El tren del Oeste vuelve a partir

9 abr. 2010 - ancestral de los espíritus antiguos, fábulas del realismo mágico y las crónicas de los camisas mojadas que buscan cruzar la frontera, Lila.
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Espectáculos

Viernes 9 de abril de 2010

LA GUIA DEL FIN DE SEMANA

LA NACION/Página 3

Música popular/música clásica/teatro/cine/televisión/danza za

Esta noche, La Sobrecarga actuará en Martínez

El tren del Oeste vuelve a partir Tras dos décadas fuera del mercado, la banda de Trenque Lauquen vuelve por más

Lila Downs JULIAN BONGIOVANNI

Entre el ritual y la modernidad Continuación de la Pág. 1, Col. 5 su terruño natal, redescubrió la cultura mixteca y allí, entre los tejidos de los trikis –sus símbolos sagrados hilvanados por las manos de tejedoras ancestrales–, encontró algunas de las respuestas para su vida. “Creo que lo que me cambió la vida fue darme cuenta de que uno puede canalizar historias alternativas a la historia oficial por medio del arte –cuenta Lila Downs–. Conocer el tejido de las mujeres indígenas trikis fue un regalo liberador para mí. Porque de alguna manera también me encontré en ese tiempo de la juventud con la música de Mercedes Sosa. Y creo que todo eso me llevó a un camino de preguntas y a respuestas que tuvieron que ver con mi origen. Por eso, el arte es una actividad que permite canalizar la oscuridad y encauzarte a ti mismo hacia la luz, hacia las cosas buenas que hemos heredado. Gracias a eso hemos sobrevivido como naciones indígenas”, dice, con la seguridad de una vocera originaria. Lila lleva con orgullo y naturalidad su triple identidad mixtecomexicana-americana. En escena puede calzarse un huipil (una prenda sagrada de su tierra), aparecer de trenzas y plumas como una nativa americana y salir acompañada de una banda migrante compuesta por mexicanos, colombianos y americanos, haciendo esa mixtura de hip hop, reggae y pop con cumbias, rancheras y canciones populares en lenguas zapotecas que le valieron un Grammy en 2004. De civil no es tan distinta. Para la entrevista aparece vestida con una camisa de estética Frida Khalo y lleva un morral tejido y artesanal de su pueblo. Suena serena –es menuda y de sonrisa generosa–, pero se percibe en ella la fuerza interior de un oso. De piel cobriza y rasgos indios, la intensidad de su mirada se parece a la de una guerrera sioux. “Soy bien densa, bien oscura, muy tierra”, se define y advierte. Su sexto disco, Ojos de culebra, que presentará hoy y mañana en el Gran Rex, lo dedicó a los sanadores tradicionales de su pueblo: los que curan por medio de la palabra y el entendimiento de la energía. –¿Te sentís una chamana? –El ser humano por naturaleza tiene ese poder de autotransformarse desde los primeros tiempos como animales culturales. Creo que tenemos esa capacidad y como cantante he descubierto que he podido sanarme a mí misma de cosas que me atormentan individual o colectivamente. Creo que ése es un poder chamánico de transformación que también se lo puedo dar al público. Cuando ellos se conectan conmigo en

un show creo que hay algo muy fuerte de sanación que se produce con la música. –¿Entonces hay algo sagrado en tu canto? –Mi canto se ha vuelto sagrado a través de los años. No siempre tenía ese sentido, cuando cantaba en los bares era muy diferente. Curiosamente creo que mi vida artística ha dado como un círculo completo [dibuja en el aire como un atrapasueños] donde me he encontrado con un lado muy ritualístico y esa parte más profana mía, esa energía que hay en la mujer que es muy fuerte y hasta nos puede llegar a dar temor porque nos lleva al lado más oscuro y primitivo. Al origen. A lo largo de su discografía –La cantina (2006), Una sangre/One blood (2004), La línea/Border (2001),

creando la fusión natural de distintos mundos sonoros. “A Paul no le gusta el lenguaje muy moderno, el es muy antigénero, no le gusta encasillarse en nada y para mí es más importante retomar géneros del pop que se escuchan en estos días. Por eso, llegamos a componer temas que tienen elementos de las dos mundos.” En esa exploración de la hondura ancestral de los espíritus antiguos, fábulas del realismo mágico y las crónicas de los camisas mojadas que buscan cruzar la frontera, Lila revela un oficio de antropóloga para redescubrir piezas populares. Así, buscando una lectura crítica y rebelde de su México ancestral y actual, se encontró con “La cucaracha”, un himno de su repertorio. “Es un tema que todos conocemos en México y a la vez es universal, pero recuerdo que de adolescente lo oía y me caía mal, porque sentía que la gente se burlaba del mexicano porque nada más conocía «La cucaracha» y no entendía la importancia que tiene ese canto en nuestra culARCHIVO tura. Es una copla popular que Fiesta y conciencia social se cree que viene Sus shows son una explosión de cumbias, rancheras, de los tiempos de reggae y hip hop, con letras que reivindican el la revolución de indigenismo y denuncian el drama de los inmigrantes. Pancho Villa y se fue adaptando Yutú Tatá ( 2000) y La sandunga hasta la actualidad con mucha crí(1999)–, Lila Downs fue elaborando tica social. Además la metáfora del su arte como una pieza artesanal, tema se me hace muy mexicana. incorporando diferentes elementos Porque allí el mexicano se burla musicales del México indígena y de sí mismo con un tono alegre y mestizo, rancheras que cantaba grave de nuestra cultura.” su madre y las influencias pop A ese afán por las tradiciones de su tránsito por Estados Uni- populares, Lila Downs incorporó dos, para moldearlos a su estilo, una capacidad de recrear muchas encontrando su visión de la raíz voces en una sola voz. En vivo y el mestizaje cultural. “En un puede interpretar el graznido momento me defino como mixteca, de una iguana y moverse como que es mi etnia, y después como ella; cantar como una blusera o mexicana. Creo que lo mexicano desangrarse como mariachi en se va redefiniendo todo el tiempo una ranchera, como parte de su por esa relación compleja que galería de personajes. “Siempre tengo con mi lado yanqui, que a la traté de expresar las necesidavez es muy doloroso y otras veces des de diferentes comunidades es celebratorio”, cuenta la artista con mi voz. De la comunidad que tuvo la bendición artística de mestiza siempre percibí que la mujer debía ser fuerte a pesar Chavela Vargas. Sus composiciones comparti- de los obstáculos y en especial das con su esposo, el saxofonista por el machismo. En el mundo americano Paul Cohen (director indígena es diferente porque la musical de su grupo), fueron mujer y su voz deben ser como una florecita fresca de la mañana, debe ser linda y casi como una PARA AGENDAR niña. Ahora trato de buscar una Lila Downs, La cantante mexicana pureza más del instrumento y de presenta su mezcla de sonidos folklóno ser tantas voces porque eso ricos y contemporáneos. me ha vuelto un poco loca. Creo Gran Rex, Corrientes 870. Hoy, a las que todos los músicos llevamos 21.30, y mañana, a las 22.30. Desde tiempo tratando de buscar ese $ 60. tono puro que transmita más que las palabras...”

“No sé; no sé lo que quiero. Lo que quiero no existe; sólo toma forma viajando hacia el Este.” En plena primavera alfonsinista, La Sobrecarga se presentó como un tren sin frenos viajando hacia el Este, de Trenque Lauquen a Capital Federal. Desde entonces, y durante cinco años, el grupo se instaló como uno de los más modernos de la escena, junto a nombres como Soda Stereo, Virus o Sumo. “Cuando aprendí a tocar la guitarra, a los 9 años, tuve una profesora, la única que había en Trenque, que me pegaba con un puntero en la mano izquierda cada vez que me equivocaba. Después del primer año, no quise ir más y desde entonces no quise saber nada de notas ni de clases de guitarra. Creo que eso marcó un estilo. «La guitarra tocada para abajo», como dice Fernando, de Catupecu. Era algo muy íntimo que le dio a la banda un estilo. Los chicos me decían: «Vos no aprendas nada; así está bien»”, recuerda César Dominici, guitarra, voz y fundador del grupo junto al baterista Gusta-

El quinteto actual de La Sobrecarga

vo Collado (Guillermo Robles en bajo, Horacio Villafañe (“Gamexane”) en guitarra y Pablo Palezza en percusión completaron la primera formación). Dos discos: Sentidos congelados (1986) y Mentirse y creerse (1987); un ADN musical que incluyó a Peter Hammill, Talking Heads, Brian Eno, Joy Division, The Clash y King Crimson; un reconocimiento de la industria rockera que los escogió como únicos teloneros del concierto de The Cure en el país, en el estadio Ferro Carril Oaeste; un pausa que se alargó más de lo deseado y una decena de reencarnaciones esporádicas a lo largo de

quince años, que mantuvieron encendido el fuego lúdico y creativo. Esta noche, a dos años de una nueva reformulación de La Sobrecarga (con Hernán Firpo en lugar de Robles y Leandro Belizán en teclados), la banda del oeste bonaerense desembarcará, finalmente, en el Teatro de la Cova, Libertador al 13.900, Martínez. “La banda suena un poco diferente –reconoce Dominici–. Hernán es un bajista más percusivo que melódico, y eso le da otro color. Por eso, estamos muy excitados y con ganas de que este regreso sea más largo. Hay una idea de grabar un EP con canciones nuevas, pero sólo estamos organizando un poco el torbellino que significa volver. Hace mucho que no estamos en el mercado, por decirlo de alguna manera, y en los 80 todo tenía otra energía, se hacía más por la música que por el negocio. Queremos recuperar la inocencia por la música de aquella época. A pesar de todo, creo que en el fondo del túnel hay una luz”.

Sebastián Ramos