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taquígrafo Patsche entrando en sala de interpelaciones número 36. VOZ DEL INSPECTOR. .... Sí, seguro que a ti te contratarían. Stela le tiende un polo.
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El increíble caso de la inocente saboteadora Anna Millman

ELENA MARÍA SÁNCHEZ

Dedicado a la Asociación de Huérfanos de Refrigeradores

El increíble caso de la inocente saboteadora Anna Millman

Personajes ANNA MILLMAN INSPECTOR NASCHSUCHT TAQUÍGRAFO PATSCHE MAX LEBRIQUET LEO HOHLRAUM STELA... STELA... ÁGATA STHEITBAR POLICÍA AGENTE PASTELERO 1 AGENTE PASTELERO 2 AGENTE PASTELERO 3 CARTERO INVITADOS A LA FIESTA HENRI JEFE DE OBRA FOLGSAM ESTUDIANTE

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Índice de escenas ESCENA I UNA ENTRADA TRIUNFAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415 ESCENA II TODA LA VERDAD Y NADA MÁS QUE LA VERDAD . . . . . . . . . . . . . 419 ESCENA III EL DÍA QUE SE CONOCIERON . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 423 ESCENA IV LA HORA MÁGICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429 ESCENA V TODO GIRA EN TORNO A LOS EDIFICIOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 435 ESCENA VI ‘CÓMO SEDUCIR A UN HOMBRE EN 3.869 SENCILLOS PASOS’ . . . . . 439 ESCENA VII CUALQUIER AYUDA... ES POCA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445 ESCENA VIII AMOR Y GEOMETRÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 449 ESCENA IX UNA FIESTA ALUCINANTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453 ESCENA X DESTINOS INÉDITOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 459 ESCENA XI QUIEN BIEN TE QUIERE, TE HARÁ EXPERIMENTAR . . . . . . . . . . . . . 463 ESCENA XII CUANDO SE ES LO BASTANTE INFELIZ COMO PARA PONER BOMBAS . . 467

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ESCENA XIII SUSTANCIAS INFLAMABLES A LA LUZ DE LAS VELAS . . . . . . . . . . . 471 ESCENA XIV SERÍA UNA RADIONOVELA PRECIOSA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 477 ESCENA XV QUIEN BIEN TE QUIERE, TE HARÁ EXPERIMENTAR MÁS . . . . . . . . . 483 ESCENA XVI QUÉ ES UNA AMANTE SIN UN AMANTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 491 ESCENA XVII ABUELAS ACCIDENTALES PARA UNIVERSITARIOS ISLEÑOS . . . . . . . 493 ESCENA XVIII ADIÓS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 495 ESCENA XIX TRECE HORAS PARA LA OTRA HORA H . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 499 ESCENA XX QUÉ ES UNA AMANTE SIN NINGÚN AMANTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505 ESCENA XXI Y SI CREES QUE NO, RECUERDA: CAMBIA DE ESTRATEGIA . . . . . . . 507 ESCENA XXII OCHO MESES DESPUÉS... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 513

ESCENA I UNA ENTRADA TRIUNFAL Puerto Marítimo. Vaivén portuario. Anna desciende por la pasarela de un barco con una maleta y un gran bote de pepinillos en vinagre. El avance se hace algo complicado pues lleva una falda lápiz que la obliga a caminar con pasos cortitos. El sonido de una bocina la asusta, casi hace que caiga. En tierra firme no sabe muy bien qué hacer: si esperar, si marcharse, si tomar una dirección u otra... Entra Stela, con guantes. STELA.— ¡Anna! ¡Anna Millman! ANNA.— ¡Stela! ¡Stela...! ¡Stela! STELA.— ¡Felicidades, consejera grado 1 Millman! (Se acerca a la pechera de Anna para ver de cerca la medalla honorífica) ANNA.— Gracias por venir a recibirme. ¿Has visto? STELA.— ¡Madre! ¡Vaya titán! ANNA.— ¡Stela! Es un delfín con un compás y una escuadra, ¿no lo ves? El hociquito sujeta la escuadra y la aleta el compás. STELA.— Ah, ya decía yo... Precioso. En cuanto leí tu telegrama diciendo que venías hoy en el barco de las cinco, me dije: “Allí estaré a las 6.04 como un clavo”. ¡Qué alegría tenerte de vuelta! ¡Tienes que contármelo todo! ANNA.— Tú sí que tienes que contármelo todo.

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STELA.— No hay mucho que contar. Han pasado tan pocas cosas durante tu ausencia de la isla que da... angustia. ANNA.— ¿A qué te refieres? Entra por un lateral el Policía. Stela ve cómo se acerca. STELA.— Y del sabotaje a la antena de protección... no se habla una palabra. No sé... Es una sensación, un presentimiento. ANNA.— ¡Qué! STELA.— Es... como la calma que precede a la tormenta... o la nata que precede al strudel... o la clara que precede a la yema. Es como si estuvieran acechando y... en cualquier momento fueran a... ANNA.— ¿Servir un cáterin? POLICÍA.— ¿Señorita Anna Millman? ANNA.— Sí, soy yo. POLICÍA.— La estábamos esperando. Tiene que acompañarme. ANNA.— ¿Acompañarle? Acabo de llegar de viaje y... ya ve mi aspecto. STELA.— Bah, estás guapísima, como siempre. Los zapatos ideales. POLICÍA.— No se preocupe, serán solo unos minutos. STELA.— Si son solo unos minutos... POLICÍA.— No, no es necesario que usted venga. Anna entrega a Stela su maleta y su bote de pepinillos.

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ANNA.— Cuida de los pepinillos. Mantenlos en un lugar fresco y seco. STELA.— Sí, querida. Qué guapo es. Se queda en el muelle viendo cómo Anna se marcha junto al Policía. Como si en cualquier momento fueran a caer sobre nosotros. Esta maldita intuición mía nunca falla.

ESCENA II TODA LA VERDAD Y NADA MÁS QUE LA VERDAD Anna espera sola en la sala de interrogatorios con paredes de color pastel. Un dispensador de agua. Dos mesas, tres sillas. Sonido de rejas carcelarias que se abren. Pasos. Rejas que se cierran. Pasos que se acercan. MEGAFONÍA.— Inspector Naschsucht y taquígrafo Patsche entrando en sala de interpelaciones número 36. Inspector Naschsucht y taquígrafo Patsche entrando en sala de interpelaciones número 36. VOZ DEL INSPECTOR.— ... no se les arranca la piel de cualquier manera. Aprenda, amigo Patsche, que ¡el factor sorpresa es una herramienta básica en nuestro trabajo, a ver si se enteran los de ahí arriba! ¿Qué le decía...? Ah, sí. Se les expone a un delicado proceso de pelado mediante vapor de agua. La altísima temperatura hace que toda la piel vaya cayendo y quede solo la carne viva. ¿Dónde dice que nos conocimos? VOZ DEL TAQUÍGRAFO.— Aquí mismo, coincidimos un día en los lavabos. VOZ DEL INSPECTOR.— La suma de coincidencias necesarias para que ocurra un desastre es siempre desconcertante. Entra el Inspector con una carpeta bajo el brazo y un bote de marrons glacés seguido del Taquígrafo, que trae una máquina de escribir portátil.

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INSPECTOR.— (Mientras se instala en la mesa delante de Anna y el Taquígrafo organiza sus útiles de trabajo en la otra mesa) Después, amigo Patsche, se confitan una a una mediante un lento proceso de ósmosis en un néctar, para terminar embelleciéndolas con una crujiente cobertura de fino azúcar perfumado a la vainilla, que es lo que le da el nombre, ¿ve qué hermoso color y textura? ¿Puedo ofrecerle una, señorita Millman? ANNA.— No, gracias. INSPECTOR.— Voy a dejar aquí el botecito por si cambia de opinión. No sabe las ganas que tenía de conocerla. ¿Ha tenido buen viaje? ANNA.— Sí, muchas gracias. INSPECTOR.— ¡La mar, señorita Millman! Demasiado salada para mi gusto. ANNA.— Sí, muchas gracias. INSPECTOR.— Relájese, señorita Millman. Le haremos unas preguntas muy sencillas, ya lo verá. Empecemos. Hace un gesto al Taquígrafo para comprobar que está preparado. El Taquígrafo comienza a teclear. En la madrugada del 3 al 4 del presente mes de septiembre una explosión inducida por un material aún no identificado destruyó la antena de protección más poderosa y costosa no ya de Sucrania, sino del país, el día antes de su inauguración. La cual, qué curioso, fue proyectada por usted misma. Al día siguiente usted se marcha al continente. En el transcurso de la investigación nos llegan noticias de que un tal Max Lebriquet, individuo no residente en Sucrania, y que... alternaba con usted, también desaparece... ¡Vamos, un lío! Pero por fortuna ya la tenemos de vuelta para que

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nos cuente toda la verdad y nada más que la verdad. Queremos que los saboteadores paguen por tan amargo delito, ¿a que sí? Abre el bote y se come un marron glacé despacio, disfrutando de cada pequeño bocado. ANNA.— Yo no desaparecí. Fui al continente a jurar mi título, lo pueden verificar. INSPECTOR.— Gracias por el consejo, jamás se nos habría ocurrido. ANNA.— Aunque he cursado mis estudios y he desarrollado mi carrera profesional en la isla, cuando tienes el honor de que te concedan un cargo de responsabilidad como es el de consejera grado 1, debes personarte para jurar en el continente. Recibí la citación hace meses y... INSPECTOR.— ¡Y veo que le han impuesto una medalla! (Se acerca para ver la medalla. Gira la cabeza varias veces tratando de descifrar qué representa) Es un... cisne precioso. ¿Qué le parece si empezamos por el principio?, ¿cuándo y dónde conoció a Max Lebriquet? Anna empieza a hacer pucheros. ¡Vamos, vamos! Estamos aquí para saber la verdad sobre los amargos hechos sucedidos el 4 de septiembre, no es una tarde de confidencias entre amigas, señorita Millman. ANNA.— (Conteniendo las lágrimas) Era un largo día de julio como otro cualquiera... La actividad en el Centro Estatal de Obras Públicas era incesante: apenas teníamos tiempo ni... ni de regar las plantas. El Taquígrafo, que ha empezado a teclear en un tempo grave, se detiene ante el relato que empieza, presa de la curiosidad. El Inspector le mira severo para que vuelva a su teclear.

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TAQUÍGRAFO.— Perdón... ¿puede repetir? ANNA.— ¿El qué? ¿Que apenas teníamos tiempo de regar las plantas? TAQUÍGRAFO.— No, justo lo de antes. ANNA.— ¿Que la actividad era incesante? ¿Quiere que se lo dicte? INSPECTOR.— ¡Siga, por favor! TAQUÍGRAFO.— (Mientras teclea. Se va haciendo un oscuro) “Era un ardiente día de julio dilatado por el calor que no proporcionaba respiro a las almas inquietas de los empleados del Centro Estatal de Obras Públicas ni a sus sedientas plantas... auténticas víctimas silenciosas de la actividad incesante...”. Continúa el sonido del teclear del Taquígrafo a tempo allegro.

ESCENA III EL DÍA QUE SE CONOCIERON Despacho de Anna en el Centro Estatal de Obras Públicas de Sucrania. Un espacio edulcorado hasta la saciedad. Mobiliario de oficina color pastel. Varias sillas, una mesa llena de dulces y un servicio de té y café... Teléfonos y máquinas de escribir. Plantas de interior en los sitios más insospechados. Al fondo, un ventanal donde se ve el skyline de la isla con la antena en construcción en la parte central, que es como una tarta de muchos pisos. Stela está regando las plantas mientras canturrea. Entra Anna. STELA.— ¿Qué?, ¿alguna novedad? ANNA.— ¡Nada! Esta reunión no tenía ningún sentido. Todo han sido buenas palabras pero... una pérdida de tiempo. STELA.— No puedo entender cómo a una consejera del Consejo, el Consejo no le hace caso. ANNA.— Solo soy una consejera grado 2, Stela. Hasta que no se inaugure la antena, poco podemos hacer; solo esperar. STELA.— Mientras podemos merendar: han traído polos de tarta de queso. Ah, y la invitación para la fiesta de compromiso de Érika. ANNA.— Tengo que rectificar las salas de archivo de la antena y mira la hora que es. (Extiende unos planos) Les parecen pequeñas, siempre les parecen pequeñas. ¡Ya no sé de dónde sacar más espacio! Abre un cajón para sacar útiles de dibujo pero lo que saca es una planta.

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STELA.— (A la planta) ¡Estabas ahí! Y yo buscándote... (A Anna) Informaciones y datos sobre doce mil personas tienen que ocupar bastante. Claro, que tampoco sé muy bien cómo se archivan. Me lo imagino como el trastero de la casa de mis padres. Seguro que para trabajar allí habrá que ser muy ordenado. ANNA.— Sí, seguro que a ti te contratarían. Stela le tiende un polo. Anna lo aleja de sí en un movimiento reflejo. STELA.— Chica, no entiendo por qué tanta frialdad con los polos. Están... riquísimos. Come su polo y observa a Anna trabajar. Anna, al darse cuenta, se queda mirando a Stela. ¿Qué? Me he manchado. ANNA.— ¿No te pone nerviosa que te miren mientras trabajas? STELA.— No. Entra Leo Hohlraum con una carpeta debajo del brazo. LEO.— Dulces tardes, dulces tardes. STELA.— Dulces tardes. ¿Un polo? LEO.— No, gracias. ¡Tienes que ver esto! ANNA.— ¿Qué es? LEO.— Bocetos de la placa conmemorativa que el ministro descubrirá en la inauguración de la antena fijada... ¡Ahí va la primicia! ¡Para el próximo 4 de septiembre! Dime qué letra te parece más

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bonita, terroncito. Del texto ya me ocupo yo, no te preocupes. (Se acerca a la mesa de los dulces a picar algo. Puede que Stela le sirva un té) ¿Cuál te gusta más? ANNA.— Son todas muy... conmemorativas. ¿No te parece que antes hay que decidir algunas otras cosillas... acometidas eléctricas, definición de los interiores, equipamiento...? LEO.— Eso son cosas que tú haces muy bien. Yo soy un hombre más de... acabados, de detalles. Y hablando de detalles... Tal vez esta noche podamos tú y yo... entrar en detalles. ANNA.— Sí, la verdad es que me gustaría. Hay algunos detalles que creo que habéis pasado por alto en la reunión de hoy y... podríamos discutirlos esta noche. LEO.— ¡El dichoso traslado! ¿Tan mal os tratamos aquí? ¡Mira qué despacho! ¡Con las mejores vistas que hay en toda la isla! ¿Se puede trabajar en un entorno mejor? STELA.— Y el hilo musical es excepcional. LEO.— Todo tiene que llevar su curso. Ese edificio está abandonado, Anna. Lo que el Consejo quiere que entiendas es que el edificio más emblemático proyectado por Theo Millman merece una gran y dulce reforma, pero cuando llegue el momento. ¿Me explico? ANNA.— Mientras llega el momento, se está cayendo a pedazos. Si te hubieras leído el informe sabrías que lo del traslado es lo de menos, que lo importante de verdad es parar su deterioro. Está todo planificado... Stela, acércame una copia... (Stela saca a toda velocidad un informe y se lo da a Anna) ¿Ves? Hay un listado de proveedores... Espera... STELA.— ¡Página 23!

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ANNA.— Un listado de proveedores que están dispuestos a colaborar... LEO.— Seguro que habéis hecho un gran trabajo. No he podido leerlo en detalle, la antena ocupa todo mi tiempo y así tiene que ser ahora. Podríamos decir que es una prioridad nacional. ANNA.— Tienes razón. Por mucho que nos cueste, no debemos distraernos de nuestras prioridades. LEO.— Eso es, terroncito, hay que priorizar. ANNA.— Tendremos que dejar lo de esta noche para otro día: tengo que rectificar las salas de archivo de las plantas 48 y 49. (Empieza a recoger los planos y los mete en una carpeta gigante) Es una prioridad nacional. Stela, me marcho a trabajar a casa. Anna y Leo emprenden la salida, algo aparatosa con la carpeta gigante en manos de Anna. LEO.— ¡Te llevo! STELA.— Ay, qué guapo es. En cuanto salen, Stela se engancha al teléfono. ¿Departamento de contabilidad? Con Paul, por favor, del despacho de Anna Millman. (...) Paul ¿eres tú? (...) Soy Stela. (...) Solo llamo para confirmar lo de esta noche. (...) Claro que sigue en pie (...) una buena cena y un postre mejor, así que trae la calculadora con pilas, que tú y yo tenemos que cuadrar... muchas cuentas... Entra Max al despacho. Trae una cámara de fotos en bandolera. ¿A las diez? (...) Te dejo, luego repasamos esos números, contable. (Cuelga) ¿Le puedo ayudar?

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MAX.— Estaba buscando el despacho de Anna Millman. STELA.— Aquí es, pero ella acaba de salir. MAX.— Vendré en otro momento, muchas gracias. STELA.— ¿Quiere dejarle algún recado? (Coge un formulario 215/1) Puede también solicitar una cita. ¿Su nombre? MAX.— Max Lebriquet. STELA.— ¿Es representante de algún material de construcción? MAX.— No, no. STELA.— Si me deja un teléfono de contacto, yo misma le llamaré con mucho gusto para concertar una cita. MAX.— No tengo. Pero me alojo en la Residencia para Profesores de la universidad. STELA.— Si firma aquí donde pone el imponente, digo el solicitante, la petición seguirá su curso. MAX.— Muchas gracias, ha sido usted muy amable. Dulces tardes. STELA.— A usted. Dulces tardes. Sale Max. Stela sella el formulario 215/1. ¡Prioridad... monumental! Uy, pero si ya es tardísimo.

ESCENA IV LA HORA MÁGICA Cae la tarde. Tráfico. Parada de autobús. Marquesina con carteles de difusión ideológica con el lema “Una isla dulce es una isla dulce”, acompañado por imágenes de suculentos dulces y hombres, mujeres y niños sonrientes. Anna llega a la marquesina. Puede que haya algún transeúnte que dificulte aún más la acción de entrar con la carpeta gigante. Varios “perdone” y “disculpe” sucesivos. Intenta ver si viene su autobús, pero la ciega el sol de la tarde. Busca las gafas de sol en su bolso y luego en la carpeta gigante. Nada: no da con ellas. Mete la cabeza en la carpeta. Entra Max con su cámara de fotos. MAX.— Buenas tardes, ¿sabe si el autobús 45 tiene alguna parada en la avenida Biscuit? ANNA.— (Tratando de sacar la cabeza de la carpeta) Perdone, no puedo... MAX.— Le preguntaba... si el... Espere... (Coge la cámara para hacerle una foto) Un segundo... ANNA.— ¿Puede... ayudarme? Creo que... se me ha enganchado el pendiente... ¿Oiga? ¿Hay alguien ahí? Max mide la luz con un luxómetro. Sin prisa, tras probar varios encuadres, elige el que le parece el mejor. ¿Me oye alguien?

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MAX.— Sí, sí. Será un segundo... ¡Ya! (La socorre tras hacer la foto) Es que el pelo... ¡Vaya! ANNA.— ¡Au! MAX.— Es como si la... cremallera. ANNA.— ¡Au! Eso duele. MAX.— Ya está casi. Por fin la cabeza de Anna es liberada. Su peinado ha salido mal parado, pero tiene las gafas de sol puestas. Se las levanta despacio para observar mejor a Max. Ambos se ven por primera vez y suena música de flechazo. ¿Se encuentra bien? ANNA.— Mejor que bien. Digo que... ahora que me llega el oxígeno al cerebro me encuentro mejor. Muchas gracias. MAX.— Es una maravillosa sensación... La del oxígeno llegando al cerebro, digo. ANNA.— Lo he dicho siempre: no hay nada como el oxígeno llegando al cerebro. Es... cómo le diría... la mejor de las sensaciones. Igual es mucho decir. Entra una pareja de Agentes pasteleros. A su paso por la parada de autobús, se nota una sonrisa tensa en Anna. Max es observado a distancia por los Agentes pasteleros. MAX.— Lo es, digan lo que digan. ANNA.— Que no digo yo que sea...

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AGENTE PASTELERO 1.— (Muy sonriente) ¡Dulces tardes! ANNA.— (Muy sonriente) ¡Dulces tardes! AGENTE PASTELERO 2.— ¿Un mazapán? (Entrega uno a cada uno) MAX.— ¿Cómo no? AGENTE PASTELERO 1.— Exacto: cómo no. No dejen que se derritan. ¡Uy! Le ha tocado el gatito, qué suerte. ANNA.— ¡Muy amables! Muchas gracias. AGENTE PASTELERO 1.— Es nuestro trabajo, señorita. ¡Dulces tardes! Los Agentes pasteleros esperan hasta que cada uno se come su mazapán. Luego salen. ANNA.— En fin... ¿Decía algo? Antes... cuando... ya sabe. MAX.— Componía usted una imagen con una fuerza tan... fuerte. ANNA.— Gracias. MAX.— Le preguntaba si el 45 para en la avenida Biscuit. ANNA.— Tiene varias paradas, ¿a qué altura va? MAX.— Al edificio Millman. ANNA.— A lo que queda de él. No sé si sabe que se encuentra en ruinas. MAX.— Sí. Es una desgracia. Pero sigue siendo una joya y esta es la hora mágica para fotografiarlo envuelto en la luz cálida del atardecer. ¿Cree que llegaré en... veintitrés minutos?

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ANNA.— ¿Velocista? MAX.— Fotógrafo. Un torpe aficionado que persigue la belleza fugaz del instante, de esos pocos minutos en los que todo queda suspendido, como un examen de física descriptiva. ¿Nunca... has buscado algún rincón para dejarte bañar por la luz de la hora mágica? ANNA.— (Extasiada) No, pero todo es proponérselo. MAX.— Sí. Ahí viene mi autobús. ANNA.— Ahí viene tu autobús. MAX.— Ahí viene mi autobús. ANNA.— Es la cuarta parada. Te dejará enfrente. Sonido de autobús acercándose. Anna y Max no se mueven. Se quedan mirándose. Anna se acerca cada vez más a Max. MAX.— Sería una pena perderlo y malgastar la hora mágica. Un absurdo sin sentido. ANNA.— Pero inevitable. Aumenta el ruido del tráfico. Se oyen cláxones. MAX.— Pero irracional. ANNA.— Pero vertiginoso. MAX.— Pero liberador. ANNA.— Pero comprometido. MAX.— Pero desmedido.

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ANNA.— Pero lúcido. MAX.— Pero... ANNA.— Igual deberíamos decidirnos. Estos señores del autobús querrán ir a su casa. MAX.— Sí... Se besan. Sobre el sonido del autobús que sigue su camino, se empieza a oír el teclear de la máquina de escribir.