El regreso del marinero

24 ene. 2009 - The Piazza tales (1856)–, a su muerte, en 1891, era casi un desconocido. Según consigna Lewis Mumford en su biografía, el periódico literario ...
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LITERATURA | HERMAN MELVILLE POETA

El regreso del marinero En el siglo XIX, tras el temprano éxito de Typee, fue incomprendido y luego olvidado. Para el siglo XX fue el autor de Moby

Dick, “Bartleby” y “Billy Budd”. Ahora se lo comienza a considerar como autor de poemas a la altura de Walt Whitman o Emily Dickinson. Esa obra poética, que permanecía inédita en nuestro idioma, hoy puede conocerse aquí en una reciente antología POR JUAN BAUTISTA DUIZEIDE Para La Nacion - Buenos Aires, 2009

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n 1857 –el mismo año de Madame Bovary de Flaubert y Las flores del mal de Baudelaire– apareció The confidence man, traducida al castellano como El estafador y sus disfraces y también como El embaucador. Es la última novela publicada en vida por Herman Melville. Como los del protagonista de esa obra, que lleva el revelador subtítulo de “mascarada” y es entre otras cosas un homenaje a los poderes de la ficción, los rostros con los que su autor se presentó a las sucesivas generaciones de críticos y lectores fueron variando. Para sus contemporáneos, Melville fue un narrador que se malogró tras escribir una novela tan promisoria como Typee (1846), relato autobiográfico de su deserción de un buque ballenero en Nuku Hiva, la mayor isla del archipiélago de las Marquesas, en el Pacífico. Con Omoo (1847), Mardi (1848), Redburn: su primer viaje (1849) y White Jacket (1850) no logró emular el éxito de aquella entrega inicial que fue su mayor triunfo. Después Melville terminó perdiéndose en los laberintos de una prosa oscura y recargada de implicancias metafísicas, empeñado en publicar novelas como Moby Dick (1851) y Pierre (1852), cuyo simbolismo abstruso confundía al público. La falta de repercusión de sus libros lo hizo renunciar a la carrera de narrador profesional y concentrarse durante veinte años en sus tareas como aduanero del puerto de Nueva York. Si bien había recuperado en parte la estima general con los relatos que fueron apareciendo en el Putnam’s Monthly Magazine –luego recopilados en el volumen The Piazza tales (1856)–, a su muerte, en 1891, era casi un desconocido. Según consigna Lewis Mumford en su biografía, el periódico literario del día, The Critic, ignoraba quién era cuando hubo que redactar el obituario. El Melville más profundo se les escapaba. En cambio, valoraban las virtudes menores lo volvían más accesible. Pueden leerse como advertencia al respecto –y a la vez como arte poética– unos versos de su poema breve “Fuentes solitarias”: “no mires al mundo con ojos mundanos/ ni cambies con el clima de los tiempos”. Durante años se pensó que la poesía, a la que le consagró en exclusividad las últimas tres décadas de su vida, fue una especie de refugio ante tantos traspiés. Pero hoy la tendencia crítica es considerarlo como un poeta de tiempo completo, incluso a la altura de sus compatriotas Emily Dickinson y Walt Withman. Sin embargo, más de un siglo después de la aparición de Battle pieces (su primer libro de poemas) y setenta años después de la 28 | adn | Sábado 24 de enero de 2009

El mar, la guerra y una pureza esquiva l título de su primera biografía, Melville, marinero y místico, que Raymond Weaver publicó en 1921, fijó quizás para siempre las coordenadas para ubicar al autor de Moby Dick. El novelista italiano Elio Vittorini escribió en sus diarios que Melville libra una lucha mortal por la pureza en la que no sabe creer. Confirman esa tesis parte de los poemas incluidos en Lejos de la tierra & otros poemas, como “Fragmentos de un poema gnóstico perdido del siglo XII” o “Buda”. Bien mundanos son en cambio la mayoría de los poemas provenientes de Battle pieces, que junto a los Cuentos de soldados y civiles de Ambrose Bierce y la novela La roja insignia del coraje de Stephen Crane, forman un admirable retrato literario de la Guerra de Secesión y a la vez son un examen de la violencia y del hombre en circunstancias límite. También hay varios poemas de tema marinero, incluidos los que forman parte de obras narrativas como Las encantadas, Mardi, Moby Dick y Billy Budd. El único libro de los hasta ahora editados del cual no se incluyen poemas es Clarel. Es notoria la dificultad de traducción que presentan estas piezas. Sobre todo por el ritmo de los poemas narrativos más largos y la concentración expresiva de los poemas brevísimos y los epitafios. En todos los casos, sale airoso el traductor, el poeta Eric Schierloh. A veces brinda versiones autónomas y otras, se acerca a una especie de guía para acceder más fácilmente al original en lengua inglesa. Son también destacables las notas, que demuestran un manejo exhaustivo de la bibliografía existente, una cronología muy completa de la vida y obra de Melville así como de su recepción crítica, y el apéndice, que incluye tres poemas dedicados a éste por Robert Buchanan, Hart Crane y Wystan Hugh Auden.

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© LA NACION

primera traducción de Moby Dick al castellano, la poesía de Melville permanecía inédita en nuestro idioma. La reciente edición en Buenos Aires de Lejos de tierra & otros poemas (Bajo la luna), una antología seleccionada y traducida por el argentino Eric Schierloh, autor además de las notas y el prólogo, viene de algún modo a poner remedio a ese olvido (ver recuadro). Tras publicar The confidence man, Melville escribió cuatro libros de poesía –Battle pieces, Clarel, John Marr and other sailors y Timoleon– y tres obras que combinan prosa y poesía. También había incluido poemas en las novelas Mardi y Moby Dick; cada uno de los diez sketches narrativos que forman Las encantadas está precedido de un breve poema; y Billy Budd concluye con el poema “Billy en cadenas”. Pero ya sea que estuviese escribiendo en prosa o en verso, Melville siempre procedió de manera similar. Su uso de las palabras, de las cadencias, de los ritmos, de las imágenes, de las aliteraciones, de los símbolos es siempre el propio de un poeta. Por eso resulta de tan difícil traducción. Y cuanto más se avanza en el estudio de su vida, mayor es la evidencia respecto de la lectura y el estudio que emprendió tempranamente de los poetas clásicos griegos y romanos, así como de Milton, Spenser, Shakespeare y los románticos. El joven Herman Melville, descendiente por rama paterna de revolucionarios independentistas y vinculado por rama materna con una de las familias más acomodadas, los Gansevoort, vivió el drama del desclasamiento. Cuando tenía 13 años falleció su padre, que había caído en bancarrota durante la crisis financiera de 1826. Sintió que el mundo se cerraba alrededor de él, escribió Mumford. Frustradas sus ambiciones de ir a la Universidad, de convertirse en orador, en un gran viajero o en general, su primera compensación fue la lectura y luego lo fueron los viajes que emprendió como marinero raso. Durante las tres primeras décadas posteriores a su muerte, acaecida en 1891, el desprecio y el olvido postergaron su obra. Ya en 1917, Carl Van Doren incluyó en la Cambridge History of American Literature capítulos dedicados a la vida de Melville y a sus primeras novelas. En 1921 Raymond Weaver, que accedió gracias a la nieta del escritor a manuscritos y documentos nunca revisados hasta entonces, dio a luz su primera biografía. En 1923 el novelista y poeta inglés D. H. Lawrence publicó Estudios sobre literatura clásica norteamericana. Dos de sus doce capítulos están dedicados al autor de Moby Dick. Allí escribió: “Para mí el vidente más grande y el poeta del mar es Melville”. Pero sin dudas el hito del primer renacimiento melvilliano es 1924: ese año