yo no ...
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GrUIRNALDA, PERIÓDICO QUINCENAL, DEDICADO AL BELLO SEXO.

Madrid 16 de Setiembre de 1870.

ANO IV. SUMARIO.

El biUete emljlemático, continuación, por P. Z.—Los Ángeles, balada, por D. A. Mondéjar.—La piedad filial, cuento infantil.—Las manos hablan, por D. Enrique F. Iturralde.—Los enanos hechiceros, por los hermanos Grimm. —Crónica teatral, por-Julio Agosto.—Miscelánea.—Charada.—Jeroglífico. —Pliego de dibujos, por J. Magistris.- Romanza para canto y piano.

EL BILLETE EMBLEMÁTICO. (Continuación.)

lí.

Algunos dias después nuestro joven pintor hallábase en el pabellón que debíanla munificencia del sultán, y apoyado sobre sus codos en el antepecho de una ventana extendia sus miíadas en ademan pensativo por las sombrías avenidg.s del parque. El pobre mozo se entregaba plácidamente á todos los desvarios de su acalorada imaginación. La ^ventura amorosa que habia emprMidido caminaba al vapor; Kaoiil apenas oponía resistencia, y merced al eficaz auxilio de Alkendi Jorgue, componía todos los dias un nuevo ramillete, expresando loaafectos de la pasión que por completo le absorbía. Hacia un ccjnsumo fabuloso de flores. Si'n embargo, á decir verdad, hubiérale sido difícil á nuestro artista explicar sencillamente lo que pasaba por él y cuál era el verdadero sentimiento que le arrastraba hacia la interesante Kamil. ¿Bra aquél efectivamente amor, ó el interés benévolo que le inspiraban su juventud y su belleza? Difícil le hubiera sido contestar á esta pregunta.

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Eamil contaba apenas diez y siete años; era alta, esbelta, y sus grandes y negros ojos se distíaguían además por cierto reflejo aterciopelado que i-nspiraba á la vez la admiración y el embeleso. Por otra parte, Jorge poseía en alto grado el arte del fisonomista, y una simple mirada le habia bastado para persuadirse de que aquella joven tan hermosa conservaba aún su pureza primitiva. Todo, pues, se conjuraba para exaltar su amor. Jamás había contemplado j¿ven tan hechicera, y cualquiera otro en su lugar se hubiera considerado feliz conduciéndola al altar y dándola ^1 nombre dé esposa. Y sin embargo,'Jorge no señtia al lado de ella aquellos estremecimientos súbitos, indescriptibles, que son en todas partes los síntomas verdaderos del amor. En vez de ese fogoso entusiasmo, experimentaba más bien, cuando se hallaba con la bella Kamil, un afecto casi tranquilo y un deseo vehemente de protegerla y defenderla, tal como existe en el fondo del corazón de todo hombre que abriga sentimientos generosos. Empero el amor propio habia operado aquello misjno que tal vez el amor verdadero hubiera vacilado ejecutar. Habíase el joven pintor metido en una aventura donde le amenazaban los más serios peligros, y no obstante, se hubiera dejado matar mil veces pritnero que volver un paso atrás. El Selan entre tanto habia seguido su curso regular y ordinario: la mañana misma de que hablamos, Kamil habia hecho llegar á las manos del joven artista un ramillete, cuyas flores significaban una resolución definitiva y valerosa, la de escaparse del harem confiándose 4 su honor y á su lealtad. Cuando se dirige semejante llamada á un hombre joven,

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la vacilación no es posible. Jorge, pues, lo tenia ya todo dispuesto para una fuga pronta; y como la noc.he empezaba á extender su lóbrego manto, aguardaba con una ansiedad fácil de comprender la hora fijada para la partida. Alkendi debia ayudarle en esta aventura peligrosa y no se habia presentado aún: así, pues, Jorge escudriñaba con ojos inquietos las verdes y sombrías profundidades del parque. No era que tuviese miedo. En sus viajes frecuentes á través del mundo conocido, Jorge habia arrostrado más de un peligro sin temblar: y muchas veces habia contemplado cara á cara á la muerte sin palidecer. Mas el joven artista pensaba con cierta preocupación en los riesgos que amenazaban á-sus cíjmpaüeroa de fuga en el caso de que ésta se descubriese, en cuyo trance comprendía demasiado que seria impotente para protegerles. Las leyes sobre el particular eran severas, el castigo tremendo. Serian condenados á muerte sin misericordia lá hermosa Kamil y el joven Alkendi. ¡ Morir á los diez y siete años, siendo tan bella! ¡ Morir cuando se acercaba el ansiado momentQ de unirse en dulce coyunda con el esposo escogido! Jorge se estremecía. En este momento divisó algunas luces errantes entre las calles de las arboledas: «los guardias corrían de acá para allá apresuradamente: en todas partes se notaba un movimiento inusitado. ¿Seria que con efecto acontecía algo de extraordinario en el palacio del sultán? ¿No podría más bien sei^ únicamente una alucinación píoducída por los temores y cavilación de Jorge? ¿No podrían ser todas aquellas figuras en movimiento meros fantasmas forjados por la preocupación de su ánimo? En los primeros instantes no supo qué pensar, buscando el medio de engañarse á sí propio; tal necesidad experimentaba de dudar de aquello que oía y de lo mismo que veía. Porque, pensaba psrasí, las medidas-están bien tomadas, el secreto guardado discretamente... imposible le parecía que el sultán hubiera podido tener noticia de sus proyectos. Entre tanto el movimiento que había notado tomaba mayores proporciones, y bien pronto tuyo que desechar la última esperanza de que todo aquello podría no ser más que una ilusión. Un sudor frío se apodera de todo su cuerpo, vacilan sus píes y se sienta por fln aterrado sobre un sofá. El sultán acababa de penetrar en el pabellón seguido de una guardia n^umerosa. Había sido engañado, sobre esto no cabía ya ningún género de duda; ¿mas quién era el traidor? Alkendi acaso... pero no; él quería bien al joven J)ersa; habia descubierto en él mil buenas cualidades. Repugnábale, pues, tener que acusarle de astucia y deslealtad. Cuando Rokneddin penetró en la estancia ocupada por el pintor, su rostro era sombrío, una rabia mal contenida se agijtaba en su pecho. Sin vacilar fué en derechura hacia Jorge, el cual se

habia puesto ya de pié y se esforzaba por aparentar un aire tranquilo; pero un terror invencible se habia apoderado de toda su persona y se estremecía al pensar en la infortunada Kamil. • — Amigo mío, habló por fin el sultán después de algunos instantes de un silencio angustioso; soy muy feliz en encontraros, porque acaiba de sucederme un lance de la mayor gravedad. — ¿Qué ha sido, pues? respondió Jorge efectando una grande serenidad. Rokneddin tomó asiento, y el pintor hizo otro tanto. — La vida de un sultán, dijo el primero con una voz penetrante, está llena de escabrosidades y sembrada de espinas. Pensaba yo que liabia dado hasta aquí, ejemplo de buenas costumbres á mi pueblo; pero he sido cruelmente engañado, y hoy mismo, en mi palacio... ^¿Qué es lo que ha sucedido? preguntó de nuevo Jorge para descaminar, sí las tenía, las sospechas de su interlo-^ cutor. Rokneddin, sin embargo, no parecía que recelaba del •artista. — Lo que ha pasado prosiguió, pues, con palabras entrecortadas, tengo vergüenza de referirlo. Escuchadme, amigo mío, y juzgad después. Tenía yo en mí serrallo una joven llamada Kamil. — ¡Kamil! repitió maquínalmente el pintor. — ¿ La conocéis vos ? — ¡ Ah! proseguid. — Dicen que esta joven es de una notable hermosura; mas fiel á la continencia que yo me he impuesto, ha sido respetada por mí su inocencia y su pureza... Parece que es muy joven? diez y siete años todo lo más. Estaba en el caso, mejor que ninguna otra, de agradecer las atenciones • y miramientos con que se la distinguía; y sin embargo... — ¿Sin embargo?... — Me'ha engañado esa joven. — ¿Será posible? — Dicese, prosiguió el suUan lanzando un suspirp, que no obstante de su inocencia, la joven Kamil habia aprendido el arte de componer ramilletes. — ¿Y qué es eso? balbuceó Jorge. — ¡ Ay! amigo mío; vos ignoráis el partido que las jóvenes saben sacar de las flores en este país; no conocéis 'los usos y costumbres del Oriente; y sí los conocieseis, vuestra probidad y vuestro honor se resistirían para emplearlos en tramas inicuas. Jorge se mordió los labios bajando los ojos. —Sin duda, sin duda, respondió con algún embarazo; mas Kamil, esa hermosa joven... — Pues bien... —¿Qué es lo qué la ha pasado? —Kamil lo tenia todo preparado, para escaparáe de Ispahan esta misma noche. — ¿Sola? — No. —¿Tf su cómplice?

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— Le conocéis muy bien. * kendi amaba á esa joven antes de que fuera arrebatada á -¿yo? sus padres, y quería hacerla §a esposa. Siguióla álspahan. Ha rondado constantemente los alrededores de palacio, y — Se llama Alkendi. no ha entrado á vuestro servicio más que con el objeto de — ¡Alkendi! Jorge lanzó un gí-ito de sorpresa y espanto, dando un> acercarse más fácilmente ó de ponerse de acuerdo con ella: mirad vos si lo ha conseguido. Él era el que composalto hacia atrás. — I Alkendi! repitió después afectando asombro. ¡Ah, nía los ramilletes que vos llevabais á Kamil, y el amor señor! sin duda se os wigaña, estoy seguro de ello. Yo que la joven, odalisca os atestiguaba era á Alkendi á quien conozco á Alkepdi, y le considero incapaz de semejante se dirigía... ¿coniprendeís bien ahora? felonía; salgo garante. Vuestras sospechas no van por ca— Perfectamente... respondió Jorge, que hjibiera quemino acertado recayendo sobre ese pobre muchacho, de rido tener entonces á Alkendi entre sus manos. cuya inocencia no me cabe la menor duda... empeño mi — Habéis sido, pues, su juguete. palabra. — Ciertamente que sí. Rokneddin se sonrió, y levantando los hombros, — Pero, Dios sea loado, su ratería ha sido descubierta; — Alkendi, dijo con gravedad, será decapitado esta ambos culpables están en*nuestro poder, y yo puedo venmisma neche. garme. * — ¿Mas cuál es el crimen que ha cometido? — ¿Cómo? — Acaba de ser sorprendido en la puerta del Norte in— ¡Oh! de un modo muy sencillo. tentando su fuga con Kamil. —¿Cuál? . " . — Entregándoos la joven que intentaba arrebatar de mi — lÉl! harem. — El mismo. ' , — ¿Con Kamil? — ¡Kamil! — ¿Dudáis todavía ? — ¿Os desagrada esto por ventura? Jorge era presa de mil agitaciones diversas sin saber — De ninguna manera. qué partido tomar. No podia resolverse á dejar que sufriese — Pues bien: las órdenes van á ser comunicadas al otro el c&stigo' que él merecía; confesábase interiormente punto, yantes de pocos minutos Kamil se hallará en poder verdadero culpable, y estuvo más de veinte veces para vuestro. escaparse de sus labios la confesión de su delito. Rokneddin da con e8,to por terminada la conferencia, y En fin, ya no pudo* más, y acabó por arrojarse resuelta- estrechando una vez más entre las suyas las manos del mente á los pies de Bokneddin. pintor, se aleja escoltado por sus guardias, no sin prometer antes á Jorge que le enviaría juntos á los dos culpables, •—¿Qué es lo que hacéis? exclamó el sultán. á fin de que pronuncíase él mismo su sentencia. . — Implorar vuestro perdón, respondió Jorge. Jorge le vio partir con la más penosa agitación. —¿Qué queréis deeir? — Quiero deciros, roh lumbrera de Oriente! que no J. Z. hay aquí más que un solo culpable... y que ese culpable fLa conclusión en el número próximo.) soy yo... • —r Os volvéis loco sin duda, amigo mió. — No, yo no quiero aceptar en lo más mínimo el geneLOS ÁNGELES. roso sacrificio de Alkendi; sufra yo solo la suerte que he merecido. , BALADA,Jorge se levanta terminadas dichas palabras, y refiere Yo quiero ver los ángeles del cielo, á Rokneddin cuanto había ocurrido: suS primeras entre-^ madre del alma; vistas con Kamil, el cambio de ramilletes, todo, hasta su he soñado una noche que tenían proyecto de fuga que no había podido poner en ejecución. preciosas alas, Rokneddin lo escuchaba todo con una atención profunda: blancas y azules, muchas veces el joven pin^tor viole sonreír irónicamente y que viven meciéndose levantando los hombros. Después que hubo terminado su sobre las nubes. revelación, el sultán le cogió las manos bondadosamente y le hizo sentar á-par de sí. ' Yo quiero que me lleves ásu lado, — Hijo mío, le dijo entonces, ese Alkendi es el más péíporque me han dícho/ fldo de los sirvientes: le conozco ahora tal cual es^ Kamil qué también somos ángeles del mundo y él estaban en inteligencia, y os han engañado. todos los niños; Jorge procuraba hacer un gesto de incredulidad: su Llévame, madre, amor propio se sublevaba contra el pensamiento de haber poique de nuevo viéndoles sido el juguete de su astuto criado. seré yo un ángel. — No 08 quepa duda alguna, prosiguió el sultán: Al-

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140 El niño que así exclamó, en los brazos se durmió de su madre con cariño, y soñando el tierno niño en el cielo despertó. Su madre no hallé consuelo; sola y triste padecía sumida en continuo duelo, pero oyó á su niño un dia que la dijo desde el cielo: ' No llores, si muriendo te abandono, •' que ya he logrado ser un ángel feliz sobre las nubes, cual mis hermanos :• ^ que" todos, madre, fueron niños bellísimos, y ahora son ángeles. ÁNGEL MONDÉJAB.

LA PIEDAD FILIAL.

CUENTO INFANTIL.

El caballero Vallmoud y su esposa Eufrosina, no muy ricos, pero dotados ambos de talento y de excelente carácter, tenian una hija llamada Enriqueta, á la cual prodigaban los mayores cuidados á fin de darla una buena educación. Enriqueta por su parte correspondía & estás atenciones amando á sus padres con la mayor ternura, y complaciéndoles en cuantas órdenes le imponían aun cuando contrariaran abiertamente sus deseos. Habiéndola sorprendido una gran enfermedad, observó la inquietud de su madre y el sentimiento de que estaba poseído su padre, viendo que no participaba de.su buen humor habitual. Eatas muestras de ternura la conmovieron vivamente, y dio gracias al cíelo por haberla dado unos padres tan afectuosos. La señora de Vallmoud, á fin de cuidar mejor de su hija, estaba siempre sentada á la cabecera de su lecho, ya consolándola con sus tiernas caricias, ya leyendo ó contando anécdotas con las cuales hacía su tiempo más agradable. Su padre, que tenía la costumbre de ir á,visitar diariamente á uno de sus amigos^ en cuya casa se reunían otras muchas personas que entretenían las horas en recreos instructivos, se consagró exclusivamente á su hija haciéndola compañía al lado de su esposa. Enriqueta, agradecida ppr todas estas demostraciones cariñosas, apenas se restableció, expresó á sus padres el mayor reconocimiento por las atenciones que la habían prestado durante su enfermedad. Una mañana Enriqueta rogó á sui^ padres que la acom-

pañaran al jardín, que aunque pequeño era lindísimo y encerraba flores de mucho gusto; y aun cuando no adivinaban la razón de semejante súplica, la siguieron voluntariamente adonde Enriqueta los quiso conducir. Una vez en el jardín, los hizo penetrar en un bosquecillo que había en el medio; y ¡ cuál seria su sorpresa, cuando víeton un altar de flores perfectamente adornado, en el cual se leía la siguiente inscripción: Tributo que rinde el amor filial a los cuidados paternales! Sobre el altar había un cuchillo inglés para el caballero Vallmoud, y un par de tijeras con un paquete de agujas destinadas á su madre; presentes que fueron acompañados, de una carta tiemisima, en la cual expresaba Enriqueta el mayor reconocimiento por las atenciones de que había sido objeto. A la lectura de este billete los pa'dres de Enriqueta la abrazaron llorando, y la bendijeron por su acendrado cariño. La ofrenda de Enriqueta era tanto más digna de alabanza, cuanto que para ello habia hecho el sacrificio de sus economías de un año, que destinaba para comprarse ciertas galas que debia haber tomado cuando cayó enferma. Sus padres, penetrados de este sacrificio, guardaron cuidadosamente estos presentes en recuerdo del afecto de su hija. Cuando Enriqueta tuvo diez y seis años, la guerra había arrebatado á sus padres cuanto poseían, hasta el punto de pregiintarse muchas veces; ¿ De qué comeremos en adelante? ¿Cómo nos vestiremos en cuanto acaben de romperse estos vestidos ? ' Esta angustiosa situación preocupó tanto á la virtuosa Enriqueta, qué se decidió á entrar á servir á pesar de los ruegos y las querellas de sus padres. Encontró al cabo una buena casa en una ciudad inmediata á la aldea que habitaban sus padres, y estuvo á poco de sucumbir á causa de no hallarse acostumbrada á trabajos tan penosos y continuos. Sin enlbargo, animada con el deseo de ser útil á sus desventurados padres, sacó fuerzas de flaquezas, y se entregó sin desoanso al trabajo no perdonando tiempo, ni aun los domingos en que le era permitido salir á divertirse con sus amigas, porque prefería raservar el dinero para sus padres, que pagar un tributo á la pasión que sentía por el baile. A la llegada del invierno, muchas jóvenes de la ciudad habían organizado una función á la cual habia sido Enriqueta invitada; pero á pesar del incentivo que tenia para ella esta diversión y los ruegos repetidos de sus amigas, contuvo su deseo y se resignó á no asistir, por ahorrar el dinero que necesariamente debia gastar en un traje. Así trascurrió un año, al cabo del cual fué Enriqueta un diaá casa de una de sus amigas, llevando un paqñetito debajo del Í3razo. —¿Qué traes? le dijo su amiga. —Quisiera, respondió, vender mi vestido nuevo, y si encontrase quien me lo pagara, al momento me desharía de, él á menos precio. • La amiga de Enriqueta quiso conocer el motivo que la obligaba á esta determinación, pero fué inútil. Al cabo encontró un comprador-, ^ m ó el producto de la venta y

LA GUIRNALDA. corrió k casa de sus padres, que se encontraba en una situación embarazosa por no poder pagar el alquiler de su habitación. En fin, Enriqueta era siempre el ángel salvador de sus padres, que hubieran perecido sin duda á. no haberlos auxiliado con su trabajo. Enriqueta recibió al cabo la recompensa de su piedad filial, casándose con un gallardo y rico comerciante que la hizo feliz. Hizo que sus padres fueran á vivir á su lado, y cuando bajaron al sepulcro los lloró sinceramente y guardó un dulce recuerdo pensando en la dicha que les debia.

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de comenzar su tat^a de madrugada; después con la conciencia tranquila se acuesta tranquilamente, reza sus oraciones y se entrega á un plácido sueño. Al dia siguiente, así que se levantó fué á poner manos á su "obra, cuando encuentra el par de zapatos perfectamente concluidos sobre la mesa. Su vista le causó la sorpresa que es de suponer, y por más que discurría, érale imposible adivinar cómo podía haber sucedido cosa tan extraña. Tomó los zapatos y los examinó detenidamente por todos lados: hallóles primorosos, sin que les faltase un solo punto; eran lo que se llama una obra maestra. Llevóles á vender á la tienda de un almacenista de cal'zado, al cual le agradaron de tal modo, que los pagó mucho más caro que lo que valían; de modo que pudo socorLAS MANOS HABLAN. rerse momentáneamente el zapatero y comprar material para otros dos pares: cortóles aquella misma ijoche, y disponiéndose al trabajo por la mañana, encontró que los dos I. pares se habían hecho, sin duda, á sí propios durante la ¿te acuerdas? Junto á tí estaba, noche; y esta Vez, con lo que el comprador dio por los y de esperanza y de miedo nuevos zapatos, pudo hacerse con cuero para otros cuatro me temblaba el corazón, pares. La mañana siguiente halló, como siempre, que escobarde en aquel momento. taban también concluidos, sucediéndole en adelante lo Tu rostro estaba encendido, mismo con cuanto material dejaba cortado; de manera, latía veloz tu seno: que además de encontrar su tarea sumamente fácil y cóyo me miraba en tus ojos moda, vino á verse rico en poco tiemfjo. y respiraba tu aliento. tina noche, alrededor de Navidad, en que acababa de —¿Me quieres? dije á tu oído, hacer el corte de su obra, al irse á acostar dije á su mujer: tu linda mano cogiendo; ¿Qué te parece, si acecharemos esta noche para ver á los y tu mano húmeda ardiente, que nos ayudan de este modo ? contestó al punto :—Te quiero. Consintió la esposa, y dejando una luz encendida se esII. condieron en un armario entre los vestidos que se hallaban allí colgados, y observaron atentamente. En cuanto cantó Después de un año de ausencia, el gallo á media noche, dos enanillos completamente desaño en que viví muriendo, nudos aparecieron en la estancia, se colocaron en el taller te vi al fin, y el regocijo del zapatero, y tomando el cuero cortado con sus pequeñas no me cabia en el pecho. manos, se pusieron á puntear, coser y golpear con tanta Pensativa, indiferente, destreza y prontitud, que era una maravilla. Así trabaja^ mis ojos allí te vieron, ron sin descanso hasta que toda la obra estuvo terminada, y al verte de tal manera y entonces desaparecieron como por ensalmo. me dio el corazoü un vuelco. Por la mañana dijo la mujer: Estos eñanitos nos han —¡Ya no me quieres! te dije, hecho ricos, y yo creo' qilfe debemos mostrarnos agradecitu linda mano cogiendo; dos. Los pobres deben sentir mucho frío, porque vienen y tu mano, seca, fria, completamente en cueros. Me ha ocurrido, pues, si te pacontestó cruel:—-Es cierto. rece, hacer á cada uno su camisita, sus calcetas y un ENRIQÜK PBRNANDEZ ITCBRALDE. traje, en fin, todo completo, mientras tú les dispones ala callada un par de zapatos á cada uno. Al marido le pareció bien, y por la noche, 'teniéndolo LOS ENANOS HECHICEROS. todo dispuesto, colocaron sus regalos sobre la mesa y tornaron á esconderse para ver cómo los enanos obraban á la vista de ellos. Llegaron, pues, y al sentarse para comenCüBNTOS ALEMANES.. zar su trabajo se encontraron sobre la mesa, en lugrar del I. cuero de otros días, los bonitos vestidos con que intentaban A consecuencia de una no ínterrumpid^aérle de desgra- obsequiarles. Su primer movimiento fué de sorpresa y ad-' cias, un pobre zapatero había venido & parar en tal pobre- miración, que cambiaron bien pronto por una grande aleza, que no le quedaba ya más material que el indispensa- gría. Vistiéronse poseídos del mayor placer aquellas ropas, ble para un solo parde zapatos. Por la noche le cortó, á ñn y comenzaron á cantar:

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LA GUIRNALDA. Con este traje estamos muy guapos chicos; adiós, hormas, cerote, suela y cosido.

En seguida se pusieron á bailar y saltar por encima de las sillas y de los bancos, hasta qne por fin, sin cesar en su bailoteo, ganaron alegremente la puerta. Desde entonces no se les ha vuelto á ver más; pero el zapatero continúa siendo dichoso, saliéndole á pedir de boca todo cuanto emprende.

CRÓNICA TEATRAL.

Cuatro palabras preliminares.—La temporada teatral.—BUFOS ABDEBIUS. la FaMríta, dos actos, arreglo del francés por el Sr. Pastorfldo, música de Offenbach. Los estaníueros aéreos, monomanía gimnástica francasa, original de D. Federico Bardan y música de autores conocidos.—Cisco T TKATEO DE MADEID. Obras del repertorio. El espíritu del «uir, baile fantástico.

Al inaugurar hoy esta sección en las columnas de LA GUIHNAiDA, permítaseme una breve digresión preliminar, que me parece muy adecuada para dar á conocer cuál será mi guia en la apreciación de las obras en cuyo examen me ocupe. II. De dos maneras radicales puede Ser juzgada una obra dramática: revistiéndose de la más intransigente severidad, ó armánÉrase,una pobre criada muy limpia y muy diligente: dose de la más lata benevolencia. Puede haber, sin embargo, un término medio, y no militando barría todos los días la casa y depositaba la basura en la calle, delante de su puerta. Una mañana, al verificar esta bajo las banderas de aqúelk, ni haciendo tremol|ir la de esta parte de la limpieza, se encontró con una carta en el suelo; otra, creo que es donde debe colocarse quien no se proponga pero como no sabia leer, dejó su escoba á un lado y llevó & aparecer como el más desconocedqr de la literatura. ¿Qué obra humana no tiene sus defectos? sus amos la carta; era una invitación de los enanos hechi¿En qué producción literaria no se encuentra una idea nueva, ceros, que la suplicaban fuese madrina de sus hijos. Perun pensamiento elevado, un fin moral levantado ó alguna otra pleja se vio antes de resolver: mas después de muchas va- circunstancia que haga aquella recomendable aun á la crítica más cilaciones , habiéndosela dicho que era muy peligroso ne- descontentadiza? garse, aceptó el madrinazgo. No olvidando, pues, que la obra del ingenio más sublime ha Entonces vinieron tres enanos k buscarla, y la condujeT de tener sus errores, y que la que m^nos digna de elogio sea, ron k una caverna de la montaña donde tenian su guarida. puede contener algo que neutralice el jefecto de su escaso valer, Todo era allí de una estremada pequenez, pero lindo y aun queda otra subdivisión que conviene anotar aquí. Hay quien supone que debe censurarse más el error del que monísimo sobre todo encarecimiento. comienza, para apartarle de la equivocada senda por qué camine; Hallábase la parida en una cama de ébano incrustada y ser mayormente disculpado el del escritor acreditado, en gracia de perlas, con cobertores bordados de oro: la cuna del realo que le haya hecho elevarse á un puesto distinguido en la recien nb,cido era de marfil, y su baño de oro macizo. Despública literaria. pués del bautismo, la criada quiso volver á casa de sus Otros profesan distinta opinión, y al paso que son inexorables señores, pero los enanos le hicieron vivas instancias para con el literato reputado por creerle obligado á no descender jaque permaneciese con ellos siquiera tres dias. Condescen- más ni aun momentáneamente del lugar que supiera conquisdió con este ruego, y durante aquel tiempo lo pasó muy tarse, admiten y prodigan mayor suma de condescendencia con bien entre alegrías y fiestas, porque aquellos diminutos el que da sus primeros pasos en la carrera de las letras. seres se esforzaban á cual más para que estuviese conNi lo uno ni lo otro me parece tampoco lo justo. Ni al acreditado dramaturgo puede exigírsele que todas las manifestaciones tenta. . ' Al cabo de tres dias quiso resueltamente volverse; los de su inteligencia guarden un orden de'igual mérito ó recorran enanos la llenaron los bolsillos de oro y la condujeron una escala ascendente de valor literario, ni menos por el hecho dé haber alcanzado un renombre envidiable ha de perdonársele hasta laboca ó -entrada del subterráneo. En cuanto arribó extravíos ó equivocaciones, sin señalárselas al menos. á casa de sus amos, como era aplicada, se puso desde Algo semejante diré acerca del escritor novel. Ni severidad tan luego al trabajo, tomando su escoba del mismo rincón completa que le atemorice y le haga desmamar en las aficiones donde la habia dejado. Pero salieron entonces de la casa que quizá algún día hagan imperecedero su nombre, ni menos unas personas desconocidas para ella, las cuales la pre- repetiré, por el hecho de desconocer la escena y sus resortes, guntaron que quién era y qué se la ofrecía. consecuencia ineludible de falta de experiencia, se le han de paDe las explicaciones recíprocas vino á sacar la pobre que sar en silencio sus obcecaciones ó aberraciones, que hasta esto se no habia estado en casa de los enanos solos tres dias como ve en algunas obras de autores noveles. Por lo que antes dije hablando de la severidad y de la benevopensaba, sino siete años, durante cuyo tiempo sus amos lencia, pudiera creerse que no soy partidario de una ni de otro habían fallecido. ' • de un modo radical, completo, absoluto. Y sin embargo, creo que debe emplearse el criterio más estre{De los hermanos Grimm.) cho y más severo posible para juzgar todo aquello que tenga una tendencia inmoral, todo cuanto ostente las galas impúdicas de la desvergüenza y los falsos atavíos del chiste grosero y del epigrama descarado y procaz. Enseñar deleitando es l a m t e ^ del t^tro, y cuanto se dirija á

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También en esta pieza abunda el chiste de verde subido; pero hermanar esas dos ideas sin traspasar los límites'del decoro y de ya no hay que extrañarse de ello en aquel teatro. la moral, encontrará nuestro aplauso. La música es casi toda de zarzuelas conocidas. Pero observo que estas consideraciones van invirtiendo el esLa ejecución de una y otra pieza es regular. Arderíus alcanza pacio que hé menester para ocuparme de las últimas novedades.' La temporada cómica comienza- siempre en Madrid en el mes siempre el aplauso, que es lástima que no haya querido buscar en otra esfera; y la Checa, la Ruiz, Ponzanó y Castilla, contribude Setiembre. yen á sostener en el cartel dos obras que no tenían condiciones Durante el mismo se inauguran dos ó más teatros. Este año, en lo que de él va trascurrido, ya han comenzado en para fijarse en él mucho tiempo. Por falta de espacio tendremos que renunciar á decir algo uno las representaciones. En el de los Befos Aíderius, después de un conato de inaugu- acerca de la ejecución de las obras del repertorio que se vienen ración, porque la escasez del alumbrado impidió terminar la re- ejecutando en el teatro y circo de Madrid. Las amazonas del forpresentación, interrumpida por los gritos de los que siempre mes, El relámpago y La hija del regimiento, se ejecutan bastante bien. aprovechan la ocasión de darlos y la manifestación de disgusto Pero en cambio El loco de la guardilla, Un cocinero y Un caballero del público sensato, comenzaron las tareas el 4 del actual con La particular, hacen se eche de menos la época en que se estrenaron ^ ' Favorita, arreglo en dos actos hecho porel Sr. Pastorfido para la esas tres lindas producciones. música del maestro Offenbach, y los estanqueros aéreos, mono- Lo que alcanza un éxito extraordinafío es el baile fantástico El manía gimnástica francesa (sic), original de D Federico Bardan espíritu del mar. La agilidad y firmeza de la Puichiara, las decoraciones, los preciosos trajes, todo, en fin, justifican el favor qué el y música de conocidos compositores. El argumento de La Favorita tiene alguna semejanza con el de público dispensa á aquel nuevo y sorprendente espectáculo. la ópera de Donizetti. JoLio AGOSTO, • Basado sobre el que sirvió al compositor bergamasco-para su preciosa parttitura, en lo que aquél se aparta d« la moralidad, variados los tipos, y por consiguiente las situaciones, y reducida la dimensión del primitivo cuadro á proporciones más limitadas, ni resulta interesante ni nuevo. , MISCELÁNEA. La acción es escasa y sin situaciones verdaderamente cómicas, que es lo qué se debe buscar en obras del género á que pertenece Tenemos advertido antes de ahora que es tal el cúLa Favorita. El diálogo sólo es chistoso y picante cuando traspasa'los límites mulo de poesías que se nos remiten para su inserción en LA GUIRNALDA, que apenas bastarían todas sus que los rigoristas no consienten se traspongan. En aquel teatro va siendo indispensable el ahuyentar cierta páginas para contenerlas. Nos es, pues, imposible puclase de público para que á otra parte se le sirvan manjares, que blicarlas , sin que por esto dejemos de apreciar el m é hacen bien los autores en preparar, recordando el yerso de Lope rito de algunas. « de Vega, que da al vulgo lo que es de su gusto. Es verdad que si no se condimentaran aquellos con estimulanColores de los planetas: tes dignos de censura, no se habría estragado de tal modo el gusto El amarillo, es el color del Sol. de una parle del público. El blanco, el de la Luna. La música de La Favorita no es de la más agradable de OffenEl verde, el de Venus. bach. Dos piezas tiene sin embargo que obtienen excelente acoEl rojo ó encarnado, el de Marte. gida. La una, la canción del primer acto, que dice bien la Checa, El azul, el de Júpiter. es aún más linda por el acompañamiento de violines que por la El negro, el de Saturno, parte cantable, y ésta la dice también el coro con igualdad y seEl gris, el de Mercurio. cundando á las partes principales con buen acierto. El concer•» tante final también es bastante lindo. Los estanqueros aéreos han venido sin duda á satisfacer un anti- En la testamentaría de un médico famoso se inventarió un cuaguo deseo de Arderíus de presentarse en la escena vestido con derno sellado, con un rótulo exterior que decía: Los ¿randes traje de artista ecuestre ó gimnástico. misterios de la mediana. Abriéronlo con ahínco sus herederos, y Sólo así se comprende que él y Castilla nos den en el escenario entre muchas hojas en blanco sólo hallaron una en que estaba del teatro del Circo lo que vemos diariamente en el de Price. escrito: Tened la cabeza fria, el vientre limpio, los pies calientes, La afición de dos sugelos á la gimnasia les lleva á tener trape- y reíos de los médicos. cio en una sala bien amueblada, y allí hacen unas cuantas evolu• * ciones gimnásticas aéreas. ün caballero de industria i^ecía á (jtro de su mismo oficio: Ni esto es gracioso, ni tiene jnás mérito que el de ver á los ac—Ah bribón, precioso es el alfiler que llevas en tu corbata. tores trasformarse en artistas de circo, aunque no pasando de —¿Te gusta? aprendices. — Mucho. Una sobrina de aquellos señores se énge profesora de idiomas, —Me alegro. para obtener en pago de su enseñíuiza lo que necesita para com—¿Y puede saberse cuánto te ha costado? prar la parttitura de una obra bufa, que sus tíos la niegan; y ese —La verdad, hombre: no te lo puedo decir, porque cuando lo disfraz y la ignorancia de éstos facilitan una escena de lección de tomé, 00 había nadie más'que yo ea la platería. francés de alguna gracia.

LA GUIRNALDA.

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Verdades de á folio: —Quien vive de esperanzas morirá de hambre. —Quien tiene oficio tiene beneficio. . —Dios da de todo al que trabaja. —Avergonzaos de sorprenderos en la ociosidad. ^ — Emplea bien el tiempo si quieres tener descanso. — El descanso es el tiempo empleado en hacer algo útil. —Guarda tu hacienda, que tu hacienda te guardará. —El que quiera enriquecerse por medio del arado, debe conducirle él mismo. —Con lo que se sostiene un vicio hay para educar dos hijos. —La seda y el raso apagan el fuego de la cocina.,

Es nombre y verbo á la vez, y de ambos modos es malo. Tal se llamó una ciudad, que bañó el Mediterráneo, á la que dio eterna fama su comercio extenso y vasto. También dicen que sus hijos el a, b, c, nos legaron. Y el todo, en una palabra, es mote que estén llevando los naturales del Austria en un cantón muy preciado.

Solución á la anterior: AZAR.

Acaba de darse'á luz la entrega octava de El libro de mis hijos, historia de todos los pueblos, obra que con general aceptación escribe y publica el reputado jurisconsulto D. Narciso Buenaventura Selva.

De vuelta de su excursión verani^a encontrábanse varias danfas del mundo elegante en casa de la marquesa de X... — Vamos, amiga raia, tú que siempre adivinas estas cosas, ¿quieres decirnos cuál será el teatro más concurrido en \s^ presente temporada? T-EI Real ofrece alicientes muy llamativos: hablase de la Patti, de TamberlicK, de los esposos Tiberitii; pero con todo eso... —¿Con todo eso, qué? —El teatro Español convoca á su escogida concurrencia, ofrece obras nuevas de reputados autores, entre otras El Encapuchado del popular Zorrilla... pero asi y todo... — Acaba, pues. —Salas ofrécela resurreccion.de la zarzuela en el teatro de Jovellanos, tal como la aplaudíamos los madrileños en tiempos más felices. El personal de artistas es inmejorable, cuenta con obras nuevas de los mejores poetas y músicos, ha rebajado los precios de las localidades; mas mu:;ho me temo que... —¿Qué temes? ¿acaso que se lleve la preferencia el teatro de los mamarrachos y del mal tono, los Bufos Arderius, en una palabra? —No, queridas mias; lo diré de una vez: me temo que el teatro que ha de estar más concurrido en la presente temporada ha de ser el teatro de la guerra.

Solución al enigma del número anterior: LIGA.

JEROGLÍFICO.

Solución aljerogli/ico anterior.

Suelas y vino andan camino. LA GUIRNALDA. PRECIOS DE SüSCEICIOK,

CHARADA. Mi primera es un pronombre, mi segunda un pleonasmo, y mi tercera un articulo plural indeterminado. Mi primera y mi segunda forman un conjunto raro, que en batallas y combates hace terribles estragos.

Madrid, mes.. 4 rs. Trim.. 13. Sem. 24. Año Provincias Id. . . 14. • Id. 28. Id. Extranjero y Ultramar, haciendo la susoricion en la Administración -> '. Id. id. suscribiéndose por medio de comisionados. ( Con música . . . . • • • • Números sueltos. | sin ella Fiexas de música Se insertan anuncios á precios convencionaleB.

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