Escultor de memorias

Camina rápido pero sin prisa, acerca, saluda con una sonrisa y antes de contestar cualquier pregunta, me plantea ¿qué es para usted el arte? Así de directo es ...
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*Publicado en Revista Signos del Arte

Un retrato al escultor Manuel Vargas

Escultor de memorias Camina rápido pero sin prisa, acerca, saluda con una sonrisa y antes de contestar cualquier pregunta, me plantea ¿qué es para usted el arte?

Así de directo es Manuel Vargas, e interesado por transmitir con claridad su visión de arte, la que cree olvidada y dejada de lado en una sociedad que según dice, ve el arte como una materia ¨especial¨ en escuela, como eventos que se realizan cada par de años o como algo que hacen ¨los que no tienen nada mejor que hacer¨. De piel clara y ojos casi grises, vive eternamente enamorado de Guanacaste, la tierra que lo vio nacer y de sus ¨cholos¨ y ¨cholas¨, que para él simbolizan la fortaleza, el romper paradigmas y el sacrificio para superar obstáculos y conseguir lo que se desea. Crítico, sincero, humilde y de verbo fácil, se considera menos hábil para plantear claramente sus ideas en medios escritos, no así de expresarse por medio de la escultura, su pasión. Esculpiendo sueños. Nació en Tilarán, Guanacaste, en medio de una numerosa familia de 10 hermanos (8 varones y 2 mujeres). En su infancia, cuenta que disfrutaba hacer réplicas en menor tamaño de los trabajos en madera que realizaba su abuelo y afirma que el mejor tiempo de su vida

fue el que vivió en Vergel de Cañas, Guanacaste. Al preguntársele por qué, con una sonrisa afirma, ¨porque fui libre, me sentía libre¨. Para él, tanto el artista como el arte, siempre reclaman la libertad. Sin embargo, el camino para convertirse en artista no fue fácil. ¨Vengo de una provincia, donde no se cultivaba el arte, no habían facilidades, museos o internet. Todos me incitaban a estudiar enfermería, medicina, etc. Me decían que estudiar arte era estudiar para maricón¨, comenta. Sin embargo, para Vargas, por el contrario, el arte requiere de fuerza y valentía para romper paradigmas. ¨Cuando vine a San José andaba sin un cinco, me devolví 10 veces, no tenía ni para los almuerzos, entonces llamaba a mi madre. Y ella me impulsaba, me daba el menudo y me decía que no la defraudara, que era la única posibilidad que tenía de ser lo que quería ser en la vida¨, añade. En 1982, se va a Italia gracias a una beca para aprender las técnicas en piedra. Este hecho marca un punto de giro en su visión del arte. ¨Al ver al David, en Florencia o los grandes monumentos en Francia, me sentí retado e invitado a crear arte, a pesar de todo¨. Sus cholas. Al regresar pensó en hacer algo que lo identificara y se remitió a lo que más lo inspiraba: las mujeres guanacastecas. ¨Pensé en hacer mujeres, explotar formas de cuerpos desnudos. Con la mujer lo que se podía mostrar era inagotable, con o sin ropa demostraba mucho sólo con un solo gesto, me gusta la frescura de la mujer guanacasteca, pueden ser pobres pero son felices, no le temen a nada y si tienen que pegar un grito se lo pegan¨. Vargas concibe a la mujer como el centro de la sociedad y admiro la fortaleza de las mujeres quienes dejan de lado su figura o sus propios intereses por ayudar a quienes aman. ¨Esta mujeres dejaron de ser ellas mismas para que sus hijos llegaran a ser¨ menciona con convicción. Y aunque es indudable la gran admiración que tiene hacia su madre, aclara que sus obras no son una reproducción fiel de su físico, ya que era una mujer muy delgada, pero sí de su carácter. ¨Hago mujeres gruesas, porque para mí son fuertes, poderosas, transmito la idea de fuerza de voluntad y poder a través del volumen¨

En obras como ¨Cariño mírame¨, logra meterse en la piel de un personaje femenino, una mujer deseosa de que alguien la vea, de dar amor y recibir amor, independientemente de su físico. ¨Para mí es más rico el lenguaje de una mujer real, con curvas, que el de una barbie¨. El precio del arte. Para este escultor, el arte es esencia y contar historias, más que imagen, es contenido. Y más que eso es un compromiso que llama y por el cual hay que luchar, en ocasiones contra todo y todos. Paralelamente a su trabajo como escultor, trabajó por 31 años como docente en el Conservatorio Castella, junto a su gran impulsor el también escultor Aquiles Jiménez. En el 2010, Vargas se pensiona y actualmente se dedica un cien por ciento a la escultura. Sin embargo, no deja pasar la oportunidad para, con el criterio que la da haber sido docente, criticar la falta de educación en arte que hay en nuestro país. Aún más afirma que a los artistas no se les da la importancia que merecen. ¨Costa Rica no tiene ni un 1 % del presupuesto en cultura, no hay dinero para proyectos, siempre se dice a artistas que donen el arte, que regalen. No se valora el trabajo, no se consulta a artistas, ni se les pregunta qué quieren hacer como artistas. Si se financiaran o apoyaran los proyectos de pequeños artistas, sería muy diferente¨ .Y con gesto de decepción recalca: ¨ es triste que en México o Guatemala me dicen maestro, acá si caso Manuel. Pero yo prefiero no vender una obra a que no sea reconocido lo que en realidad vale¨ De ahora en adelante, afirma que se dedicará a hacer obras de mayor tamaño, de unos 5 metros, en otros materiales como el granito. Uno de los proyectos en mente se llamará ¨Cholas al viento¨, en el que rememora los vientos de su anhelado Tilarán, enfatizando en la mujer que lucha contra huracanes, contra vientos de retos, que ciñen sus vestidos al cuerpo, el cual lucen con orgullo, sin prejuicios. Se considera un hombre feliz y afortunado, que defiende a toda costa el valor del arte. Se marcha con la misma sonrisa y convicción clara, ahora camina lento, porque tiene prisa.