Escuela para padres

en el Valle Sagrado de los Incas. Un paraíso con su huerta, sus acequias y su estanque, sus patos y sus gansos, la visita de los pica- flores, un sitio ideal para ...
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NOTAS

Lunes 8 de junio de 2009

Escuela para padres

NORBERTO RODRIGUEZ

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ALINA DIACONU

PARA LA NACION

El autor es secretario general de la Asociación Cristiana de Jóvenes.

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PARA LA EDUCACION DE LOS HIJOS

Educación para todos S imprescindible descubrir una brecha en el círculo perverso de la pobreza, para penetrar en él de manera contundente y decisiva. Nos debemos el esfuerzo de que el mito y la realidad se encuentren. El mito de que la educación es una prioridad y la realidad de una educación que atrasa a los más vulnerables. El raquitismo civil del que adolece la Argentina tiene que ver con las dificultades de acceder a una educación integral e inclusiva. El clientelismo político siempre encontrará en los más desposeídos el caldo de cultivo para insertarse y dominar. Es vital imponernos el compromiso de rechazar la desesperanza en una sociedad que descree de todo y, a la vez, relativiza con idéntico fervor hechos de singular gravedad. En el marco de una política educativa pensada desde lo sistémico y con horizonte estratégico, es decir, de mediano y largo plazos, el Estado, con el complemento necesario y útil de las organizaciones de la sociedad civil, debe concentrarse en la generación de nuevos paradigmas que encuentren su correlato en los hechos concretos. El ciclópeo esfuerzo que se requiere, encarado con grandeza y alejado de prácticas electoralistas, siempre teñidas de una mirada corta y muy superficial, debe centrarse en privilegiar una educación rica para los pobres o empobrecidos. Al hablar de riqueza, lo hacemos contemplando todos los aspectos: contenidos curriculares, instalaciones, equipamiento, tecnología, incorporación de idiomas y estímulos a distintas expresiones del arte. Igualmente, docentes reconocidos por su nivel y a quienes se les exijan resultados medibles y se los retribuya de manera digna. La educación es el camino a la libertad y a la autonomía de las personas. Constituye un eufemismo y entraña enormes riesgos afirmar que el acceso a la educación es igual para todos. Los que más tienen, los más favorecidos socioeconómicamente, gozan de oportunidades vedadas a los pobres. ¿Tiene sentido negar esta obviedad? Un capítulo aparte merece el tratamiento de la persistencia de la pobreza en un país como la Argentina. Habla del fracaso de la dirigencia y de las políticas aplicadas. Cuesta hacerse esta lacerante pregunta: ¿será la pobreza funcional al sistema vigente? Proponemos pasar a la acción sin pérdida de tiempo. Este es un bien cada vez más escaso para quienes transitan por el abismo de la marginalidad y la exclusión. © LA NACION

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PARA LA NACION

“Los ejemplos corrigen mejor que las reprimendas”. Voltaire

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L sol ya se hacía sentir esa mañana de abril, en esa finca, llena de árboles y flores, rodeada por los monumentales Andes. Nos hallábamos a unos 2800 metros de altura, a 60 km. de la ciudad de Cusco y a 3 kilómetros del pueblo llamado Urubamba, en el Valle Sagrado de los Incas. Un paraíso con su huerta, sus acequias y su estanque, sus patos y sus gansos, la visita de los picaflores, un sitio ideal para la contemplación y la reflexión. Estábamos sentados en unos troncos cortados en forma de butacas, frente a una mesa de madera, a la sombra, en medio del exuberante jardín. Antón Ponce de León, psicoterapeuta, escritor, conferencista, fundador, hace 36 años, –junto con su mujer, Regia– de Samana Wasi (La Casa del Descanso, en quechua), una comunidad dedicada a albergar niños abandonados y ancianos, está entusiasmado. A sus 78 años, tiene ahora otro sueño, o bien otra misión: plasmar los espacios necesarios para crear lo que él llama una “escuela de vida”, es decir, fundamentalmente una escuela para padres y otra, con talleres y juegos, para sus hijos. “Mira siempre más allá de lo logrado”, reza un cartel colgado entre las ramas de los árboles. “La vida no es un arco, donde nacemos y morimos– argumenta nuestro interlocutor–, la vida es una línea indefinida, tendida hacia el Universo. En estas casi cuatro décadas, en nuestra labor aprendimos mucho. Ahora hay que dar el segundo paso. Siempre con el propósito de ayudar, de servir a la comunidad. Y el peor defecto de una comunidad es la falta de educación –subraya–. Queremos crear una escuela de vida para padres de familia, porque, lamentablemente, nadie estudia para ser padre. Y, asimismo, quisiéramos poner una escuela complementaria, con talleres de valores para niños y jóvenes”. Ponce de León cree que cuando se recuperan los valores se recupera la identidad, y que un pueblo sin identidad está llamado a desaparecer. En esas escuelas se enseñaría a respetar las tradiciones, a convivir en armonía. Para ello se va a preparar a profesores de primero y segundo nivel, y se va acudir a psicólogos para que conversen con los progenitores. A los adultos se les va a inculcar lo que es la responsabilidad de ser padres, de ser personas maduras, y a los niños habrá que hablarles desde los siete años en adelante, mostrarles que “tu vida es muy importante y tienes que amarla”. Lo que falta, además de educación, es amor, comenzando por el amor por uno mismo, que no es egoísmo. El trabajo es un trabajo conjunto y paralelo entre padres e hijos. En su esencia, “no se trata de un tema moral, sino ético” –sostiene–. Y aclara: “La moral es una creación humana. La ética viene con cada uno de nosotros, con lo que somos”. Claro que para llevar estas ideas a la práctica necesita tener el lugar físico, construir dos establecimientos más, formar gente, es decir, ayuda económica. Desde Austria ha recibido señales de interés y, justamente, en estos días Antón está hablando de su proyecto en varios países de Europa que quieren escuchar la propuesta de este sabio andino. Es que en estos tiempos de niños y púberes armados, ladrones, borrachos, asesinos, drogados, niños de la calle, niños desamparados, desasistidos o explotados por un lado, y niños despóticos, consumistas, mimados y consentidos, por el otro, ¿por dónde se empieza?

El vuelco que le hizo dar a la educación el famoso pediatra y pacifista norteamericano de los años 50, el doctor Benjamin Spock, con su libro, traducido en ese entonces a decenas de idiomas, (Tu hijo. Enciclopedia de los padres), todavía se hace sentir hoy. El doctor Spock, llamado “el padre de la tolerancia”, con las mejores intenciones del mundo y con mucha razón también en aquellos tiempos de educación represora, quería quebrar el autoritarismo y el sistema tradicional de crianza, llevando a los padres a una actitud mucho más permisiva. El resultado está a la vista en la actualidad. La cuestión no es maniquea, sino muy compleja, muy delicada, y los matices son muchos. Hace ya diez años, en su libro significativamente titulado La tragedia educativa, Guillermo Jaim Etcheverry afirmaba que “los verdaderos pedagogos nacionales de los jóvenes son: la televisión, la publicidad, el cine, el deporte, la música popular, la política y todo lo que entre en los espacios de celebridad que ellos definen”. A muchas de estas cosas se deben los descontroles de la droga, el alcohol y otras violencias de todos los días . Últimamente, hemos escuchado en la Argentina varias voces pidiendo la implementación de “escuelas para padres”. En Francia hay y hubo iniciativas así. En su momento, Francoise Dolto, por ejemplo, hizo un interesante aporte: inauguró una línea telefónica para consultas de los padres con dificultades. Enseñanzas para progenitores ya existieron en nuestro país. Recordemos que, entre nosotros, Eva Giberti, toda una autoridad, fundó una escuela en los años 50 que funcionó prácticamente durante dos décadas, siguiendo los lineamientos psicológicos “spockianos” y los sistemas educativos de aquella época, con sus ya mencionadas y –a la luz de lo sucedido– discutibles innovaciones. En esa misma línea, interesante en aquel entonces pero polémica después,

hubo cursos para padres en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. En el Hospital de Niños también se dictaron clases para padres, pediatras, maestros, psicoanalistas, asistentes sociales y expertos en Ciencias de la Educación. En nuestros días –y contemplando las problemáticas actuales de la familia, que son muy, pero muy distintas– hay una Escuela para Padres en la Asociación Psicoanalítica Argentina. Nos comentaron, también, que en Godoy Cruz, Mendoza, hace años que funciona una Escuela para Padres. Por medio de talleres , allí se enseña a poner límites sin caer en el autoritarismo, y también se

El adolescente necesita que sus padres no sean adolescentes. Los hijos necesitan coherencia recalcan los valores y principios, todo bajo el lema del amor. El tema de los “límites” parecería ser clave. Para la doctora Solana Orlando, psiquiatra y terapeuta sistémica de Buenos Aires, “todavía hoy no sabemos bien qué es el tema de los límites . En esto, también, hay modas. El doctor Spock fue una escuela para padres, pero al final él mismo pidió disculpas por sus errores, lo cual no es poco”. La madre de Solana, Zulema Storani de Orlando, fue asimismo una pionera en la Argentina: con Carlos Rodari tenía un programa de radio (1955-1960) que, justamente, hacía docencia con los padres. Su hija está convencida de que lo más difícil del mundo es “enseñar”, en el sentido académico, pero que una interacción entre padres y especialistas en escuelas sería muy valiosa. “Es más rico contar con un lugar para compartir las angustias que todo padre tiene con sus hijos, que leer un artículo, un libro o escuchar a

alguien dictando cátedra sobre el tema.” A nuestros padres o abuelos se los tildaba de autoritarios, y seguramente lo eran, ya que nos coartaban muchas libertades y nuestra educación se basaba en la obediencia. Sin embargo, según la doctora Orlando, “Nuestros padres eran coherentes. Tenían actitudes muchas veces criticables, pero fueron coherentes con esas actitudes durante siglos. Y la coherencia no enloquece”. Jaime Barylko, en la antología de reflexiones editada post mortem Meditaciones para vivir mejor tocó este dilema: “El que sea padre, la que sea madre, debe jugarse en la afirmación. Lo digo claro: hay que intervenir y con firmeza. Es tu hijo, es tu responsabilidad”(…) Y también: “No se propicia retornar al autoritarismo rígido y cruel. Se trata de vivir la vida con racional equilibrio. El que crece en un ámbito de amor y de límites, de cooperación y confrontación a la vez, crece fuerte y con confianza en sí mismo”.(…) El adolescente necesita que sus padres no sean adolescentes”. Volvemos así al tema de los límites, pero también al del amor. Ponce de León, en su Perú rural y andino, y muchos padres, terapeutas y educadores de las grandes ciudades, se están planteando seriamente el asunto. Porque la violencia infantil de hoy está más allá de la clase social o del nivel económico. ¿Dónde se encuentra ese punto medio que eduque en el equilibrio y en la armonía, en el respeto de los valores y en respeto por uno mismo? ¿Cómo transformar esta nueva realidad , totalmente invertida con respecto al pasado, donde los padres, muchas veces, les tienen miedo a sus hijos? “Escuelas para padres”…Ya la frase implica una toma de conciencia, una humildad y una apertura de la mente y del corazón por parte de los progenitores. ¿Estará entonces dentro de este mismo enunciado gran parte de la solución? © LA NACION La autora es escritora. Avatar es su última novela.

DIALOGO SEMANAL CON LOS LECTORES

La saga de los que quedan a la zaga “S

ORPRENDE y entristece leer notas como la del 28 de mayo «Derecho a la educación». Las autoras trasmiten una realidad que no imaginaba en la ciudad de Buenos Aires. El texto empieza así: «Un año más ha transcurrido en la injusta zaga de postergación y deterioro de las condiciones educativas de los sectores más pobres de la ciudad». La ortografía, dentro de la educación, es algo pequeño, pero ¡cómo pueden escribir «zaga» cuando quieren decir «saga»!”, escribe Aldo Hugo Cantón. Es muy probable que hayan querido decir saga. La confusión entre saga y zaga se está haciendo cada vez más frecuente. Pero aquí saga tampoco tenía sentido: “la injusta saga de postergación” no significa nada. En su sentido original, sagas son las antiguas leyendas heroicas nórdicas y, por extensión, hoy en día se dice que son sagas las narraciones que abarcan dos o más generaciones de una familia. La injusta situación de postergación y deterioro de las condiciones educativas de los sectores más pobres no es una saga, pero, eso sí, hace que esos sectores sigan a la zaga del resto de la población. Superlativamente pulcro Desde Mar del Plata, escribe Hugo Zerga: “He leído en la novela La tabla de Flandes, de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara, 2008, página 162), la palabra pulcrísimo como superlativo de pulcro. ¿Se trata de un error o la Real Academia acepta esta palabra? Hasta donde llega mi conocimiento, lo correcto es pulquérrimo”. El superlativo pulquérrimo, como otros

superlativos en -érrimo, no está formado sobre el positivo pulcro, sino que proviene del superlativo latino del adjetivo del que procede pulcro. En latín, los adjetivos terminados en -er hacen regularmente el superlativo en -errimus. El español pulcro viene del latín pulcher o pulcer (que significa ‘hermoso’), cuyo superlativo es pulcherrimus o pulcerrimus, y de este superlativo latino viene el español pulquérrimo. En español se han conservado varios de estos superlativos: acérrimo, del latín acerrimus, superlativo de acer, que da en español acre; aspérrimo, de asperrimus, de asper, que da áspero; celebérrimo, de celeberrimus, de celeber, que da célebre; integérrimo, de integerrimus, de integer, que da íntegro; libérrimo, de liberrimus, de liber, que da libre; misérrimo, de miserrimus, de miser, que da mísero; nigérrimo, de nigerrimus, de niger, que da negro; paupérrimo, de pauperrimus, de pauper, que da pobre; salubérrimo, de saluberrimus, de saluber, que da salubre. Pero como, por razones fonéticas y morfológicas, los positivos latinos en -er han dado en español adjetivos de terminaciones variadas (algunos conservan la -e y otros la pierden; algunos terminan en -o, y otros, en -e), no es fácil establecer la relación entre la terminación del positivo y el sufijo del superlativo. No tiene, entonces, nada de sorprendente que, junto a los superlativos “irregulares” en -érrimo se hayan formado, sobre los positivos españoles, otros “regulares” en -ísimo. Superlativos como negrísimo, pobrísimo y pulcrísimo conviven hoy con las formas en -érrimo y

LUCILA CASTRO LA NACION

se consideran igualmente legítimos. En otros casos, como libérrimo y misérrimo, la norma culta sólo admite la forma en -érrimo. Confusiones meteorológicas “El día 1º, a propósito del avión desaparecido en vuelo de Río a París, escribieron en un título de la edición digital: «Una ruta muy transitada, sin graves complicaciones metereológicas». ¿Será posible que todavía se cometa ese error?”, pregunta Guido J. Casariego. Por lo visto, es posible, y es un error que se comete muy a menudo. ¡Y pensar que es tan fácil relacionar el adjetivo meteorológico con el sustantivo meteoro! Si se hiciera esa asociación, nadie se equivocaría. Y como si eso fuera poco, debajo del título se cita a un experimentado piloto, que “desalentó la posibilidad de que un rayo haya sido determinante”. Me pregunto con qué verbo parecido pueden haber confundido desalentar. Todos los que se me ocurren

que podrían haberse usado (desechar, desestimar, rechazar, negar, etcétera) son muy diferentes. Eso, sin hablar de la correlación de tiempos, pues al depender de un pasado, el verbo de la proposición sustantiva, que indica anterioridad, debió haber ido en pluscuamperfecto: “…desechó la posibilidad de que un rayo hubiera sido determinante”. ¿Con diptongo o sin diptongo? Escribe Fernando L. Romero: “En el artículo «La justicia tiene algo que decir», del 26 de mayo, página 15, se lee: «...los impedimentos legales no se licúan...». Y en la página 329 de la obra en fascículos sobre Leonardo Da Vinci, la referencia correspondiente a 1512 reza: «Los franceses evacúan Milán...». Sería bueno recordarles a los correctores que los verbos que finalizan en -cuar y -guar no llevan acento que rompa el diptongo. Corresponde entonces escribir licuan y evacuan, de la misma forma que nadie pronunciaría *averigúan”. Si hubiera algo que recordar, habría que recordárselo antes a los redactores y editores, pero en estos casos no es necesario. Como regla general, los verbos terminados en -cuar y -guar mantienen el diptongo en toda la conjugación, mientras que los otros verbos en -uar, como actuar y continuar, tienen formas con hiato, que se indica gráficamente con una tilde (no es que el acento rompa el diptongo: es que no hay diptongo). Esta regla se mantiene para los verbos en -guar (por eso nadie pronunciaría *averigúan), pero hoy en día los terminados en -cuar (los más fre-

cuentes son adecuar, evacuar y licuar) admiten las dos conjugaciones. Por eso se considera tan correcto decir adecúan como adecuan, evacúan como evacuan y licúan como licuan. La asesina de Marat “En la edición del 22 de mayo, en el artículo «Marat-Sade: encuentro con las ideologías», se menciona a Charlotte Corday (d’Armont). El apellido está escrito «Cordey». Lo que me pareció a primera lectura un error de imprenta no resulta tal, pues se repite la equivocación unas pocas líneas más abajo. Creo realmente lamentable que algo así aparezca en ese diario. El autor ha adoptado fonemas del español para indicar la pronunciación francesa. Los apellidos no deben ser castellanizados, de ser ello posible (podría obligar a ello una sustancial diferencia de los símbolos de escritura). No creo haber leído esa versión del apellido en cuestión en ninguna enciclopedia. Parecería que el autor del artículo lo ha conocido únicamente a través de la transmisión oral de quienes hablan debidamente el francés”, escribe Mario José Giraldi desde Rosario. Es posible que el autor haya escrito el apellido de la asesina de Jean-Paul Marat como lo oyó o creyó oírlo. Tal vez le haya pasado lo mismo con el adjetivo peliagudo, que en el texto aparece escrito *“peleagudo”. © LA NACION Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección [email protected]