Gabriel Celaya Poemas

Si es real este silencio que sube y baja entre el misterio y la vida, .... Loco de soledad y de silencio, ..... y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
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Tus gritos y mis gritos en el alba Tus gritos y mis gritos en el alba. Nuestros blancos caballos corriendo Con un polvo de luz sobre la playa. Tus labios y mis labios de salitre. Nuestras rubias cabezas desmayadas. Tus ojos y mis ojos, Tus manos y mis manos. Nuestros cuerpos Escurridizos de algas. ¡Oh amor, amor! Playas del alba.

_____________ Del libro: Marea del silencio.

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Desnudo en la brisa Cuerpos desnudos para el aire desnudo. Para el cielo claro y duro Mis dos gritos de oro agudo Para la brisa delgada -Alcohol puro de pájaros y alturaLa embriaguez del salto y la carrera O la suelta melena de la fuga. Luz vertical se alza el aire Desde mi cuerpo desnudo Hacia el gozo de las altas claridades.

______________ Del libro: Marea del silencio.

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Meditación Si es verdad que existo y que me llamo Rafael, Si es verdad que estoy aquí Y que esto es una mesa; Si es verdad que soy algo más que una piedra oscura entre ortigas, Algo más que una áspera piedra en el fondo de un pozo. Si verdaderamente es real esta extraña claridad violeta de la tarde, Si esos grises y malvas son casas y nubes, Si verdaderamente no es un sonámbulo ese hombre que pasa por la calle, Si es real este silencio que sube y baja entre el misterio y la vida, Si es verdad que existo y que me llamo Rafael Y que soy algo más que una planta de carne; Si verdaderamente las cosas existen Y yo también existo Y mi pensamiento existe; Si verdaderamente esta dulce tarde de con olor a magnolias es algo real Si es también real este temblor de infinito que siento latir dentro de mí, Si verdaderamente me llamo Rafael y existo y pienso, Si verdaderamente el mundo vive en una atmósfera densa de pensamientos [desconocidos y eternos, Si verdaderamente es así ¡Oh gracias, gracias por todo!

_____________ Del libro: Marea del silencio.

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La luna es una ausencia De cuerpos en la nieve; El mar, la afirmación De lo total presente. ¡Adiós, pájaros altos, Instantes que no vuelven! ¡Cuánto amor en la tarde Que se me va y se pierde! El mar de puro ser Se está quedando inerte. ¡Ser mar! ¡Ser sólo mar! Lo quieto en lo presente. Y no luna sin sangre, Blanco abstracto hacia muerte, Máscara del silencio, Teoría de nieve. ¡Ser mar! ¡Ser sólo mar! ¡Mar total en presente!

______________ Del libro: Marea del silencio.

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La noche era un silencio En equilibrio matemático de esferas. En la luna había Guitarras verdes de hielo, Balaustradas y terrazas, Escalinatas, Estatuas Bajo árboles blancos de escarcha. En la luna había Sonámbulos inmóviles Con los ojos en blanco, Lacerados, Ciegos, Sonámbulos que velan La luna y su misterio. Algas largas y sueltas, Medusas fosforescentes, Cabelleras de luna flotaban Sobre los pálidos y yertos mares verdes. La luna olía a química, A éter, A muerte.

______________ Del libro: Marea del silencio.

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El espejo me refleja El espejo me refleja, me vuelve hacia mí mismo. Lentamente me hundo en mis pálidos abismos. Me veo reflejado, ya, desde muy lejos, Perdido en esa blanca catedral del silencio Donde la luna es la virgen desnuda y muerta que yo adoro. La noche tiende sus trampas invisibles: El que se asoma a un espejo está cogido, Le sorprenden los misterios imprevistos, Se pierde en un laberinto de cristales y espejos giratorios. En el fondo del silencio la muerte es un río lento; Yo lo miro pasar de la luna al azogue; Mientras alguien apoya sus dedos helados sobre las yemas de mis dedos No sé qué me mueve a sonreir tristemente. Alguien me lleva de la mano por el borde de los precipicios; Un amor, un delirio, el vértigo me llama; El espanto es el más dulce de los escalofríos Cuando crece súbitamente como un árbol en el fondo de la carne. Me miro fijamente en el espejo: La noche me ha cogido en sus trampas sutiles. Me siento cada vez más hondo: La muerte se inclina sobre mí para besarme. Me dan miedo esos ojos, mis dos ojos sin nubes Que desde el espejo me miran implacables Mientras baten espadas de luz En sus aguas heladas y azules.

_________________ Del libro: Marea del silencio.

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Quien me habita Car Je «est» un autre. Rimbaud ¡Qué extraño es verme aquí sentado, y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar, y oír como una lejana catarata que la vida se derrumba, y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar! ¡Qué extraño es verme aquí sentado! ¡Qué extraño verme corno una planta que respira, y sentir en el pecho un pájaro encerrado, y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas! ¡Qué extraño es verme aquí sentado, y agarrarme una mano con la otra, y tocarme, y sonreír, y decir en voz alta mi propio nombre tan falto de sentido! ¡Oh, qué extraño, qué horriblemente extraño! La sorpresa hace mudo mi espanto. Hay un desconocido que me habita y habla como si no fuera yo mismo.

___________ Del libro: La soledad cerrada

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El espejo I En soledad no estoy solo; alguien vive dentro de mí. Narciso ve en el agua un ser que no es él mismo; se inclina ávidamente buscando su secreto, pero descubrirlo es entrar en la muerte. El que se asoma a un espejo está cogido: le sorprenden los misterios imprevistos. Al tenue resplandor de las brisingas surgen los jardines abisales del delirio. Levísimo, cantando, muy lejos, en el fondo, algo me arrastra suavemente a su sima; me dan miedo esos ojos, mis ojos, tan extraños cuando desde el alinde me miran implacables. Su presencia, mi reflejo, me vuelve hacia mí mismo, me hunde poco a poco en mis céntricos abismos, me lleva hasta esa blanca catedral del silencio donde la luna es la virgen desnuda que yo adoro. Un fantasma se levanta de mis ruinas congeladas y soy yo, soy yo mismo, mi doble; oigo su voz que es un frío en mis huesos, su voz que me revela... No sé; no recuerdo. ¡ Oh virgen de los lívidos ojos desorbitados, envuelta en un halo de plata violeta, de palidez nocturna, de frío de menta, virgen desamparada en la orilla del cielo ! Luz cenital; sala de mármol: sobre el blanco pavimento estás tendida, desnuda y desangrada, no dormida, soñada por la luna de los asesinatos. No sonriendo, ni triste, ni severa, hierática en la altura de un silencio, mirándome y mirándote en mis ojos absortos como un mar frío y sin sueño. ______________ Del libro: La soledad cerrada Gabriel Celaya

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II Ángel de mis aguas quietas que llega del misterio y me mira con sus ojos abiertos como heridas; ángel que, rechazado, paraliza mi cuerpo frente al suyo en el espejo. Frente a frente, tensando la obsesión del enigma, tendíamos tú y yo los hilos de la trampa: Era ese silencio del que ya no se sale, un silencio dulcísimo: la muerte. Por los atrios vacíos, por las plazas vacías, por las deshabitadas ciudades de asfalto, destrenzada, romántica, huyendo de sí misma, la luna iba llorando su soledad polar. La noche levantaba los brazos a lo alto, corría entre las blancas estatuas de mármol. Loco de soledad y de silencio, yo hacía equilibrios al borde del espanto. Mis manos se agarraban como raíces a la tierra, mis ojos se abrían como una luz a gritos; aterrado de verme convertido en esfinge, yo huía de mi enigma, huía de mí mismo. Estallaban las blancas clausuras de lo abstracto en un vuelo libre de pájaros ebrios; yo decía llorando: «La luna me domina, soy hombre, sólo un hombre, libradme del misterio.» Presencia misteriosa perdida o desechada, fuiste obsesión, locura; hoy sólo eres nostalgia mientras en mis ojos azules de mar muerto pasa como un témpano lentísimo el silencio.

_____________ Del libro: La soledad cerrada

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Los presagios ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero. San Juan de la Cruz. La música del silencio me murmura mis secretos y es como el sigilo de mi virgen que se acerca es una amenaza y una sonrisa triste, es la hora del misterio que viene y que no viene. Envueltos en un nimbo de niebla fría y éter, los sonámbulos velan el enigma de la luna. Los sonámbulos la miran con los ojos en blanco. Es la hora del misterio que viene y que no viene. Los ángeles extienden sobre mi cabeza trémulas espadas blancas de silencio. ¡ Oh noche en equilibrio de formas calladas ! Es la hora del misterio que viene y que no viene. Sube y baja lentamente la marea del silencio. Sube y es una congoja sentir tan cerca lo oculto; baja, y espanta su abismo; sube y baja y es la densa respiración de la angustia. Se entra por los espejos en la sala de vidrio donde dos hombres mudos, vestidos de hule verde, con guantes de goma y máscaras de níquel, se miran fijamente hasta entrar en la muerte. La luna quieta y grande parece una amenaza. Presente en todas partes, cerniéndose inminente, cubriéndolo todo con su muda presencia la luna es la obsesión de una amenaza. Conjunción de planetas y cuerpos desnudos. El cielo centellea como quien tirita.

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En mis ojos, de un claro azul helado, se reflejan los signos de un álgebra perfecta. Siento como un vacío que el misterio está muy cerca, tan próximo que la noche vuelve la cabeza. Ante los crueles y apretados dientes blancos de los hombres, la luna es el dolor de esa ausencia. Rígido y quieto, deshabitado, inerte, me veo sumergido en las aguas de un espejo, espejo que fue luz entreabierta al misterio y hoy sólo es ataúd de cristal para mi cuerpo. ¡Amor, amor estéril del silencio y la nada! Ya no te siento, virgen, temblando en mí y viviendo. ¿Para qué me consumo de amor vuelto hacia dentro? Te he perdido, he perdido lo mejor de mí mismo. ¡Adiós, virgen oculta, mi hermana en la locura, presencia delirante, revelación profunda, desnuda lucidez entre las ramas de mi sueño y las aguas oscuras y lentísimas del cielo! ¡ Oh virgen reflejada en su propio misterio: Narciso que se mira con amor y agoniza ! La virgen o la luna: ¡qué perfección estéril! ¡qué soledad de nieves o blancuras sin alma! Yerta luna de enero, luna quieta y fría, que escucha su silencio, que se escucha a sí misma, ¡qué cerca de mi oído enmudecen tus labios! ¡Ay amor, que la muerte es quien me está besando! Así me he ido agotando, volviéndome hacia dentro, por ansia de unos ojos cerrados para siempre: muertos, porque la muerte es el desesperado abrazo del hombre que no quiere huir de sí mismo. ¡Oh estéril reflejarse! ¡Oh espejo frente a espejo! Mar y cielo sumidos en un sopor denso. ¡Oh limbos flotantes de claridades yertas! ¡Flotar, sólo flotar en músicas sin alma!

____________ Del libro: La soledad cerrada

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Las metamorfosis AL cambiar, me aproximo; al morir, te adivino, dios total que persiguen sentimientos informes. ¡Oh dios, dios, nimbo!, forma tibia latiendo contra el pecho, peso redondo del toro o de la aurora, y en mi sangre, secreto, y en esta sombra, lento, dulce como morir por los nombres del agua, por la posible espuma, la presentida salva de rosas inmediatas que saltan de sí mismas y gritan, gritan blancas, gritan color del aire, y, sucesivas, gritan y cambian en sí mismas como un dios cuando parece que se oculta, como la luz se irisa.

______________ Del libro: Movimientos elementales

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Melodía TACTO, tibio silbo que, adelgazado, escapa por lo espeso triunfante, y aquí tú, melodía, divina corza inmóvil del otoño en el Norte; tú, temblor transparente de los tilos desnudos, mi vida delicada. Mientras cerca, una lenta fatiga va ensanchando su olor a flores muertas y -cabellera- caen, macilentos, los días amarillos con gusto de papeles mascados, ¡oh tú, con gesto leve, sencilla, soberana, la apartas y me ofreces tu incólume sonrisa, tu siempre primer día, divina corza inmóvil, melodía!

______________ Del libro: Movimientos elementales

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Ninfa SE detiene en el borde del abismo y escucha, viniendo desde el fondo, rampante, dulce, densa, una serpiente alada, una música vaga. Escapa por la suave pereza de su carne que en el fondo era fango, era ya tibia, y lenta, y latente, y sin forma; era como el dios de gran barba dormido junto al río en la siesta, junto a ella en la noche carnal y sofocada de junio con olores. Y escucha temblorosa, apaga una tras otra penúltimas preguntas, y duerme, se hunde, duerme en brazos de un gran dios de pelo duro y rojo, divino Pan: un dios hecho bestia que huele.

_______________ Del libro: Movimientos elementales

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La fabula del río LA fábula del río (aquel anciano de largas barbas verdes, húmedas y antiguas), la fábula del aire luminoso (espanto que encabrita los caballos), la fábula primera en las orillas de cierta desnudez que el agua siempre anuncia, escuchaba yo, niño de arcilla roja y tierna. Escuchaba. La escucho. Me invades, ¡oh gran voz de un informe presencia! te siento por mis labios, levantándome, vaga; te llamo río o veo maravillosos mundos que sólo son palabras mientras la calma augusta desciende con la siesta, y hay juncos, y pereza, blando barro caliente. ¡Mitologías posibles! ¡Infancia mía indemne, antigua como el mundo y hoy, de pronto, presente!

________________ Del libro: Movimientos elementales

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A manera de gallo MATINAL, grita y sangra. En su garganta seca, vidrios claros le rayan; en una sombra densa, lo amargo se le inflama. Los colores espesos del petróleo, los días confundidos escapan, y donde el mundo acaba, sonoro, rebotando por dentro de sí mismo, lacerado, perdido, buscándose -enemigo-, su matanza él prosigue, brillante de delirio.

_____________ Del libro: Movimientos elementales

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Masa oscura de llanto MASA oscura de llanto, llamando en el vacío remoto y obstinado; dime tú, nocturno, dime entre maraña de gritos tu abandono; di las olas negras y lentas de otra orilla, y, llanto, sordo llanto, que, volviendo, murmuras, corazón agolpado ―sofocada magnolia de carne densa y dulce―; dime, di, nocturno, pronuncia la palabra de labios apretados, conjúrame esta angustia llenando ese vacío que un día y otro abren, y un día y otro, huecos, murmuran, corazón, llanto, tarde, mi angustia, masa oscura latiendo.

_______________ Del libro: Movimientos elementales

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Mi intención es sencilla (difícil) RECUERDO a Núñez de Arce y a don José Velarde, tan retóricos, sabios, tan poéticos, falsos, cuando vivía Bécquer, tan inteligente, tan pobre de adornos, tan directo, vivo. No quisiera hacer versos; quisiera solamente contar lo que me pasa (que es lo que nunca pasa), escribir unas cartas destinadas a amigos que supongo que existen quisiera ser el Bécquer de un siglo igual a otros. Tengo compañeros que escriben poemas buenos y otros que se callan o maldicen sin tino; pero todos me aburren (aunque los admiro), y todos me ocultan lo único que importa (ellos, estupendos cuando se emborrachan y hablan sin medida). Yo que me embriago sin haber bebido, yo que me repudro y, tontamente, muero, no puedo callarme, no puedo aguantarlo, digo lo que quiero, y sé que con decirlo sencillamente acierto.

_____________ Del libro: Tranquilamente hablando

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Al atardecer, solo, en la meseta LLANURAS abiertas sin melancolía, un ancho silencio donde pasearse: magnetismo seco de aquellas presencias que ya no se nombran, que no pueden nombrarse. Árbol invisible, crecen las audacias; iris continuado, locas negaciones. Pasa, calla el viento; pasa con su larga gloria de otro mundo, calla con su vasta ruina transparente. Porque sí el espacio brillante y vacío; yo, perdido, en medio; yo sin mis entrañas cálidas y amargas, yo solo y mi sombra que si el sol se pone crece exagerada. Yo y mi sombra, lejos; yo y mi sombra, loca; los ojos dolidos de tanta evidencia, las manos vacías, la sangre sin eco y -caricatura- mi sombra creciendo.

____________ Del libro: Tranquilamente hablando

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Hablo de nosotros HABLO de nosotros (no sé si es un poema), hablo de nosotros que no somos sencillos, pero sí vulgares (como se comprende). Hablo sin tristeza (y no porque esté alegre), sin resentimiento (mi odio es de agua fría); hablo de nosotros y alguien debe entenderme. Hablo serenamente. Necesito muy poco (por ejemplo, mi tiempo); necesito gastar dinero sin pensarlo, besar dos o tres bocas (sin comprometerme). Necesito lo justo (superfluo si calculo), un delirio alegre (razonable en el fondo); necesito lo poco que nadie quiere darme, lo mucho que es un hombre. Pero soy blando y tonto (¿quién al fin no llora?); soy de fango informe que dulcemente arrastra, de tierra que a ti me une. Soy de miseria pura (o de amor infinito), soy de nada, del todo que al mirarte comprendo, ¡oh pequeño, pequeño, pegajoso, tan tierno, tan igual a mi!

____________ Del libro: Tranquilamente hablando

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A veces me figuro que estoy enamorado A veces me figuro que estoy enamorado, y es dulce, y es extraño, aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo. Las canciones de moda me parecen bonitas, y me siento tan solo que por las noches bebo más que de costumbre. Me ha enamorado Adela, me ha enamorado Marta, y, alternativamente, Susanita y Carmen, y, alternativamente, soy feliz y lloro. No soy muy inteligente, como se comprende, pero me complace saberme uno de tantos y en ser vulgarcillo hallo cierto descanso.

______________ Del libro: Tranquilamente hablando

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Cuentame como vives (como vas muriendo) CUÉNTAME Cómo vives; dime sencillamente cómo pasan tus días, tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres y las confusas olas que te llevan perdido en la cambiante espuma de un blancor imprevisto. Cuéntame cómo vives. Ven a mí, cara a cara; dime tus mentiras (las mías son peores), tus resentimientos (yo también los padezco), y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte). Cuéntame cómo mueres. Nada tuyo es secreto: la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo); la locura imprevista de algún instante vivo; la esperanza que ahonda tercamente el vacío. Cuéntame cómo mueres, cómo renuncias ―sabio―, cómo frívolo ―brillas de puro fugitivo, cómo acabas en nada y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

____________ Del libro: Tranquilamente hablando

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Con las manos en los bolsillos CON las manos en los bolsillos vengo y voy (¡tan cansado!): vengo con unas largas estelas de horas muertas, voy con mi entusiasmo de fuego renovado, quedo, en último extremo, estúpido, rendido, mientras suenan en torno bocinas distendidas periódicos idiotas, voces que rebotan, agrias, en lo hueco. Vengo y voy, vuelto y callo, siento cómo soy a la vez tonto y sabio, cómo, a mi descanso, conviene el derramarse de un cuerpo extenso y lacio,' deshacerme pausado sin pena y sin fatiga, bostezar sin sentido, pasear para nada con ojos distraídos y unas manos pesadas que hundo en los bolsillos.

______________ Del libro: Tranquilamente hablando

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Todas las mañanas, cuando leo el periodico ME asomo a mi agujero pequeñito. Fuera suena el mundo, sus números, su prisa, sus furias que dan a una su zumba y su lamento. Y escucho. No lo entiendo. Los hombres amarillos, los negros o los blancos, la Bolsa, las escuadras, los partidos, la guerra: largas filas de hombres cayendo de uno en uno. Los cuentos. No lo entiendo. Levantan sus banderas, sus sonrisas, sus dientes, sus tanques, su avaricia, sus cálculos, sus vientres y una belleza ofrece su sexo a la violencia. Lo veo. No lo creo. Yo tengo mi agujero oscuro y calentito. Si miro hacia lo alto, veo un poco de cielo. Puedo dormir, comer, soñar con Dios, rascarme. El resto no lo entiendo.

_______________ Del libro: Tranquilamente hablando

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España en marcha Nosotros somos quien somos. ¡Basta de Historia y de cuentos! ¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos. No vivimos del pasado, ni damos cuerda al recuerdo. Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos. Somos el ser que se crece. Somos un río derecho. Somos el golpe temible de un corazón no resuelto. Somos bárbaros, sencillos. Somos a muerte lo ibero que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero. De cuanto fue nos nutrimos, transformándonos crecemos y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto. ¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo. No reniego de mi origen, pero digo que seremos mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo. Españoles con futuro y españoles que, por serlo, aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno. Recuerdo nuestros errores con mala saña y buen viento. Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño. Vuelvo a decirte quién eres. Vuelvo a pensarte, suspenso. Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo. No quiero justificarte como haría un leguleyo. Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

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España mía, combate que atormentas mis adentros, para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

___________ Del libro: Cantos Iberos

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La poesía es un arma cargada de futuro Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas, cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades. Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo. Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo. Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica. Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho. Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica, qué puedo.

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Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía: poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho. No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

___________ Del libro: Cantos Iberos

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A un poeta neutral* Basta ya de mentiras. Dividamos los campos. Yo no te quiero mal; soy sólo tu contrario, Pecho a pecho distinto, diente a diente luciente. Te juzgo pernicioso. Lo digo. Juego limpio. En vano tu pretendes envolver en la anchura Comprensiva, imparcial ―lo que quieras, sermones― Lo insoluble y candente. Tus poemas son sólo Un infierno empedrado de buenas intenciones. Yo creo en ti; te estimo noblemente decente, Mas te pido osadía, salud, fe, sí, más tripas. Te pido que me insultes si lo crees necesario. Todo sea hasta el fin, mas sin beaterías.

_____________ *Este poema iba dirigido al ecléctico, y entonces influyente poeta José García Nieto Del libro: El hilo rojo

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VERSOS NECESARIOS

1) El último recurso En los malos momentos, no os pongáis a llorar, Porque os harán callar Con la limosnita de un poco de pan. En los malos momentos, decid que no entendéis. Y tras escuchar, Decid, porque es verdad, que seguís sin entender. Cuando os digan: “Claridad”, vosotros decid: “Justicia”, Porque pedís lo que es vuestro, No descanso de conciencia para los que dormitan. Cuando os digan que el problema va a estudiarse, Salid gritando a la calle Las razones que los justos llamarán irracionales.

________ Del libro: El hilo rojo

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Versos de Baeza* Ocurría algo raro. Conocía a todo el mundo. Nos dábamos abrazos. Nadie decía nada. ¿Para qué, si era claro? Tan claro como raro, Tan puesto en cierta luz de un mundo diferente Era hallar mil amigos Perdidos por provincias, perdidos por distingos Chiquitos que Machado fundía en su pureza. ¡Estábamos unidos, unidos en un acto que era más recuerdo! Sabíamos que pronto cada uno volvería A su lugar, su tiempo, Su idea personal como a una luz o un llanto, Y yo me preguntaba: “¿Cómo logra esta unión don Antonio Machado”?

_____________ *20 de febrero de 1966, aniversario de Antonio Machado, celebrado en Baeza. Del libro: El hilo rojo

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Aurrera beti* A José Ortega A veces pienso en ti. Miro tus cuadros. Después de tantos años, ¿somos tú y yo los mismos? No pasa el tiempo en balde. No basta ser amigos. Mis poemas cambiaron como cambia lo vivo, Tus grabados tampoco son aquellos de entonces. Creo que si durara sólo lo consabido, Ni tú serías tú, ni yo el que soy contigo, Y a fin de cuentas creo que es bueno seguir adelante, Y creo que en el cambio estamos más unidos. ¿Y qué es lo que nos une? La amistad ciertamente. Hay momentos pequeños, mas hechos decisivos, Experiencias comunes, entusiasmos, derrotas, Amores y dolores que juntos compartimos: ¡aquel cinco de mayo que se nos hizo añicos! Hay un pasado, es cierto, pero más dentro, creo Que una fidelidad nos tiene reunidos, Y es justo la del cambio y el mundo progresivo. Cuando todo es difícil, o bien parece fácil Ponerse subjetivo, neguemos los distingos.

___________ *En euskera, “aurrera beti” significa “adelante siempre” Del libro: El hilo rojo

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Mi locura Después de mucho andar, mucho perder, mucho luchar, Me dicen: “¿Para qué”? Yo digo simplemente: “Para vivir mejor” Me dicen: “¿Cómo es eso, Si tú vives bien? ¿Qué más quieres, di?” Yo digo en tonto: “No sé” Pero es claro lo que quiero para todos, Y me digo por lo bajo: “¡Pues sí que estamos bien!” Y sigo trabajando más que tonto Por una gloria total, Con inocencia, Y a veces con tan alta claridad, Que esa luz casi parece una ferocidad.

___________ Del libro: El hilo rojo

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Carta mortal a Pablo Neruda* Pablo: En medio de la oceánico te digo Que no, nos veremos. Llegó tu invitación un poco tarde Y, ¡quién sabe!, quizá por eso aún vivo. Llegó con tu amistad y parecía Que igual que años atrás, allá en “Correos”, Al lado de Cibeles, o más tarde, En Sao Paulo, ¿te acuerdas?, sería todo fácil. Y mira, cuando estaba ya haciendo mi maleta, Invitado por ti, por los amigos, por un Chile creciente Me llegó la noticia ―parecía imposible. Y ahora, ¿cómo explicarte y explicarme a mí mismo Este inmenso desastre, esta absurda tristeza, Esta farsa reinante de Pinochet y los suyos. Pero tú bien sabías de la verdad alzada Que crece sobre todo, desde el fondo del fondo De ese metal del pueblo que no enterrará nadie. Y como tú me diste la fe, ya ves, estoy haciendo Otra vez la maleta para volver a Chile. Pues, ¿quién podrá enterrar la verdad insurgente, La luz que es sólo luz, y el aire que es el aire? Muy pronto nos veremos. Nos daremos la mano. Quizá no estés tú allí. Quizá yo esté ya muerto. No importa. Habrá dos hombres: un vasco y un chileno.

______________ *Madrid, 8 de febrero de 1975. Escribí este poema ―comenta Celaya― como contribución al libro Chile en el corazón (Homenaje a pablo Neruda), Ediciones Península, Barcelona, 1975.

Del libro: El hilo rojo

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Sin comentarios* He pensado: Un poema no debe ser vago. Si quiero que funcione debe de ser exacto. Entonces no he cantado, he contado De uno en uno los muertos que llevamos. Me he sentado ante mi mesa, y he apuntado Sus nombres y apellidos. Sin comentarios. Al llegar al noveno ya estaba llorando Pero hacia dentro. Sin comentarios. Veintidós, veintitrés y veinticuatro. La rabia me retorcía. Las lágrimas corrían. Pero había que tragarlas. Sin comentarios. Treinta y tres. Treinta y cuatro. ¿Se pueden llevar más lejos el dolor y el espanto? He tirado mi boli. He suspirado pensando: Cumplí lo que podía. Mi poema ha terminado. Y entonces un amigo me ha anunciado Que acaban de matar al treinta y ¿cuántos?

________________ *Escribí este poema ―dice Celaya― en Donosita (Euskadi), el 30 de septiembre de 1976. Lo publico ahora por primera vez.

Del libro: El hilo rojo (La presente compilación y selección poética de Gabriel Celaya, ha sido realizada por el poeta salvadoreño André Cruchaga, a partir de sus libros editados, con la única intención de rendirle tributo. Gabriel Celaya es poeta de cabecera de André Cruchaga)

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