Gal Costa en un templo del jazz

sicos aportan lo suyo con lanza- mientos especiales; para esta pri- mera edición se anotaron Green. Day, Wilco, Modest Mouse y Pete. Yorn/Scarlett Johanssen.
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Espectáculos

Página 8/Sección 4/LA NACION

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Domingo 21 de junio de 2009

MUSICA POPULAR (Grabaciones)

(La compactera)

la página de los discos

Una temporada en el amor

Gal Costa en un templo del jazz Se publicó el registro de un recital que la cantante brasileña ofreció en el Blue Note de Nueva York

Copi Corellano y, atrás, De Mónaco

Un fructífero y sorprendente encuentro Muy bueno (((( De tripas corazón - Copi + Mederson. Con Copi Corellano en voz, Rubén Mederson en saxos, Adrián Mastrocola en piano, Gerardo De Mónaco en contrabajo y Germán Boco en batería. En Clásica y Moderna. Nueva función, pasado mañana y el martes 30, a las 21.30.

En el comienzo, es sólo el saxo y la batería, para proponer, con un aire de quebrada y luego con una intervenida versión de “Alfonsina y el mar”, que el camino quede despejado para un encuentro inesperado. Es que el cuarteto del saxofonista Rubén Mederson (uno de los integrantes de Dancing Mood) se cruza en estos shows con la voz y la propuesta casi teatral de Copi Corellano, un español que fue tecladista de Enrique Bunbury y que, buscando buenos sueños o huyendo de los malos, se ha venido a vivir aquí. Su figura poco encaja en principio con el bar-librería de la calle Callao, con sus uñas pintadas de negro y su burla a las convenciones. Pero lo cierto es que cuando se suma al ya de por sí interesante cuarteto logra que los demás se enciendan aún más. Será entonces el recitado de un largo poema de Mario Benedetti o el de un asistente que al parecer le ha acercado su libro sobre la música que lo sobrevuela y lo posee. O su versión casi tan rasposa como la original de “Invitation to the Blues”, un viejo tema de Tom Waits; el apasionado “Isolation” de John Lennon (en el que Copi le pide prestado el piano a Adrián Mastrocola) o el apropiado “Garganta con arena” de Cacho Castaña. Hasta, audaces, intentarán renovar, con una cantante mexicana invitada, “Summertime”, standard entre los standards. Copi canta, pero sobre todo escucha lo que tocan estos cuatro compañeros de viaje y se deja poseer por la música. En esa pasión compartida y en la aceptación de lo imprevisto está el encanto de este encuentro.

Adriana Franco

Estelares Cristal, Melancolía, Las trémulas canciones, Las luces del sueño, Autobuses, Máscaras, Superacción, Chicos, Tanta gente, Los 90, Hoteles, No hay más, Mil abejas, Un viaje a Irlanda (PopArt Discos).

De cerca, en el clima intimista y cálido que propicia un club de jazz, la voz tersa y persuasiva de siempre en feliz diálogo con un exquisito cuarteto instrumental y un repertorio que no busca el contagio rítmico sino el puro deleite del oído. Así se la disfrutó a Gal Costa en la primavera neoyorquina de 2006 y así llega ahora en un bienvenido CD editado por RP Music. El escenario era el del Blue Note, ya legendario aunque apenas haya cumplido 28 años, y la bahiana supo estar a la altura de su tradición. El programa que concibió pensando en el recinto y en sus habitués mezcla bossa nova con algún viejo samba, más un par de testimonios de su admiración por Chet Baker; los músicos ponen el acento en lo jazzístico cada vez que pueden (y pueden mucho, como que abundan obras de Jobim), y ella se muestra relajada y musical, complaciéndose en cada fraseo y descartando la mera ostentación de dotes vocales. A media voz, como si cantara (y lo dijo) en el living de una casa amiga; como si esa confortable tibieza la invitara a emprender una relectura demorada, casi confidencial, de versos que ha cantado infinidad de veces. Así, gana en expresión, y eso se advierte apenas se abre el show: ni “Fotografía” ni “Desafinado” son las mismas de siempre y mucho menos una “Chega de saudade” de pulso más lento que puede no sonar tan minuciosa y exacta como la de João Gilberto, pero traduce similar emoción. No hay muchas ocasiones de disfrutar así de la delicadeza de su canto. El desempeño de los músicos y el llamativo equilibrio que encuentran la mayoría de las veces entre los colores típicamente brasileños y el idioma del jazz –todos tienen experiencia en ambos terrenos– resultan un sostén decisivo para la intérprete, que habla con la gente (y canta a veces) en un más que aceptable inglés. Marcus Teixeira es el director musical del cuarteto y quien asegura con su guitarra el genuino sonido bossa nova o se aventura

Es la voz de Moretti la que abre, abrupto, el nuevo disco de Estelares, para confesar, enamorado y loser eterno, que sí, que es verdad, que se equivocó. Para quien conoce la trayectoria de más de diez años de Estelares, las canciones de este disco vuelven a mostrar su buena y artesanal hechura (“les di mi vida a las canciones, y no me arrepiento”, cantan en “Melancolía”) pero son, comparadas con aquellas de Ardimos y Sistema Nervioso Central que le dieron vida radial, más tímidas, como si hubieran estado esperando su turno en un costado del camino, como nacidas para ser lados B. Brillantes lados B, que los que ya hayan sucumbido a la particular poética de esta banda platense, encontrarán irresistibles (el placer, por ejemplo, de reencontrarse con melodías tristes y épicas; o palabras que insisten, como souvenir, a lo largo de los discos).

Adriana Franco

Antiguas presencias Gustavo Nasuti

ARCHIVO/AMENA

por caminos jazzísticos, como cuando dialoga con Gal en el sugestivo comienzo. Si el baterista Jurim Moreira y el bajista Adriano Giffoni prestan apoyo firme en todo el registro, a este último le toca lucirse especialmente en una atractiva versión de “Nada além” que apunta al jazz y que Gal canta sólo sobre la línea de su bajo y el acompañamiento de la platea chasqueando los dedos. Y por fin están las flautas y los saxos de Zé Canuto, con toda la

libertad y la inventiva para colar aquí y allá sus maravillosos solos (“Desafinado”, “Wave”, “Corcovado”, “Garota de Ipanema”). Gal, que desde chica fue inspirada por las grandes voces del jazz (Holiday, Fitzgerald, Vaughan), ha sido siempre ferviente admiradora de Chet Baker y aquí muestra con cuánta soltura y elegancia puede transitar por su repertorio: con “I Fall in Love Too Easily”, por ejemplo, consigue uno de los momentos más brillantes del álbum. Otros llegan con las sentidas versiones de “Pra machucar meu coração” y “Ave-Maria no morro”. Y en el final, es la fiesta, con la eterna “Aquarela do Brasil”. Del eco crítico que el show recibió habla claramente la nota de The New York Times incluida en la cubierta. No hace falta añadir más.

Fernando López

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Tracks

Tripascorazón. Angela Tullida acaba de editar de manera independiente su tercer álbum, Tripascorazón, un viaje sonoro en el que abundan poemas arrabaleros como el de “Cabaré”. Bandoneón, piano, acordeón, violín y el clásico trío guitarra, bajo, batería conforman la apuesta musical de Tripascorazón, quizá la corporización más ajustada al espíritu melancólico y atrevido que caracteriza a esta banda del under porteño, que ya lleva más de una década en la escena. Vinilos. Ayer se festejó el Vinyl Saturday, un evento que, los fans del vinilo aspiran a imponer. Los músicos aportan lo suyo con lanzamientos especiales; para esta primera edición se anotaron Green Day, Wilco, Modest Mouse y Pete Yorn/Scarlett Johanssen

Miguel Cantilo y Jorge Durietz El dúo volverá a tocar íntegro el relanzado álbum Yo vivo en esta ciudad, el miércoles, en el teatro Maipo

Cantos a lo divino, Pequeña serie de los hermanos, Susurra el cañaveral, La bordona, Buscando tu luz, Garúa, Baile de los morenos, Mar-resolana, Florcitas salvajes, Zamba-vidala (Edición independiente).

En este disco de música popular, Gustavo Nasuti utiliza varios instrumentos pero predomina su trabajo con la guitarra, que toca, por decirlo de alguna manera, como quien recita. Tiene en su estilo una serie de herramientas técnicas que utiliza de manera informal. De ahí que parezca como si recitara versos de Juanele Ortiz o imaginara las palabras para una magnífica versión de “Cantos a lo divino” (un anónimo que recopiló Violeta Parra). Esa fluidez Nasuti la manifiesta mejor con las piezas folklóricas (propias o ajenas) que con el tango, y especialmente cuando toca solo. Además de mostrarse personal en la elección de ciertos acordes y ornamentos, una de las claves de este disco es el sonido. Nasuti deja que la guitarra suene. Vale la pena descubrir a este músico.

Pedro y Pablo, como en aquellos años de juventud Un recital para recordar aquel primer long play Bueno ((( Cantan los 40 Recital del dúo Pedro y Pablo. Presentación de la reedición del LP Yo vivo en esta ciudad. El miércoles, en el Teatro Maipo, Esmeralda 443. Próxima función: el miércoles, a las 21.

FABIAN MARELLI

Rescate emotivo o el motivo es el rescate El dúo Pedro y Pablo celebra sus 40 años de la mano de su primer disco, reeditado y aumentado “Yo tengo veinte años, nueve hermanos, dos guitarras y una melena. Canto, leo, escribo; soy de Escorpio, de River, de los Beatles, de Cortázar y de Piazzolla. Yo me llamo Pedro, pero me llamo Miguel.” Pedro y Pablo van por la re-re. Su primer disco, Yo vivo en esta ciudad (1970), acaba de ser reeditado, remasterizado y vuelto a presentar. A caballo de los cuarenta años del comienzo del dúo, Miguel Cantilo y Jorge Durietz se volvieron a reunir para interpretar su primer long play de principio a fin. La lista de temas del show que dieron el miércoles en el Maipo (ver crítica) incluyó las 12 canciones del disco y los 9 bonus tracks. “Este año se cumplen los 40 del inicio del dúo –apunta Miguel Cantilo cuando se le pregunta por la cifra redonda–. Entre el 67 y el 68 funcionamos como trío y en el 69 nos largamos como dúo y empezamos a grabar el disco. En enero me enteré de que se reeditaba el disco (mediante el periodista Alfredo Rosso, curador de la nueva edición) y enseguida empezamos a trabajar con Jorge en los ensayos para hacer un show y con Alfredo en el rescate de temas.” “Yo tengo veinte años, estoy en la colimba y estudio Arquitectura. Soy Pablo, soy Jorge. Primera guitarra y primera vez que grabo un LP. Soy otro habitante del mundo y también soy de Escorpio. “Es muy interesante el trabajo de recuperación que se hizo –sostiene

Jorge Durietz–. Algunos temas fueron rescatados de los anaqueles de la vieja CBS. Por suerte ese material pasó a manos de Sony y no se perdió, pero ahí aparecieron temas que nunca se habían impreso en ningún formato y algunos que, incluso, estaban inconclusos, como «Candombe de más allá». Fue muy mágico y difícil que vuelva a suceder algo así, porque la primera toma la hicimos en el 69 y la última 40 años después.” Yo vivo en esta ciudad salió el 13 de octubre de 1970. Treinta y nueve años más tarde, el dúo decidió reubicar a la canción que le dio nombre en la primera pista del disco. Además de ese cambio y de los extras hay una imagen que, como se suele decir, vale más que mil palabras. La foto de la tapa del disco

Otras joyas N Sony Music y Alfredo Rosso están trabajando en otros lanzamientos que, en el corto plazo, llegarán a las disquerías locales. Se trata del primer disco de La Cofradía de la Flor Solar, con dos simples como bonus-tracks y dos temas hasta aquí inéditos, “Oda al abuelo mufado” y “Juana” y los compilados de Mandioca, el sello precursor del rock argentino. Se trata de Mandioca Underground y Pidamos Peras a Mandioca.

con los jóvenes de 20 con sus guitarras “plantadas” y el atardecer junto al río tiene su remake en el interior del CD. Ahí están Cantilo y Durietz hoy, bajo otras nubes y otro atardecer. –Siguiendo esa idea fotográfica se podría contrastar la consola de grabación del primer disco con una actual. Cantilo: –Sería buenísimo pero es inconseguible. Para reproducir varios de estos temas diez años atrás tuvimos que alquilar una máquina porque acá ya no había ninguna y de esa reproducción se grabaron unos cassettes de cromo. Cuando en esta oportunidad quisimos volver a reproducir ese material ya no estaba más la máquina, entonces tuvimos que bajarlos del cassette y procesarlos para incluirlos en el disco. Incluso hubo temas terminados que se perdieron. –¿Dejaron alguno afuera por problemas de sonido? Cantilo: –Sí, “Norma”, tenía una parte que estaba perfecta pero había un canal que estaba pegado a esa parte con un instrumento de percusión a destiempo. Las guitarras estaban perfectas, sólo había que ponerle las voces pero esa batería no lo permitió. Durietz: –La gente va a tener que entender que algún que otro tema tiene un sonido un poco sucio. –¿Cómo encaran el show con el peso histórico que tiene el disco y su connotación? Cantilo: –Es un lindo desafío artístico. Desde el punto de vista eco-

nómico podríamos salir los dos solos con las violas y llevarnos todo el bordereau, pero la idea es reproducirlo lo más parecido al disco. Incluimos cuerdas, vientos, instrumentos solistas y la banda básica que es bajo, batería y teclados. Buscamos que ese instrumento que a uno lo motivó a escuchar cuando hace 40 años puso el disco en el Winco sea ese mismo instrumento y si no es el mismo que sea otro muy parecido, pero que esté su acústica. Durietz: –Además del rescate del audio está el rescate de las partituras, porque todos esos arreglos de vientos y cuerdas hubo que buscarlos. Encontramos las partituras de casi todo y hubo que modificar algunas porque había algunos errores o estaban hechas a grosso modo, porque en ese momento había una orquesta estable en CBS que tocaba todos los días temas de los distintos artistas. Lo único que cambiaba es el arreglador. A nosotros nos seleccionaron a Jorge Calandrelli. –El rock recién estaba empezando en Argentina y su primer disco es una prueba de que aún no estaba separado de otras músicas. Durietz: –Es que no éramos tenidos en cuenta como un grupo de rock. Cantilo: –En ese momento rock ni siquiera era una denominación. La música se llamaba beat y el rótulo vino después.

Sebastián Espósito

Mauro Apicella

Los años pasan; algunas cosas (malas y buenas) no tanto. Solo cambian las épocas y, sobre todo, las formas. La Argentina comenzó el milenio con una gran crisis política y social y llegó a tener cinco presidentes en cuestión de semanas. La década del 70 comenzó más o menos así, aunque ni siquiera tuvo presidentes elegidos por el voto popular. Entre enero de 1970 y abril de 1971 pasaron tres militares. Y hubo en ese tiempo un dúo llamado Pedro y Pablo, integrado por dos chiquilines que, justamente, entre enero de 1970 y abril de 1971 grabaron un puñado de canciones que le cantaban a la libertad. Quizás hoy, si fueran chiquilines, Pedro y Pablo grabarían canciones que hablen de lo mismo pero con otras palabras; o del medio ambiente o del dolor de la

Cantilo y Durietz modelo 2009

madre de un hijo muerto por el paco o por el gatillo fácil. ¿Acaso eso no es también un pedido de libertad? Los males son los mismos; las esperanzas también. Solo cambian los nombres y las formas. Todo esto viene a cuento porque tras la reedición de aquel disco –con una muy buena producción del periodista Alfredo Rosso, quien incluyó temas inéditos– los que ahora son señores mayores, Miguel Cantilo y Jorge Durietz, quisieron celebrar el acontecimiento, a casi 40 años de esa grabación como el dúo Pedro y Pablo.

Lo hicieron con un espectáculo que buscó recrear la estética sonora de aquel tiempo, con sección de vientos y cuerdas, tal como la había orquestado Jorge Calandrelli. Si a esto se le suma el hecho de que buena parte del rock argentino, desde que empezó a celebrar sus cuatro décadas, se convirtió en un libro de historia, el marco parecía ser el más indicado para este festejo. Y lo fue. Pedro y Pablo nunca fueron como Simon & Garfunkel; tampoco como el Dúo Salteño. Y nadie les va a pedir ahora que se transformen en lo que nunca fueron. Se sabe, la fuerza de Pedro y Pablo está más en sus canciones que en el empaste vocal. Hay que sacarse el sombrero por el trabajo que hicieron estos músicos en aquel disco y encontrar en este espectáculo el valor histórico a partir de este hecho artístico que presentan en forma de recital. Pedro y Pablo interpretaron todas las canciones que aparecen en la reedición, incluyeron alguna yapa (éxitos como “Que sea el sol”) e invitaron a cantar a Horacio Molina, el enlace con la discográfica que registró el primer LP del dúo. Para este recital reagruparon inteligentemente los temas según cierto parentesco; la pintura urbana puesta en “Caen la tarde y los hombres” y “Yo vivo en esta ciudad”, el tono social y político en “Pueblo nuestro que estás en la tierra”, “En este mismo instante” o en la emblemática “Marcha de la bronca”. Ubicarse en la época permite entender el contenido y la estética. Pero escuESTEBAN MAZZONCINI char desde el presente canciones como “Vivimos, paremos” invita a pensar en las cosas que decían estos jóvenes contra la sociedad de consumo (“Debemos rescatar lo que nos queda de ese grito sagrado, libertad, libertad, libertad”) con una música que, para ese momento y para ese primer LP, sonaba más a beat del Club de Clan (o festival de San Remo) que a canción de autor o a rock nacional. Fueron astutos. Hay que sacarse el sombrero (o la gorra hiphopera, para decir algo más actual).

Mauro Apicella