El tan temido 2009

del mundo era que Thomas Malthus ten- dría, a la postre, razón: era tan fuerte el crecimiento global que nos íbamos a quedar sin comida para todos. El petróleo ...
515KB Größe 7 Downloads 92 vistas
NOTAS

Miércoles 28 de enero de 2009

I

LIBROS EN AGENDA

LOS VATICINIOS Y LA REALIDAD RESULTANTE

Química de la atracción

El tan temido 2009

SILVIA HOPENHAYN

PARA LA NACION

U

PARA LA NACION

NA de las novelas que mejor indaga en los mecanismos de la atracción amorosa cumple doscientos años de su primera edición. Las afinidades electivas, de Goethe, cuenta la historia de una pareja y sus respectivos pliegues y roturas. Más allá de la escritura, bella en sus formalismos, de mordaz sutileza en los planteos, podría leerse en clave contemporánea como la tragedia en un swinger. Eduard y Charlotte, viven juntos en una casona, fascinados por lo bien que se llevan. Conversan a gusto, se respetan, no se cansan de estar juntos. Hasta que sienten la necesidad de testimoniarlo. Primero es él quien busca exhibir la alegre unión y le propone a su mujer hospedar unos días a un amigo. Ella, sorprendida por este afán de abrir el juego, o por lo menos darlo a conocer, aprovecha para introducir su propio elemento disruptivo e invita a una sobrina que vive tristemente en un internado. No sabe que la tristeza de un tercero puede convertirse en codiciada presa de un ambicioso benefactor. Como escribe Goethe: “Nada más influyente en una situación que la intervención de una tercera persona”. Así, Eduard comenzará a desviar su atención hacia Ottilie, la sobrina de su esposa, hallando en esta nueva integrante de la casa –ya que la invitación se convierte rápidamente en estada– el vislumbre de una alianza de suprema delicadeza. La nueva intensidad atenta contra la armonía de aquella pareja primordial, al tiempo que delata lo perentorio de las relaciones que pretenden fijar sus sentimientos como quien cuelga un cuadro para sostener una pared. Ya en las primeras páginas se enciende la mecha del devenir, en una maravillosa conversación que sostienen tres personajes acerca del fenómeno de las “afinidades” en los procesos químicos. La idea de la elección o de lo que se impone –tan fundamental en el romanticismo alemán– aparece bajo la forma de sustancias que se atraen o repelan, según el proceso que las involucra. La diferencia entre elección y necesidad de la naturaleza está vinculada a los químicos llamados “artífices de separaciones”. Otra frase sagaz se cuela en la charla científicofilosófica: “Las relaciones comienzan a ser interesantes cuando provocan separaciones”. Trasladado a las formas elementales, la novela ofrece el ejemplo de la piedra caliza, íntimamente ligada a un ácido débil que se conoce en forma de gas. Al introducir un fragmento de esta piedra, o sea cal, en ácido sulfúrico diluido, primero éste ataca la cal, pero aparece luego unido a ella en forma de yeso, mientras que el ácido débil y gaseoso desaparece. El amigo invitado comenta: “Aquí se ha producido una separación, ha surgido una nueva combinación, y uno se siente autorizado incluso a utilizar el término de «afinidad electiva», puesto que realmente parece como si se prefiriera una relación a otra o existiese una elección preferencial”. Charlotte, anticipa la pérdida: “Qué pena me da el pobre ácido gaseoso que tiene que volver a seguir vagando por el infinito…”. Una obra maestra publicada en 1809, reeditada recientemente, tan en vigor como la ley del deseo. © LA NACION

13

GUILLERMO OLIVETO

A

pesar de intentarlo, aún no logro encontrar en mi memoria un año que haya tenido vaticinios tan negativos como el que acabamos de comenzar. Frases como “Aún no llegó lo peor” o “Todavía no hemos visto nada” son apenas una muestra de lo que ya se ha transformado en una especie de arrullo de fondo que, en lugar de hacernos dormir, nos tiene sobresaltados e insomnes. Hasta el mismísimo Barack Obama, abanderado número uno de la esperanza, ha tomado sus recaudos. Una vez elegido y antes de asumir, dijo: “Salir de la crisis llevará años” y, además, que “las cosas, antes de mejorar, empeorarán”. De todas maneras, fiel a su estilo y a las convicciones que lo llevaron a la presidencia, le pidió al pueblo estadounidense que tuviera fe “porque las soluciones estaban en camino”, al mismo tiempo que presionó a los legisladores para que aprobaran a la brevedad sus gigantescos planes de estímulo de la economía. El presente se resignifica cuando se transforma en pasado. La posibilidad de la perspectiva siempre amplifica la mirada y permite justipreciar más adecuadamente los hechos acontecidos. Por el contrario, del futuro vaticinado son muy pocos los que se ocupan. El tiempo pronosticado pierde relevancia y atención cuando deja el espacio de la presunción para fundirse,

vaticinaron un año 2008 razonablemente tranquilo. En la Conferencia de la FAO en Roma a finales de mayo de 2008, el gran problema del mundo era que Thomas Malthus tendría, a la postre, razón: era tan fuerte el crecimiento global que nos íbamos a quedar sin comida para todos. El petróleo costaría 200 dólares y los alimentos destinados a producir biocombustibles ya no estarían en los platos de millones de personas. A pesar de las herramientas, siempre los análisis son hechos por “sujetos”. Como puede apreciarse, tienen, entonces, una inseparable cuota de subjetividad. ¿Cómo nos encuentra a los argentinos este, a priori, temible 2009 que acaba de comenzar? ¿Qué será de nosotros en medio de la tormenta planetaria que nos prometen que ya llega? En la más reciente investigación que realizamos sobre finales de 2008, nos encontramos con una sociedad consciente del peligro, pero que, a la vez, procuraba mitigar su impacto. Contrariamente a lo que alguno pudiera interpretar como una irresponsabilidad característica de una sociedad inmadura que, no contenta con bailar, “se descontrola” en la cubierta del Titanic, se aprecia una experiencia que no ha sido en vano. Los argentinos sienten que lo que hoy está viviendo el mundo ya lo pasamos, y que, además,

La velocidad con que todo se propaga es la misma con la que “todo pasa”. “Riesgo” no es sinónimo de “catástrofe”; es “anticipación”

Nuestros sentidos están en guardia, pero no por eso modificamos nuestra cotidianidad más allá de lo que indican los hechos

y confundirse, con el natural flujo del tiempo ocurrido. Su memoria es consumida por la voracidad del presente. ¿Quién tiene demasiado interés en ocuparse de lo que se suponía que iba a pasar cuando las cosas finalmente suceden? Esa tarea queda reservada para algunos analistas y periodistas, y para aquellos que han acertado algunos de los pronósticos y reclaman su lógico reconocimiento. Por lo demás, la gente común está mucho más ocupada en sortear los obstáculos que la vida diaria le va poniendo en el camino, previstos o no. Sin embargo, no por efímero o por fácil presa del olvido, el futuro vaticinado carece de poder. Todo lo contrario. Es en nuestra incapacidad o falta de voluntad para someterlo a juicio; para contrastarlo con los hechos; para comprobar su eficacia o computar y comparar sus aciertos y sus errores –algunos de ellos, de grueso calibre– donde radica su poder; un poder que crece junto con los medios que permiten difundirlo. Como nunca, la infraestructura disponible en este siglo XXI nos ha dado las herramientas para dar a luz lo que el sociólogo alemán Ulrich Beck, experto en globalización, ha denominado “la sociedad del riesgo mundial”. Lo que analiza y define Beck es, justamente, el enorme poder que tiene sobre nosotros ese “futuro vaticinado”, ahora que podemos mirar más lejos que nunca, mejor que nunca, y transmitirlo en cuestión de segundos a una gran parte de los habitantes del planeta. Desde sus orígenes, el hombre le temió al futuro. Lo “in-cierto”, lo “in-esperado”, era algo que, naturalmente, le infligía “in-estabilidad”. Y por eso luchó durante milenios, para poder acotar ese “margen de error” que tenía su existencia. Dominar la naturaleza fue la obsesión que sustentó la vocación de progreso. Nuestros sueños científicos y tecnológicos eran también

supimos salir de allí. Como soldados de mil batallas, esperamos, con un poco menos de ansiedad, a lo que sea que haya que darle pelea. Nuestros sentidos están nuevamente “en guardia”, pero no por eso modificamos nuestra cotidianidad más allá de lo que indican los hechos concretos y tangibles. Esta sociedad se ve a sí misma como mejor preparada para enfrentar tiempos difíciles que lo que estaba en 2001/2002 cuando, parafraseando a Sabina, “la habían dormido con cuentos de hadas”. Ese despertar fue tan imprevisto como violento. No opina lo mismo de quienes la gobiernan, y es éste su principal reclamo. Habiendo comprendido que el “que se vayan todos” era tan improbable como inconducente, hoy pide a gritos “que aparezca alguno”. Habiéndole presentado un listado de 15 presidenciables para las elecciones de 2011 y pudiendo evaluar su preferencia en una escala de 1 a 10 puntos, ninguno sacó más de 5 puntos. La gente percibe un vacío, no de poder como el que había en 2001, sino de representación. No se identifica plenamente aún con ninguno de los principales dirigentes políticos, ni del Gobierno ni de la oposición. Y demanda una visión, una cohesión, un consenso, un conjunto de acuerdos básicos, un sentido común, que verifica ausente. De cara a la pronosticada tormenta, confían en la fuerza de sus brazos para remar, pero añoran un capitán que los guíe y los inspire para convencerlos de que no están a la deriva, de que llegarán a buen puerto. Mucho menos en el actual paradigma de la doble ve en que vivimos y que ya es una característica natural del siglo XXI: “velocidad y volatilidad”. © LA NACION

una manera de acotar el espacio de tantas pesadillas. Vaya paradoja. Tanto ha sido nuestro avance y nuestro progreso, que hoy, con todos nuestros instrumentos de alta precisión, tenemos la capacidad de predecir, como nunca antes, lo que puede suceder. Y la imagen que nos trae, ya no el primitivo telescopio de Galileo, sino los softwares de última generación, los múltiples escenarios, y la cantidad prácticamente infinita de índices y ratios, es definitivamente aterradora. Vivimos en una nueva configuración del orden mundial – o bien podría decirse del “des-orden” mundial– signada por una doble ve: velocidad y volatilidad. La velocidad con que todo se propaga es la misma con la que todo pasa. Tal como sostiene Beck, en esta configuración, “«riesgo» no es sinónimo de «catástrofe»; es «anticipación de catástrofe», y la anticipación de la catástrofe cambia al mundo”. No es necesario que el “futuro vaticinado” ocurra; que la catástrofe finalmente se haga presente. Con los efectos que sobre todos

nosotros produce su mera presunción, ya es suficiente como para alterar el devenir de las circunstancias y de nuestras vidas. Con la quirúrgica ironía con que disecciona la realidad del país, el periodista Hugo Caligaris despedía 2008 con su tradicional columna dominical en este diario, sosteniendo que, a pesar de tan oscuros pronósticos y de haberse analizado al más alto nivel mundial la posibilidad de saltear el año 2009 pasando directamente a 2010, “todavía hay gente irresponsable que sólo piensa en disfrutar de la vida sin perder de ella ni un instante y sin tomar en cuenta sus altos y bajos. De modo que, amedrentado y todo, 2009 se presentará a cumplir con su contrato de doce meses, cuatro estaciones y 365 días, sin descontar ni un minuto”. ¿Será 2009 un año tan terrorífico como hoy se vaticina, prácticamente con un consenso de orden planetario? Habrá que verlo. Quizás, al menos como una pobre herramienta defensiva para nuestras coronarias y nuestro espíritu, quepa recordar que fueron muy pocos los que no

El autor es consultor de empresas, experto en marketing

Un avance contra el hambre L

NUEVA YORK. A crisis de hambre en el mundo de hoy es de una severidad sin precedente, y requiere medidas urgentes. Casi mil millones de personas están atrapadas por el hambre crónica, tal vez 100 millones más que hace dos años. España ha asumido el liderazgo en el combate contra el hambre, y ha invitado en estos días a los líderes mundiales a Madrid para pasar de las palabras a la acción. Con el liderazgo de España y su asociación con el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Kimoon, varios gobiernos donantes proponen aunar sus recursos financieros para que los agricultores más pobres del planeta puedan cultivar más alimentos y escapar de las garras de la pobreza. Hoy, los granjeros de África, Haití y otras regiones empobrecidas cultivan sin los beneficios aportados por las semillas de alto rendimiento y los fertilizantes. El resultado es un rendimiento casi un tercio más bajo que el que se obtendría con mejores elementos. Los agricultores africanos saben que necesitan fertilizantes, pero no pueden afrontar el gasto. Con la ayuda de las donaciones, podrán hacerlo. De esa manera, estos agricultores no sólo podrán alimentar a sus familias, sino también empezar a ganar dinero en el mercado y a ahorrar para comprar por su cuenta los insumos vitalmente necesarios. Existe en la actualidad un amplio consenso sobre la necesidad de aumentar la

financiación procedente de donaciones para los pequeños agricultores (los que poseen dos hectáreas de tierra o menos, y los pastores empobrecidos), algo especialmente urgente en Africa. El secretario general de la ONU encabezó el año pasado un grupo asesor que determinó que los africanos necesitan alrededor de 8 mil millones de dólares de donaciones, alrededor del cuádruple del total actual. Además de ayuda directa para los pequeños agricultores, los donantes deberían

Esta semana, en Madrid, se han reunido los líderes mundiales que integran la campaña contra el hambre para unificar recursos proporcionar mayor ayuda para la investigación y el desarrollo necesarios para identificar nuevas variedades de semillas de alto rendimiento, especialmente para el cultivo de plantas que puedan sobrevivir a las inundaciones temporarias, el exceso de nitrógeno, los suelos salitrosos, las pestes y otros desafíos de la producción sostenible de alimentos. Ayudar a los pobres con tecnologías actuales, invirtiendo al mismo tiempo en mejores tecnologías para el futuro, es la división óptima del trabajo. Esta inversión vale la pena, con la colaboración de centros de investigación

JEFFREY D. SACHS PARA LA NACION

tales como el Instituto Internacional de Investigación del Arroz y el Centro Internacional de Mejora del Trigo y del Maíz como abastecedores de semillas de alto rendimiento y de estrategias de cultivo innovadoras, que en conjunto impulsaron la Revolución Verde asiática. Esos centros no son famosos, pero merecerían serlo. Sus innovaciones científicas han ayudado a alimentar al mundo, y necesitaremos más instituciones así. Docenas de países de bajos ingresos, con déficit alimentario, han elaborado programas urgentes para aumentar la producción de alimentos por medio de los pequeños agricultores, pero en la actualidad están estancados por la falta de financiación de donantes. Esos países han recurrido al Banco Mundial en busca de financiación, y el Banco hizo en 2008 un gran esfuerzo por ayudarlos a través de su nuevo Programa de Respuesta a la Crisis Alimentaria Global. Pero el banco no tiene fondos suficientes y se vio obligado a racionar la asistencia a una fracción del dinero que podría ser empleado de manera eficaz y confiable. Mientras tanto, cientos de millones de personas siguen sitiadas por el hambre. Muchos países que hacen donaciones individuales han declarado que ahora están dispuestos a aumentar el apoyo financiero que ofrecen a los pequeños agricultores, pero están buscando los mecanismos

apropiados para hacerlo. Las estructuras de asistencia actuales son inadecuadas. Las más de 20 agencias bilaterales y multilaterales de donaciones para el estímulo de la agricultura están fragmentadas y su escala es insuficiente. A pesar de la dedicación y el esfuerzo de muchos profesionales, la respuesta a la crisis del hambre sigue siendo absolutamente inadecuada. Las temporadas de siembra de 2008 llegaron y se fueron con muy poca ayuda adicional para los

Casi mil millones de personas están atrapadas por el hambre crónica, tal vez cien millones más que hace dos años pequeños agricultores empobrecidos. Mis colegas y yo, integrantes de un comité asesor de la iniciativa española, hemos recomendado que los donantes reúnan sus recursos en un fondo común depositado en una única cuenta internacional, a la que denominamos Mecanismo de Coordinación Financiera (MCF). Estos fondos reunidos permitirían que los agricultores de los países pobres consiguieran los fertilizantes, las semillas mejoradas y los sistemas de riego en pequeña escala que tan urgentemente necesitan. Los países pobres recibirían rápida y

predecible financiación para los insumos agrícolas de una sola cuenta, en lugar de hacerlo de docenas de donantes diferentes y de manera fragmentada. Al reunir los recursos de financiación en el MCF como donante único, los costos administrativos de los programas de ayuda se mantendrían bajos, la disponibilidad de las partidas de financiación estaría asegurada, y los países pobres no se verían obligados a negociar veinticinco veces para obtener asistencia. La época de negociar como es costumbre ya ha terminado. Los donantes prometieron duplicar la ayuda a Africa para 2010, pero ni siquiera han iniciado ese camino. De hecho, durante los últimos veinte años, en realidad han reducido la ayuda destinada a los programas agrícolas, y sólo ahora empiezan revertir esa decisión. Mientras tanto, mil millones de personas sufren hambre cada día. Necesitamos un avance claro, público, demostrable y convincente, capaz de movilizar la mente y el corazón, y que pueda demostrar su éxito. Podemos hacer historia en Madrid, cuando los países ricos y los más pobres del mundo se reúnan para buscar soluciones a la crisis global del hambre. Las vidas de mil millones de pobres del mundo dependen de eso. © LA NACION (Traducción: Mirta Rosenberg)

El autor es director de The Earth Institute en la Universidad de Columbia