El fantasma de Damiana y los chicos de vida ausente

21 jul. 2013 - arcadio esquivel/ Panamá. Rusia ¿el destino final de Edward. Snowden? antonio Neri licón/ México. Cuba, Corea del Norte y el escándalo.
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enfoques

| Domingo 21 De julio De 2013

planetario

Sugerencias para alcanzar el éxito profesional desde el altar juana libedinsky

PARA LA NACION

SOUTHAMPTON.– Un reciente estudio siguió detenidamente las carreras de los graduados en los MBA de la Universidad de Chicago de 1990 a 2000 y obtuvo unos cuantos resultados interesantes. Por ejemplo, encontró que existe una brecha significativamente creciente entre lo que ganaron sus graduados según el sexo, y que el sueldo promedio de las mujeres en general dejaba de aumentar a un ritmo parecido al de los hombres después de la llegada de la maternidad. Sin embargo, para aquellas casadas con hombres que ganaban menos que ellas, la caída en los ingresos fue menor. La razón de esta diferencia no está clara; puede

deberse a que se protegió más la carrera de ella al ser la más lucrativa de ambas, o a una cuestión de personalidades diferentes. Sin embargo, en este balneario de gente ambiciosa de Manhattan, el estudio, publicado en The Atlantic, causó sensación. Lo que aquí más admiración provoca es ser power couple; es decir, un matrimonio en el cual ambos miembros son pesos muy pesados en sus carreras profesionales. Entonces, ahora resulta que para las mujeres que quieren construirse una gran carrera profesional, lo beneficioso es casarse con alguien con carrera profesional menos estelar. El sueño del éxito igualitario sigue resultando, claramente, bastante elusivo.ß

El matrimonio gay se suma a la eterna puja de franceses y británicos josefina salomón

PARA LA NACION

LONDRES.– Con su firma en un proyecto de ley, el miércoles pasado la reina Isabel II convirtió a Inglaterra y Gales en los últimos países del mundo donde las parejas del mismo sexo pueden casarse legalmente. La reacción a la noticia fue una celebración unánime. De hecho, hay pocos temas sobre los que la sociedad británica en general y políticos de todo el espectro ideológico están de acuerdo. Hasta el conservador primer ministro David Cameron lo apoyó con entusiasmo. Y aunque eso fue en sí mismo un evento, tal vez lo que causó más sorpresa es que, del otro lado del canal,

en Francia, la reacción al mismo tema fue completamente opuesta. Y aun cuando los matrimonios entre personas del mismo sexo fueron finalmente legalizados en aquel país, no faltó la controversia. Mientras la propuesta se debatía en el parlamento galo, y a pesar de que la mayoría de las personas la apoyaban, grupos de conservadores ultrarreligiosos protagonizaron manifestaciones que coparon las tapas de los medios locales. Todo, a pesar de que el país del amor libre es visto como uno de los más liberales de Europa. El mensaje que ambos países enviaron al mundo es que ni los ingleses son tan pacatos como otros creen ni los franceses tan liberales como les gusta creer.ß

La 2 puente aéreo

Inquietantes paralelos de la corrupción en dos orillas Martín Rodríguez Yebra

—CORRESPONSAL EN ESPAñA—

L

o escalofriante de la corrupción política no es saber que existe, sino tenerla delante de los ojos; ese instante obsceno en que una sociedad descubre las cloacas del sistema. España vive en ese lugar incómodo desde que Luis Bárcenas decidió tirar de la manta que cubría las miserias del PP y enlodó con su venganza al presidente Mariano Rajoy, el hombre que lo había nombrado tesorero del partido. Acorralado, Rajoy apeló al manual de pragmatismo. Dijo que el país necesita “estabilidad política” para salir de la crisis económica y que él no va a permitir que la ponga en riesgo el “chantaje” de su ex colaborador. Traducido: no importa si mintió o no; si cobró sobres con billetes de 500 euros; si su gente amañó contratos para compensar a financistas. La clave es convencer a los españoles de que no les conviene seguir chapoteando en el chiquero. En la Argentina, la fórmula tiene arraigo. El “roban pero hacen” durante el menemismo o la indiferencia social con la corrupción a lo largo de la década kirchnerista reflejan un patrón de conducta ante el escándalo. Primero, la fascinación; después, la resignación; al final, el olvido. La confesión de Bárcenas ocurría mientras en Buenos Aires un juez ordenaba detener al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime. El paralelismo resulta tentador: Bárcenas “cantó” cuando lo mandaron a la cárcel, ¿se quebrará también Jaime, si alguna vez le toca ese destino? El problema con Jaime es que ya dejó demasiadas cosas a la vista sin necesidad de hablar. Se hizo comprar un jet privado por contratistas del Estado, vivía en pisos de lujo pagados por empresarios, se descubrieron miles de correos electrónicos que desnudaron gestiones para conseguir aportes ilegales de campaña… Peor aún: el sistema de transporte público que moldeó en sus seis años de disfrute del poder saca a la luz con incruenta cotidianeidad el horror de las tragedias humanas. A Bárcenas y a Jaime les gustan la buena comida, la ropa cara, los viajes. Jaime se exhibía en motos de alta cilindrada; Bárcenas solía guardar en el garaje de la sede del PP el trineo que usaba en sus aventuras por el círculo polar. De entre todos los parecidos, uno los hermana sobre el resto: contaban con la confianza máxima de sus superiores. Rajoy, uno; Néstor y Cristina Kirchner, el otro. Jaime le ganaba a Bárcenas en su falta de discreción. En España recuerdan muy bien sus visitas periódicas para negociar con grandes empresas. “Venía a pedir dinero de manera descarada”, relata un funcionario que lo trató de este lado del Atlántico. El Gobierno acompañó enmudecido el ocaso de Jaime. Renegó de él como si bastara con el silencio para borrarlo de la historia. Lo mismo intenta con Lázaro Báez, otro amigo en apuros. En España, la caída en desgracia de Bárcenas amenaza con arrastrar a Rajoy. El líder español intentó conjurarlo sin hablar y ampararse en su mayoría legislativa. No le alcanza. El posible avance de la justicia, las presiones opositoras y la mancha en la reputación internacional que implica el escándalo para su país lo obligarán a ofrecer una explicación pública sobre la corrupción en el PP. Es un matiz que habla de dos sociedades enfrentadas a decidir cuánto están dispuestas a tolerar de sus dirigentes a cambio de una tranquilizadora “estabilidad política”.ß

g Vigías del desamparo Por Diana Fernández Irusta | Foto Hernán Zenteno zárate, 11 de julio de 2013. La luz azulada, una insólita promesa de calor en la noche que se intuye fría. El almacén que asoma tras una ventana que, también se intuye, alguna vez fue pensada como la culminación de una habitación –o una sala o un comedor–, y no como la modesta vidriera de un pequeño local comercial. Precariedad sobre precariedad, la mirada asciende sobre las paredes gastadas, las puertas ajadas que apenas parecen contener el interior, la luz tenuemente ocre que viene de la calle: el resto de una luminaria suave, cálida, hermana desfavorecida de las que en los cascos históricos hechizan a los turistas.

Humor

Y sobre el techo, como recortados del cielo nocturno, los dos vigías. En este humilde almacén ubicado en la calle Paso, de Zárate, la seguridad no descansa en botones antipánico, vigilancia privada, corredores seguros, patrullaje policial, cámaras de video. Dos perros –presumibles mascotas de quien en este momento atiende a un vecino tras el mostrador– se ocupan de velar por el lugar. Ni siquiera les cabe la vieja figura del perro guardián (como apenas le toca el recuerdo de los tradicionales almacenes a esta pequeña tienda amenazada). Atentos sobre la módica terraza, sumergidos en una lógica que inevitablemente los supera, son el último eslabón de una larga

cadena de carencias. En los míticos relatos del Far West la naturaleza se extendía, sublime, inalcanzable. Los hombres, huérfanos de todo amparo, se enfrentaban entre ellos, pero, básicamente, resistían, luchaban y temían a un universo desprovisto de las marcas de la cultura. Apostados como centinelas de un escuálido fuerte –¿o fortín?– estos dos perros invierten la ecuación: son la naturaleza, menos sublime que ingenua, encargada de proteger el mundo de los hombres, esos hacedores de lazos y pactos sociales a quienes, en una de las principales ciudades industriales bonaerenses, nada parece garantizarles protección. ß

desde el margen

El fantasma de Damiana y los chicos de vida ausente Fernanda Sández

—PARA LA NACIÓN—

arcadio esquivel/ Panamá Rusia ¿el destino final de Edward Snowden?

antonio Neri licón/ México Cuba, Corea del Norte y el escándalo de “los misiles de azúcar”.

E

s una foto extraña. La beba que aparece tendrá dos años, va rapada, viste un vestido simplón, tiene algo parecido a una pelota en una mano y no mira a quien la retrata. Mira a otro lado y la imagen parece haberse detenido en el segundo exacto antes de que ella se largara a llorar. Una tristeza en blanco y negro impregna todo, y a través del papel y de los años (la foto fue tomada a fines del siglo XIX) se puede ver que ésa no ha sido una niña feliz. Quizá no haya en su mundo a lo que valga la pena sonreírle. Es otra foto extraña. Muestra a una chica –¿doce? ¿trece años?– peinada con raya al medio, desnuda, y dándole la espalda a una pared blanca. Tampoco ella sonríe; apenas se para y mira sin mirar. Entre una y otra foto mediaron doce años. La irrealidad en germinación en la beba de la primera imagen ya es algo tangible en la foto de la chica sin ropa. Está más allá de todo, incluida su propia desnudez. Entre una y otra foto media una historia silenciada por casi un siglo: la de una familia de la tribu aché (su nom-

bre significa, irónicamente, “los que hablan”), masacrada a finales del siglo XIX en Paraguay. Al final de la carnicería, ocurrida en el Día de San Damián, los asesinos decidieron llevarse a la beba. Y llamarla, por obra y gracia del santoral y del mal gusto, Damiana. Terminó en manos de la familia Korn y, con el tiempo, se volvió mucama. Con el tiempo, también, algo pasó con ella. Damiana, al compás de las hormonas, se volvió un escándalo de entrecasa. Se enamoró y recibía a su enamorado en su habitación. No hubo reto ni cuarto que la aprisionara del todo, ni impulso al que no sucumbiera. Terminó recluida en el Instituto Melchor Romero –fundando por el psiquiatra Alejandro Korn–, donde un antropólogo alemán, Adolf Lehmann-Nistchele, tomó la segunda foto y anotó lo siguiente: “La libido sexual se manifestó de una manera tan alarmante que toda educación y todo amonestamiento por parte de la familia resultó ineficaz. Ausentábase la india de la casa a veces hasta tres días, en compañía de un galán”. En su breve vida –murió de tisis–, Damiana parece haber sido cualquier cosa, menos lo que debía. Menos donde debía. Por estos días de chicos en vacaciones y apoderándose de la ciudad a los

empujones, a los gritos y a las carcajadas, y aunque en un siglo se hayan instalado los derechos de los niños al menos como parámetro, el fantasma de Damiana –su tragedia en dos fotos, su incurable condición de niña cosa– regresa en silencio. Conviven en las calles, en el subte, niños y Damianas. Chicos paseados con chicos silvestres. El ejército de nenes y nenas a la deriva. Son casi las nueve de la noche del martes, y el vagón del subte rebalsa de chicos. Los niños van sentados; las Damianas, de a pie. Son tres (cinco, siete, nueve años), cada una con su cajita de cartón llena de cosas que podrían ser grillos o caramelos. La más chica reparte sus estampitas con seriedad de croupier. Se rasca, se saca un moco. No está del todo aquí. La del medio tiene los ojos como estrellas. La más grande –“grande”, otra mentira– tiene ya ese gesto desconfiado que trae el tiempo pasado arriba de los trenes. En las tres, sin embargo, sopla la misma lejanía que irradian las fotos de la chica aché. También ellas están en el sitio incorrecto, a la hora equivocada. Sólo los modos de herir han cambiado. El resto (las víctimas, las condenas, los destinos) permanece intacto. Quieto, como Damiana detrás de los cristales.ß