La fiesta inolvidable

6 sept. 2013 - Timoyko, Elsa María, Mayoral, Kado. Kostzer, Javier Arroyuelo y Pablo Ramírez. “Primero, hay un cóctel, después viene la comida y, por último ...
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Viernes 6 de septiembre de 2013 | adn cultura | 3

CróniCas de la selva

La fiesta inolvidable Un cumpleaños fue la excusa perfecta para un show de la más exquisita cultura popular; una noche soñada en que abundaron anécdotas imperdibles Hugo Beccacece | para la nacion

F

ue una fiesta de la cultura popular más exquisita y, al mismo tiempo, el mejor festejo de cumpleaños en una década (la fiesta anterior, en 2003, la ofreció la misma persona). Claudio Segovia, el creador de Black and White, Flamenco puro, Noche tropical y Brasil Brasileiro, celebró el último lunes en Pur Sang sus ochenta años y los treinta de Tango argentino, el espectáculo que reanimó en 1983 la pasión por el ritmo porteño en todo el mundo. Segovia disfruta trabajando y rehúye con timidez todo lo que significa figuración. Jamás se vale de codazos, como es casi de rigor en el show business, para aparecer en primera línea. Quizás eso explique que no se lo conozca todo lo que merece. A él se le debe, entre muchas otras cosas, la llegada de miles de turistas extranjeros que anualmente vienen a Buenos Aires a bailar tango. En esta oportunidad, Claudio invitó a 150 personas distribuidas en mesas de ocho. Algunos nombres de la lista, que incluía a empresarios, artistas e intelectuales: Mirtha Legrand, Juan José Sebreli, Enrique Pinti, Paolo Rocca, Adriana Rosenberg, Nacha Guevara, Marilú Marini, Rodolfo de Souza, Giselle Casares, Josefina Robirosa, Felisa Pinto, Edgardo Cozarinsky, Teresa Anchorena, Violeta Rivas, Néstor Fabián, Delia Cancela, Ricardo Cinalli, Naanim Timoyko, Elsa María, Mayoral, Kado Kostzer, Javier Arroyuelo y Pablo Ramírez. “Primero, hay un cóctel, después viene la comida y, por último van a ver un showcito” anunciaba Segovia a sus huéspedes. La llegada de Nacha Guevara hizo que las cámaras se concentraran en ella. En la cabeza, un canotier adornado con frutos rojos, el cuerpo ceñido por una chaqueta multicolor y una falda larga como las del siglo XIX. “¿De qué se vistió?”, se preguntaron muchos. “Se inspiró en Renoir”, fue la respuesta. Era un doble homenaje: al pintor Pierre Auguste Renoir y a su hijo, el cineasta Jean Renoir. Nacha parecía una modelo de los cuadros de Pierre Auguste, o una actriz de Une partie de campagne, de Jean. Lo más impresionante era el maquillaje pálido, por momentos espectral, semejante a los

que usó Visconti para Silvana Mangano en Grupo de familia (la marquesa Brumonti) y Muerte en Venecia, y para Ingrid Thulin en El crepúsculo de los dioses. “Ella se permite todo y acierta”, comentó Giselle Casares con admiración. En otra mesa, Mirtha Legrand ahondó en el mismo sentido: “Se atreve a todo. Es excepcional”. Y, en verdad, estaba en el límite temerario entre la genialidad y el ridículo. Mientras Paolo Rocca y Cozarinsky hablaban de literatura centroeuropea, Adriana Rosenberg invitó a Sebreli a almorzar en Proa para ver la muestra sobre Buenos Aires. Una invitación nada casual: el año próximo se cumple medio siglo de la publicación de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, el primer best seller del ensayista. Era interminable la fila de invitados que aguardaban su turno para saludar a Legrand y felicitarla por el programa del sábado a la noche al que concurrió Daniel Scioli. Ella estaba con ánimo distendido y prefirió hablar del teatro y del cine argentinos de todas las épocas. Con Pinti animaron una especie de payada de erudición cinematográfica en que se sucedían desde los grandes nombres hasta los asistentes de dirección de films olvidados, con las notas al pie de página de las esposas y amantes, los hijos y las costumbres. Lo interesante de la conversación de Mirtha (algo poco explotado en los medios) proviene de que es una testigo excepcional de la historia y, sobre todo, de la cultura argentina del siglo XX. Conoció y trató desde los personajes más encumbrados hasta los ciudadanos más humildes y es muy generosa con la información. “Con mi hermana Goldie y mi hermano José hacemos competencias de memoria. Ella me gana.” Una anécdota: en un viaje a París, Mirtha encontró a la máxima estrella mexicana, María Félix, “la Doña”. María invitó a los Tinayre a comer en Maxim’s. Desde una mesa, un grupo saludó a la Doña. Mirtha le preguntó: “¿Quiénes son tus amigos”. María respondió, con su voz grave de comehombres: “Los reyes del estaño, los Patiño”. Poco después, entró otra pareja en el restaurante. Se sentaron, vieron a Mirtha y agitaron las manos en señal de recono-

cimiento. Ella hizo lo mismo. María, a su vez, preguntó: “¿Quiénes son tus amigos”. Legrand contestó: “Los reyes del cemento, Alfredo y Amalita Fortabat”.

El productor teatral que volvió a poner de moda la música porteña en el mundo recordó cómo fue el inicio de todo Claudio Segovia

crEador dE Tango argEnTino

la actriz se inspiró en el pintor impresionista pierre renoir y en su hijo, el cinesta Jean, para su espectacular atuendo NaCha guevara

El “showcito” de Segovia fue el espectáculo soñado por cualquier productor. Los músicos eran Pablo Agri, en violín; Cristián Zárate, en piano; Horacio Romo, en bandoneón y Daniel Falaska, en contrabajo. La primera pareja que bailó fue Milena Plebs y Demián García, un “milonguero viejo”; después Raúl Lavié cantó “Naranjo en flor” y “Gracias, Buenos Aires”. Guillermina Quiroga y César Coelho bailaron “Tanguera”. María Graña interpretó “Cautivo” y “Caserón de tejas” (gran ovación). Para el final, estaba reservada la sorpresa: “la diosa del tango”, María Nieves, bailó llevada por la “marca” magistral de Pancho Martínez Pey. La sala se venía abajo por los aplausos. Más tarde Martínez Rey detalló: “María Nieves tiene la pisada de una gacela. ¿Vieron como toca piso y baja la punta del pie milímetro a milímetro hasta el talón? Una gloria”. Segovia, casi oculto por una pared, de pie, espiaba el “showcito”, coordinado por Nélida Rodríguez. El gran final en el que todas las parejas bailaron al mismo tiempo hizo que todo el público se pusiera de pie para aplaudir y prorrumpir en bravos.

canTanTE

Claudio recordó el comienzo de esa historia. Cuando la compañía se fue a París en 1983 para intervenir en la función de clausura del Festival de Otoño, le faltaba todavía reunir dinero para los pasajes de vuelta. Le pidió ayuda y contactos a todo el mundo, incluida Mirtha. Por último, pudieron conseguir lugar en una aeronave de carga de Aerolíneas de Estado. Compartían el aparato con un ¡envío de misiles! Debutaron en el Châtelet y esa misma noche les ofrecieron un contrato por dos años. Después fue el turno de Nueva York. Y tras esos triunfos, llegó el renacimiento del tango. Entre las curiosidades, alguien señaló que hasta ahora Claudio Segovia no fue designado ciudadano ilustre de Buenos Aires. ¿Habría que corregir ese olvido, no? C