Espectros (demo)

muertos en una batalla sangrienta y desigual, y con aquella destrucción de un ... atravesaron la frontera del reino para después continuar a un costado del ...
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El Reino del Mal Espectros

Marcel Pérez Córdova

Tear & Zethra

Imprimis malum,imprimis tenebram, Ante necem et ruinam non spes evanescet

I.- TIEMPOS OSCUROS

La ciudad de Oparidus había caído ante el ejército de muertos en una batalla sangrienta y desigual, y con aquella destrucción de un punto estratégico e importante para el ejército rebelde, el reino de Terrasica pasó a control de la nefasta reina Guinevere, ahora sólo una parte de las tierras de Regquin quedaba libre de la tiranía, el reino de Terranimé, pero éste no tenía los recursos suficientes debido a la larga guerra para defenderse de la maldad de la reina, mucho menos ahora que las fuerzas de la rebelión habían quedado muy diezmadas después del asedio a Oparidus. Muy pocos soldados lograron salir con vida de aquella sangrienta batalla; aquel día cuando Burdock vio la inevitable derrota y sabiendo que por más que pelearan no conseguirían nada, ordenó inmediatamente la retirada y abandono del castillo, sin embargo aquella medida

no hizo que el número de caídos fuera menor, pues la brutalidad con la que atacaba el ejército de muertos liderados por espectros, era tal, que a toda costa intentaban no dejar a nadie con vida. Lord Burdock en compañía de los lores de la rebelión lograron escapar con alrededor de trecientos hombres, fueron los únicos que salieron con vida de la masacre en la ciudad de Oparidus. Durante varios días cabalgaron hacia el norte, atravesaron la frontera del reino para después continuar a un costado del bosque de Silumbra, días después llegaron a la magnífica ciudad de Virdaura en el reino de Terranimé, allí mismo lograron reunir las pocas fuerzas que quedaban de la rebelión, no había quien no pensara que era cuestión de tiempo que el ejército maldito los atacara de una vez por todas para destruirlos, sin embargo, aquel numeroso ejército de muertos no avanzó más, sólo unos cuantos marcharon desde la derrotada ciudad de Oparidus hasta la ciudad de Pratum, que se situaba más al norte, para tomarla y así tener control total sobre la bastas tierras del reino de Terrasica. Después del ataque a aquella ciudad fronteriza las fuerzas malignas se contuvieron por órdenes mismas de la reina.

Pasaron varios días en relativa calma sin que el ejército maligno diera muestras de un posible ataque o de continuar con su cruzada para dominar todos los reinos. Pocos eran los hombres en armas con los que contaba la rebelión, Burdock había organizado y ordenado una fuerte vigilancia día y noche en las fronteras, frecuentemente palomas mensajeras eran enviadas desde diferentes puntos hacia la ciudad de Virdaura, donde ahora se concentraba el mando; Lord Burdock sentía fuertemente la responsabilidad y deber de mantener a salvo a la gente que aún podía decirse eran libres, pues la población que había quedado en los otros reinos, por desgracia ahora se sometían a la maldad de la reina. Burdock tenía en mente algún día liberar a toda esa gente, pero por el momento y ante el sufrimiento de una gran derrota acontecida recientemente, no tenía el poder ni los recursos para llevar una contra ofensiva, por lo tanto sólo se limitaba en proteger al reino de Terranimé, el único que quedaba fuera de las garras de la tiranía. En los días posteriores a la caída del reino de Terrasica, ningún soldado de la rebelión o habitante de las ciudades, sabía algo sobre lo acontecido al gran guerrero Arveragus en su hazaña, para muchos suicida, de derrotar al rey Lidenbrock, sin embargo Efira con gran fe les aseguraba que pese a la poca

esperanza de la gente, su amado Arveragus estaba vivo en algún lugar, nadie se atrevía a contradecirla, pues al ver la mirada y la dulzura de la doncella muchos creían en sus palabras y aquellos que no lo hacían, con un nudo en la garganta quedaban en silencio no diciendo palabra alguna de lo que pensaban, para muchos el gran guerrero había perecido en combate; aunque no tenían certeza de lo que había sucedido con él, de algo sí estaban seguros, el usurpador del trono, el rey Lidenbrock había muerto, pero no sabían en absoluto cómo había ocurrido, unos pensaban que la reina lo había asesinado, otros que había sido el mismo Arveragus que había luchado con honor y en esa misma pelea había fallecido, toda la información que llegaba al reino de Terranimé eran rumores, pues en realidad nadie hablaba con seguridad, lo que les hacía pensar más en la muerte del tirano era el cambio en los estandartes del ejército maligno, pues ya no se alzaba el símbolo del rey, sino ahora era un extraño símbolo que decían era de la reina, sin embargo significaba algo mucho peor. La vigilancia en las fronteras y al interior del reino de Terranimé era en extremo difícil de mantener, pues en aquel fatídico día de la batalla en Oparidus, una densa niebla causada por la maldad de la reina había cubierto no sólo el reino de

Terrasica sino a todos los cinco reinos de Regquin, y hasta la fecha se mantenía la bruma; a todo esto los hombres leales a Burdock hacían lo mejor que podían ante la poca visibilidad que se tenía para hacer guardia y vigilar a toda costa el único lugar que les quedaba. Pronto la rebelión liderada por Burdock recibió noticias de otros reinos, ya sea por espías u hombres que intentaban mantener contacto con ellos desde la oscuridad de sus tierras; fue así que Burdock y los demás lores supieron a lo que se enfrentarían… nadie sintió una leve esperanza, sino todo lo contrario, aquello de lo que se enteraban los hacía pensar en el fin inminente; nadie podía dar crédito a lo que escuchaban, pues aquello parecía no tener ningún sentido, ahora comenzaban a saber de la verdadera maldad de la reina, o eso creían. Nueve espectros de gran poder aterrorizaban los reinos, esta pésima noticia que llegó a oídos de Burdock y los demás lores coincidía con la información de sus espías. Los antiguos reyes habían regresado de la muerte, habían vuelto en forma de espectros y ahora poseían un gran poder siendo fieles siervos de la reina; obedeciendo todo lo que ella ordenaba los espectrales reyes gobernaban. El espectro rey Emérico ahora se sentaba en su antiguo trono, en el reino

de Terrasica; el espectro rey Ubaldo gobernaba desde Montumbra; el espectro rey Nepomuk en el trono de Setfluvus; el espectro rey Anselmo esperaba la orden para retornar al trono de Terranimé, pero lo peor que supieron fue que el rey Arne, el grande y bondadoso rey, ahora tenía a su mando al mayor ejército de muertos y con él lo acompañaban los espectros de lord Lidenbrock, lord Fremond y lord Ulrika, los antiguos amigos de la infancia de Burdock; aquello hizo entristecer en demasía al líder rebelde, pero faltaba un espectro más de ser reconocido, toda la información coincidía en que aquella maléfica figura desconocida era la mano derecha de la reina Guinevere, al parecer aquel era su más fiel lacayo así como su arma principal; lord Burdock no dudó en pensar que aquel espectro resultara ser Arveragus, sin embargo nadie le podía asegurar quién era aquella enigmática sombra. Efira era la única que insistía y mantenía la esperanza de que Arveragus estuviera con vida. En toda la tierra de Regquin la maldad de Guinevere se hizo presente, si antes con el gobierno de Lidenbrock se llevaba una vida deplorable, ahora tras su muerte, la tiranía de la reina era mucho peor; ya nadie podía salir de sus hogares a

menos que fuera para el trabajo, el cual eran largas jornadas laborales sin paga monetaria, lo que recibían a cambio era un poco de comida para las familias, la gente era prisionera en los mismos reinos, en sus propias casas, simplemente trataban de mantenerse con vida, pues ya no poseían nada. Día y noche centinelas muertos deambulaban los caminos y ciudades, la reina tenía un total control junto con sus espectros. Había un gran temor en todas las ciudades y la leve esperanza que tenían sus habitantes radicaba en Lord Burdock y en los soldados que se encontraban en el reino de Terranimé, pero si la rebelión caía no habría esperanza para nadie. La reina se sentía ya como una diosa desde su trono y en conjunto con sus espectros planeaba lo que sería el ataque final a la rebelión y el inicio de su reinado de terror, el cual no se limitaba sólo a Regquin. Pronto la ciudad de Virdaura sería destruida y con ella se presentaría la muerte de Burdock y de Efira, culminando así la primera fase del plan de Guinevere. La reina puso un alto costo a las cabezas de los líderes, Burdock, Efira y todos los lores, diciendo que aquel que le llevara una de aquellas cabezas tendría privilegios reales y tendría una gran recompensa para él y su familia; cuando tales ofertas llegaron a

los oídos de la gente de Terranimé, muchos se vieron tentados a cometer tan atroces acciones, pues ya sin esperanza alguna veían que tarde o temprano la reina obtendría todos los reinos, y que mejor que ante tan mal panorama tener la aceptación de la corona. Lord Burdock supo que eran artimañas de la reina para desestabilizar y desmoronar la rebelión desde dentro, y ante toda aquella mala situación, el lord no lograba ver cómo contrarrestar la maldad de Guinevere; siendo así las cosas los lores estaban por decidir abandonar todo, teniendo entre sus opciones

el

emigrar

a

las

tierras

desconocidas

y

fantasmagóricas del norte, pero una noticia proveniente de la ciudad de Solitarium detuvo esos planes y los reanimó por completo, y no sólo a ellos sino a toda la gente que aún tenía un hálito de esperanza; por desgracia la reina rápidamente también se enteró de aquella noticia y con un odio ciego mando al mismo espectro Arne y su escolta Lidenbrock, Fremond y Ulrika, a que cumplieran con una tarea.

II.- SECRETOS EN LA SOMBRAS

…Arveragus desenvainó su espada, ahora tenía que pelear y destruir una vez más a los soldados que se erguían frente a él, pero antes de continuar, levantó su mirada hacia el castillo y en el balcón real vio a la reina que miraba con soberbia y sonreía maliciosamente, detrás de ella había nueve figuras encapuchadas, todas vestían de negro y no se les miraba el rostro. Arveragus sintió algo extraño ante la presencia de aquellos seres, sabía que eran espectros, pero mucho más poderosos que los que habían matado a Anthea o atacaban en ese momento la ciudad de Oparidus; los espectros que estaban detrás de la reina emanaban terror, desesperanza y odio, el mismo Arveragus sintió perder toda esperanza al estar en presencia de aquellos fantasmas1. 1

Fragmento del último párrafo del capítulo VIII, “El reino del mal – el reinado del rey Lidenbrock”

El gran guerrero no tardó en disponerse a partir, comenzando a luchar nuevamente contra los cadáveres que se interponían en el camino, sin embargo sus fuerzas ya no eran las mismas, pues había peleado ya bastante antes de llegar frente al rey Lidenbrock, para esas alturas de la batalla lucía y estaba bastante agotado; pero aun así continuó sin rendirse luchando con los soldados que antes ya había derrotado, sólo que ahora estos regresaban de la muerte como esclavos de la reina. En un momento de su extenuante huida de aquel nefasto lugar en que se había convertido la esplendorosa ciudad de Arxtrium, lugar donde se situaba el trono de la reina, el guerrero pensó que indudablemente era su fin, pues ante él se erguían bastantes cuerpos vueltos a la vida dispuestos a matarlo, con pocas fuerzas pero con un valor que no disminuía apenas si contuvo algunos golpes de sus adversarios, y cuando estaba a punto de ser tocado por una espada maligna, ocho hombres armados salieron a su ayuda, eran los lores de Soniumag, los hombres que habían sido parte del consejo del rey Lidenbrock; con gran destreza y esfuerzo ayudaron a Arveragus a escapar; la reina y sus nueve principales espectros simplemente miraban desde la altura del balcón real, y al ver que los lores y Arveragus escapaban cabalgando fuera de las

murallas de la ciudadela, la reina ordenó a espectros de menor jerarquía les dieran alcance y cuando lo hicieran les dieran una muerte violenta.

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